906- EL BOMBERO TORERO. Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.
"Solamente hace falta ir por la plaza a la hora y fecha del espectáculo y preguntar por Carlos Celis, el Bombero Torero. En invierno irá a Quito y me ha prometido visitar a Luis Felipe. Decía que esto era sólo para Miguelón, pero vale para todos, si va a vuestra ciudad el Bombero Torero, decídmelo, o buscadle en la plaza el día del festejo y decidle: "Soy amigo de Dario". Os aseguro que para él será una gran alegría saludaros e invitaros". (Dario).
En esta zona rural donde siempre he vivido y en mis tiempos de niñez, los niños colaborábamos en las tareas de la recolección casi desde nuestros primeros pasos: arrastrando los rastrojos, recogiendo algunas espigas, llevando agua fresca a los trabajadores, o aguantando el tórrido sol como un espantapájaros sobre un trillo para que las parejas de vacas o de mulas no cesasen en su rutinario dar vueltas trillando. Cuando yo tenía diez o doce años, para que sirviese de aliciente a mi colaboración, mis padres me hicieron una promesa sujeta a varias condiciones:
- Si la cosecha viene buena, si trabajas bien, y si acabamos para "La Piedad", te llevamos a los toros.
Demasiados si's. La cosecha casi siempre era buena. La tierra y el clima no eran aptos para buenas cosechas... ni siquiera medianas, pero siempre existía conformidad. No obstante, recuerdo de mi niñez cuando tocaban las campanas a "tentenublo", y el cura vestido con el alba y el hisopo en la mano decía unas oraciones llamadas conjuros. Esto desapareció poco después. No sé si la desaparición se debió a la ineficacia de los conjuros para ahuyentar a los nublos o fue debida a un cambio de mentalidad en la gente. También recuerdo que mientras los nublos, mi madre encendía los restos de la vela que en Jueves Santo había puesto para velar al Santísimo. Y no puedo olvidar cuando los granizos golpeaban en los cristales de la ventana. Entonces mi madre no paraba de llorar. Mi padre con pretendida voz de serenidad decía:
- ¡Cállate ya de una vez!. No ha pasado nada. Ya nos arreglaremos como podamos.
Yo no entendía nada de aquello de "ya nos arreglaremos como podamos". Al día siguiente veía como todos los vecinos comentaban el caso y observaban, juntos, las espigas maltrechas de los sembrados cercanos al pueblo. Sin embargo, esto que hoy puede resultarme tan evidente, significaba muy poco para un niño: Tras la honda impresión de un día solamente, volvíamos a enfrascarnos en los juegos de la niñez sin importarnos el mañana ni sus posibles estrecheces.
La segunda condición era fácil de cumplir, aunque sólo fuese por la tremenda ilusión de nuestros progenitores. ¡Y como casi todos los niños hacíamos lo mismo, cada uno en su casa, no había peligro de realizar comparaciones!.
El tercer "si" era más difícil de cumplirse. Ellos llamaban "acabar" o "barrer la era" a dejarlo todo completamente concluido. Hasta que esto no sucedía, no se guardaba ni el descanso dominical. Acabar o no acabar, en cierta forma dependía del tiempo atmosférico. Dícese en un refrán que "Septiembre seca las fuentes o tira los puentes". Las lluvias entorpecían y retrasaban la labor. La Piedad era la festividad en la población Palentina de Herrera de Pisuerga. La fiesta coincidía con el tercer domingo del mes de Septiembre.
Y acabamos... aquel año acabamos. Pero no me llevaron a los toros, sino a la "charlotada" el miércoles siguiente. Yo supongo que esta palabreja era un derivado de la comicidad de Charlot. La "charlotada" era el espectáculo del Bombero Torero. Resulta fácil imaginarme que en aquellos tiempos Carlos Celis no se vestía aún de luces :-) .
Fui con mi padre. Mi madre se quedó en casa. Nos "embarcamos" en una furgoneta cuyo propietario utilizaba para transportes. Por tanto, ni siquiera tenía asientos ni ventanillas. La gente iba de pie y se agarraba a cualquier sitio para no perder el equilibrio en las curvas de la carretera. Yo utilicé como asiento el entrante que había en el espacio de carga para que pudiese girar una de las dos ruedas traseras de la furgoneta. Sí, nos bajamos a la entrada de la población para que no nos multasen los guardias civiles, pues el conductor no tenía permiso para transportar personal en su vehículo.
Poco después de comenzar el espectáculo, las nubes comenzaron a llorar y la tarde resultó "deslucida y pasada por agua", como dirían los taurinos. Mi padre me puso su chaqueta por la cabeza y fue a buscar refugio a la furgoneta después de advertirme el lugar donde debía buscarlo cuando acabara el espectáculo. Allí, arriba en las gradas, solamente aguantamos algunos niños a quienes la risa hacia olvidar la lluvia. Abajo, en la plaza, aguantaron el chaparrón unos "enanitos" haciendo su gracietas ante los becerros para cumplir con su deber de divertir al público. Era el mundo del color de la ilusión de la niñez, y probablemente no me enteré de que tendría el culo calado debido al la impermeabilidad del cemento de las gradas de la plaza.
Pasaron aproximadamente 20 años desde lo narrado cuando televisión anunció que iban a retransmitir un espectáculo del Bombero Torero. Yo ya tenía enormes dificultades para caminar por el avance progresivo de mi ataxia de Friedreich y estaba a las mismísimas puertas de la utilización de la silla de ruedas. Posiblemente, si aún no la utilizaba era por pánico y por obsesión con el pundonor personal. Me prohibí a mí mismo conectar el televisor con ese espectáculo al considerarlo contribuir a la explotación de la desgracia ajena.
Hoy sé que estaba muy equivocado. La aberración no está en lo que se hace, sino en cómo se mira. La aberración no es que yo le plante cara a la vida, y escriba cuatro jilipolladas para VIVIR y poner buena cara a mal tiempo y, si fuese posible, haceros esbozar una sonrisa a vosotros. La aberración tampoco es reírse de las jilipolladas escritas por mí, sino simplemente sería reírse y burlarse del "jilipollas" que las escribe. Ese es el mismo caso de los "enanitos". Ellos plantan cara a la vida, VIVEN, intentan divertirse y que el público esboce su sonrisa.
Un día me enamoré de una frase de autor de Romain Rolland [que dicho sea de paso, aparte de parecer un nombre Francés, no sé quién es :-)]. "Quien hace lo que puede... ya es un héroe". Eso son los "enanitos".... y tantas... y tantas... y tantas personas como PASAMOS por la vida. Recordando unos versos de Antonio Machado que dedica a mis paisanos labradores Castellanos: "Donde hay vino, beben vino / donde no hay vino, agua fresca. / Son buenas gentes que viven, / laboran, pasan, y sueñan". No, no nos sonrió la fortuna en nuestra vida y, a falta de vino, tomamos agua fresca que era lo único que teníamos... pero a nuestro modo, laboramos, soñamos, y pasamos... pasamos camino de una eternidad o de no sé dónde, pero pasamos sin ruido... fuimos héroes por hacer cuanto pudimos. Nada importará si hubo, o no hubo, coronas de flores en nuestro funeral.
Mi padre tiene la costumbre, por las mañanas cuando se levanta, de encender una radio que hay permanentemente sobre nuestra mesa de la cocina. Soy sordo, pero el otro día, mientras desayunaba, pude oír a una señora que pedía un monumento para las madres y suegras que han criado a sus hijos y a sus nietos, y decía (sic): "¡De esas personas sencillas hay que hablar y no del Conde Lecquio y la madre que lo parió!". [:-)].