89- ¡FÍSICAS, SÍ, PSICOLÓGICAS, NO!. Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de la provincia de Burgos.
No se me ocurriría considerarme experto en psicología, ni en ninguna otra cosa. Disiento de una sociedad que se pasa la vida dando títulos académicos de especialistas cuando sólo la experiencia de bregar con la vida hace expertos, aunque éstos, verdaderos, carecen de titulación. Aprovecho para arrimar el ascua de la humildad a mi sardina y definirme con la archisabida frase de "aprendiz de todo y maestro de nada". Otra cosa, distinta, es mi manía de meterme en todos los campos y acabar sermoneando como si yo supiera de todo. Nada más lejos de saberlo. Uno, escribiente aficionado, no elige la clase de vida sobre la cual realiza sus disertaciones, sino al contrario: es la clase de vida, por desgracia, la que lo ha elegido a él primero. No sé bien si me he explicado, pero lo dicho suena a frase evangélica y, por derivación, a expresión vocacional de mis tiempos de seminarista :-))) .
En fin, ya aquí en Hispano-Ataxia soy como el abuelo un tanto chocheante que repite incansablemente sus batallitas. Y a vosotros os corresponde comportaros como nietos condescendientes y respetuosamente aguantar el rollo sin echarme en cara las repeticiones. Tengo una vaga idea de haber escrito ya sobre el tema de la necesidad y obligación de seres humanos, metidos en el feo asunto de la enfermedad, de intentar endulzar con sueños nuestra vida, pero, a la vez, tener los pies en el suelo para evitar posteriores decepciones. Ilustraba el texto con anécdota personal, pero, como no encuentro tal relato, amenazo con mi papel de abuelo chocheante y repetir la historia cualquier día :-) .
Sea como fuere y por si alguien encuentra por algún lado el referido escrito, advierto que en él no existe ninguna contradicción con cuanto aquí voy a expresar. Son cuestiones totalmente distintas, aunque ambas pudieran ocupar campos cercanos. En este texto actual no se trata de evitar ninguna decepción siendo prudente con los sueños y sabiendo, parafraseando a Calderón, que "los sueños, sueños son", sino de ser positivo y no sentirse derrotado antes de intentar conseguir el sueño o la meta. Si tuviera alguna noción de psicología, tal vez pudiera explicarlo con ideas técnicas. Desde mi ignorancia en la materia, sólo se me ocurre acudir al dicho para profanos utilizado en el deporte de competición : "tener la moral alta".
Recuerdo el profesor de la asignatura de física que me preguntó en una ocasión sobre la existencia de los cuerpos en reposo. Respondí que sí. Me metí en un lío. Acto seguido, me preguntó en qué me basaba para afirmar tal cosa. Ingenié, para salir del bache, decir que para afirmarlo me basaba en que tales objetos no cambiaban de posición respecto a otros cuerpos que consideraba fijos. En resumen me había colado: el reposo absoluto de los objetos no existe, porque el planeta tierra tiene movimiento giratorio constante. Mi mirada en relación a otros cuerpos aunque exacta, sólo es una percepción para definir el reposo relativo.
Los minusválidos, siguiendo el ejemplo del párrafo anterior, podemos preguntarnos sobre la existencia de las limitaciones. ¿Qué son limitaciones? No podemos volar como las pájaros, correr como las gacelas, o trepar como los monos. ¿Entonces? Sin embargo, eso no nos preocupa, en absoluto. Necesitamos la referencia de las capacidades ser humano normal y corriente para afirmar la existencia de nuestras limitaciones. ¿Existen? Es obvio. Quien sea atáxico, o padezca otra clase de minusvalía, se romperá los huesos y la cabeza si no pone los pies en el suelo y admite y acepta sus propias limitaciones con relación a otros seres humanos corrientes y normales.
No obstante, hay otra clase de obstáculos que pueden acrecentar psicológicamente nuestras limitaciones físicas. Padecer una ataxia está en las antípodas de ser una buena situación para mantener, en simil deportivo, la moral alta. Me refiero a esa clase de prejuicios en forma de "no puedo" con los cuales nos condenamos al fracaso aún antes de intentarlo. Otras veces, la sociedad en forma de "probrecillo, no puede" nos condena a creernos que realmente no podemos. Recalco una vez más estar hablando de limitaciones únicamente psicológicas. Quien no sea consciente de lo que en realidad digo y se rompa los huesos por no tener los pies en el suelo, perdería el tiempo si intentara hacerme responsable de sus roturas :-) .
Por fin destapo el puchero y anuncio la transmisión del contenido de uno de esos mensajes de cadena con los suelen saturar los buzones de los usuarios del correo electrónico. A veces tal costumbre de reenvíos se agradece, y otras resulta altamente desesperante. Todo depende de la extensión del mensaje, del contenido del mismo, y de las ocupaciones o prisa de cada receptor. Una veces se agradecen, y otras, mentalmente, se sueltan tacos cuando su excesiva extensión (archivos .PPS) hace interminable la entrada, especialmente para quienes tenemos líneas lentas para conexión a internet. Este mensaje al que aludo es sencillito... tan simple e hilarante que puede confundirse a primera vista con un chiste tonto. Sin embargo, llama poderosamente la atención y, enseguida, cala hondo entre quienes a diario peleamos con unas limitaciones. ¡Físicas, sí, psicológicas, no!:
"Érase una vez una competición de sapos. El objetivo era llegar a lo alto de una gran torre. Había en el lugar una gran multitud para vibrar y gritar animándolos.
Comenzó la competición. La multitud no creía que pudieran alcanzar la cima de aquella torre. Lo que más se escuchaba era: "¡¡Qué pena!! Esos sapitos no lo van a conseguir. ¡¡No lo van a conseguir!!".
Los sapitos comenzaron a desistir. Pero había uno que persistía y continuaba subiendo en busca de la cima.
La multitud continuaba gritando: "¡¡Qué pena!! Esos sapitos no lo van a conseguir. ¡¡No lo van a conseguir!!".
Y los sapitos se fueron dando por vencidos. Salvo uno que seguía y seguía, tranquilo, y cada vez con más fuerza, hasta que pudo llegar a meta.
Los otros sapitos quisieron saber cómo había podido conseguir concluir una prueba tan dura. Y descubrieron que... ¡¡era sordo!!".
Moraleja: No permitas que personas con pésimos hábitos de ser negativos derrumben las esperanzas de tu corazón. Sé siempre "sordo" cuando alguien te dice que no puedes realizar tus sueños.