Negros nubarrones en el horizonte.

Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Ésta es una recopilación de textos escritos a partir de 1992. Algunos de ellos han sido publicados en periódicos y revistas. Cuando ha existido publicación se hace constar en una línea en letra negrilla a continuación de título. Normalmente, estos escritos pertenecen a una época bastante mala de mi vida, en la cual mi Ataxia de Friedreich me golpeó de una forma especial en el aspecto psicológico. Esta situación anómala he querido dejarla plasmada en el título dado a esta colección: "Negros nubarrones en el horizonte", muy expresivo para referirse a difíciles perspectivas de esperanza.

Este periodo de mi vida, como ya he dicho, no fue bueno. A la ansiedad derivada del padecimiento de una enfermedad crónica de carácter progresivo, como la Ataxia de Friedreich, y a la necesidad constante del uso de la silla de ruedas, había de añadirse una profunda soledad incrementada casi hasta el infinito por las características de mi lugar de residencia: una población rural entonces de unos 60 habitantes. Todo unido, además del sentimiento de bicho raro que producen esta clase de enfermedades poco corrientes, aparte del apoyo incondicional recibido desde la familia cercana, llegaba a hacerme sentir un total abandono por parte de la sociedad. Para dejar constancia de este punto, no he querido suprimir tres cartas que, en teoría, no tendrían nada que hacer en esta colección de textos:

Una de estas cartas va dirigida a una revista de literatos aficionados (donde incluso me ofrecía a pasar a máquina textos de quienes no tuvieran máquina de escribir ni ordenador), y las otras dos son pidiendo amistad en una revista religiosa a ancianos y enfermos. Esto último pudiera parecer ridículo para algunos, pero aseguro que es sumamente reconfortable, porque se siente una solidaridad infinita nacida de la más profunda humildad que va en la dirección tú a tú: Ves como te abren el alma y, a la vez, puedes abrir tu alma sin el más mínimo pudor. A través de esta petición conocí a algunas personas, varias de las cuales ya han fallecido. Pero debido a eso, aprendí a mirar a la muerte cara a cara y prescindir del lastre que supone su pánico desde el padecimiento de una enfermedad crónica y progresiva.

Precisamente, porque esta colección de textos va dirigida especialmente a los pacientesde ataxia y familiares, es necesario decir la verdad para evitar que nadie vea aquí falsos héroes que, al extraer conclusiones equivocadas, minimicen sus propias actitudes dubitativas. No haría falta repetir que mis tiempos no fueron buenos, y ningún paciente de ataxia debiera acomplejarse porque los suyos no lo sean. De la lectura de estos textos, pudieran extraerse impresiones opuestas a la realidad: Verse fuerza, valentía, desparpajo, sarcasmo, mucho humor, etc. ¡Todo mentira!. Y es que para ver la realidad es preciso bajarse a la arena de las circunstancias:

Por aquellos tiempos ya había comenzado una huida de mí mismo a través de la nada más completa. Ni siquiera sabía escribir ni lo había practicado nunca: aprovechaba la marcha atrás del ordenador para corregir... corregir... y corregir. Pasaba mis horas acompañado por esta máquina electrónica. Publicaba cosas, en apariencia valientemente, cuando en realidad toda mi valentía era decirme: "casi estás muerto, así que agacha la cabeza y tira para adelante, camina o revienta, en frase de El Lute". Y aquí sigo horas y horas ante mi ordenador, como un loco. No tengo absolutamente ninguna posesión y, por tanto, no puedo tener miedo a perder nada, lo cual me ha permitido cierto atrevimiento y llamar en mis textos, publicados o no, hijoputa o cualquier otro improperio, si se tercia, al mismísimo Ministro y a quien haga falta o a quien a mí de la gana, o puedo criticar a la sociedad sin tener que mirarme yo al ombligo. Y mi humor proviene de decirme: "ríete de todo: harto puta es la vida de paciente de ataxia. Prescindir del humor es un lujo que cualquier enfermo crónico y progresivo no se puede permitir, porque, si lo eliminara, correría el riesgo de ahogarse en su propia tristeza". En resumen, aquí podría observarse una falsa personalidad del autor. Yo no soy ese que puede apreciarse en la lectura de estos textos, sino el pobre niño que llora, que se deprime, y que sigue atormentado por el pánico a su futuro... soy el que sigue huyendo, huyendo y huyendo... de sí mismo... de quedarse un minuto a solas rumiando negros pensamientos... huye, pero no sabe adónde va ni de dónde viene... es lo mismo... da igual... no sabe nada. No, ese que escribe no soy yo, sino uno a quien han hecho así las circunstancias a fuerza de golpes: Esto es como un automóvil salido de fábrica con un defecto en la dirección que le hace tener una tendencia de irse hacia la izquierda de la carretera. Como en la Ataxia de Friedreich no es posible el arreglo de la parte mecánica, o llevas el volante girado ligeramente hacia la parte contraria, o te sales de la calzada. No es valentía, sino necesidad. Es decir: no es natural, sino simplemente que te estás buscando soluciones de emergencia puramente artificiales.

En esta colección de textos, no hay orden ni concierto. El orden que se ha seguido es el alfabético según el nombre del archivo donde estaban guardados en el disco duro. Esto les hace no estar ordenados respecto a fechas: cosa de la que hubiera huido premeditadamente para no dar una lectura de mi estado de ánimo en un conjunto de fechas concretas. Tampoco está dividido en secciones por estilos literarios. Es un todo revuelto. Aunque buena parte de los escritos data de la época anterior a 1997, también les hay de mi etapa internetiana, con un Miguel-A. más asentado.

Los dibujos son míos en un 95 por ciento. Los propios llevan mi firma. Durante algún tiempo dibujé una especie de humor gráfico y lo fui coleccionando: De 1993 a 1996. Cierto que dibujado con todas las dificultades de un paciente de ataxia. En su original son viñetas de 12,50 centímetros por 20. Primero están hechas a lápiz y luego pasadas a rotulador de tinta negra con las manos temblorosas de atáxico. Cada lámina resultaba un obra gigantesca de casi un día de trabajo para hacer lo que a un experto dibujante le hubiera llevado diez minutos. Tras el escaneado, para poder minimizar la imagen pudiéndose leer en la pantalla con total claridad, los diálogos originales han sido cortados y substituidos por otros iguales de contenido, pero hechos a ordenador.

Para evitar que se juzgue esta colección de textos fuera del contexto atáxico y de las limitaciones que conlleva la ataxia, recordaré la frase con la que ilustro mis portadas: "Un héroe es quien hace lo que puede" (Romain Rolland).

Gracias por su visita. ¡Que ustedes lo pasen bien!.

Miguel-A.



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