Negros nubarrones en el horizonte.

Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Sumario: 6- Una anécdota real. 7- Año de la familia. 8- Añoranzas. 9- "Su apenada esposa". 10- Fijarse metas.



6- UNA ANÉCDOTA REAL

Estando en quinto curso de Bachillerato en el Seminario, me tocó un profesor de latín que conocía bien esta comarca burgalesa. Se llamaba D. Damián Peña Rámila. Ya ha fallecido hace unos años. Era alto y tenía una voz clara y muy fuerte, casi atronadora. Su timbre de voz nos imponía respeto a los alumnos: Si hubiera dicho que una cosa, evidentemente negra, era blanca, nadie habría osado responderle a la cara. Aunque... entre nosotros, los comentarios eran muy distintos: criticábamos de los profesores lo criticable y mucho más de lo criticable. Hasta imitábamos los gestos o el tono de voz de cada uno y nos referíamos a ellos por apodos.

Mi primer encuentro con D. Damián fue inolvidable por una pequeña anécdota que durante algún tiempo tomé como un mal paso, hoy convertido en anécdota graciosa. Ocurrió lo siguiente:

En el Centro teníamos unas listas donde figuraba el nombre, los apellidos y la dirección de todos los alumnos de los diferentes cursos: más de 400. Los primeros días de curso, los profesores pasaban lista con el único objetivo de incrementar un pronto conocimiento personal que facilitase la relación profesor/alumno. El primer día de clase, cuando al pasar lista, D. Damián pronunció mi nombre, me puse de pie como era habitual en esta clase de situaciones.

- Miguel Ángel Cibrián Dehesa, Villanueva de Odra. ¡Villanueva de Odra! -repitió sorprendido-¿Tú eres de Villanueva de Odra?.

- Sí -respondí.

- Pues yo estuve muchos años de sacerdote en Santamaría Ananúñez.

Yo había oído miles de veces llamar a un pueblo Santamaría. Incluso, en mi pueblo había un camino de carretas llamado de Santamaría que servía de acceso a las fincas agrícolas y que antaño, cuando los medios de locomoción habían sido carros, cabalgaduras, o simplemente caminando, había sido utilizado como atajo para ir a los mercados semanales de Melgar de Fernamental, de gran prestigio comarcal. Pero aquello de Ananúñez me sonó tan raro y desconocido que me quedé completamente descolocado. Si el dialogante, en lugar de ser D. Damián, hubiera sido un compañero cualquiera, le habría dicho: "Mira, chaval, tú te equivocas de Villanueva. Este Villanueva está situado al noroeste de la provincia, entre Villadiego y Melgar de Fernamental". Así, sólo hice un gesto de extrañeza ni siquiera meditado.

- ¡Oye! -replicó D. Damián dándose cuenta de mi gesto-, ¿pero tú no sabes dónde está Santamaría Ananúñez?.

- Pues no -dije, pues no me había dado tiempo a pensar.

- ¡Pero hombre! -exclamó D. Damián con su voz casi atronadora-. ¡Qué barbaridad!. ¡Eso es imposible no saberlo! ¡Si Santa María Ananúñez está a 8 kilómetros de tu pueblo!.

Toda la clase lanzó una sonora carcajada. Entonces caí en la cuenta: lo que yo conocía como Santamaría y Santamaría Ananúñez eran una misma cosa. No recuerdo el comentario que en aquella ocasión me añadió D. Damián. Supongo que sería correcto conmigo. No lo sé, porque en esos momentos con aquella situación, agravada por mi incipiente estado de atáxico que me dejaba limitado de reacción, me entró un grado de azoramiento que me dejó totalmente en fuera de juego. No era un buen principio. Puesto que era el primer día de clase con aquel profesor, se podría deducir que él pensó: "Este alumno tiene menos luces en la cabeza que una vela apagada y resultará imposible darle un aprobado al final de curso". No sé si tales cosas por su cabeza, pero por la mía creo que sí pasó que él pensara eso mismo. Para colmo de mi sonrojo, ya tenía 17 años y no era un niño, sentí que había hecho el ridículo y que los compañeros se habían reído de mí.



7- AÑO DE LA FAMILIA

Para bien o para mal, la ONU ha designado este año de 1994 como Año Internacional de la Familia. No me atrevo a decir si la designación tiene carácter positivo o negativo. Personalmente vería con buenos ojos el hecho de señalar un día para honrar a la familia. ¿Pero... un año entero? Es cierto que las cosas grandes debieran vivirse con una intensidad especial, no un día, ni un año, sino toda la vida. Aun así, sin ver mal la designación, no me parece correcto destinar un año entero a conmemorar la familia. Me explico: dedicar tanto tiempo seguido son ganas de desvirtuar el tema. Y no digo que sea malo, sino mucho tiempo, excesivo.

Por ejemplo a lo dicho en el párrafo anterior: es positivo y maravilloso la ubicación en el calendario anual de un día para rememorar la figura de la madre. Se aprovecha en tal fecha para mostrarle el cariño sentido hacia ella desde siempre. Es como si los humanos necesitáramos de una excusa para expresar los sentimientos. Un beso, unas palabras, unas flores, un regalo, tienen más sentido ese día concreto para expresar unos sentimientos que están ahí, pero callados. ¿Pero si hubiese sido un año en lugar de un día para recordar la grandeza de una madre? En mi opinión personal, la misma señalización del recuerdo maternal hubiera carecido de todo interés de haber sido prolongada en el tiempo. Evidentemente no es lo mismo expresar que sentir. Lo primero es cosa de instantes, lo segundo, perdura en el tiempo.

A lo largo de la vida hay circunstancias, negativas, al menos en apariencia, como la enfermedad, que nos hacen apreciar de una forma especial el valor de las cosas. La familia lo es todo. La familia es ese amor de la carta a los Corintios de San Pablo que, disculpa, se fía, aguanta, espera siempre y no falla nunca. Jamás procede al abandono, por más difíciles que sean las circunstancias, de cualquiera de sus miembros. La familia es comunidad de amor y de sacrificio, si es que existe alguna diferencia entre lo uno y lo otro.

He dicho, y repito, no atreverme a pronunciarme sobre el aspecto positivo o negativo de la señalización atribuida por la ONU a este 1994. Curiosamente, y también paradójicamente, este Año de la Familia se están oyendo las mayores tonterías sobre el tema familiar. Hay quien no distingue entre pareja y familia. Hasta, ¡qué barbaridad!, se atreven a hacer familias de homosexuales y concederles la adopción de un niño. ¡Ahí es nada!

En estos campos de labranza saben muy bien lo que es una pareja. Es decir dos. Aquí llamaban pareja a los dos animales empleados en la tracción animal para las labores de cultivo de los campos. Esta alusión pasada no es una falta de respeto. Tengo mi más profunda admiración por la unión, en pareja, entre un hombre y una mujer o entre homosexuales. Pero sólo el amor da sentido a esta unión. Y, desde luego, no vale llamar amor o familia a cualquier cosa.

Es evidente que hay una diferencia entre pareja y familia. Para convertirse en familia la pareja ha de pasar por la Iglesia, el Juzgado, jefe de tribu, capitán de barco... o cualquier entidad o representante con arreglo a las creencias de los contrayentes que selle el compromiso. No condeno a los hijos nacidos fuera del matrimonio. Para mí tienen idénticos derechos a los demás niños. Si alguien les niega algo a esos hijos son sus propios padres: a disfrutar de una familia estable. Por ello, animaría a estos padres a que, en lo posible, formalicen su situación.

Hay quien afirma poder existir tanto o más ambiente familiar en una familia sin haber realizado la correspondiente formalización. ¿Es posible? Sí, claro. Lo es. No lo pongo en duda. ¿Pero entonces por qué huir ante un simple papeleo?

Algunos municipios han iniciado la otorgación de certificados de convivencia a parejas no casadas para igualar sus derechos con las sí casadas. ¡Qué barbaridad! El primer ayuntamiento en tal concesión ha sido el de la ciudad de Vitoria según el telediario de TVE1 segunda edición del día 17 de marzo de 1994. El periodista encargado de desarrollar esa noticia, micrófono en mano, hacía una pregunta muy sencilla a la primera pareja de solicitantes del certificado:

- ¿Y vosotros por qué no os habéis casado?

Asómbrense ustedes de la respuesta.

- Porque no encontramos más ventajas en estar casados que en hacerlo así.

¡Basta ya de egoísmo! Y si no están unidos por ninguna ley, si algún día surgieran conflictos entre ellos, ¿qué ley serviría de arbitro para proteger a unos supuestos hijos?.

La familia es algo natural. Y no se puede cambiar por más ganas de "progreso" o de "regreso" que tengan algunos. Si algún día destruimos la familia, habremos destruido al género humano. No es lo mismo juntos que revueltos. Si hoy se inventa la familia homosexual, ¿por qué no aceptar la familia a tres caras, lo que en el cine llaman triángulo amoroso? ¿Por qué no nos vamos hacia atrás en el tiempo, y permitimos que un hombre forme una familia con diez mujeres en forma de harem? Y, como no está bien renunciar a la igualdad entre los sexos, ¿por qué no permitiríamos familias de una mujer con diez hombres? ¿O por qué no hacemos contratos familiares por un tiempo definido, como los laborales de trabajo?, ¿qué tal familias por cinco años? ¿Por qué no se introduce una clausula de intercambio de pareja a modo de algunos bailes...?.

No es lo mismo nos acostamos juntos y mañana ya veremos qué pasa, que hacerlo con un compromiso. La diferencia entre uno y otro es el amor. ¡Pero cuidado!, el amor en esta sociedad está manipulado hasta la saciedad. El amor no es placer a secas. Es placer y es dolor. Es, como afirma el dicho, "estar a las duras y a las maduras". En el ritual matrimonial de la Iglesia Católica hay una definición muy buena del amor: quererse en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza, hasta la separación por la muerte. El amor auténtico ya es compromiso. Pero, como somos humanos, hay que reforzar ese compromiso interno e implícito con otro externo y explícito que nos ayude a sobrellevar el amor en los tiempos difíciles, los fáciles van por sí solos.

En un telediario escuché una noticia curiosa. Como yo andaba con la mosca detrás de la oreja, enseguida la asocié con la no buena intención progresista de desprestigiar a la familia. No me equivoqué del todo. Más o menos, de una manera escueta la secuencia noticiaria decía lo siguiente: "Un Tribunal de Justicia ha denegado la pensión de viudedad a una mujer que convivió durante cuarenta años con un hombre sin estar casados debido a su ideología de anarquistas".

En mis pensamientos me figuré a dos intelectuales acomodados a quienes no les gustaba que otro les impusiera unas normas legales. Preferían marcarse ellos mismos unas pautas de convivencia, ni mejores ni peores, pero propias e independientes de cuanto señalara la ley.

Y si ellos, pensé, no han querido ajustarse a las normas de la ley, no pueden pedir ahora que sea la ley quien se ajuste a sus normas personales. Por eso ahora es razonable la denegación por parte de la Justicia de la pensión de viudedad solicitada.

En un programa televisivo se analizaba este caso el lunes día 7 de marzo. Puse ojo avizor. El título del breve reportaje era: "La viuda soltera". Paradójico titular, pues para ser viuda primero hay que ser casada y para ser soltera no se puede ser viuda. Hablaban del caso citado anteriormente. Lo que apreciaron mis ojos y mis oídos distaba mucho de cuanto en su día dio a entender el noticiario conteniendo la sentencia judicial. Para empezar no se mencionó siquiera la palabra anarquista. Habían sido dos pobres hombres (¿familia?). Lo cierto es que tenían tres hijos. Lo curioso, para entender mis explicaciones, es que habían vivido durante cuarenta años en una vivienda de una sola habitación. A mi juicio, no eran anarquistas, ni cosa que lo fundó. Eran unos pobres ignorantes que no sabían de la misa, la mitad. De haber sabido el difunto lo que le venía encima a su mujer desprovista de una pensión para sobrevivir dignamente los años de su vejez, se habrían pasado ambos por el Juzgado para rellenar el impreso matrimonial, aunque a la salida de el edificio judicial, si el hecho no hubiese estado de acuerdo con su ideología, se hubieran limpiado el trasero con el dichoso papelito.

¿No se podría flexibilizar un poco la ley? ¿Por qué pagarán la falta de legalidad siempre los más ingenuos? Ahora está de moda suscribir firmas para pedir indultos para condenados judiciales. Yo abriría una suscripción de firmas para pedir que a esta señora le den una pensión para ayudarle a vivir con dignidad. No es tanto. Ese importe anual se lo gastan Sus Señorías en agua mineral en una sola jornada en el Congreso de los Diputados. ¡Y total para no beber!

¡Ah!, pueden llamar a la pensión otorgada como les de la gana en los telediarios... pero por favor... que no utilicen la situación de las personas para lanzar mensajes.



8- AÑORANZAS.

En el año 1981 pasé un mes en un centro hospitalario de la capital de la provincia para realizarme unas pruebas médicas. Separado por cuatro plantas del enorme edificio clínico había una persona de mi pueblo. Algo más de las paredes del edificio servía de separación entre nosotros: además de una diferencia generacional de sesenta años de edad, él estaba bastante sordo y eso le llevaba a huir de la conversación. El trato de ambos no había pasado de un cortés "buenos días" cada vez que se cruzaron nuestros caminos.

Yo, tal vez influenciado por las características de mi enfermedad, era extremadamente tímido, y en tal ocasión de la coincidencia hospitalaria, no me atreví a visitar a mi buen vecino, aunque viviéramos en extremos opuestos del pueblo. A sus ochenta y tantos años y con una sonda para orinar fue él quien dio el primer paso y bajó a visitarme.

Era duro de oído, pero el diálogo mantenido en la visita fue muy agradable. Es cierto que habló más que yo, pero porque así lo quise. La historia de su vida era emocionante. Me pareció verle feliz relatando y me limité a dar tironcitos a la conversación en forma de preguntas.

Me contó como de recién casado emigró a la Argentina. La provincia de Mendoza fue su paradero en aquel país americano. Un campo de viñedos le sirvió de lugar de trabajo en aquella tierra extraña. Yo no sabía que hubiera sido emigrante. Era uno de los mayores propietarios de pueblo y sin dudar de su palabra, lo acogí con extrañeza. Por mi asombro, le pregunté por la causa para irse tan lejos. La causa fue un tío suyo que ejercía de capataz en aquellos campos. Quiso llevárselo con él, lo convenció y le pagó el viaje de ida a él y a su mujer. Un año estuvo en la Argentina. Al hablar del tiempo, volví a dar mi particular tirón y pregunté por la estancia en el país americano:

- No, si no me fue mal -me contestó-. Estaba muy bien, sólo que aquella no era mi tierra y quería venirme a España y no tenía dinero.

Yo me acordé de su tío, y volví a interrogar. Por las explicaciones, parece que al tío le desagrado la decisión de regresar del sobrino y le negó el dinero que le había dado para ir. Yo, prudentemente, no quise incidir en el tema pues me parecieron asuntos de familia, aunque bastante irritantes.

Continuó diciéndome que tomó la decisión de ir a ver al Cónsul Español para exponerle su idea de regresar a España.

- Esto que le dije al Cónsul, e inmediatamente me contestó: "Hace usted muy bien, yo no me voy porque no puedo"..

- Pero es que mi problema es que yo no tengo dinero.

Ese no fue problema. El Consulado Español le consiguió dos pasajes en un barco para efectuar su ansiado regreso. Allí, en el barco de regreso a España, nació el primero de sus hijos.

En atención a su agradable visita, yo también subí una vez a visitarlo. Fue totalmente diferente a nuestro anterior encuentro. Su habitación era de seis camas. Los compañeros estaban en mal estado de salud. Permanecían en la cama. Algunos estaban con alimentación intravenosa. La verdad, hubiera quedado muy mal la amena charla de hacía unos días cuando para entendernos debíamos elevar el tono de la voz. Hasta la persiana entornada dejando la habitación casi a oscuras llamaba a guardar silencio. Aguanté el tipo, y se convirtió solamente en una visita de compromiso.

Yo también he sentido la añoranza de la tierra y de mi familia. En mis tiempos de estudiante interno en un colegio, nos invadía la melancolía a la vuelta al centro, después de las vacaciones. Lo llamábamos morriña. Parece una palabra del Gallego, porque no figura en el diccionario. Pero, posiblemente, añorásemos la familia más que la tierra. En tres días, los amigos suplían la ausencia de esos seres queridos dejados en pueblo y de nuestra vida en el colegio desaparecía la tristeza.

Ahora relataré otra experiencia distinta. Sólo voy a la ciudad por motivos médicos. Tras una consulta, mis padres querían efectuar algunas compras. Aprovechando el buen tiempo, me ofrecí a quedarme sólo en un paseo de la ciudad. Ellos, después de obtener mi promesa de no moverme, se fueron. Cientos de personas pasaron ante mis narices sin una palabra, ni una mirada interesada, ni una sonrisa. "¡Seré un desconocido!", me dije. Pero, ¡qué va! Allí en los bancos del paseo había más personas y les pasaba lo mismo. Un anciano en un banco esperaba a no sé qué: por decirlo así, a que Dios le llamara. Otra señora permanecía en el banco opuesto sin más compañía que su reloj de pulsera a quien consultaba a menudo Otra anciana se sentó en el mismo banco de la anterior, pero ni una palabra medió entre ambas. Es más, estaban en los extremos del asiento como si estuvieran reñidas, o haciendo de contrapeso como cuando de niños nos columpiábamos sobre el yugo del carro. Los viandantes jamás saludaron a quienes se cruzaban con ellos. Sólo se dirigían la palabra quienes caminaban juntos. Todos caminaban con una prisa enorme. ¿Adónde iban? No lo sé. "Yo me voy a mi pueblo, pensé ante este panorama, y no vuelvo aquí ni aunque me traigan atado de pies y manos. Seremos pocos, pero al menos nos saludamos". Ya lo afirma un dicho popular: "Si quieres conocer sin ser conocido, vete a la ciudad. Pero, si quieres ser conocido sin conocer, quédate en el pueblo".

La soledad no tiene nada que ver con el número de quienes están cerca. Es más, si solamente están y no te tratan, es más fácil sentir la soledad. Vale más un buenos días que un millón de individuos que pasen a tu lado como si no existieras.

Es una pena porque esta cultura de los buenos días propia de los pueblo se muere. No es que muera la costumbre, se mueren los pueblos. ¿Política? Hace tiempo que las poblaciones pequeñas dejaron de interesar. He pedido unos informes al Sr. cura del libro parroquial para realizar algunas comparaciones. No me dejan perplejo porque, más o menos, lo sabía. Los números cantan. Pasaría estas cifras a algunos políticos por encima del labio superior como si fuera una maquinilla de afeitar pues son vergonzosas y símbolo de dejadez. En la década comprendida entre 1940 y 1950, se realizaron en esta parroquia de Villanueva de Odra, 160 bautismos. En el mismo período de tiempo, el comprendido entre 1980 y 1990, solamente 13 bautismos. No es ningún mal sueño mío, son datos constatables del archivo parroquial. Nadie salga con la aconfesionalidad y tal y tal, aquí no hay ni un sólo caso de padres que se hayan negado a bautizar a un hijo. Nadie salga con el descenso de los índices de natalidad y tal y tal: La cifra de 13 está inflada, porque algunos de estos bautizados son hijos de padres nacidos, pero no residentes en el pueblo. Si a ese dato añado que el 50 por ciento de la población supera los 65 años. En poco tiempo llegará el amén a esta misa. ¡Que Dios nos coja confesados!.



9- "SU APENADA ESPOSA"

En este principio del mes de noviembre, voy a referirme a los Santos y a los difuntos. Antes, se hacia el recuerdo en días diferentes y separados, aunque contiguos en el calendario. Cada vez más, coinciden estás dos fechas como si ya se hubieran terminado superponiendo. ¿Por qué será...? Tal vez, sea cosa de los nuevos hábitos de vida y tenga la sencilla explicación de aprovecharse el descanso de la misma fiesta del día anterior (los Santos) para ir a visitar, rezar y depositar unas flores en la tumba de los seres queridos. O, ¿será cuestión de matizaciones más profundas, y se crea que todos cuantos han perdido sus debilidades humanas en su paso por la vida ya son santos...? Quizás sea así, aunque yo no lo sé, no es ésta ninguna ciencia exacta para poderse afirmar nada con autoridad. De todas formas, cuanto yo dijese al respecto, además de carecer de importancia, carecería del más mínimo valor. Se necesitarían, en relación a este tema, las opiniones de un sociólogo para emitir un juicio sobre el cambio de costumbres, y la de un teólogo para explicarnos aquel Purgatorio y aquel infierno de los que ya nadie habla.

Voy a dejar de debatir cuestiones abstractas para meterme en polémicas más palpables donde se pueda discutir sin recurrir a la fe y las opiniones extraídas de las discusiones sean puramente intrascendentes. Resulta que el día de los Santos, como consecuencia las acostumbradas visitas a los cementerios y recordando la consabida existencia de más hombres que mujeres en la tierra, el presentador del telediario TVE1 de las tres de la tarde se le ocurrió añadir a sus noticias un absurdo comentario: "En el mundo nos morimos más hombres que mujeres". Esa afirmación me parece una solemne tontería. Me explicaré:

En el 90 por ciento de los países del mundo (salvo en el Africa subsahariana) nacen más hombres que mujeres. Si bien, aunque exista diferencia, para una cuenta a groso modo, podemos dejar el número aproximado en cuanto a nacimientos por sexo en bastante equilibrado. Siguiendo, es una perogrullada decir que todos los que nacen se mueren. Y, por tanto, si las cifras de nacimientos no tienen grandes diferencias en cuanto sexos, las de muertes tampoco pueden tenerlas. Ahora bien, eso no quita nada a la existencia de más personas del género femenino en la tierra. La explicación es muy sencilla: Por razones biológicas, que desconozco, la vida de la mujer es más larga que la del hombre. En cualquier país del mundo sin excepción, se apreciará una diferencia de media de vida entre los dos sexos. La desigualdad siempre beneficia a las féminas. En el caso de España es de 74 años para hombres y 80 para mujeres.

El dicho del presentador es indiscutiblemente cierto, porque en España nacen más niños que niñas. Pero afirmarlo, así por las buenas y sin más explicación, me parecen ganas de confundir al personal.

Por otra parte, la naturaleza es sabia y trata de equilibrar ese dato de una mayor media de vida para mujeres, con un mayor nacimiento de varones. Las cifras en España son así: Entre 0 y 9 años: varones 7,4 por ciento de la población, y féminas 7,0. Entre 10 y 19 años: hombres 8,8 y mujeres 8,2. Entre 20 y 29 años: 8,1 y 7,9. Entre 30 y 39 años: (aquí está bastante equilibrado) 6,5 y 6,4. Entre 40 y 49: (a partir de esta edad, la diferencia ya adquiere el signo contrario) hombres el 5,3 por ciento de la población, y mujeres 5,5. Entre 50 y 59 años: 5,6 y 6,0. Entre 60 y 69 años: 4,1 y 4,8. De más de 70 años: 3,3 y 5,0. Sin embargo, ese dato de una mayor natalidad de varones, queda suficientemente contrarrestado con una mayor longevidad en el sexo femenino. A pesar de un menor índice de natalidad, en nuestro país hay menos hombres que mujeres: 19.393.000 de los primeros, por 20.024.000 de las segundas.

Si bien, eso ha quedado claro, es cierto el dicho del presentador, pero sólo podría afirmarse sin más explicaciones, si hubiera comenzado hace pocos años, menos de una generación, el ser humano a poblar la tierra. Pero, no es así, vivimos en una serie de varios, muchos, milenios. No obstante, existen lugares, debido a recientes migraciones que alteraron la normalidad, donde sí se cumple ostensiblemente el dicho del presentador. Por ejemplo, mi pueblo: A la fecha de hoy, entre 70 habitantes, -indicando un número de muertes menor en el llamado sexo débil- hay 13 viudas por ningún viudo. Aparte de esa mayor media de vida en mujeres, la razón es evidente para quienes no somos ajenos a lo aquí sucedido: La marcha a las ciudades en busca de empleo en la década de los años 60 modificó el equilibrio en cuanto a la edad de la población. Aunque... es indiscutible que si hoy existen 13 viudas mayores de 70 años, algún día se comenzará un ciclo donde, en cuanto a la muerte por sexos, suceda todo lo contrario. Entonces será de ley de vida que aquí se mueran más mujeres que hombres.

Hace escasas fechas, se daba a conocer las cifras del padrón de la provincia burgalesa. En Burgos, ciudad hay 4.780 más mujeres que varones. En el resto de provincia el dato lleva el signo contrario los hombres son 897 más que las féminas. Varias conclusiones pueden extraerse de este segundo dato en comparación con el primero: Primera, que las mujeres han huido en mayor número del mundo rural. Segunda, que los jóvenes rurales, teniendo en consideración que incrementa el número de mujeres la alta cifra aludida de viudas (ya ancianas), tienen muchísimos problemas para encontrar una compañera. Y tercero, que en el campo debido al envejecimiento de la población, el ciclo contrario, ya comentado a la muerte de hombres, probablemente ya se ha iniciado o está a punto de iniciarse.

Hoy, 4/11/95, en el periódico "Diario de Burgos", en la columna "Plaza mayor", Alejandro Rodríguez juega con estos datos del padrón y con otros a propósito de las esquelas, en un artículo titulado "Su apenada esposa". El citado autor, sin afirmar nada que no sean números comprobables, realiza un comentario sobre fallecimientos, cuya única finalidad, a la vez que entretenernos, parece hacernos pensar sobre el tema. Si el objetivo del columnista fuera ese, lo ha conseguido: aquí me tiene haciendo números sobre los finados.

Me imagino que en tono de broma, como si de un partido de fútbol se tratara, este señor, por las esquelas del periódico, saca un tanteo favorable en números, pero, al fin y al cabo desfavorable, al género masculino. Así: Día 1/11/95, 5 hombres fallecidos por 3 mujeres. Día 2/11/95, 4 hombres por 1 mujer. ¡Caray! Al instante miré las esquelas del día de mi comentario, y el resultado estaba más igualado: En tal fecha había un empate a 3. Para justificar los datos de periodista, pensé en el motivo para insertar una esquela en el periódico. ¿Será que vivimos en una sociedad patriarcal donde se da mayor importancia a la muerte de padre...? Tal vez, pero no lo creo. Sin duda, y sin ser mayor, a la madre le profesamos un cariño más especial. ¿Entonces...? Mi solución está en el sentido de familia. Como la media de vida del hombre es menor, y, por tanto, suele morir primero, hay familia aún integrada que da mayor importancia a la ubicación de la esquela del finado en los medios de comunicación. Luego... al morir la viuda, ya queda menos sentido de familia y la intención de colocar en la prensa la esquela de la difunta pasa más desapercibida. ¿Será eso...?.

No harto con mis reflexiones, me fui, en el mismo periódico 4/11/95, a consultar los datos de defunciones del registro civil de la provincia. ¡Aquí no cuentan sentidos de familia! ¡Y caray!, el resultado era aún más abultado: 5 hombres fallecidos por 1 mujer. ¡A esta muerte no hay quien la entienda, irá por barrios! Explico la sorpresa plasmada con anterioridad entre mis signos de admiración: En la misma página, arriba del apunte citado, vienen los datos del registro civil en cuanto a nacimientos: Pues han nacido 0 niños por 3 niñas. Yo no me lo explico, porque todo ser que nace ha de morir, es la perogrullada. ¿Habrá sido un capricho del día...?.

Ya metido en este lío de contable, he buscado otro periódico viejo, aunque reciente, "Diario de Burgos", 31/10/95, para contabilizar los datos relacionados con los anteriores. Esquelas: 2 hombres fallecidos por 0 mujeres. Defunciones, por el registro civil: 4 hombres fallecidos por 0 mujeres. ¿Será que a la muerte, como es una palabra femenina, también le gusta el sexo contrario...?. Y es que va uno de sorpresa en sorpresa: En la misma página, según el registro civil en nacimientos, sucede lo contrario: 3 niños nacidos por 4 niñas. ¿Qué pasa aquí...?.

Antes de sacar conclusiones, comprobaré otro día, por si acaso son casualidades. "Diario de Burgos", 9/11/95: Esquelas: 2 hombres fallecidos, por 1 mujeres. Registro Civil en defunciones: 6 hombres fallecidos, por 0 mujeres. El caso es que en nacimientos, según los datos del Registro Civil, siempre ocurre lo contrario, en la fecha citada: 1 niños, por 3 niñas. ¡Veremos mañana!.

10/11/95. Esquelas: 4 hombres por 1 mujer. Registro Civil, defunciones: 3 hombres por 2 mujeres, y nacimientos 1 niño por 4 niñas. ¡Anda ya...! ¿Si en España nacen mas niños que niñas, por qué en Burgos nos ganan por goleada...? ¿Serán caprichos del otoño...? ¿O serán cosas de los rigores del clima...? ¡El que lo entienda que lo compre!.

En cuanto a las muertes ya tengo la solución. ¡Cómo no se me habrá ocurrido antes! Como Burgos, contando también la capital, es una provincia poco industrializada, al igual que mi pueblo, aunque en menor medida, se está notando esa emigración hacia otras zonas industriales de España llevada a cabo hace varios años. ¿Ahora habré acertado...?.



10- FIJARSE METAS

En mi niñez, los adultos se reunían las tardes y noches de los días festivos del invierno para jugar a las cartas en casa de mi abuelo. Con mi madre, al igual que otros niños con la suya, íbamos todos los hermanos. A mi abuelo nunca le conocí ir a la taberna: él y el cura eran los únicos jugadores masculinos de aquellas partidas de cartas (mi padre iba a la cantina). Las personas mayores practicaban sus juegos de baraja en la sala más lujosa de la casa. En estos pueblos castellanos, esta sala citada se llama estufa o gloria. La gloria es una habitación hueca por debajo y que se calienta con paja de cereal o con leña. Este método permite alcanzar temperaturas sumamente cálidas para contrarrestar los rigores climáticos del tiempo. Se trata de un sistema de calefacción derivado del antiguo hipocausto romano.

Los niños no nos sentíamos a gusto en la gloria junto a los mayores. Allí era frecuente: "Niño eso no se hace...". "Niño, estate quieto...". "Niño, eso no se toca...". Y nos íbamos a jugar a la cuadra (establo) donde los animales daban un calor agradable en contraposición a las gélidas temperaturas del exterior en pleno invierno.

La cuadra, con dos columnas en el centro sosteniendo el techo, era una sala muy amplia. Allí había media docena de vacas, además de un par de terneros, atadas a las argollas de sus pesebres que no se inmutaban por nuestro griterío de niños y continuaban con su cansino rumiar. Sin duda, estos animales también aprovechaban el día festivo para descansar: pues varios de ellos eran utilizados como tracción para las labores agrícolas.

En un extremo de la cuadra había un enorme y robusto arca de madera de roble que utilizaban para guardar en su interior el harina que servía de pienso a los animales. El arca era tan robusto que su tapadera, sin miedo a romperla, aguantaba los continuos bailes de seis u ocho chiquillos. Desde la parte superior del arca hacía abajo, organizábamos competiciones de salto de longitud. Y marcábamos en el suelo el lugar de llegada con un trozo de cal dura que servía como tiza de pizarra.

Yo, como era el más pequeñito de todos y creo que ya tenía ataxia, siempre perdía estas competiciones de salto. Un día mi abuelo, después de finalizar el juego de cartas, cuando daba de comer a los animales y soltaba los terneros a mamar, observaba en silencio nuestras diversiones y apartándome del grupo, me susurró al oído.

- ¡Saltarás hasta donde eches la vista!.

Cuando me tocó el turno de saltar, miré lejos y me lancé al vacío con convicción. Funcionó el secreto de mi abuelo. Salté más que otras veces anteriores. Pero... pero había mirado tan lejos que después de posar mis pies en el suelo, mi cabeza salió disparada hacia el lugar donde había fijado la mirada y me rompí las narices.

Aprendí que echar la vista por delante es bueno para superar las propias limitaciones y conseguir metas superiores a las habituales. Sin embargo, hay que tener cuidado y no irse demasiado lejos con la mirada: Porque si nuestra mirada se va demasiado lejos, podemos rompernos las narices contra el muro de las decepciones.



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