Negros nubarrones en el horizonte.



Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Sumario: 31- El deporte de la caza. 32- ¿Utopías de cazador?. 33 - "¡¡NO, GRACIAS!!". 34- La palabra de los políticos. 35- Chispitas.



31- EL DEPORTE DE LA CAZA

Como se desprende de mi título, en mi comentario voy a hablar de caza. Posiblemente, cuando salga a la luz este número de la revista Regañón, ya se haya abierto la veda para la persecución de la liebre y de la perdiz. Y los aficionados a esta actividad, acompañados de su perro y con la escopeta en ristre, ya pateen nuestras vegas, llanos, valles, lomas y páramos en busca de alguna rabicorta o alguna patirroja que echarse al morral. ¿Hay caza...? Ese sería tema para discutir otro día. ¿Podrán salir todos los aficionados...? Ese es otro cuento. Quién más, quién menos, ha de conformarse con alguna invitación aislada por ser residente en el municipio origen de la caza. Porque ser socio de un coto con derecho a echarse cada fin de semana la escopeta al hombro, cuesta un ojo de la cara. Eso es muy caro para "estudiantes". Ya se sabe el refrán y aquí viene como anillo al dedo: "En casa del herrero... cuchillo de palo". Así pasa aquí: Eso de cazar por costumbre, sólo queda al alcance de la clase pudiente que, por lo general, suele vivir en las ciudades mientras para nosotros que convivimos con las especies propias de se cazadas, hemos de dejarlo pasar.

Esta actividad de la caza ha cambiado mucho a lo largo de los siglos. Las armas utilizadas por el hombre han evolucionado con el paso del tiempo y se han vuelto de lo más sofisticado. De las lanzas y las flechas hemos pasado a las modernas armas de fuego. Pero no sólo ha variado la forma de cobrar las distintas piezas, sino también la razón de cazar.

En mis tiempos de escuela, hace treinta años, teníamos la costumbre de cantar las lecciones para aprender de memoria con la ayuda del soniquete. ¡Qué tiempos! La enciclopedia Álvarez, único libro de texto, englobaba todas las asignaturas. Allí venía la aritmética, la gramática, la geometría, las ciencias naturales, etc. En la parte de Historia de España (primera lección), entonábamos a coro aquello de: "los hombre-es primiti-ivos vivían en ca-avernas. Se dedica-aban a la ca-aza y a la pe-esca". Los guiones en las palabras y las vocales repetidas, no simbolizan que silabeáramos porque no supiéramos leer, sino los quiebros en el canto. Vueltos otra vez al tema de la caza, esas letras de la enciclopedia dicen, bien claro que en la prehistoria se cazaba como modo de vida. Aquellos hombres cazaban para poder comer. Se dedicaban a la caza y a la pesca como nosotros a sembrar trigo y cebada. Hoy ya no es así. Ahora estamos en el polo opuesto. Hoy, salvo algunos furtivos que aún existen, se caza para rellenar un tiempo de ocio.

Nunca he sido cazador. No obstante, no es mi intención entrar a discutir la bondad, o no, del deporte de la caza. Nadie me mire mal. Todo deporte es sano. El ejercicio físico es conveniente siempre. En la caza existe actividad física. Y mucha, además. Sin embargo, en la actualidad, la caza me parece bastante mecanizada. Los animales parten en desventaja con el empleo de modernas escopetas de repetición. Personalmente, pienso eso de que "las armas las carga el diablo". Me daría un no sé qué tocar el gatillo de una escopeta. Yo sería un enamorado de la caza de liebre con galgos. Cada uno que se sirva de sus propios medios naturales: la velocidad.

Además de lo dicho hasta aquí, la caza tiene algo muy peculiar. ¿Ecología...? De todo hay. Depende del sujeto. No iba por ahí. Me refería a que es un deporte muy comunicativo. El hombre no es el rival, como en otros deportes. Tampoco existe arbitro (como en el fútbol) para soltarle algún taco verbal de vez en cuando. Si acaso, se soltara alguna maldición a la liebre cuando escape por ser más lista o más rápida que el cazador. En este deporte se busca la amistad. Se come en torno a la jornada de caza. Se habla por los codos de los avatares del día y de otras ocasiones anteriores. Se cuentan historias reales o irreales. Ahí quería yo llegar: a las historias.En torno a la caza existen numerosas anécdotas, casi siempre exageradas, que, incluso, nos salpican a quienes no somos ni siquiera aficionados. ¿Quién no podría contar algunas historietas relativas a los animales de caza...? La literatura tiene muchas historias de caza. Hasta el cuento infantil de Caperucita lleva una leyenda de cazadores que matan un lobo feroz. Y... fíjense si hay exageración en el cuento: un lobo que se come a la abuelita viva y entera, sin trocearla siquiera. Y, como todo ha de tener un final feliz, la abuela sale sana y salva de la tripa del lobo.

Contaré algunas anécdotas de las mías:

1- Un viejecito me contaba lo siguiente:

"- De niño iba a cazar con un tío. Íbamos muy lejos, cerca de la peñas (de Amaya). Por tanto, salíamos de noche para poder llegar al lugar al amanecer. Mi tío era un lince cazando. Divisaba a las liebres encamadas a cincuenta metros. Buscaba una posición adecuada para el disparo. Si no salía la liebre, la espantaba... jamás la mataba encamada. Disparaba, y ¡zas!. ¡Tripa arriba!. No fallaba una. Un día me enseñó una liebre en la cama, me dejó la escopeta y me dijo así:

- Vete caminando hacia la liebre y te paras a unos diez metros. Cuando yo la espante, y salga la liebre corriendo, disparas.

Me eché la escopeta a la cara y salí caminando en dirección a la posición del animal. Iba pensando: "Ésta se me escapa, ésta se me escapa". Tan concentrado estaba en el tiro, que me olvidé de pararme. Me acerqué a la liebre. Como no se movía, a un metro de distancia, agaché la escopeta y le disparé. Y no fallé. Pero, llego mi tío y me pego tal tortazo que besé el suelo. No se me escapó. No había errado el tiro, pero dejé al animal totalmente inservible para ser comido. Desde entonces, no he querido volver de caza".

¿Exageraba...? Yo creo que sí...

2- En cierta ocasión, ya hace 30 años, trabajaba para nosotros (nuestra familia) una máquina cosechadora de alquiler. El maquinista era de la provincia de Zaragoza. Salió huyendo un animal de entre las mieses en dirección al rastrojo, y decía:

"- ¡Qué zorro más bonito! ¡Qué zorro más bonito! ¡Que ejemplar! ¡Qué ejemplar!" -repetía.

Era un conejo. Así como suena, un conejo. De esos de las orejas grandes y el rabo corto.

¿Exageraba...? ¡A la vista está!.

3- Mi abuelo llevo una vez a mi hermana de cuatro años a la viña. La llevaba montada en la burra, mientras él hacía de guía tirando del ramal. Por el camino, salió una liebre sobresaltada por la presencia humana.

- Mira. ¡La liebre! ¡La liebre! -gritó el abuelo.

- ¿Dónde? -pregunto mi hermana sin ver al asustado animal.

- ¡Mira, por allí! ¡Por allí!.

Pero la niña -tal vez despistada- no vio nada.

- ¡Jo! Era tan grande como la burra -protestó el abuelo cuando la liebre desapareció de su vista.

A la vuelta a casa, mi hermana nos contó el incidente tal y como lo había oído:

- He visto una liebre de grande como la burra.

Reímos esta anécdota.

¿Era exagerado el tamaño que concedieron a la liebre...? Y tanto... más de treinta años después, aún no se nos ha olvidado en mi familia esta exageración.

El cazador es mentiroso por naturaleza. Vaya afirmación la mía... Algo hay que decir. ¡No se asuste señora! No crea que su marido le pone los cuernos cada vez que coge la escopeta. Y no dude de él aunque no traiga ninguna liebre a casa. ¡Hay tan pocas...! No se trata de esa clase de mentiras. Ese extremo de la infidelidad, nada tiene que ver con la intención de mis palabras. Hablo, exclusivamente, en materia de caza. Son mentiras sin ninguna importancia. Antes se llamaban mentirijillas a esta clase de falsedades. ¿Qué más da decir que se mataron dos pájaros de un tiro, o que se tiraron dos tiros y ni siquiera se asustó al pájaro...? Bueno... corrijo... mentiroso no (y, que conste lo advierto para que no te alarmes, Carmen), solamente exagerado.

Aun sin ser aficionados a esta actividad, al hilo de mis anécdotas, cada lector puede disfrutar recordando sus propias historia relacionadas con el tema de la caza. De eso se trata... Nadie intente buscar a mi escrito otras pretensiones que no sean la de pasar el tiempo. Por tanto, aquí no existe ánimo de ofender a nadie.



32- ¿UTOPÍAS DE CAZADOR?

(Publicado en Diario de Burgos el 8 de Noviembre de 1995).

El viernes 20/10/95 en Diario de Burgos, en las páginas de deportes (concretamente en la número 50), a propósito de la caza, los dos firmantes de sendos artículos hacían críticas del tiempo en que se practican algunas de las faenas más normales e indiscutiblemente éticas y lícitas de la agricultura del cereal. En vista de esos escritos y en relación con ellos, me apresto a dar mi modesta opinión sobre el tema:

Desde mi punto de vista (he sido agricultor), no acierto a calificar las palabras de estos dos señores, pues no sé de dónde nacen. No sé si vienen, desde el decir por decir proveniente del desconocimiento, del interés por dar un papel protagonista a la caza, de la utopía, del deseo, o de los sueños. Ya lo afirma Calderón: "Sueña el rico en su riqueza, / que más cuidados le ofrece. / Sueña el pobre que padece / su miseria y su pobreza; / sueña que a medrar empieza. / Sueña el que afana y pretende. / Sueña el que agravia y ofende / y en el mundo, en conclusión, / todos sueñan lo que son, / aunque ninguno lo entiende". Tal vez estos señores sueñen,¡bendito sueño!, con liebres y perdices.

"Son muchos los cazadores, asegura el primer articulista, que han presenciado cómo las empacadoras pasan sin miramientos por encima de polladas de perdiz, provocando la muerte por asfixia de todas las crías y, a veces, hasta la madre que tampoco consigue escapar". ¡Hombre, que dicho así, el lector va a creer que el labrador es algún infanticida! No niego, y he empacado, que la empacadora se pueda tragar a algunos animales aislados cuando prefieren seguir escondidos a delatar su presencia con una huida, pero jamás por imposibilidad de escapar. De ahí, a ver familias y más familias de perdices empacadas va un abismo. Esa afirmación, además de una exageración, equivale a colocar a los animales la cualidad de tontos. Sólo es un riesgo que han de correr, como nosotros corremos el peligro de tener accidentes laborales o de tráfico: si salen, se delatan, y si se quedan escondidos, puede pillarlos alguien o algo. Y lo de "sin miramientos" me parece ya un dicho de mala intención, pues es algo totalmente desconocido por el conductor. ¿Qué quiere, usted, qué vaya otro operario delante avisando...? Sería inútil, pues si no hacen caso al ruido de un tractor y una empacadora, no harían caso a gritos al aire.

"Si la Administración, afirma el segundo firmante, exigiera para la constitución de un coto de caza, unas determinadas medidas de hábitat, unas fechas a partir de las cuales se pudieran levantar las cosechas, y otras para la recogida de paja, conseguiríamos tener unos terrenos cinegéticos donde se pudiera desarrollar la vida animal". Que sepa yo, los tiempos en los que el hombre vivía de la caza y de la pesca, ya pasaron hace siglos a la historia. Quiéralo o no lo quiera este señor, la agricultura es un modo de vida, mientras la caza es un deporte para rellenar el tiempo de ocio. Las cosechas, llegado el punto de madurez, han de recogerse lo más pronto posible. ¿Sabría calcular quien así habla los miles de millones de pérdidas producidos por una tormenta de viento o de granizo a causa de diez o quince días de retraso en el inicio de las cosechas...? Poner fecha a la recogida de la paja me parece igual de absurdo. Ni se recoge la misma cantidad por hectárea tras una tormenta que esparce los tornillos, ni el precio por kilógramo es el mismo tras una lluvia que oscurece el material. Cualquier traba en la recogida de la paja, redunda en perjuicio de la caza: Porque, a menos fincas empacadas, más solicitudes para quemar el rastrojo.

"De esta forma, añade a renglón seguido de lo anterior, obligaríamos a los Ayuntamientos que quieran tener ingresos por la caza, a cumplir esos requisitos, o de lo contrario, a no poder constituir un coto de caza y a que el terreno quedara vedado". No creo que ningún Ayuntamiento, dedicado en la mayoría de sus ciudadanos al cultivo del cereal, podría aceptar esas condiciones señaladas. A no ser que se cambiaran las tornas: la caza pasara a ser la actividad principal en cuanto al reporte de ingresos de sus habitantes y de la agricultura sólo se extrajeran algunos dineros extras para ayudar en la economía rural. Ese cambio aludido dispararía el precio de los cotos. Si llegara esa situación, un alto tanto por ciento de los cazadores tendría que colgar la escopeta por no poder abonarse a un coto. Muchos aficionados de corta economía, habrían de decirse: "¡Eso no es para mí... ni aunque me las pongan como a Felipe II!".



33- "¡NO, GRACIAS!"

(Publicado en la revista Regañón, número de octubre de 1995).

No me ha sido posible desplazarme hasta Villasandino para protestar por la probable instalación de ese cementerio de mierda con el que estamos amenazados. Con estas líneas quiero poner mi granito de arena en esa protesta. Deseo que mis palabras sean entendidas como un gesto de solidaridad con quienes realizan actos de desaprobación contra la instalación de dicho cementerio.

Al parecer, alguna bruja nos ha tomado por tontos y nos ha echado mal de ojo. Esperemos que esa bruja no sea tan bruja y el embrujo no surta efecto. O si no, seamos buenos desembrujadores y podamos desembrujar el embrujo de la bruja con nuestra tenacidad diciendo todos al unísono: "¡NO, GRACIAS!".

Reconozco mi escasa información acerca de los residuos nucleares. Dicen que la ignorancia es la madre del atrevimiento. Cierto. Pero, no es éste el caso: pues acabo de reconocer mi carencia de informes y pido perdón por si, en mi ingenuidad, metiera la pata. Y, por supuesto, cuando se va con la humildad por delante, puede existir error, pero jamás atrevimiento.

Uno de los residuos destinados a esta clase de cementerios, es el armamento nuclear de desecho. Y no es moco de pavo, pues, según rumores, esto podría convertirse en el almacén de chatarra nuclear de media Europa. Es difícil comprender el tema de las armas desde el ambiente de paz de estos pueblecitos castellanos. No obstante, la energía nuclear no se utiliza solamente con fines negativos. Ahí están las centrales nucleares produciendo electricidad y, también, dejando residuos. Se puede estar de acuerdo con, o en contra de, este tipo de centrales eléctricas. Esas son opiniones personales. ¿Energías alternativas? ¡Todo un problema! No voy a meterme en ese terreno. Sin duda las nucleares son un peligro, véanse los efectos de la central nuclear de Chernoville en la URSS, ahora CEI. Sin embargo, a la hora de la verdad, nadie -tampoco yo- se queda a oscuras voluntariamente o se corta pensando en estas cosas ante la posibilidad de encender el televisor o la lavadora. Aunque no me atrevo a afirmarlo, tengo entendido que una parte de los residuos destinados a esta clase de cementerios, provienen de la medicina. Y, no haría falta decirlo, cuando aprieta una carencia de salud, nadie se anda en miramientos. Sería absurdo.

Este mes de agosto se cumplía el 50 aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas sobre las localidades japonesas de Hirosima y Nagasaki. 50 años después, allí aún siguen muriendo por causas radiactivas. Los habitantes de estas dos ciudades a causa de la radiactividad del ambiente tienen una predisposición especial a los cánceres, leucemias, cataratas, envejecimientos prematuros y a las malformaciones congénitas (durante el embarazo) en los hijos.

Y, puesto que el efecto de los residuos radiactivos es largo en el tiempo, ¿quién podría asegurar que, si llegara a crearse, algún día no se produjera algún escape radioactivo en este cementerio y la radiactividad saliera al ambiente...? Si tanta seguridad tienen los cerramientos en estas instalaciones, ¿por qué nos eligen a nosotros teniendo tanto espacio cercano a las grandes ciudades...? Nosotros producimos una parte menos que insignificante de esta clase de residuos y no tenemos por qué ser el cementerio de nadie arriesgándonos a sufrir los efectos negativos. ¡Cada palo que aguante su vela! Solidaridad sí, pero no así. No se puede llamar solidaridad cuando sólo te apuntan para lo negativo. En este aspecto, es curioso ver cómo los burgaleses nos hemos tragado Garoña, mientras los vascos hicieron dar marcha atrás a Lemóniz a medio construir. ¿Ésta es la clase de industria que nos quieren poner para revitalizar la comarca...? ¡NO, GRACIAS!.

¿Qué pasará...? No lo sé. En este mundo siempre pagan/pagamos los más tontos e indefensos. A la vista está en este mismo tema nuclear y para más inri con fines bélicos. ¡Ancha es Francia! Mide 547.026 kilómetros cuadrados de superficie. Pues no. Chirac, el presidente galo, se ha ido bien lejos para llevar a cabo sus ensayos nucleares. Se ha ido a 9.754 millas de París. ¿No habrá sitio en Francia? ¿Por qué se irá tan lejos si todo está controlado? El atolón de Mururoa en el Pacífico ha sido el escenario de estas pruebas nucleares para armamento. ¡Pobres nativos de Taití (Polinesia Francesa)! Son 196.000 habitantes. ¿No serán hijos de Dios...? ¡Ah! pero, ¿lo seremos los naturales de esta comarca y de sus cercanías...?.

¡Ánimo a quienes defienden nuestra tierra! Pues nos están defendiendo a nosotros, a nuestras familias y a las generaciones venideras.¿Cementerio nuclear? ¡NO, GRACIAS!.



34- LA PALABRA DE LOS POLÍTICOS.

Es posible que la democracia ya existiera en primitivas sociedades. Sin embargo, la noción conocida más lejana en el tiempo data de la antigua Grecia. La palabra democracia proviene del griego: "demos": pueblo y "kratein": gobernar. Se trata de un sistema político por el que el pueblo de un Estado ejerce su soberanía mediante la forma de gobierno que haya decidido establecer. La esencia del sistema democrático supone la participación de la población en el nombramiento de representantes para el ejercicio de los poderes ejecutivo y legislativo del Estado. Ese es el quid de la cuestión y la piedra de nuestros tropezones. No significa abolir las jerarquías, sino conceder al ciudadano un hipotético poder para designar y cambiar esas jerarquías. Se puede elegir a los jerarcas, pero una vez elegidos hacen y deshacen a su antojo hasta unas nuevas elecciones. Y anteriormente se ha dicho hipotético porque todos sabemos que tras la palabra democracia se esconden fraudes, pucherazos, y otras artimañas legales como engaños y manipulaciones electorales.

Como la definió el político Británico Winston Churchill, la democracia es el menos malo de los sistemas. Efectivamente. Poco, o nada, hemos perfeccionado la teoría heredada de los antiguos griegos. No se trata de que el concepto haya tocado el techo de la perfección, sino de que el tope existente es la imperfección humana. Dícese que el poder corrompe. ¡Claro que sí!, y en todas las áreas de la vida. Sin embargo, la honestidad no debiera medirse con la misma regla en la empresa privada que en la cosa pública. Jamás se podría ser honesto en la política si siempre se anda en el filo de lo que la ley entiende por delito. Por ejemplo, prometer con intención de engañar no es delito en las leyes judiciales, pero un político honesto nunca debiera hacerlo. En realidad esto de la honestidad no pasa de ser teoría. Todos saben que en la realidad la política funciona de una manera muy distinta y la honestidad no es precisamente virtud de los políticos.

He de reconocerme muy poco interesado por los temas políticos. No se trata de estar desencantado o desengañado del sistema. Simplemente, mi actitud podría inscribirse dentro de una cuestión puramente circunstancial: Harto dura es la enfermedad, ¡cómo para enrollarse con un mitin político!, los cuales suelen ser capaces de aburrir hasta a los muertos si no se escucha con la predisposición a unos colores y un prejuicio hacia el partido adversario. ¡Hasta ahí podríamos llegar!. Cuando se llevan en la mente esa predisposición y esos prejuicios, se va de ciego por la vida. Y si así fuese y algo hay, ¿díganme ustedes qué político no esta ciego?. Tal vez a ellos les valga lo de "en el país de los ciegos, el tuerto es rey". Da esa la impresión cuando les ves en campaña electoral dedicando un cuarto de hora a explicar sus virtudes de partido y tres cuartos de hora a descalificar al adversario.

Yo, que soy bastante cínico, me sonrío con el proceder de los políticos en campaña electoral. La descalificación suele resultarles productiva según sus indicadores de marketing. Se ponen gallitos en descalificaciones y más descalificaciones como si fuese un patio de vecindad del peor de los suburbios. Otras medidas adoptadas causan risa al verse cosas tan artificiales como metidas con calzador para engatusar al votante. A esta especie pertenecen los continuos saludos a "t'o quisque" ["Minero, hoy te saluda este "capitoste", mañana te dará un puntapié en el culo"], o el reparto de flores a diestro y siniestro. Mención aparte merece el episodio de hacerse la foto tomando un niño en brazos ["Jodido" chiquito, ¿seguro que no estará meado?"]. Y no olvidar el paseo por el supermercado con el carrito de compra... donde no había estado en su puta vida. Tampoco les importa dar patadas al diccionario con la pretensión de hacer énfasis en su amabilidad comenzando su discurso con: "Amigas... y amigos" [la damas primer]. Incorrección gramatical a todas luces, porque el adjetivo "amigos" engloba a ambos sexos. Pero aún así, ha de dar la nota [aunque yo le imagine años atrás al volante del automóvil gritando lo de "¡mujer tenías que ser!"... a hora ya no conducen, porque disponen de vehículo y choferoficiales].

¡Ah, sí!. Ya, ya, el chiste:

Cuentan que un partido mandó a unos cuantos políticos a apoyar a un candidato de la misma ideología en cierto acto de una campaña electoral de distinta Comunidad Autónoma. Sacó billetes de avión para éstos y sus esposas y contactó con un hotel de cinco estrellas en la ciudad de destino. Pero no contaban con una huelga de pilotos de aviación que obligó a cancelar el vuelo hasta la semana siguiente. Indignados y aprisa, fletaron un autobús, dejaron a las damas consortes en casa en contra de su primera intención, y se lanzaron a los 700 kilómetros de carretera.

Tampoco contaban con que una manifestación de mineros había cortado la carretera a 600 kilómetros de la ciudad de origen. El jefe de la expedición telefoneó a la Comisaría. El Señor Comisario estaba allí mismo, intentando resolver el conflicto. Cuando le localizaron telefónicamente, se acercó al autobús. No sólo aseguró que la policía se veía incapaz de disolver aquel disturbio, sino también que los manifestantes estaban muy exaltados y si se enteraban de que allí había un grupo de políticos gobernantes, no tendría efectivos suficientes para protegerles. Cagados los pantalones por miedo a una escabechina, el jefe de expedición dio la consigna:

- Bien, vamos a dispersarnos, id de dos en dos. Dentro de 4 horas nos reuniremos en el Hotel Bellavista de la ciudad que acabamos de pasar.

- Yo soy de la comarca -terció el conductor- y conozco una red de caminos rurales que nos devolverán otra vez a la carretera pasados 30 kilómetros y podremos continuar un vez eludidos los piquetes.

- Bien, nosotros escoltaremos el autobús -ofreció el Señor Comisario.

- No, gracias -respondió el jefe de la expedición-. Una escolta podría despertar sospechas entre los mineros e iniciar una persecución.

Perdida una hora en la cola de la manifestación y como las prisas no son buenas para nadie, el desenlace de aquel atajo fue un patinazo en la gravilla del intransitable camino vecinal, cuatro vueltas de campana, y una caída por un terraplén de 100 metros hasta un campo sembrado de trigo.

El granjero, propietario del trigal, por aquello de que una de las bienaventuranzas habla de enterrar a los muertos, los enterró y siguió con su trabajo en el campo.

Durante una semana, por todo el país se estuvo buscando un autobús blanco con una franja horizontal azul donde viajaban 22 políticos. Incluso los periódicos, radio y televisión hablaron de secuestros terroristas, chantajes al Estado y demás zarandajas sin fundamentos. Otros, menos afortunados, lanzaron sus suspicacias sobe los piquetes de los mineros sugiriendo algún linchamiento secreto. Por fin, una llamada telefónica de alguien, que no quiso identificarse por el mal olor del asunto, avisó de haber visto al autobús volcado y describió el lugar del hallazgo a la perfección. Presentada la policía en el lugar del accidente no halló ni rastro de cadáveres ni tampoco personas con vida. Perplejo, el Señor Comisario llamó preguntando a la puerta de la granja.

- ¿Los políticos? -dijo el granjero-. ¡Ah, sí, los he enterrado!.

- ¿Y cómo no ha avisado?. ¿Usted no sabía que estaba cometiendo un delito?.

- Bueno, yo no entiendo de papeleos -se excusó el granjero-, ni siquiera sé leer. Sólo sé ordeñar las vacas y sembrar cereales, ¡y como los curas dicen no sé qué de las bienaventuranzas y de enterrar a los muertos...!.

- ¿Y dónde están enterrados?.

- Aquí -respondió el granjero señalando una sola tumba.

- ¡Cómo, a todos los ha metido en un fosa común!.

- No. Al conductor le he metido aparte.

- ¿Y cómo ha sabido usted que era el conductor? -preguntó el Señor Comisario.

- ¡Coño, qué preguntas!. Porque estaba en el asiento del volante.

- ¿Y todos estaban muertos?.

- Bueno -contestó el granjero-, de eso no estoy muy seguro. Yo les fui preguntando uno por uno. El que no respondía, supuse que estaba muerto. Hubo tres o cuatro que respondieron no estar muertos. Sin embargo, no les creí, ¡porque ya se sabe que los políticos son todos unos mentirosos!.



35- CHISPITAS

Dice la televisión que los mendigos son pendencieros y violentos. Es mentira. Al menos, no es justo realizar esa afirmación. El fin nunca justifica los medios, pero la necesidad debe de estar en el número uno de los atenuantes a un delito. No es lo mismo una infracción a la ley para comprar un abrigo de visón que pelearse por un plato de garbanzos. Este hecho nos parece tonto, no podemos entenderlo quienes no hemos sentido el hambre como necesidad, pero es muy real. Y, sin embargo, para la sociedad un raterillo que roba una gallina en un maldito chorizo, mientras el estafador de corbata y sus estafas de miles de millones son más aceptados.

"Yo soy yo y mis circunstancias" decía Ortega y Gasset. Y las circunstancias son distintas para cada hombre. Es un error querer juzgar a los demás. En un dicho popular se afirma: "nadie puede decir de este agua no beberé". ¿Quién sabe? La vida da muchas vueltas, "el tiempo y la baraja dan gusto a todos", también sentencia un dicho.

Los compañeros de mendicidad le conocían como Chispitas. Su nombre de pila era José. De su apellido... ni se acordaba, ¡hace tanto tiempo que dejó de usarlo! No vamos a decir nada de su oficio, pues sería un insulto mencionarlo, ahora se dedicaba a la mendicidad. Pedía limosna a la puerta de una iglesia. Su domicilio no era fijo, era un banco público... una miserable pensión... o el refugio de Cáritas... dependía de la temperatura climatológica... de si tenía unos cientos en su cartera... o de las ganas de comer un plato de sopa caliente. Su equipaje viajaba siempre con él y cabía en una bolsa de plástico de unos grandes almacenes. No es que comprara allí por costumbre, sucede que siempre es fácil hallar una de esas bolsas en las papeleras cuando la anterior ya está deteriorada por el uso diario. Su esperanza, no creo que existiera. Y sus ganas de vivir brillaban por su ausencia. Se afeitaba cuando se acordaba, y no eran muchas veces las que venía la idea de afeitarse a su mente. Fumaba como un carromatero, así se suele decir, que me perdonen estos señores si aún existen. Y era un alcohólico de los raros: lo mismo se pasaba un mes con varias botellas, que nunca copas, de más, como otros dos meses sin catar la bebida.

Chispitas no siempre fue así. Fue D. José Lázaro, ilustre catedrático licenciado en física y química. Pero la vida es como una mula falsa: a veces se lía a dar coces. Los donantes de limosna a veces le daban el tratamiento de Don por su sabiduría hablando. Pero era un tratamiento de respeto, nada sabían del Don otorgado por su formación académica que sólo figuraba olvidado en los archivos del Ministerio de Educación. También él, a pesar de ser mendigo, era correcto y educado. "El habito no hace al fraile": su mala pinta exterior no se correspondía con una persona de trato agradable.

El mal camino de Chispitas comenzó con la muerte de su hijo por leucemia. Continuó con las malas relaciones con su esposa. En todo momento, en esta época, tuvo la compañía de sus hermanos. Todo se complicó con la separación matrimonial. Nunca lo entendió. Él era de quienes sólo aman una vez y para siempre, pero el fallecimiento de su hijo había sido como el detonante de un barril de pólvora. El hecho provocó una adicción al alcohol. Automáticamente le expulsaron del colegio donde daba clases. Fue la gota que colmo el vaso. El incidente agravó su problema de alcoholismo. En esta mierda vida las apariencias cuentan mucho. Y los hermanos acomodados en la alta sociedad, en vez de ayudarle a recuperarse, temblaron ante el qué dirán y no quisieron tratos con un borracho. Y llegó lo peor: un completo desarraigo familiar y ninguna ilusión por vivir. Lo mismo le daba. Para él cada día el sol podía salir por la derecha o por la izquierda, por donde le diera la gana: total eso nada alteraría su monótona vida. "Si algún día amaneciera congelado en mi banco del paseo, pensaba, nadie derramaría por mí una sola lágrima". A veces en esta puñetera vida pintan bastos.

Cada mendigo, como en un reparto silencioso de competencias al estilo de los organismos del Estado, tiene su lugar para alargar la mano implorando caridad. A la puerta de la iglesia daban muchos, pero la limosna nunca era grande, pero sí desde un conocimiento cercano. ¡Lástima que los pudientes no frecuenten los templos! Tiene una explicación: allí se busca un consuelo, y los ricos, o no lo necesitan, o lo buscan en su dinero.

- En el banco -decía Juan, alias el Roque, un compañero de Chispitas, en referencia a su lugar de mendicidad- no da nadie, pero de repente alguien te suelta un billete de dos mil duros y te puedes jubilar por una semana.

También la gente benévola va a los bancos, pero, sin duda, los bondadosos van más a las iglesias.

- A la mediodía -le dijo Chispitas a su compañero el Roque- paso a buscarte y nos dirigimos juntos a comer al albergue. No es molestia, me pilla de camino.

Aquel día, como habían convenido, se acercó al banco a buscar su compañero Juan. Una persona enfundada en un confortable abrigo de paño azul oscuro le miró de hito en hito antes de cruzar la puerta de entrada de la entidad bancaria. No dio importancia al hecho. Hay gente que mira a los mendigos como a bichos raros de zoológico.

"Pero... ¡si me es una cara conocida!", se dijo. Y espero pacientemente recostado en una farola a la salida del de aquella persona elegantemente vestida. En circunstancias normales habría rehuido el encuentro con alguien conocido. La sociedad margina, y el marginado se deja marginar. Pero hay días en que fallan hasta las teorías. De todas formas, aunque sintió un poco de pánico, se dijo que solamente era curiosidad y sólo pretendía verle la cara.

Había algo en lo que no había reparado Chispitas. El señor trajeado le había reconocido a él a la entrada, aunque con disimulo hubiera seguido su camino. A la salida del banco otra vez se quedó un instante mirándolo. De inmediato, volvió a entrar en el banco como si se hubiera olvidado algo. La maniobra fue tan torpe, que hasta un niño de teta se hubiera cuenta de que era un burdo disimulo para eludir un encuentro.

"¡Coño!", si es Alonso", se dijo Chispitas. Y no pudo perdonar un desprecio tan descarado como volverse después de haberle reconocido. De eso no le quedaba duda. Los desprecios duelen más cuando vienen de personas cercanas. Sin embargo, ya no sentía ni miedo ni vergüenza impulsado por la victoria de ver en clara huida al dueño de la cadena de empresas Petroquímica S.A. "¡Las canastas que ha conseguido en el patio del colegio con mis asistencias!", se recordó Chispitas. "¡Los deberes que me ha copiado, el hijo de su madre! ¡Las veces que me ha pedido ayuda! ¡Hasta en una ocasión le hice un examen final de física y química, aun a riesgo de que me pillasen y me suspendieran a mí!" El tal Alonso no era precisamente una lumbrera. De él dijo una vez el profesor de matemáticas:

- Eres más largo y con menos grano en la cabeza que una espiga de centeno.

De eso, de su estatura y de ser el capitán del equipo de baloncesto del colegio, sí podía presumir Alonso.

Hay momentos en los que todos los esquemas de actuación se vienen abajo. En circunstancias normales, Chispitas habría dejado pasar el asunto como si no se hubiera dado cuenta. Ahora, era diferente, se hallaba herido en el escaso amor propio que aún le quedaba. "¡Si al menos, no me hubiera reconocido...!", pensó Chispitas. Y, contra sus costumbres, esperó apeado a la farola a la nueva salida del banco de su ex compañero de colegio.

- ¡Hola Alonso!, ¿no me conoces?

- Pues no. Así de repente... no -mintió Alonso sin detener su paso.

- ¡Hombre! Soy Lázaro. José Lázaro.

- ¡Ah sí! Lázaro -y ni siquiera le alargó la mano para estrecharsela.

El todopoderoso Alonso se vio pillado en una especie de renuncio de juego. Se sintió muy incómodo de que lo vieran los viandantes hablando con un pordiosero en la vía pública. Por eso, invitó a Lázaro a tomarse una copa en el bar de la esquina. El diálogo fue tenso. Las frases fueron muy cortas. Y el contenido de las palabras bastante abstracto.

- ¿Cómo estás? -preguntó Alonso.

- Ya ves. ¿Y tú?

- Bien. Ya ves. ¿En qué trabajas?

- No, no trabajo -contestó Lázaro- ¿Y tú?

-Ahora además de gerente de Petroquímica, soy el alcalde socialista de la ciudad -y remarcó muy bien lo de socialista.

De esto último Chispitas no sabía nada. A él lo mismo le daba. No le importaba en absoluto la personalidad ni el color de quien mandara.

- ¿Estas casado? -pregunto Alonso por preguntar, pues había coincidido varía veces con él y su ex-esposa en las reuniones de antiguos compañeros de colegio.

- Separado. ¿Y tú?

- Casado. Tengo tres hijos.

Alonso, después de haberse dado la importancia de relatar su cargo municipal, volvió a sentirse incómodo. Miraba al reloj una y otra vez. Por fin, sacó una tarjeta y se la entregó a su ex compañero con estas palabras:

- Me vas a perdonar, tengo prisa. Voy a llegar tarde a una reunión. Llámame a este número de teléfono y ya veremos a ver si en el Ayuntamiento tenemos un trabajo para ti.

En alguna ocasión rondó la cabeza de Chispitas abandonar la mendicidad y vivir de un trabajo, como hace todo el mundo... aunque prescindiendo de su carrera universitaria fuera de barrendero. Llamó cinco veces al teléfono del Ayuntamiento dado por su excompañero de colegio. Siempre se repitió la misma historia: sólo cambiaba el nombre de la ciudad donde se celebraba la reunión. Era como si en el fondo la secretaria tuviera alguna consigna de negar el acceso telefónico a José Lázaro, alias Chispitas.

- ¿Es el Ayuntamiento? -preguntaba Chispitas-. ¿Podría hablar con el Sr. Alcalde?.

- Sí. ¿De parte de quién? -preguntaba la secretaria.

- De José Lázaro.

- Lo siento, el Sr. Alcalde está en una reunión en Madrid y no vendrá hasta dentro de tres días. La inusitada rapidez en la contestación y la repetición del dialogo con el único torpe cambio del nombre de la ciudad, no dejaban dudas a las enormes suspicacias de una persona con el tipo de vida de Chispitas. Decidió no llamar más y dejar a la sociedad en paz con sus putas mentiras. Pero... mejor... ¿por qué no se demostraba a sí mismo que las mentiras de la sociedad no eran susceptibilidades suyas y existían de verdad?, ¿por que no se demostraba que él no se automarginaba, sino que es la sociedad la que margina?, ¿porque no se demostraba que eso de la integración es el rollo de las buenas palabras para quedar bien en los discursos?, ¿porque no se demostraba que el tal Alonso, respetable alcalde de la ciudad, era en realidad un botarate sin escrúpulos para quien la amistad no valía un carajo?. ¿Y por qué no suplantaba otra personalidad?.

- ¿Es el Ayuntamiento? -preguntó fingiendo un acento suramericano- ¿Podría hablar con el Sr. Alcalde?.

- Sí. ¿De parte de quién?.

- Sr. García, agregado cultural y encargado de turismo de la embajada de Argentina en Madrid.

- Un momento, ahora le paso con el Sr. Alcalde -contestó la secretaria con la misma celeridad utilizada otros días para la negativa.

Chispitas cogió sus últimos cinco duros, dispuestos a ser tragados, que aún quedaban en el portamonedas de la cabina telefónica. Antes de que el teléfono se cortara por impagado, aún pudo escuchar la voz del tal Alonso:

- Sí aquí el Sr. Alcalde de Valencia. ¿Qué desea el Sr. encargado de la embajada Argentina.

De buena gana le hubiera llamado hijoputa, pero la dignidad de un mendigo no puede rebajarse a la basura con que se enmierdan los políticos. Y dejó en silencio que el teléfono se cortara. Con los últimos cinco duros, que quedaban en su bolsillo, aún podía comprarse un bocadillo para celebrar haberse demostrado lo que pretendía demostrarse.



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