Negros nubarrones en el horizonte.



Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Sumario: 76- Derecho a ser imbécil. 77- "Tócame-Roque". 78- Petición de correspondencia. 79- Agradecimiento. 80- El conflicto de los Balcanes.



76- DERECHO A SER IMBÉCIL

Paréceme que he tomado cariño a los chistes de humor de Chumy Chúmez. El humorista sin duda es genial. Con tres figuras poco pulidas y media docena de palabras, dice aquello que nadie se atreve a decir abiertamente. Algunos tenemos la ideas en la cabeza para abordar un tema determinado, pero se queda ahí por falta de palabras para exponerlas. Otros expresan los conceptos que bullen en su pensamiento, pero pierden fuerza sus expresiones por el exceso de verborrea empleado. Esto, decir las cosas con dos figuras y dos frases es el mayor logro del humorista gráfico Chumy Chúmez. "Lo bueno si breve, dos veces bueno", como dejó escrito Baltasar Gracián.

El chiste de mi comentario estaba impreso en la última página del Diario de Burgos, 20/8/93. En el dibujo figura la imagen de tres personas. La primera, con un vaso en la mano chupa de él con una pajita. La segunda es una figura de mujer esbelta ligera de ropa. La tercera mantiene un vaso con la mano izquierda y es quien habla. Textualmente dice: "¡A mí que nadie se atreva a tocarme mi derecho constitucional y democrático a ser imbécil!".

En esta pacífica provincia de Burgos, estas cosas del gamberrismo, por desgracia, tampoco son nuevas ni esporádicas. Y puedo comprobarlo en el periódico mencionado y en la misma fecha citada: Bajo el titular "el alcohol de la madrugada", se explica la escena lamentable recogida por una fotografía: un busto por los suelos y su pedestal vacío. El pie de foto dice así: "Es un producto de "los nuevos bárbaros". "Por efectos del alcohol que se despacha a altas horas de la noche o primeras de la madrugada". Resumiendo: alguien había derribado uno de los bustos escultóricos que flanquean el Palacio de la Cultura de la villa de Salas de los Infantes.

En la misma fecha y en la misma página, se puede leer algo como: "Vecinos de la calle Virgen Blanca se quejan al periódico, porque ante la policía se cansan de denunciar que esta vía se ha convertido en el territorio de una cuadrilla de gamberros. Bajo los soportales han retirado los bancos y las bombillas existentes y molestan a los vecinos día y noche con insultos y música estentórea".

El mismo medio. El día anterior había una nota relacionada con el tema tratado: Alguien se quejaba de que en la fiesta de un pueblo de la provincia, unos individuos, apoyados por el alcohol, bajo el pretexto de ser forofos de Real Madrid, pincharon las ruedas de todos los vehículos con matrícula de Barcelona cuyos propietarios, aprovechando sus vacaciones estivales, visitaban el lugar. ¿Entenderán algo de fútbol estos incivilizados?.

Hace un mes, y casi por casualidad, me enteré por la televisión que existe una denominada ruta del bakalao. Danza de dos días seguidos. Reconocía un joven ante las cámaras de la tele que sin la ayuda de alucinógenos y estupefacientes que disminuyeran el sueño y el cansancio era imposible resistir tanto tiempo bailando sin dormir. ¿Drogas? Afirmaba otro joven, a través del mismo medio, que la pastilla de la droga en cuestión, se vendía en cualquier bar al precio de cuatro o cinco mil pesetas. Y tras la danza, vuelta a casa, cientos de kilómetros a toda velocidad y con la cabeza poco despejada: Tal droga, al tomarse con agua o con zumos, no la registran las pruebas de alcoholemia de los agentes de tráfico. ¡Pobre juventud! ¿Qué es lo que buscan? Y si se tropieza cualquiera con su coche con el de ellos en la carretera, ¡que Dios se ampare de los ocupantes de ambos vehículos! Ante esto, ¿qué hacen las autoridades? Nada. Yo no lo veo.

El presentador del reportaje del programa citado acababa su comentario sobre el tema con una frase totalmente inadecuada: "Cada uno se suicida como quiere". ¡Qué tontería! El dicho no es adecuado a las circunstancias, porque el tema no es para hacer frasecitas bonitas. Y está fuera de lugar, porque no se trata de suicidio. Tal vez estaría mejor dicho asesinato. Hemos matado la ilusión de la juventud. Es muy fácil culpar a los jóvenes. ¿Por qué no se buscan explicaciones a su conducta? ¿Es ésta la modernidad?.

¿Esto es la libertad? ¿Hay que recordar a gilipollas como los del chiste de Chumy Chúmez que sus derechos constitucionales y democráticos tienen que ser compatibles con los de los demás? No reconocen que la libertad es un bien común, y ser libre exige un respeto a los demás. ¿Hay que explicar qué es la libertad a nuestros gobernantes? Es inútil, ellos se creen paladines de la libertad. Lo grave, no es que permitan que estas gamberradas sucedan, es que apoyan la degradación moral desde su fomento de una concepción materialista de la vida. Sin embargo, hacerles observaciones es perder el tiempo. ¿Cómo van a admitir advertencias sobre egoísmo, si se creen que la solidaridad y la libertad empiezan en ellos y acaba donde ellos terminan? ¿Progreso? Como sigamos por este camino, pronto seremos todos un atajo de gamberros. ¿Libertad? ¡Sí, claro, pero no para ser imbécil!.



77- "TÓCAME-ROQUE"

El tercer domingo del mes de mayo después de la Santa Misa, decidí darme un paseo para ver el estado de las fincas sembradas de cebada en la vega. La condición del tiempo era fabulosa para el desarrollo de la vegetación. Era un día de esos en que se ve a las golondrinas, con una actividad especial, yendo y viniendo por el cielo persiguiendo a los mosquitos. Sólo el excesivo calor provocado por un sol abochornador parecía el inconveniente, pero no lo era: No lo era, porque este fenómeno anunciaba la lluvia que tan necesaria resulta en primavera para el cultivo de los cereales. Las nubes comenzaban a engordar en la zona de poniente, aunque yo no esperaba un rápido desenlace. De haberlo previsto, no hubiera salido de paseo.

Por el contrario, iba tranquilo, como deben ser los paseos. Ajeno por completo a la tormenta, pensaba en mis cosas y, a la vez, disfrutaba con mi vista de cuanta naturaleza me rodeaba. De repente, una liebre solitaria se atrevió a sobresaltarme con su fuga, o fui yo quien la asustó a ella interrumpiendo su plácido descanso. No lo sé. Y, tras este inesperado encuentro, volví a quedarme otra vez a solas con mi mente. Pensé en el verdor del campo solamente roto por el color terroso de los barbechos y por la tonalidad variable de alguna flor aislada que llamaba la atención de mi vista.

A veces se agolpan los recuerdos en la mente, y comencé a pasar por mi cabeza personas con los respectivos momentos en los que me acompañaron por aquel transitado camino. Tal vez, fueran recuerdos de tristeza, porque estos acompañantes ya habían dejado el mundo de los vivos. Pero en ocasiones no huimos los recuerdos tristes, por el contrario, los buscamos. Es como si necesitáramos impregnarnos en nuestra propia tristeza.

Abandoné los recuerdos y volví a la vida y a la naturaleza. Vi la belleza de las espigas y de las flores, aunque fuera en plantas espinosas como los cardos. Oí el trino de los pájaros que, enamorados, preparaban su nido. Y escuché el "cuas-cuali-cuas-cuali" de las codornices recién llegadas de África para anidar y disfrutar en nuestra tierra del clima cálido de los próximos meses. Me acerqué a la presa del molino y pude apreciar con mi vista el agua saltando por encima de dique. Nunca se cansa uno de mirar este apasionante espectáculo, porque el agua siempre es distinta e invita a imaginar nuevas figuras reproducidas en su salto y en su espuma. Y recordando los tiempos infantiles, lancé una piedra al agua como despedida para contemplar los círculos concéntricos que producía.

Pensé que, casi siempre, vemos la naturaleza como tan nuestra, tan normal, que no podemos apreciarla. Cada día amanece de nuevo, siempre ha sido así, pero por ello, ¿podemos pensar que el amanecer es nuestro? ¿Qué hace el hombre para que amanezca? El hombre colabora en la Creación, o por el contrario, la destruye. ¿Qué hacía yo en mi vida? Enterraba unos granos de cebada en la tierra, pero ni siquiera podía hacer que las plantas crecieran un milímetro. Es la humedad, dicen algunos. Las lluvias, vienen o no vienen. ¿Porqué? ¿Acaso los hombres podemos hacer la lluvia artificial? En mis experimentos en casa para asegurarme de la fertilidad de la semillas ante una nueva sementera, he comprobado que no todos los granos nacen, un pequeño tanto por ciento son inservibles para la germinación. ¿Cuál es la razón? Supongo que ese es uno de los misterios de la vida.

Se había formado otro pequeño núcleo nuboso al norte. Y de pronto, como si se hubieran estado buscando, lanzaron un relámpago seguido de un sonoro trueno, y se fundieron en un solo nublo sin que nadie pudiera decir quién era quien. Sorprendido y salpicado por gruesos goterones, tuve el tiempo justo para resguardarme de la tormenta junto a la cara sur del tronco de un enorme chopo de cuantos crecen a la orilla del río.

Entre relámpagos que iluminaban los negros nubarrones y truenos impetuosos, comenzó una a caer una lluvia intensa. Por unos instantes creí haber encontrado un refugio seguro al remanso del árbol que me protegía de la luvia azuzada por un viento norte recién salido . Pero, como dice el refrán: "el que se cobija debajo de hoja, dos veces se moja", gruesos goterones empezaron a resbalar por entre las hojas del árbol. Temí calarme hasta los huesos mientras maldecía mi ocurrencia de salir a pasear, cuando, inesperadamente, llamaron a mi espalda:

- ¡Eh!

Sorprendido, porque no era fácil hallar personas por allí y menos en tales circunstancias climáticas, volví la cabeza. Era el gitano Tócame-Roque. Apenas distaba veinte metros de mi árbol. Entre las hojas de los chopos pude contemplar que poseía un amparo relativamente firme contra la lluvia. Tenía una lona colgada de cuatro árboles y, bajo ella, su mujer seguía cocinando a la lumbre como si la lluvia no fuera con ellos. Me hacía señas con la mano para que acudiera a su refugio.

De cuatro trancalladas estuve allí sacudiéndome como los perros cuando salen del agua. Debajo del carro había dos galgos asomando la cabeza entre los rayos de la rueda. Pero, por no ser animales de razas eminentemente guardianes, no me recibieron ni siquiera con un mal gesto. El mulo, atado a un árbol, con la culera al viento soportaba estoicamente el chaparrón mientras escondía su cabeza al remanso del tronco.

- Se ha puesto el día feo -fue el saludo del gitano.

Y yo le solté mi rollo de labrador: Que si es bueno para el campo... que si ya tenía que haber llovido hace una semana... que si haría falta otra lluvia para mediados de junio... que si la cebada una vez crecida necesita buen temporal... que si lo que da miedo son los granizos... que si...

- Ya, ya -me contestó el gitano.

La precipitación que se almacenaba sobre la lona estaba haciéndola ceder con su peso. Temí que todo el garito se viniera abajo y así se lo dije al gitano.

Sin inmutarse, como si aquello no fuera con él, dio dos pasos hacia adelante y aplicó a la lona el cigarro que llevaba en su mano. Por el agujerito empezó a chorrear agua hasta dejar el toldo totalmente descargado de su peso.

"Brillante idea", pensé.

Seguidamente, me ofreció una bota de vino. Aunque no soy bebedor y no me apeteciera, por no hacer un desprecio, bebí.

Luego bebió él. El trago parecía interminable.

La mujer de Tócame-Roque hablaba muy poco. Sus gestos rebosaban naturalidad y no me pareció tímida, sino todo lo contrario. Seguramente, permanecía callada por respeto y deseo voluntario, nacido de la intimidad de los sentimientos, de permanecer en un segundo plano.

Pasó la tormenta y el sol volvió a brillar en el cielo. Ayudé al gitano retirar aquel artilugio que nos había servido de tejado y ya no era útil. Le di las gracias y me despedí. Pero el buen hombre, ante la inminente hora de comer, insistió una y otra vez en que me quedara. Me pareció una descortesía rechazar su amable hospitalidad. Tampoco había ningún inconveniente para no aceptar, pues no tengo nadie quien me espere. Cuando fue mi tiempo de amar no encontré quien me quisiera... o, tal vez, siempre lo dejé para mañana, para mañana dejarlo otra vez para mañana. No se podría decir que fuera más libre, pues si algo gané en libertad, perdí mucho más en ilusión.

Nos tendimos en el suelo sobre la hierba que había permanecido bajo la lona sin mojarse mientras llovió, y comenzó la comida.

Tócame-Roque bendijo la mesa, por así llamar al mantel verdoso de la hierba, con una oración muy corta y extremadamente sencilla:

- El Rey de la Gloria nos haga participar un día de la mesa celestial. Amén.

"Amén" repitió su mujer, y "amen" dije yo miméticamente. Por un momento, tuve la sensación de que aquel hombre había logrado buena parte de la felicidad: desentenderse del tiempo. Pocas veces, esta medida concuerda con nosotros mismos. Cuando vivir se nos hace cuesta abajo tenemos la impresión de faltarnos el tiempo suficiente para realizar todas las tareas programadas. Y, por el contrario, cuando hallamos la vida cuesta arriba el tiempo se nos hace interminable, como si estuviera sobrando o nunca acabara de pasar.

Aparte del pan y el vino, el único plato era una liebre excelentemente guisada, de buen olor y carne negruzca, como todas las liebres. Los galgos, con los cuales cazaba Tócame-Rooque, se pusieron en torno nuestro aguardando algún hueso, pero también esperaban alguna tajada de carne que el gitano les echaba haciendo una interpretación bastante rara de una cita evangélica.

- Digno es el obrero de su salario.

Lo que no entendí en absoluto fue la forma de beber a la hora de comer. Primero, me ofrecía la bota y yo bebía... después se la pasaba a su mujer... y finalmente, bebía él. Siempre el mismo ritual durante la comida, como si no fuese posible alterarlo o como si cuando él tuviera sed, debieran tenerla todos. Tócame-Roque se sentía en su medio como pez en el agua. Yo no. Era como si el silencio me quemara y debiera hacer alguna pregunta para romperlo. No importaba cuál.

- ¿Cómo estáis solos por aquí?.

- No estamos solos. Están nuestros hijos ahí cerca. Unos dos kilómetros río arriba. No había sitio para todos y decidimos buscar otro lugar.

- ¿Qué tal la caza?.

- Bien. No tenemos autorización, pero nos defendemos.

"¡Vaya, ya he metido la pata!", pensé.

- Perdón.

- ¿Por qué?.

- Por preguntar por la caza.

- No. Si no es ninguna pregunta impertinente. Cazar para comer, lo diga quien lo diga, no es delito. Ellos, porque tengan un permiso, pueden cazar con sus modernas y ruidosas escopetas para divertirse, y nosotros para comer no podemos hacerlo con métodos tan limpios y antiguos como los galgos.

Por la entonación de la voz no supe si me preguntaba o simplemente estaba afirmando algo. Por ello, me limité a asentir repetidas veces con la cabeza. Y es que tenía toda la razón, ciertamente.

Inducido por mi manía por romper el silencio, lancé una nueva pregunta, y apenas acabar de hacerla, me arrepentí de nuevo.

- ¿Tienen problemas con los guardas?.

- No. A los gitanos, los payos nos han puesto la mala fama de comernos a los guardas crudos. Nada más lejos. ¿Usted cree que si fuese así, iba a ir yo, con esta pata delante del grupo de cazadores vigilando por todas las cuestas?.

Tócame-Roque tenía en el pie derecho una plataforma de al menos cuatro dedos, lo que no le evitaba una cojera bastante pronunciada. Todo cuanto había dicho tenía un sentido enorme, pero hizo ademán de seguir, y no quise interrumpirle.

- Un poco por precaución nuestra para evitar el encuentro, otro poco por comprensión hacia nuestras razones y tal vez algo por miedo, no hay problemas.

- ¿Nunca ha pensado en cambiar de vida?.

- Siempre se cambia de vida y se vuelve a lo mismo. Trabajamos en la vendimia, en la recogida de patatas, hacemos cestas, cazamos, pescamos, lo que sea para sobrevivir. Ocurre que vosotros los payos, habéis hecho un tipo de gitano falso y no nos dais ni siquiera oportunidad para desmentirlo. Decís de los gitanos que no quieren trabajar, ni permanecer en un lugar fijo. Nada más falso.

Tócame-Roque me había liberado de mi difícil problema con el silencio, pues él había encontrado un tema para hablar.

- En este mundo -añadió-, nadie pasa de nada. Que le ofrezcan un trabajo fijo a un gitano o a quien sea. Así de sencillo. ¡Verán si quiere o no quiere trabajar!.

No encontré interrogante en sus palabras. Ni siquiera duda.

- Me han dicho mis hijos -siguió- que la expresión "pasar de" está muy de moda entre los jóvenes payos. Decir eso, solamente es una vacuna contra la dura realidad de cada día. Es algo tan antiguo como aquello de la zorra que decía no querer las uvas por no estar maduras, cuando en realidad lo decía por hallarlas fuera de su alcance. Nadie pasa de nada.

Finalmente, llegó la hora de la despedida. Me hallé gratamente sorprendido de la hospitalidad de aquella familia y, sobre todo, de la sabiduría de Tócame-Roque, mejor Antonio, que era su nombre de pila. Confesaré que nunca fui racista, pero sí debo admitir que hasta aquel día había ignorado por completo a los gitanos y, sin despreciarlos, vivía con ellos como si perteneciéramos a distinto mundo. Desde este momento, gracias a Antonio y a su mujer, puedo decir que conozco mejor a los gitanos.



78- PETICIÓN DE CORRESPONDENCIA

(Publicado en la revista "El Santo", julio de 1996).

Mi nombre es Miguel, pero es innecesaria toda presentación, pues queda detallada en el escrito que envío adjunto a esta carta. Por los motivos también allí detallados, desearía que dicho texto sea publicado en las páginas de su revista. Tal vez "El Santo" no sea el lugar más adecuado para solicitar amistad. Cierto, no obstante, hay unas razones que usted debe evaluar. Y si no considerase su revista idónea para tal fin, yo lo comprendería completamente sin necesidad de sentirme decepcionado.

"Soy un minusválido de 41 años, soltero, con una enfermedad progresiva (ataxia de Friedreich) desde los 18 y con silla de ruedas desde los 31. Mi estado de salud requiere la ayuda de otra persona. A veces, la enfermedad, en las pequeñas poblaciones, lejos de todo tipo de Asociaciones de Enfermos y Minusválidos, conlleva un alto grado de soledad.

Solicito correspondencia de aquellos/as, que por razones de minusvalía o cualquier tipo de enfermedad y procedentes de pequeñas poblaciones, quieran mitigar su soledad carteándose conmigo.

Ha de ser una correspondencia de tú a tú (NO ESTOY PIDIENDO COMPASIÓN, no, gracias), basada en la sinceridad, el diálogo, la tolerancia de ideas y, al menos, el intento de la mutua comprensión. Por mi parte, no hay ni la más mínima exigencia en cuanto a sexo, fisonomía, edad ni por debajo ni por encima de la mía, tipo o gravedad de su enfermedad, habilidades, grado de cultura, raza o ideología. Todas las personas somos iguales en dignidad.

No doy aquí mi dirección por no hacer publicidad de mi nombre, pero si alguno/a quiere cartearse conmigo, puede pedir mis señas llamando al teléfono 947-375133".



79- AGRADECIMIENTO

(Publicado en la revista "El Santo", septiembre de 1996).

Sr. Director:

Con mi carta quiero ser fiel al dicho castellano según el cual "de bien nacidos es ser agradecidos". Siendo coherente con la frase citada, vengo a darle las gracias por haberme prestado las páginas de su revista para emitir mi petición de correspondencia.

He recibido un total de siete llamadas telefónicas. De ellas, sólo dos buscaban correspondencia. Otra provenía de una Asociación de Minusválidos de la Coruña ofreciéndome apoyo e información. Las restantes buscaban charlar un rato por teléfono. Por supuesto, yo me he comprometido a escribirles, aunque no buscaran eso. Hay mucha soledad en un mundo donde paradójicamente se habla de sociedad del bienestar y, luego, carecemos de lo más elemental.

La llamada más emotiva de todas las recibidas, ha sido la de un Sr. de 80 años de Vigo. Este Sr. estaba en espera a que su esposa saliera de una operación del quirófano y, mientras tanto, había estado hojeando la revista "El Santo". Y tuvo el detalle de llamar realizándose una fusión entre el dar y el recibir ánimos.

Retirándome en mi agradecimiento, aprovecho para desearle lo mejor para usted y su revista. Sin más, le saluda atentamente...



80- EL CONFLICTO DE LOS BALCANES

Ya lo sé, la guerra es mucho más, pero hoy la voy a definir con dos palabras: el colmo de la hipocresía. El primer hipócrita de este asunto soy yo, por decirme para mi tranquilidad que esta guerra (cualquier guerra) no es la mía. Todos somos parte de la humanidad y no podemos desentendernos de cuanto suceda en ella. Es hipocresía por mentirme por conveniencia cuando me digo que yo no tengo guerras. ¿Y esa palabra a gritos a mi hermano? ¿Y los insultos a mi vecino? ¿Y esa mirada de desprecio al minusválido, enfermo, anciano, pordiosero, drogadicto, borracho, o a quien sufre de SIDA? ¿Y el mal gesto a hurtadillas a mi jefe de trabajo? ¿Y el egoísmo de comer, y quien no tenga qué, allá él? ¿Todo eso qué es? Soy hipócrita porque sólo por propio interés me hago una pregunta para llevarme a una respuesta tranquilizadora: ¿y yo qué puedo hacer? Y seguidamente me respondo lo que buscaba al preguntarme: nada. Precisamente, había puesto el interrogante en mi cabeza para darme esa contestación para tranquilizar mi conciencia por no haber movido ni un sólo dedo. Y tal vez tenga un pequeña parte de razón, puedo hacer muy poco en un determinado conflicto, pero sí puedo hacer mucho en mis guerras particulares contribuyendo con ello a la gran Paz.

Hablar de guerra en las fechas actuales implica irse a la ex-república de Yugoslavia. Eso, en sí, ya es la primera hipocresía, porque el mundo está lleno de guerras. Algunas no las concedemos ni el rango de noticia cual si no quisiéramos verlas o no existieran para nosotros. Un hombre vale lo mismo aquí o allá. Y es verdad, la ex-república de Yugoslavia está muy cerca, pero la distancia entre nosotros y Somalia no es mucho mayor de la que nos separa del Golfo Pérsico para que nuestras diferentes varas de medir puedan justificarse en que prójimo deriva de próximo ¿Por qué hacemos tanta diferencia?.

La guerra es una hipocresía de las naciones más ricas, porque, por negocio, arman hasta los dientes a los países en conflicto antes y durante los combates. Así lo explica, hablando de la ex-república de Yugoslavia, el Responsable del Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Refugiados. Se llama José María Mendiluce: "El embargo de armas se ha aplicado de manera confusa jurídicamente y además injusta y desigual; ha afectado a las víctimas y no a los agresores: ¡brillante actuación que "honra" a la comunidad internacional!". (ABC, 22/8/93).

Pero, eso sí, después del envío de armas, las llamadas naciones civilizadas se/nos lavan/lavamos las manos y la cara mandando cascos azules, enviando material humanitario, recogiendo algunos refugiados, y llevando unas decenas de niños a sus/nuestros hospitales envolviendo fines humanitarios con sensacionalistas. Pero nada más. Y cabe la pregunta: ¿de dónde sacan tantas armas en un lugar con una guerra tan prolongada? Y como no encuentro respuesta, comienzo a sospechar lo que he afirmado al principio, que se envía un cargamento de medicamentos (con gran publicidad) y otro de balas (calladamente).

En el mismo medio de comunicación antes citado, y la misma fecha, cuestiona la periodista entrevistadora a Mendiluce: "da la sensación de que los mediadores internacionales llevan meses presionando a los más débiles para que se rindan y les eviten un quebradero de cabeza". José María Mendiluce, responde de manera clara: "Esa es la impresión que está sacando la mayoría, y no se equivoca".

Es difícil y poco recomendable resolver conflictos por la fuerza, pero si no hay otro remedio... En ABC Mendiluce contesta a una pregunta con otra: "¿Queda algún ciudadano sensato que tenga alguna esperanza en el proceso de negociación?" .Y en otra ocasión es más claro y firme: "La barbarie de Bosnia sólo puede pararse con el único lenguaje que entienden los bárbaros: el de la fuerza".

En Diario de Burgos, 22/8/93, Mendiluce, dice lo mismo, pero de otro modo: "La solución militar en sí misma no creo que sea solución. La solución es decir a los bárbaros de Bosnia que la comunidad internacional está decidida a impedir que continúen por la vía de la fuerza y la masacre a destrozar un país y a conquistar territorios... Si esto implica el uso de la fuerza militar habrá que decírselo con las armas".

Para finalizar, resumo en mi lenguaje de juego de mus las palabras de Mendiluce: Es hora de lanzar un órdago a la grande a Milosevic, y si no retira su envite... habrá que enseñar las cartas.



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