Negros nubarrones en el horizonte.



Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Sumario: 111- En nombre de la libertad. 112- Lisi. 113- El lobo. 114- ¡Marchando!, ¡una de lodos!. 115- La lorita pervertida.



111- EN NOMBRE DE LA LIBERTAD

Hace unos día (16/8/93) un conocido, de profesión taxista, me contaba irritado una historia, por desgracia muy frecuente. Me relataba, con todo detalle, que dos jóvenes, navaja en mano, "le habían limpiado" (sic) la cantidad del importe procedente de un par de trabajos sumada a la calderilla que siempre lleva dispuesta para efectuar los cambios. Cuando acabó su relato subió la voz dando a entender un tono más enfadado todavía y preguntaba sin respuesta: ¿libertad?, ¿qué libertad, desgraciados, qué libertad?, ¿y aquí dónde está mi libertad?.

He repasado una y otra vez este diálogo en mi memoria cual si fuera la carta de un ser querido. No contento con la imagen que reproduce mi cabeza del paso de la conversación, hubiera preferido tenerla gravada en una película para dar marcha atrás y marcha adelante y ver a cámara lenta cada gesto del taxista. Y es que esta historia no tiene ningún desperdicio.

He llegado a la conclusión de que en sus palabras hay dos partes bien definidas. En la primera se enfada, como todo ser humano hubiera hecho por un suceso así. En este caso se disgusta con dos rateros que tal vez no sean sino víctimas de unos falsos ideales. No les comprende en su actuación, eso es muy cierto. ¿Puede entenderse? No obstante, salvo el elevado tono de su voz, no recuerdo haberle oído ningún improperio hacia los dos delincuentes. En la segunda parte, de repente y como si quisiera dejar clara la diferencia elevando más aún la voz, se pone a gritar y, entre preguntas de libertad, suelta un desgraciados, que ya es un pequeño insulto. ¿Pero a quién va dirigido? Cada nuevo repaso en mi mente estoy más convencido de que aquel insulto no iba contra sus inmaduros atracadores. Seguía al pie de la letra el famoso dicho: "Odia el delito y compadece al delincuente". ¿Pero a quién entonces? Cada uno busque su respuesta a esta pregunta.

¿Qué libertad? ¿La del mal frente al bien? ¿Qué libertad? ¿La de los violentos ante los pacíficos? ¿Qué libertad? ¿La de los deshonestos sobre los honrados? ¿Qué libertad? ¿La de uno pocos en perjuicio de la de muchos? ¿Dónde está la libertad de este taxista? ¿Y la de las amas de casa que no saben dónde poner el bolso por miedo a los tirones? ¿Y la de mi vecina que no se atreve a salir de noche? ¿Y la de esos vecinos a quienes no deja dormir el ruido de los pubs nocturnos? ¿Y la de los accidentados en la carretera por encontrarse con un conductor con la cabeza poco despejada? ¿Y la de las mujeres violadas? ¿Y la de...?.

Me he encontrado con un chiste gráfico de Quino, donde una joven dice a la famosa Mafalda:

- Sé que mis derechos terminan donde empiezan los de los demás.

Y, en la siguiente viñeta, la misma joven añade:

- ¿Pero es culpa mía que los derechos de los demás empiecen tan lejos.

Así sucede en la realidad: para algunos sus derechos empiezan tan lejos, tan lejos, que ni siquiera existen.

Es hora de replantearse y preguntarse en serio ¿qué es la libertad? Porque, ¿no será hacer a cada uno lo que le de la gana? Es importante hacer una reflexión seria, porque si seguimos por este camino actual acabaremos siendo todos esclavos. Si analizamos detenidamente cada una de las preguntas del párrafo anterior y cuantas queramos añadir por nuestra cuenta de un estilo parecido, alguien perdió su libertad, eso está claro, pero, ¿puede decirse que los agresores sean más libres? ¿O son víctimas sometidas a algún tipo de esclavitud?.

La libertad se llama ahora: "todo vale", "egoísmo por no ofrecer a los jóvenes un mundo mejor", "mentira por no hacer ver lo que vale un ser humano", "los únicos valores son dinero, poder y fama", "negocios sucios", "...". Llega la droga. ¡Cuánta degradación moral! ¡Cuántas víctimas! ¡Cuántas lágrimas!

La libertad se llama ahora: "pornografía que se mete en casa por la televisión", "sexo, sin amor, elevado a la categoría de dios", "preservativos que reparte el Ministerio", "..." ¡Cuántas victimas por violación sexual! Y, sin ánimo de comparación, ¿no serán los violadores víctimas, aunque sea de una esclavitud, tal vez provocada? ¡Cuántas lagrimas! ¡Cuánta condena hipócrita! ¡Cuántos esclavos de sus instintos!.

La libertad se llama ahora: "diviertete, no importa cómo", "a vivir, que son dos días", "haga usted lo que le pide el cuerpo". ¡Cuánta ruta del bakalao! ¡Cuánta victima!, ellos, los jóvenes, ya lo son.

La libertad se llama ahora: "tanto tienes para gastar, tanto vales", "sólo los tontos andan con remilgos y actitudes de honradez". ¡Cuánto atraco!, a mano armada y de guante limpio.

La libertad se llama ahora: "lo único importante eres tú", "nunca pienses en los demás, no cuentan". Y llega el racismo, la xenofobia, la marginación, el aborto, la eutanasia ..., pero no importa. Ese es el precio del progreso identificado a veces con esta libertad. ¿Progresar? ¿A dónde?.

¡Ay libertad!, si el escultor que diseño tu figura para que te admirásemos en la ciudad de Nueva York, te hubiera visto así de fea, en lugar de antorcha te habría colocado una guadaña. Al fin y al cabo no se sabe bien a qué lado de las rejas está la falta de libertad.



112- LISI

Érase una vez un pimpollo de rosa tonto, llamado Lisi. Tonto, porque se creía mas bello que los demás capullos del rosal. Miraba por encima del hombro a las otras flores del jardín: Se burlaba, de la fragilidad de los claveles, de la corta duración y de las azucenas, y de poca resistencia al sol de los tulipanes. Y aprovechaba los ligeros movimientos producidos por la brisa para hacer a las demás plantas guiños maliciosos de desprecio.

También, a veces, como este pimpollo casi recién venido a la vida, los niños son crueles. Decimos que aprenden lo malo antes que lo bueno. Pero no, no es así: sólo adquieren conocimiento de la malicia, porque la inocencia infantil es la bondad: Es la malicia la que adquieren mientras pierden la bondad en su camino hacia adultos. Lo que ocurre es que siempre se acepta mejor la crueldad si viene de adulto que de un niño.

El pimpollo creció hasta convertirse en una bella rosa, como todas, pero no más hermosa que las otras aunque así se sintiera. Con el capullo también crecieron sus defectos y sus malos modales. Para las compañeras del rosal, era una presumida insoportable. Y las demás flores no hacían caso de sus gestos de desdén ni de sus palabras indiferentes o poco amables. Pues también las flores, aunque los hombres no podamos percibir sus sonidos, hablan entre ellas.

Para las flores es un honor morir adornando con su belleza una mesa y exhalar su aroma dentro de una habitación. Y todas, sin excepción, prefieren acabar su vida en un jarrón a marchitarse poco a poco en la planta al aire libre. Por ello, cada mañana, aguardaban impacientes la llegada jardinero que escogía y cortaba las flores más bellas para adornar la casa de los señores.

El jardinero, en su libre opción de elegir, nunca se acordaba de Lisi. Ella, se dijo muchos días: "mañana, aún soy joven". Pero Lisi no sabía que la soberbia es un impedimento para la belleza. Por ello, ella nunca era elegida. Sus pétalos se estaban marchitando, y rompió a llorar desconsoladamente. Había un hada que todos los días paseaba por el jardín y, atenta a las necesidades de los demás, oyó su llanto.

- ¿Qué te pasa Lisi?.

- ¡Que no quiero ser flor! -respondió.

- Pues dime, ¿qué quieres ser?.

Lisi no lo tenía pensado, pero había una abeja en aquel momento revoloteando entre las flores, y contestó lo primero que se le ocurrió:

- Abeja.

- Lo siento, aunque quisiera, no podría ayudarte. Sólo Dios, el Dueño de la Creación, puede cambiarte. Pero, ¡espera!, puedo subirte al cielo para que se lo pidas en persona.

Y sacando su varita mágica, la sacudió en dirección a la rosa sin llegar a tocarla para no estropear sus pétalos. Inmediatamente, Lisi se vio en el cielo. Era un inmenso palacio con suelo de cobre, paredes de corcho y techo de cristal.

No vio a Dios, pero lo sintió, igual que se siente su presencia en la tierra, aunque allí, el sentimiento era infinito. Por fin, oyó sus palabras. Era una voz cálida, fuerte y tierna a la vez.

- ¡Hola Lisi! ¿Qué deseas?.

"¿Cómo sabrá mi nombre?", pensó sin darse cuenta que toda la Creación es suya.

- Ser abeja -contestó.

- Sea -dijo la voz complaciente y cálida de Dios.

De momento se sintió inmensamente feliz, porque la colmena con su olor a miel era un lugar muy agradable. Pero como la dicha nunca es completa, el encargado gritaba como un energúmeno:

- ¡Más néctar! ¡Más néctar!.

Y era preciso pasarse el día yendo y viniendo. Para complicarlo todo, un abejaruco se pasaba el tiempo persiguiendo a las abejas. Y tenían que dar cien rodeos para llegar al jardín y otros tantos para volver a la colmena.

"Con lo tranquila que estaba quieta en mi rosal mecida por el viento y besada por el sol", pensaba.

Estaba harta de libar entre las flores y, para entretenerse escuchando sus palabras, se dirigió hacia unos pequeños que jugaban a hacer casitas en el jardín. Aquello fue la gota que colmó el vaso. Nada más oír su zumbido, los niños comenzaron a sacudir su pelo y, entre gritos, huyeron despavoridos.

Rompió en sollozos y esperó al hada a la orilla del sendero. Pero, el hada no se enteró de su presencia y pasaba de largo.

- ¡Eh! -llamó.

- ¡Hola Lisi! Estás ahí. No te había visto. Venía ensimismada en mis pensamientos, porque tengo un problema con unos niños. Les llevó el aire la cometa. Yo se la bajé de la nube donde se quedó enganchada a condición de que se aplicaran en los estudios, pero ahora no quieren estudiar. Y dime, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras?.

- No quiero ser abeja.

- ¿Y qué quieres ser? ¿Lo has pensado?.

- Mariposa.

- Bueno, ya sabes que eso no está en mi mano -respondió el hada.

- Pero, vosotras las hadas estáis para ayudar a los demás. Puedes enviarme al cielo.

- Sí, pero siendo por segunda vez, estoy obligada a ponerte una condición.

- Tú dirás...

- Que si algún día quieres cambiar otra vez, tendrás que volver a ser rosa.

- De acuerdo -contestó sin siquiera pensar.

El hada agitó su varita mágica suavemente hacia la abeja. De inmediato el insecto se halló en el cielo.

Allí, recorrió salas y más salas y no vio a nadie, porque los espíritus no son visibles. Por ello, se acostó en el suelo, porque no había muebles. Y se quedó dormida.

La voz de un ángel la despertó:

- En un momento, llega Dios.

No vio al ángel, porque los ángeles también son espíritus, pero oyó su voz. Y se sintió tan feliz en el cielo que sin pensarlo mucho respondió:

- No me importa esperar un poquito si Dios esta ocupado. Lo mío apenas tiene importancia.

La voz del ángel en tono suave, lleno de amabilidad, como pronunciando levemente las palabras, casi como un susurro, replicó:

- Has cometido en tus palabras dos errores. Primero, para Dios, el tiempo no existe. Y segundo, Él es tan grande que puede atender a todos a la vez.

Seguidamente, oyó la voz cálida de Dios, como si flotara, clara, con un eco infinito, poderosa y penetrante, aunque no fuera especialmente sonora. Su voz también se deja sentir en la tierra, pero aquí es preciso saber escucharla. Y dijo:

- ¡Hola Lisi! ¿Qué deseas?.

- Ser mariposa.

- Sea -dijo la voz de Dios en tono complaciente.

Inmediatamente, se encontró revoloteando entre las flores con la ligereza de las mariposas.¡Como si su cuerpo no pesara y fuera el aire quien debiera volar en vez de sus alas! ¡Como si el esfuerzo no hubiera que hacerlo para volar, sino para no subir y subir! Además, no tenía obligaciones como las abejas. No hacía falta recoger néctar, ni volver a la colmena, ni escuchar los gruñidos del encargado, ni soportar a los abejarucos, ni siquiera preguntarse a dónde iba ni de dónde venía. Se sintió inmensamente feliz. Por si fuera poco, era inmensamente bella, a su gracia en el volar se unía la hermosura de sus amplias alas. Eran de color plateado con pintas unas verdes y otras rojas, semejando esmeraldas y rubíes incrustados.

Pero, siempre hay algún pero, si no la vida sería aburrida. Los niños se encapricharon de la mariposa de colores. Se pasaban el día persiguiéndola con sus redes sin descanso. Y los niños, nunca se cansan.

- Esta mariposa será disecada para mi colección -decía un niño pelirrojo.

- Se me escapó por un pelín -gritaba una niña con trenzas.

"¡Caray, con los niños! ¡Qué pesados!", pensaba la mariposa que por un momento se acordó de cuando era abeja y les asustaba solamente con su presencia.

De pronto, ¡zas!, se vio cautiva en la red de uno de los niños.

- ¡Ya la tengo! ¡Ya la tengo! -vociferaba hasta desgañitarse, mientras corría lleno de alegría al encuentro de los demás.

Loco en su carrera, el niño tropezó en la mota de claveles cercana al rosal, tan despreciados por ella mientras fue rosa. Su capturador dio con sus narices en el suelo y la red saltó por el aire para descender seguidamente en picado. Pero antes de caer, la mariposa había recuperado la libertad.

El susto fue mayúsculo. Los niños le concedieron un respiro para lavar la abundante sangre del herido. Aprovechando la pausa, asustada, rompió a llorar a la vera del sendero.

Y, llegó el hada.

- Dime Lisi, ¿porqué lloras?.

- Porque no quiero ser mariposa.

- ¿Qué quieres ser? -preguntó el hada, aunque recordara muy bien su condición y la promesa de Lisi.

- Rosa. Pero, es que...

- ¿Qué pasa Lisi?

- Que con tanto cambio -dijo entrecortándose-, me da vergüenza hacer una nueva petición a Dios.

- No te preocupes. Yo no puedo darte una vida nueva, pero sí puedo devolverte a la pasada. A cambio has de asumir que sólo se puede conseguir una felicidad únicamente momentánea al cumplirse los grandes deseos, pero podrás ser feliz si tratas de adecuar los deseos a tu realidad.

Y el hada dirigió su varita mágica hacia la mariposa sin llegar a hacer contacto con ella, pues se hubiera impregnado de la pintura de sus alas. De inmediato, Lisi se vio en su rosal. Sus antiguas compañeras ya no estaban. Y ella pudo apreciarse muy madura, casi marchita. Unos pimpollos tontos se burlaban de las manchas de sus pétalos que hablaban de madurez. Por el contrario, tuvo que contener las lágrimas cuando escuchó las palabras amables hacia ella de los claveles, que en una ocasión le salvaron la vida. Hasta el viento, siempre juguetón, parecía tener un cuidado especial con ella para no deshojar sus pétalos. Se aceptaba como rosa, pero ya no esperaba al jardinero, porque se sentía vieja y fea.

Sus pensamientos estaban bien lejos de la realidad. Aquella mañana el jardinero la cortó para colocarla junto a otras flores en el florero para adornar la casa y perfumarla con su fragancia. La prefirió a los capullos de rosa llenos de frescura, pero presumidos: Porque... la humildad es una virtud que embellece.



113- EL LOBO

25 de septiembre de 1993, Diario de Burgos. He leído un articulo titulado así: "Los alcaldes, dispuestos a salir al monte si no se autorizan batidas contra los lobos". El lugar desde donde procedía la noticia, era la Sierra de la Demanda. Los afectados eran veinte municipios. Es el mismo cuento de siempre: El lobo es especie protegida por hallarse en retroceso o en extinción. Los ganaderos reciben el daño de estos animales en sus rebaños de ganado. Las autoridades regionales prometen abonar el importe de estos perjuicios, pero pagan tarde y mal. Los vecinos, con los alcaldes a la cabeza, ante la proporción desmesurada de los frecuentes ataques, sólo ven solución en las batidas. Los ecologistas, en su defensa de la especie del "lupus canis" dicen que los causantes no son lobos, sino perros asilvestrados. ¿Y qué más da, si el daño es el mismo?.

Con todos mis respetos hacia la ecología, y todo mi cariño hacia el hermano lobo, que diría San Francisco de Asís, me inclino del lado de los ganaderos. Mi reflexión es de sentido común: No se puede permitir que una familia cuyo medio de vida es dedicarse a la crianza de ovejas, abandone su profesión por los daños del lobo. Es decir: primero es el hombre, y detrás, los animales. Burgos es la tercera provincia de España en cuanto a la existencia de estas alimañas. La preceden, León y Zamora.

No puedo comparar mis relaciones con el lobo con las de estos ganaderos. Lo he visto en varias ocasiones. La diferencia está en que la población de lobos está determinada por el medio ambiente. Allí el lobo abunda. Aquí, es mucho más rara su presencia. Ellos tienen un suelo abrupto y un paisaje arbolado, donde el lobo actúa en manada y se siente como pez en el agua. Aquí es todo lo contrario, el terreno es completamente llano y los árboles bastante infrecuentes. El lobo aquí es escaso y solitario. Y, sobre todo, existe una diferencia abismal en posibilidades de nutrición: Allí la caza mayor le proporciona alimentación en abundancia. En este lugar, ha de alimentarse de diminutos roedores y piezas de caza menor difíciles de atrapar porque les favorece la orografía del terreno y la escasa vegetación. En estas zonas cerealísticas, el lobo tiene una población muy reducida por las dificultades que encuentra para vivir, y también un comportamiento totalmente diferente.

He visto al lobo como a un animal solitario y descarado. No tiene ningún temor. Me hubiera gustado verle salir corriendo asustado como a una liebre. Pero... desde una distancia prudencial se queda mirándote de hito en hito como si hubieras de pasar un examen. Lo he visto tan de cerca como para causarme miedo, pero nunca me ha producido el más mínimo temor. También es cierto que, menos una, la media docena de veces que lo he visto de cerca, yo estaba acompañado o subido en el tractor. Sin embargo, el temor a su encuentro, jamás me ha detenido de salir a pasear.

Nunca he oído que por estas tierras cerealistas, el lobo haya causado daño a las personas. Se queda en un simple mito para asustar a los niños o producir cuentos de Caperucitas o películas de terror con hombres-lobo que aúllan a la luna llena. Tampoco sé que aquí haya causado daño a los rebaños. El lobo sí es peligroso para los perrillos atrevidos que se lanzan ladrando hacia él. Se convierten en un suculento manjar para el animal salvaje. Parece algo muy raro, pues aparentemente son de la misma familia, pero el hambre impone sus reglas

En casa teníamos una mula para la recogida de la hierba y de la comuña. Trabajaba tirando de un rastro de hierro de grandes ruedas. Esta máquina hacía brazados dejándolos en hileras. Nosotros con la horca, los reuníamos en montones. La mula era la mar de mansa. Cuando no requeríamos su servicio, siempre se estaba quietecita. No se movía mientras la siega y tampoco después de realizar su trabajo. Acabado éste, siempre recibía el mismo premio: comer en un montón de hierba o de comuña.

Aquella mañana de nuestra historia, después de finalizar su trabajo, la mula estaba inquieta. No quiso saborear su pienso. Se movía constantemente y hacía ruidos raros con las narices y con la boca: resoplidos y cortos relinchos. Viendo su inquietud, le colocamos una maniata. No teníamos esa costumbre, pero no hubo otro remedio. Apenas volvimos a nuestras labores de recogida, la mula se lanzó a un arroyo con el enorme rastro. No fue fácil salir de allí. Al fin, lo conseguimos con la ayuda de la mula, o ella lo consiguió con la nuestra.

Unos minutos después, supimos la razón de tal desbarajuste. El lobo nos miraba descarado desde la cercana loma. Estaba muy próximo, solamente 100 metros le separaban de nosotros. Sin duda, la mula había intuido la presencia del animal salvaje. Nosotros habíamos necesitado verlo para percataros de su cercanía.



114- ¡MARCHANDO!, ¡UNA DE LODOS!

(Publicado en la revista Regañón en el número de octubre de 1996).

Tras haber incluido la palabra "lodos" en el encabezado de mi escrito, ya saben ustedes de qué va mi rollo, ¿no? Les hablo de los detritos procedentes de la depuradora de Burgos vertidos en el término municipal de Guadilla de Villámar y casi al limite con los de Villanueva de Odra y Villamayor de Treviño. Además, tampoco quiero olvidarme en mis líneas del otro vertedero maloliente de ese mismo género sito en nuestra comarca Odra-Pisuerga, en Palazuelos.

Ya lo sé, y me disculpo por ello: mi título en frase propia de hostelería, resulta demasiado indigesto, pero tiene su explicación: Es mejor ponerse a reír que echarse a llorar. ¡Y es que pasa cada cosa! ¿Para qué demonios querrán un Ministerio de Medio Ambiente en el Gobierno y una Consejería (también) de Medio Ambiente en la Junta de Castilla y León si se consiente ambientarlo todo con el olorcillo de estos lodos? ¡Vaya ambientador! Habrá mejores formas de tratar estos desechos sin suponer una agresión abierta a la Naturaleza y a sus habitantes, digo yo, ¿no?.

Ahora voy a contarles a ustedes una anécdota, pero antes de comenzar la historia, permítanme hacer unas aclaraciones: Mi relato va destinado al tema que nos ocupa, no va encaminado a criticar a una generación, pues todos hemos pasado por edades poco aptas para la reflexión y hemos cometido tonterías. Sí me tomaría la libertad de criticar una enseñanza actual. Probablemente, se enseñan demasiadas ecuaciones matemáticas y poco, o nada, de un deber de respetar a los demás.

Y va ya el relato: En mi pueblo en una noche de juerga del mes de julio, unos chavales hicieron de las suyas. Sin encomendarse a Dios ni al diablo (como suele decirse), se les ocurrió, sin más, pusieron un contenedor de basura con la tapadera abierta a la puerta de la casa de una respetable familia. A la mañana, cuando se levantaron los moradores de dicha vivienda, hubieron de desplazar unos metros el contenedor para poder salir a la calle. El Sr. se negó a llevar el depósito de basuras a su emplazamiento habitual y se fue a sus quehaceres: "Quien lo ha traído con una mano que se lo lleve con dos" , se dijo con sabiduría salomónica. La Sra. anduvo toda la mañana revolucionada buscando a los culpables del hecho. Y los encontró.

Nadie podía reparar las molestias producidas por la aspiración de tales "perfumes" (entrecomillado). Yo fui testigo de la justa, pero débil, solución: Aquellos chavales hubieron de ir al lugar de actos y desplazar empujando 200 metros el cajón de ruedas hasta su lugar habitual. Personalmente, creo que, además de ese arreglo, hubiera sido muy pertinente una satisfacción moral a tipo de una pedida de disculpas.

Y vuelvo al tema de los lodos. Denunciado está denunciado, ¿ahora... qué pasará? Siguiendo la anécdota del contenedor, las molestias soportadas por nuestras narices y el daño sufrido por nuestra salud no tendrá reparación, ni siquiera una satisfacción moral. ¡Nadie la espere! La agresión a la Naturaleza o medio ambiente, tendrá, si llega a tenerla, una multa de cuatro ridículas pesetas que no sé dónde volarán. Y con ese blando castigo, los agresores se irán "de oca a oca y volverán a tirar (los lodos en otro sitio) porque les toca". Y personalmente a mí me queda una duda: aquí como en el caso del contenedor, ¿se llevará con dos manos las 1.000 toneladas de mierda quien las ha traído con la una? Eso me parece que sería de justicia, ¿no?.

No obstante, no creo que mi última pregunta vaya a tener una respuesta positiva. Todos sabemos la fuerza de quien está detrás de todo esto. La prueba está en el nulo interés de los ecologistas y de la Prensa. Como la identidad es de todos conocida, no hace falta citar a nadie por no enrrollarse en acusaciones. Pero si alguna entidad se siente aludida por mis palabras, que lo diga."Quien se pica... ajos come", reza un dicho.

Y, para finalizar, como no quiero ser malo en esta "merienda de negros" (también entrecomillado), por respeto a los lectores, rectifico el plato culinario expuesto a través del titular: ¡MARCHANDO!, ¡UNA DE CALAMARES EN SU TINTA! A pesar de tener la salsa oscura como los lodos, los calamares tienen un olor infinitamente más sabroso.



115- LA LORITA PERVERTIDA

Ese dicho evangélico de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio está tan extendido que, en vez de una actitud humana, parece un órgano cuya función es vital para la vida del ser humano. Criticar resulta casi tan habitual como comer o como dormir. Sin ahorrar críticas para los demás, nadie mira sus propios defectos. Por eso, a la hora de criticar a los demás nadie encuentra barreras para detenerse. Y es que la única barrera que pudiera existir es ser crítico con uno mismo para poder ser comprensivo con las acciones defectuosas de los demás.

Pero, como siempre, no pretendo dar aquí lecciones de moral. Tampoco tengo la pretensión de recordar lo que todo el mundo sabe, pero muy pocos practican. Mi anterior párrafo solamente pretendía ser un encabezado serio para conectar con el chascarrillo que voy a narrarles a continuación:

Cuentan... que un matrimonio tenía un loro hembra que era una auténtica barbaridad soltando una retahíla de tacos encadenados:

- Puta... que eres una puta... cabrón... maricón... vete a la mierda maricón... me cago hasta en la madre que te parió... coño con la tía ésta... joder, así no puede ser... esto parece una casa de putas...

El matrimonio se avergonzaba del lenguaje del loro y tenía que tener la precaución de esconderlo cuando había visitas en la casa. Pero de nada servían estas precauciones: Como el loro siempre hablaba a gritos, ante los visitantes daba la impresión de tener por algún lado un loco encerrado. Y más de una vez alguien, que no sabía que el matrimonio no tenía hijos y vivía solo, se atrevió a preguntar que si tenían encerrado al abuelo.

- Mira Luis, yo no aguanto más al loro. Fue un regalo de tu querida madre y le ha salido una lengua tan envenenada como a ella. Y como ha sido un regalo de tu madre, ahora te toca a ti deshacerte de él. Llévalo al campo y lo sueltas... ya se morirá de hambre o se lo comerá algún raposo. O llévaselo a tu madre y que se lo coma guisado... a ver si revienta de una puta vez. Pero si lo dejas aquí un día más, lo arrojo por la ventana. Ese cabrón de bicho ya ha agotado mi paciencia.

El esposo se fue a hablar con un amigo, que regentaba una tienda de venta de animales de compañía, y le contó la proposición de su mujer para ver si quería quedarse con el loro.

- Luis -le respondió el amigo-, si es que yo no sabría que hacer con tu loro. Yo no conozco la existencia de ningún pienso compuesto para lavarle la boca. Tampoco puedo quedarme con él para vendérselo a otro cliente: sería una jugada sucia que arruinaría la reputación de mi negocio. Como vendedor de mascotas, podría aconsejarte que te deshagas del loro, para después intentar venderte otro animal de compañía... los hámsters por ejemplo, que son muy limpios y silenciosos... lo que más vendo son canarios y jilgueros... Pero, en fin, que no, que yo no puedo actuar así. Yo soy un verdadero enamorado de los animales y me da mucha pena lo propuesto por tu mujer. Además, conozco a los animales y no me explico como tu loro ha adquirido tan malas costumbres. Yo, como soy soltero y vivo solo, tengo en casa un gato, una tortuga, un hámster, y dos loros machos para que me hagan compañía. Mis loros son una maravilla hablando: se saben de memoria el padrenuestro y el avemaría.

- ¿Y por qué no llevamos a mi lora una semana con tus loros? ¡A ver si aprende esos buenos modales de los tuyos!.

- No sé. No sé, pero antes de soltarla en el campo, como propone tu mujer, podríamos intentar reformar su vocabulario. A la noche la llevas a mi casa... y ya veremos a ver qué pasa...

Al llegar la noche, Luis llevó a la lorita a casa de su amigo. Inmediatamente después de poner a la lorita en presencia de los loros machos, un loro dijo al otro:

- ¡Una hembra a la vista! Esta es una verdadera hembra...¡porque la tortuga...! ¡Qué emocionante!

- Sí, es muy emocionante -respondió el otro loro-. Ya podemos dejar de rezar: Por fin Dios nos ha enviado lo que tantas veces hemos pedido con nuestras oraciones.

- ¡Vaya! -dijo Luis a su amigo-. ¡Bien empezamos! Esta lorita pervierte a tus loros. Te apuesto lo que quieras a que antes de una semana están los tres soltando tacos.

- ¡Mentira! ¡Imposible! ¡Eso es imposible! -exclamó la lorita.

- ¿Cómo que eso es imposible? -preguntó Luis.

- ¡Imposible! -respondió la lorita-. Tu esposa y tú no comenzasteis a soltar tacos hasta el año y medio después de casados.



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