WW-131

Negros nubarrones en el horizonte.



Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Sumario: 131- Racismo y xenofobia. 132- "Por el hilo... se saca el ovillo". 133- ¿Quién les habrá enseñado?. 134- De niños, y tontos. 135- "¡Conmigo que no cuenten!".



131- RACISMO Y XENOFOBIA

En un medio de comunicación fugaz, como es la televisión, percibí una noticia breve. Se trataba de las palabras de una señora extranjera cuyo apellido no me es posible trascribir con exactitud ortográfica: Violeta Fridman. Hablaba sobre el racismo, la xenofobia y los peligros que entraña el nacionalismo exacerbado. Autoridad para hablar sobre el tema no le faltaba a esta mujer. Tenía la facultad de ser uno de los pocos supervivientes del campo de concentración nazi de Auschwitz. Allí, en aquel cautiverio, según contaba, vio morir a sus familiares, convivió con el hambre y los piojos, y deseó la muerte como remedio a sus males provocados por los hombres. Lamenté no haber tenido un video para haber recogido sus palabras con más precisión.

Esta señora, que hablaba un correcto castellano, advertía, con todas las facultades derivadas de su experiencia, que en los momentos actuales se vive en el mundo un estado muy cercano al genocidio nazi y se corre el serio peligro de superar la barbarie de aquellos tiempos.

Las noticias, por estar acostumbrados a ellas, ni siquiera nos producen un pequeño escalofrío. Y hay noticias cifradas vergonzantes para cualquiera que se considere ser humano. Eso es lo malo, la cifra acompañante: Malo para quienes sufren, por la superabundancia y la magnitud de los casos. Malo para nosotros que hacemos de espectadores pasivos y terminamos admitiendo los sucesos, no de hecho, sino calladamente con nuestro silencio: Es como si nos dijéramos a nosotros mismos: "¡y a mí que más me da una cifra con tres ceros, o con seis!". Al fin y al cabo, la persona humana queda convertida en una unidad para incrementar una fría cifra.

"25.000 mujeres violadas en Bosnia como limpieza étnica" , dice el periódico. "¡Cosas de la guerra!", pensamos y seguimos con nuestra vida cotidiana. El mismo efecto nos produce 25.000 que 2.500. Sólo cifras. Y, por nuestra parte, condenemos el hecho y posiblemente luego seamos inconscientemente partidarios de estas diferencias étnicas y tengamos reparos en colocarnos junto a una persona de raza gitana en la barra de cualquier bar.

""X" muertos en la ex-Yugoeslavia", escuchamos por la televisión en el telediario. "¡Esta guerra no hay quien la entienda!", nos diremos. Y... tal vez, mientras esta guerra Balcánica tengamos guerras particulares: no nos hablemos con el vecino por alguna tontería sin importancia o nos llevemos a matar con el compañero de trabajo por un quítame allá estas pajas.

"35.000 niños mueren al día en el mundo victimas de la desnutrición y las enfermedades", oímos en un programa de radio. "¡Eso es cuestión de los gobiernos!", nos disculparemos a nosotros mismos. Y... todos pedimos más y más, sin querer mirar a otros más necesitados. Y... no tengamos la atención de clamar exigencias al Gobierno para reducir un mínimo gasto en beneficio de los menos afortunados.

"Muere asesinada la dominicana Lucrecia Pérez", se puede leer en la primera página del periódico. "¡Eso es cosa de tres asesinos xenófobos!", reflexionaremos al instante con el fin de exculparnos. Y... puede ser que miremos a una persona de color como a un mono escapado del zoológico. Y... es posible que nos encogiéramos de hombros ante cualquier insulto hecho en pública por motivos raciales.

"Incendian un poblado gitano en ...", se dice en la página de sucesos de cualquier diario. "¡Es una salvajada de gamberros o borrachos!", justificaremos con esa frase nuestra actitud de despreocupación. Y... tal vez nos neguemos a llevar a nuestro hijo al colegio, porque acuden a él a impartir clase niños de raza gitana o hayamos participado en manifestaciones de protesta por ese motivo.

"Muere un joven gitano apuñalado por causa de la droga", oímos por el aparato de radio. "¡Qué esperaba, con fuego no se juega!", sentenciamos sin analizar las causas. Y... no pensamos que seguramente se metió en esos malos pasos porque no le dimos otra opción para mantener a su familia. Y... tal vez vemos a los drogodependientes como maleantes metidos en su mal por vicio.

"Apalean a un joven marroquí en pleno centro de Madrid", se puede leer en el periódico mientras desayunamos. "¡Estos cabezas rapadas!" , nos diremos, porque preferimos buscarnos un culpable. Y... no nos damos cuenta de que estos chicos actúan con el apoyo y la bendición de no pocos, ni pequeños. Por ejemplo: ¿Qué negocios se traen con ellos los clubs de fútbol?.

Terrorismo, palizas a ertzainas, durísimas peleas entre forofos de fútbol, ..., estas cosas, aparte de endurecernos el corazón, en caso de preocuparnos mínimamente, siempre hallaremos una disculpa para nosotros.

La noticia de mi comentario de hoy saltó a la actualidad en la ciudad de Rotterdam, en el corazón de la vieja, democrática y "ejemplar" Europa. Las cámaras de televisión allí presentes actuaban grabando los hechos dejando una grabación en imágenes como testigo de tan denigrante caso. Una niña de origen marroquí, se ahogó en el estanque de un parque público bajo la mirada pasiva de unas doscientas personas y la grabación de los cámaras televisivos. Los bomberos pidieron voluntarios para iniciar un salvamento, y nadie se quitó la chaqueta en auxilio de la pequeña. Fue una muerte, como algo exótico, grabada en directo como si de una película de cine en vivo y en directo se tratara. En la cinta de video, por parte de los asistentes sólo se vieron gestos obscenos y escucharon palabras poco amables hacia la víctima:

- Sólo es una inmigrante ilegal -decían entre otras cosas los presentes.

Ante la vista del humillante video, las avergonzadas autoridades holandesas han solicitado, aunque sólo sea por hacer algo, porque supongo que acabará en el olvido, una copia de la película para pedir responsabilidades a los presentes.

Esta historia sucedida en Holanda, puede repetirse en cualquier lugar de Europa, incluida España. Yo, que también soy humano, tengo, como casi todos tenemos, la mala costumbre de buscar culpables a todo para así disculparme yo, y en esa línea me digo: "¡Caray con estos europeos!, no les duele la muerte de una niña, y montan un cisco monumental porque el día de la fiesta en un pueblo de la provincia de Zamora, llamado Manganeses de la Polvorosa, lanzan una cabra sobre una lona desde el campanario...".

P. D.: ¡No me lo puedo creer! Yo pensaba que desde el final del Ku-kus-clan no podían suceder cosas como ésta. ¡Seré ingenuo! Me estoy refiriendo a una noticia oída el 24 de octubre de 1994 en el telediario TV1 de las nueve de la tarde: "En el club Mediterráneo de la ciudad de Málaga, dos socios exigen a la Dirección del club el cambio del agua y desinfección de una piscina por haberse bañado en ella dos niños de raza negra componentes de un grupo de niños huérfanos y con problemas acogidos por la Asociación Nuevo Futuro que, para colmo, habían sido invitados por la Dirección del mismo club Mediterráneo".

Increíble... pero cierto. No es ningún sueño mío, la referencia al suceso es comprobable si se repasa la cinta del telediario mencionado. Si me hubiera bañado yo, que soy atáxico, en esa piscina propiedad de ricos, este par de socios, gilipollas, habrían exigido a la Dirección del club hasta el cambio de los baldosines de las paredes de la piscina por si acaso se contaminan sus hijos de mi minusvalía si me bañara yo con una ataxia genética como la de Friedreich. Ignorantes. ¡Lo que hay que ver...!.



132- "POR EL HILO... SE SACA EL OVILLO"

Yo no sé muy bien lo que es una nécora. Me parece que son esos bichos de caparazón rojo en el plato y llenos de patas que parecen un escarabajo en grande y tripa arriba. Seré un tonto, pero a eso de los mariscos no lo veo la gracia:

- Quítame eso del plato, que no tiene nada que comer.

- Esto no se come, se chupa -responde mi madre.

"¡Tanto peor !", me digo yo, poco dispuesto a perder el tiempo. Y llego a los postres mientras los demás siguen chupando caparazones.

En realidad, lo dicho, aunque es cierto, es un simple comentario. Cuando comencé el presente escrito no quería tratar de esos simpáticos bichitos marinos, sino de eso que se ha dado en llamar "caso nécora". Hace dos días, el 28 de septiembre de 1994, se conoció la sentencia del juicio más espectacular celebrado en España por asuntos de la droga. Todos recordamos, a través de las pantallas televisivas, al acusado Sr. Ubiña en la sala del juicio contestando al fiscal en tono desafiante a una pregunta sobre la procedencia de su patrimonio:

- ¡Y a usted que le importa!.

Para la sociedad en general, la sentencia de este juicio ha resultado una gran decepción. Las absoluciones han sido significativas y las penas insignificantes. No puedo ni imaginar el grado de frustración de esta sentencia en los familiares de drogadictos vivos o difuntos. Comparativamente con otras penas impuestas en el tema de la droga, esta sentencia me parece una visible injusticia. A cualquier camello sin más delito que la necesidad de vender para autoabastecerse de droga, y por tanto diríase también que víctima le imponen cuatro años de prisión por hallarle unos gramos de droga. Sin embargo, a los máximos responsables que la venden por toneladas, que se lucran con la venta de droga, pero ellos no se drogan, para ellos hay penas mínimas o nada. ¡Esto es increíble! La Justicia se ha defendido de la lluvia de críticas adversas por parte de la sociedad a la suavidad con que se ha juzgado en el caso nécora con legalidades que no cuelan para el ciudadano de a pie.

- Existe una diferencia -se defienden los juristas-: la sociedad puede juzgar por la apariencia, nosotros, aunque creamos culpables a los acusados, hemos de hacerlo por hechos probados.

Dicho así, aunque uno se atragante con la legalidad, se comprende mejor todo lo sucedido. A cualquier camello es fácil hallarle en posesión de los gramos de heroína que sirve de prueba para condenarlo. Sin embargo, a los capos del narcotráfico es más difícil hallarles una prueba condenatoria: ellos lo mandan, no se manchan las manos.

Pero, no nos engañemos, prueba la hay. ¿La hay...? ¡Claro que la hay! Ocurre que unas veces no se quiere buscar y otras está protegida por no sé que cuentos chinos de los secretos bancarios y paraísos fiscales. En determinados casos para la Ley no debiera haber secretos. Estas personas dirigentes de la droga son todo lo contrario de trabajar gratis y por amor, no son precisamente monjas misioneras destinadas a Ruanda. Si trafican con droga es para obtener un inmenso beneficio económico. Se podría investigar su patrimonio internacional y el de sus familiares. ¿Existe voluntad de hacerlo? No... rotundo además.

Ese principio de la Justicia de aplicar a todo delincuente el título de presunto hasta no ser juzgado, me parece muy bueno. Pero... en determinados casos, como éste de los narcotraficantes, habría de ser al revés. El acusado debiera ser declarado culpable mientras él no demuestre lo contrario. La Justicia podría hacer un inventario del patrimonio del acusado y de sus familiares, y el acusado debiera intentar justificar su procedencia. Si no tiene argumentos creíbles, se achacaría su capital a negocios de narcotráfico. ¿Hay voluntad de seguir esa vía? Sigue sin haberla. Aclaro que esto que digo no es ninguna canallada: Esto mismo ya se hace, pero no en terrenos de la droga. Me explicaré:

Un día comiendo casi me atraganté de risa con los garbanzos. No era para menos, aunque el narrador de las noticias lo dijeran con cara de seriedad. En el telediario afirmaron que la Comisión de Investigación Parlamentaria del caso Roldán, no podía seguir con su trabajo porque para la Administración de Hacienda son secretas las Declaraciones de la Renta y no podía entregar a la Comisión copias de la Declaración de este Sr.

"¡Anda ya!, ¡que os zurzan con hilo negro!, me dije. ¡Serán cabrones!".

¿Cómo que son secretas?. Si te piden copias de la Declaración de la Renta para solicitar cualquier ayuda insignificante, por ejemplo una beca de estudios de un hijo... una subvención de zona desfavorecida... una solicitud de una vivienda de protección oficial... hasta para pedir una puta silla de ruedas que te hace falta, desgraciadamente... etc. De risa.

Y no digamos nada si Hacienda nos llama a cuentas a cualquier contribuyente pelagatos. Ahí está el ejemplo. ¡Ay de nosotros! Ahí sí se sigue el principio que yo he pedido para los narcotraficantes. Los llamados a cuentas por Hacienda son/somos defraudadores si no demostramos no serlo. Perdemos el culo para intentar justificar esa nimiedad que no cuadra a los inspectores de la Administración, porque si no podemos justificar ese pequeño ingreso extra, sanción al canto. Y... como en mi solución para el narcotráfico... si no puedes justificar esa cantidad insignificante... ¡multa al canto por defraudador! ¿Por qué no trabaja así la Justicia con los narcotraficantes? ¿Pero por que coño se le permite al Sr. Ubiña responder a esa pregunta sobre el origen de su patrimonio en un juicio con un: "¡Y a usted que le importa!". ¿Hay voluntad de golpear al narcotráfico? No. No lo creo.

Fórmulas hay para trincar al narcotráfico, faltan ganas. Y, si la Ley protege a los delincuentes en vez de a las víctimas, yo siempre he dicho que los drogodependientes son víctimas, no sirve a la sociedad y ha de cambiarse inmediatamente. Mientras no se cambien las leyes, las penas de la droga las seguirán pagando los camellos de tres al cuarto. Los menos responsables de la droga se morirán en las cárceles victimas de su droga, del olvido y del SIDA. Mientras tanto, los auténticos culpables seguirán disfrutando de sus beneficios ilícitos.

Me temo que no hay voluntad de buscar la solución, porque cuanto digo no es ninguna novedad de hoy: En la primera mitad de este siglo actual hubo en Chicago un peligroso gángster llamado Al Capone dedicado al contrabando de alcohol. Pues bien, sólo se le pudo atrapar a través de delitos fiscales. En España tenemos un caso muy reciente para reafirmar mi método para atrapar a los narcotraficantes: cómo se puede llegar al delito a través de una investigación del patrimonio. Es el caso del ex-director de la Guardia Civil, Sr. Roldán. De no haber sido por su patrimonio y cuentas en Suiza, no nos habríamos enterado nadie de sus fechorías. Ya lo afirma el dicho popular... y el pueblo siempre es sabio: "Por el hilo... se saca el ovillo".



133- ¿QUIÉN LES HABRÁ ENSEÑADO?

Hace tan sólo quince o veinte años, se comenzaba este mes con una representación del "Tenorio" de Zorrilla. Hoy esa costumbre ya no se lleva. Aunque este año de 1993, el día primero del mes, mientras cenábamos, en un cambio de cadena, zaping se suele llamar, mi padre conectó con un Tenorio televisivo. El pobre personaje de ficción en aquella parodia andaba en pelotas. Eso de dar al telespectador personas despelotadas, se lleva más que el clásico teatro bien hecho. ¡Si el pobre Zorrilla levantara la cabeza! Creo que para él sería para él mejor no hacerlo.

Por si aún quedara duda, estoy hablando, según un refrán del mes que empieza por los Santos y acaba por San Andrés. Cuando los labradores hacen su mejor sementera. O sea: noviembre.

Los primeros días de noviembre siempre son tristes. Las horas de luz se van acortando sensiblemente. Las hojas de los árboles se han tornado de un color amarillo y comienzan a caerse. ¡Qué curioso!, ¿por qué plantarán cipreses, de hoja perenne, en los cementerios? El sol en este mes comienza a esconderse pronto, como enfadado. El cielo se oscurece, se torna gris y comienza "a llorar".

También los hombres, como contagiados por el tiempo climático, lloramos y visitamos las tumbas de los seres queridos. La soledad de los muertos se ve alterada por un día. El colorido de las flores abarrota los cementerios convirtiendo el blanco de las lápidas en un jardín multicolor. También, como a los enamorados, se lo decimos con flores: que nuestro amor ha ido más allá de la muerte. De lo contrario, se lo hubiera parecido, pero, no nos engañemos, no fue amor: El amor supera la barrera de la vida y de la muerte. Las flores, que suelen hacer presencia en los momentos alegres, en este caso se alían en contraste con la tristeza expresada por las lágrimas.

¿Qué es más grande una lágrima, o una flor? Según el epitafio colocado en algunas lápidas mortuorias: "Una flor, se marchita. Una lágrima, se evapora. Una oración, llega a Dios". Exceptuando la oración, mi favorita como creyente, me quedo con la lágrima. Las flores, casi siempre, si salen del corazón, pasan antes por el bolsillo. Las lágrimas brotan de lo más íntimo con un camino directo. La flor es un objeto, y la lágrima un sentimiento. Hay quien tiene a gala no llorar jamás. ¡Pobrecillo! "No hay mayor causa para llorar, que no poder llorar" (Séneca).

Todo este ritual de visitas a los camposantos sucede cada año en esta sociedad nuestra. ¿Hipócrita? A veces sí. La hipocresía no consiste en visitar la tumba de alguien a quien se quiso en vida. ¡Dios me libre de afirmar eso! Sería recordar o ignorar a los muertos a quienes se olvidó mientras vivían, y pasaron sus días en la tierra sin el más mínimo aprecio. Puede darse la falsedad para un enfermo terminal de poder contar con los dedos de una mano las visitas recibidas en sus dos últimos meses de vida en el hospital y poderse numerar por cientos los asistentes a su funeral. ¡Todo apariencia!.

Atrás quedó el recuerdo por un día a los difuntos. ¿Tristeza? Resurrección para quienes creemos. Pero, Jesús también lloró ante la tumba de su amigo Lázaro. ¿Será sintomático la coincidencia en el calendario de estas fechas de lágrimas con lo que voy a contar a continuación?:

Sucede este mes de noviembre en Preston, una ciudad del Noroeste de Inglaterra. Se celebra en ella un juicio patético, inusual, vergonzoso. Tanto avergüenza, que a los acusados, con motivo de respetar su intimidad de menores, no se atreven a llamarles por su nombre. Son dos niños de once años. El acusado "A" y el "B". Presuntamente cometieron el delito juzgado en un centro comercial de Bootle, un barrio de Liverpool. Cuando sucedieron los hechos ahora juzgados, los acusados sólo tenían diez años. ¡Vaya papeleta para el clásico jurado inglés, "doce hombres sin piedad"! En este caso son nueve hombres y tres mujeres. Tendrán que juzgar a un niño que llora reposando su cabeza sobre el pecho del trabajador social que lo acompaña en el banquillo y a otro niño que esconde sus ojos mirando con fijeza al suelo.

La Justicia británica, a diferencia de la española, puede considerar culpable a un menor de edad, si demuestra su capacidad para enjuiciar su modo de obrar. ¿Pero es posible la existencia de tal discernimiento sin atenuantes en un niño de 10 años?. Los dos pueden ser condenados a cadena perpetua, si bien, por ser menores, ingresarían en un centro especial por tiempo indefinido. Los hechos juzgados son muy graves, el secuestro y asesinato de otro niño de dos años, James Bugler.

Para analizar el hecho, partimos de la frase: "el delincuente no nace, se hace". Los acusados son tan niños, que no tuvieron tiempo de hacerse delincuentes. Les hicimos. ¿Dónde está el móvil del delito? ¿Cuál es? Pierde el tiempo el Sr. Juez. Este juicio es una farsa. Lo es por ser innecesario. Somos todos nosotros, la sociedad, quien debiera estar sentada en el banquillo de los acusados. Nosotros somos los culpables de crear niños asesinos.

Pero en este circo de la vida sigue el espectáculo. La televisión se encarga de darnos todo lujo de detalles de tan horrible crimen. En cambio, en los espacios televisivos no pierden ni un minuto de tiempo en dedicarse a analizar el nulo cariño recibido por los pequeños acusados. El uno ha sido abandonado por su padre. En el otro caso, los padres estaban separados. Ambos llevaban cuarenta días sin asistir a clase. La excesiva cantidad de días de ausencia escolar hace suponer que a nadie le importaba lo más mínimo la asistencia a clase de los procesados. Nadie se atreve a tocar como posible causa la pérdida en la sociedad de valores humanos: No se quieren reflexiones incómodas. No se ha hecho ni una sola alusión al ambiente de violencia trasmitida a los niños desde todas partes, pero principalmente desde televisión: Ello conllevaría hacerse un molesto propósito de enmienda.

Sobre el tema del suceso, hace muy pocos días, en realidad se trataba de contar la parte cruda de la historia, en un programa televisivo se hacían una pregunta muy acertada: ¿qué pasará en esta sociedad nuestra para suceder estas cosas? Curiosamente, no hicieron ni una sola alusión al asesinato de un niño por otros menores de edad y eludieron la reflexión principal. En su lugar se plantearon la cuestión de otra manera: ¿cómo es posible que los niños arrastraran a golpes a su víctima durante cuatro kilómetros, y nadie avisara a un guardia?. "¡Hipócritas!", me dije yo: Porque premeditada y descaradamente se habían inhibido de abordar el porqué principal por no llegar a reflexiones incómodas.

Condenarán a los niños "A" y "B", de eso no me cabe duda. ¿No son víctimas? ¡No importa!. Mañana aparecerán el "C" y el "D". "¡Es lo mismo, no tiene importancia!: Así "los ciudanos respetables" (entre comillas) estaremos más entretenidos ante el televisor mientras nos cuentan sus fechorías.

¡Miguel, qué tonto eres!, me digo. ¿Cómo puedes pretender que la sociedad se siente en el banquillo de los acusados? Es lo contrario de lo que todos hacemos a diario: Buscar a alguien para descargar nuestras conciencias cargándole las culpas. Nos es más fácil declarar culpables a los acusados por muy menores de edad que sean que hacer un examen de conciencia. ¿Que son dos niños? ¡Qué más da, si ya saben matar! Eso es lo grave... que ya saben matar ¿Quién les habrá enseñado...? Esa es la auténtica cuestión. Esa debiera ser la pregunta que nadie quiere hacerse...



134- DE NIÑOS, Y TONTOS...

Tengo un conocido bastante cercano a mi persona nacido en los años inmediatamente posteriores a nuestra guerra civil. Como resultado de haber vivido los años de escasez de la posguerra, sabe bien de tener el cinturón apretado de verdad.

- En casa de mi padre -cuenta él- no pasábamos hambre. Siempre había pan y queso, elaborados por mi madre, y patatas y legumbres, sembradas por mi padre. Además, mataban un cerdo y tampoco nos faltaba la matanza. Aunque entre siete, que éramos en casa, aquellos productos del cerdo no supieran a casi nada: poco más que para dar sabor a los garbanzos. Sin embargo, a pesar de nuestra buena situación alimentaria por vivir del campo, sí conocí la escasez de otros alimentos básicos, como la fruta o el pescado.

Y a renglón seguido de esta exposición, contaba la siguiente anécdota relacionada con el tema de aquella penuria:

- En cierta ocasión, con motivo de las fiestas patronales, mi madre, como era costumbre en tales fechas, se excedió en la comida. Tras el típico cordero asado, a los postres puso en la mesa una bandeja repleta de frutas variadas. A mí me llamó la atención una cosa amarilla y la cogí. Me quedé un rato pensativo ante la pieza y por fin pregunté: "Madre, ¿por dónde lo empiezo?". Al momento, y no queriendo quedar mal ante media docena de invitados, ¡zas!, me arreó un sonoro cachete diciendo: "¡Como que este chaval no habría visto en su vida un plátano!". Y aquella era la pura verdad, yo no había visto en mi vida un plátano.

Esta historia la he relatado para reafirmar con ella un dicho castellano según el cual "los niños y los tontos dicen las verdades". Después de oírme contar la pasada narración, la afirmación de esa sentencia parece indiscutible. No obstante, generalizar no parece de sentido común. Un niño puede decir algunas verdades, pero también muchas tonterías. Y si no se creen ustedes esta última frase mía, asistan mediante la lectura a esta conversación de colegio:

- El domingo por la mañana estuvimos en el parque -cuenta Jaime a su amigo-. ¿Y sabes a quién encontré allí?.

- ¡Jo! -replica Pepito-, si no te explicas mejor...

- Estaba el profesor de historia morreándose con su novia sentados en un banco del paseo.

- ¡Anda que guay! ¡Qué divertido! Cuenta, cuenta, eso no me lo pierdo...

- Sí, sí, divertido. Yo iba acompañado de mi madre y pasamos a escaso metro y medio por delante de ellos.

- ¿Y qué le dijiste?.

- ¿Qué iba a decirle? Nada. Me puse más colorado que un tomate. Me coloqué de medio lado como cuando hacemos tablas en clase de gimnasia y pasé pitando para que el profe no me conociera.

- Pues yo el domingo estuve todo el día con mi familia en el zoológico. Lo pasamos fenomenal viendo leones, tigres, hipopótamos, cebras, elefantes... ¡Ah!, se me olvidaba, ¿y a qué no sabes quién estaba allí?.

- ¿Quién?.

- El profesor de matemáticas.

- ¿Y en qué jaula habían metido a ese bicho?.



135- "¡CONMIGO QUE NO CUENTEN!"

Estos días prenavideños de la segunda mitad del mes de diciembre de 1994, televisión nos bombardeaba con su publicidad. Es habitual. No hay nada extraño en esta práctica. Son cosas del consumismo. Pero no, no estoy hablando de esos anuncios comunes de todos los días donde se pretende promocionar las ventas de determinados artículos, sino de un anuncio muy especial. Como si de un producto más del mercado y de venderlo se tratara, los anunciantes lanzaban en su spot una pregunta a los telespectadores: "¿Estaría usted dispuesto a que televisión española retransmitiera en directo su cena de Nochebuena?". A continuación de dejar el interrogante en el aire, un conocido presentador de los telediarios nos explicaba así el anuncio televisivo: "Entre todos cuantos llamen por teléfono afirmando estar en esa disposición, se elegirá al azar un número para hacer efectiva la retransmisión en directo de su cena. Al elegido le avisarán dos días antes de Nochebuena".

¿Al azar...? Eso afirmaban en el anuncio. Y precisamente eso comentábamos en mi familia cuando, mientras cenábamos, salió una vez más en pantalla la pregunta en cuestión. No creo que la elección sea por sorteo. No lo creíamos ninguno de cuantos estábamos en torno a mi mesa. Todos coincidíamos en nuestros pronósticos: Esa noche de la retransmisión, veremos en la pantalla a una familia bien acomodada, un salón amplio para acoger a las cámaras, adornos lujosos, una cena suculenta que estará fuera del alcance de la mayoría de los bolsillos de los españoles y muchos brindis con espumoso cava mientras en muchísimas casas no habrá presupuesto para tales desmanes. Y continué soñando con cuanto podríamos ver esa noche: Me imaginé una chimenea artificial simulando troncos encendidos, un árbol navideño de tipo natural y de tamaño enorme con bombillas de colores de luces intermitentes colgando de sus ramas, y... muchas cajas de regalos para todos adornadas con lacitos de seda, y... una velita encendida en la ventana para pedir por la paz. ¿A quién...? ¡Ah!, eso no lo vi en mi sueño. Ya miraré durante la emisión del programa a ver si veo algún Niño Jesús perdido por algún rincón de la sala. ¿Saben...? Tengo mis dudas... apostaría a con ustedes a que de Nacimiento... nada. En resumen, se verá, supuse, un ambiente almibarado y artificial propio de espectáculo y fuera de toda realidad.

No puedo contestar con propiedad a la pregunta del anuncio sobre mi disposición a que mi cena fuese retransmitida. Me explico: No tengo mi propia cena de Nochebuena. Soy invitado forzoso de mis padres. Sin embargo, respecto a mi familia, la pregunta quedó contestada anoche con bastante gracia. Mi padre extendió el brazo hacia el televisor y, en voz alta exclamó:

- ¡Aquí que no vengan!

Si vinieran... yo, en mi calidad de invitado, huiría de ese espectáculo con alguna excusa tonta, como un dolor de cabeza por ejemplo. Preferiría cenarme una aspirina en solitario y unas lagrimitas de soledad a verme metido en ese absurdo y adulterado escenario de función. ¡Allá ellos! No aguantaría que algo tan entrañable como una cena de Nochebuena en familia se convirtiera en una comedia de teatro. A pesar de todo, pensé, no faltarán candidatos dispuestos a la retransmisión. He comprobado, a través de los concursos televisivos, cómo la gente (alguna gente) está dispuesta a hacer el más completo ridículo por aparecer en televisión o por ganar un no sé qué. Yo, si viniesen a mi cena de Nochebuena las cámaras de televisión, haría como los patos, según los humoristas, cuando hablan del coto de Doñana, de Felipe González y de Alfonso Guerra:

- ¿Ha venido Alfonso por aquí? -pregunta Felipe al cuidador del coto a su llegada a Doñana.

- No -responde el encargado-. Si viene Alfonso, se marchan los patos.

P.D.: La pregunta del anuncio televisivo fue una auténtica tomadura de pelo. El azar no existió. La tal familia anunciada fue una pandilla de pseudoactores haciendo de gamberros gilipollas sin ninguna clase de parentesco entre sí, preparados para dar el espectáculo según un guión esperpéntico y de mal gusto. De pena. Exclamé para mí: "¡Mejor no verlo!".



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