Negros nubarrones en el horizonte.



Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Sumario: 181- Sagrado Corazón de Villanueva de Odra. 182- ¡Por la vida!. 183- Santo Job. 184- La festividad de los Santos. 185- Sé tú mismo.



181- SAGRADO CORAZÓN DE VILLANUEVA DE ODRA

(Publicado en la revista Regañón).

Hoy voy a hablarles de una imagen religiosa de mi pueblo muy especial. La especialidad no consiste en ser ninguna talla románica de hace 600 años y de incalculable valor para los anticuarios. No se trata de esa peculiaridad de la antigüedad, es una estatua actual: de pleno siglo XX. Tampoco se trata de ninguna figura cuya devoción haya producido prodigios sonados. Nada he oído al respecto de esa clase de prodigios. Aunque, sobre ese punto del acontecimiento de los milagros, nunca se sabe a ciencia cierta si ocurren o no. Me explico: La calificación de milagrosa de la imagen sería una simple cuestión de parecer personal y dependería de la definición que cada uno de nosotros tengamos para la palabra milagro. Hay quien dice que la vida misma es un milagro. ¡Visto así! ¿Quién, siendo creyente, podría afirmar, o negar, que quienes contrajeron matrimonio bajo su amparo, fuimos bautizados bajo su auxilio, o simplemente vivieron bajo su sombra, no hayamos gozado de una protección particular del cielo?.

La especialidad de la imagen de este comentario está simplemente en sus características de construcción. Una figura religiosa hecha de piedra y de dos metros y medio de altura, no se construye todos los días. Tampoco es corriente subirla a más de 20 metros de altura para que desde allí, al aire libre, con los brazos abiertos proteja a los habitantes de una pequeña población de Castilla.

Bueno, con lo puesto al descubierto en los pasados párrafos y con la última pista ofrecida, doy por terminada la enunciación de mi enigma. ¿Ya han dado ustedes con la solución a la adivinanza? Como en la revista Regañón, al revés que en los culebrones televisivos, no se emite por capítulos, se la daré ahora mismo:

Estoy hablando de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que hubo sobre la cúpula del campanario de Villanueva de Odra. ¿Se han fijado ustedes en que utilizo un verbo en tiempo de pretérito (hubo)? A quienes sean nacidos en el pueblo no les extrañará la utilización de mi tiempo verbal. Pues, salvo los muy jóvenes, todos saben de la pasada existencia de la imagen y, también, de su trágico final.

Seguidamente, voy a contarles la historia de esta escultura hasta donde he podido conocer. A los habitantes de, a los nacidos en, o a los familiares de los naturales de, Villanueva de Odra, sin duda, mi escrito y mis datos les servirán de recuerdo. Y a los demás lectores de la revista Regañón no les vendrá mal pasar el tiempo en la lectura de algo tan cercano. De todas formas, si alguien se siente molesto con el tema aquí tratado, lo tiene tan fácil como pasar la página. No pretendo obligar a nadie a que se lea mi texto.

Este Sagrado Corazón de Jesús fue inaugurado y bendecido el 30 de junio del año 1944. Todos los "renacuajos" (apelativo cariñoso de los nacidos en Villanueva de Odra) ya habrán identificado la fecha, aquí indicada para la inauguración, con el segundo día de las fiestas patronales de S. Pedro. Pues sí, ese día era "S. Pedrillo" (que no se me enfade el santo por el diminutivo correspondiente al segundo día de la función). La festividad, aquel año, estaba amenizada por una banda de música de Santander.

Esta preciosa imagen de 2,50 metros de altura era copia exacta hecha a escala del primer Sagrado Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles. Esta frase anterior necesita de una aclaración: El primitivo Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles fue dinamitado, tras una burda parodia de fusilamiento, durante la Guerra Civil, el 17 de agosto de 1936. Por tanto, ésta de que hablamos era copia no sobre el monumento que ya no existía entonces, sino sobre sus planos. La nueva imagen, substitución de la antigua, que actualmente se puede contemplar en el poblado madrileño del Cerro de los Ángeles, centro geográfico del territorio nacional (eso dicen los entendidos), no se inauguró hasta 29 años después, el 26 de junio de 1965.

El Sagrado Corazón de Jesús que a partir de la fecha del 30 de junio de 1944 reinó desde el campanario de Villanueva de Odra, fue construido por el maestro de obras D. Emigdio Martín, vecino de Melgar de Fernamental, quien hizo el plano. En la construcción trabajó como contratista D. Demetrio García, vecino de Villahizán de Treviño. Al parecer, debido a su gran tamaño, la imagen constaba de un total de 22 piezas.

A las doce y cuarto de la mañana del día citado para la inauguración, entre el volteo de las campanas y el estruendo de los cohetes y acompañada por la banda de música, se trasladó la comitiva de autoridades desde la casa rectoral hasta la iglesia. El grupo de autoridades estaba formado por cuatro sacerdotes enviados por el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Burgos, los Srs. Párrocos de las poblaciones de la comarca (incluido el del pueblo) y los titulares del Ayuntamiento local. En el templo, la comitiva de autoridades eclesiásticas y civiles, fue recibida por los señores maestros al frente de sus niños y niñas. Los alumnos eran portadores de pequeñas banderitas nacionales que agitaban sin cesar. En aquel entonces, los maestros en esta población eran D. Aurelio del Rincón y Doña Filomena Rodríguez.

La Santa Misa, junto a los sacerdotes enviados por el Sr. Arzobispo, estuvo concelebrada por D. Licesio Nebreda (párroco de Villanueva de Odra), D. Victorino Fontaneda (párroco de Sandoval de la Reina), D. Maximiliano Barriuso (sacerdote natural de este pueblo y párroco de Guadilla de Villámar), y D. Severino Cibrián (también natural del pueblo y párroco de Manzanedo).

Terminada la Santa Misa, se salió en procesión delante de la iglesia y, allí, se procedió a la bendición del monumento. Acto seguido, D. Licesio Nebreda asumiendo sus funciones de titular de la Parroquia realizó la consagración del pueblo al Sagrado Corazón de Jesús. Tras un "Te Deum", se volvió al templo, donde D. Licesio, expresó su agradecimiento, en nombre propio y en el de la localidad, a las autoridades presentes y a todos los vecinos. Con sus palabras les agradeció el haber contribuido a levantar este monumento orgullo de Villanueva de Odra.

El Sagrado Corazón de Jesús, sin ninguna duda, seguirá reinando en Villanueva. Pero... el material de construcción de la imagen, como cualquier otra piedra, estaba sujeto a las inclemencias del tiempo. Y... sucedió lo inesperado. El 16 de mayo de 1984 un rayo destruyó completamente la imagen. En su violenta caída desde lo alto del campanario y golpe contra el suelo, no quedó nada aprovechable para una nueva remodelación. Por motivos económicos, ya que la población de entonces se había reducido al menos a la quinta parte de la existente cuando fue inaugurado el monumento, no se pudo reponer la imagen. Se intentó, pero otras reparaciones del templo eran prioritarias pues requerían más urgencia.

En lugar del Sagrado Corazón, colocaron sobre el campanario el símbolo cristiano. Hoy, una escueta cruz de hierro sirve para indicar que el edificio es una iglesia católica. Pero... yo no sé si, como disculpa para los instaladores del signo de la cruz, allí, junto a las veletas, la fuerza del viento es muy grande... Lo cierto, es que la cruz ha perdido la verticalidad. Desde abajo, no se necesita echar la plomada para darse cuenta a simple vista de que, aunque el torreón del campanario se mantenga bien firme, la cruz está más inclinada que la famosa torre de Pisa italiana.



182- ¡POR LA VIDA!

16 de marzo de 1995.

Sr. Ramón Sampedro:

Un saludo. No le conozco a usted personalmente. Aunque, tampoco me resulta desconocido. Muy a su pesar, se ha hecho usted famoso. Hace poco más de un año, un programa televisivo, "Línea 900", hablaba sobre su persona y los avatares de su vida. Este mes de febrero, ese reportaje en concreto ganaba no sé qué premio. Con ese motivo, han repetido la emisión del número donde usted era el triste protagonista. He de reconocer que escribo mi carta por los apuntes tomados durante la emisión de 1994. Esta segunda vez, no he tenido valor para visionar de la repetición de su relato.

A grandes rasgos, anotaré algunas de las circunstancias de su vida: 52 años. Es usted vecino de la localidad coruñesa de Porto do Son. Tetrapléjico. Está inmóvil, excepto la cabeza, desde el 23 de agosto de 1968. Son 26 años largos los que lleva en esta situación. Se accidentó al lanzarse al mar y golpearse con una roca mientras tomaba un baño. Y aquí está el quid de la cuestión y cuanto trata el programa: Por su inmovilidad, solicita despenalización para quien le ayude en su suicidio. Y, después de ser denegada por un Juzgado de Primera Instancia, ha presentado un recurso ante la Audiencia Nacional. Y, según la prensa escrita, esa despenalización también ha sido denegada hace unos meses.

Al hilo de la actualidad y vuelta a pantalla por el premio concedido al programa, voy a escribirle una carta. Pero, será una carta rara, pues no tengo ninguna intención de enviársela por múltiples causas que expondré a continuación. Primero, muestro mi malestar porque un programa de televisión gane premios a costa de mostrar la desgracia ajena. ¿Reality shows? ¡Qué barbaridad! Sr. Sampedro, o Sr. Ramón, que es más íntimo, sepa usted que ha sido utilizado. Y no me gusta que se utilicen los sentimientos para alcanzar altos índices de audiencia. Por otra parte, enviarle mi carta sería una falta de educación hacia usted, pues tenemos posiciones distintas. Y no sé cúal es mejor ni peor... y ni siquiera si voy a aguantar con mi opinión o voy a cambiarla algún día.

Ahora, le expresaré mi comprensión. Comprendo al hombre hasta en una actitud suicida. A veces no se ve la muerte con cara tétrica, sino con rostro dulce y sonriente. Pero todo pasa. Sé de tiempos adversos y no estoy exento de pensamientos negativos. Sé de sentirme fracasado, de darlo todo por perdido y sumirme en la desesperanza. No una, sino cientos de veces, he mandado la vida al cuerno, y otras tantas, me he arrepentido. En ocasiones, se ve la muerte como una libertad. En estos momentos siempre he terminado por darme cuenta que esa libertad pasa por afrontar la vida con todas sus consecuencias.

Aunque supiera la dirección de su domicilio, que no la sé, no le enviaría mi carta. Tengo mis propias ideas morales, contrarias a las suyas. Y los conceptos sobre moralidad son personales y no son aplicables a los demás. Le comprendo, pero, en este momento, no comparto sus tesis. Por otra parte, sé muy bien como he actuado hasta hoy. ¿Mañana? Nadie puede saber como actuará mañana. Cualquier suicida se hubiera reído unos años antes de un pronóstico certero sobre su fin. Le contaré una historia real que nada tiene que ver con suicidios, sino con actitudes muy distintas a las adoptadas en mejores tiempos:

Por mi enfermedad en 1981 pasé un mes seguido en una residencia sanitaria de la Seguridad Social. Allí conocí a un hombre de unos 50 años. Era una persona extraordinariamente abierta, alguien de esos que se ríe de su propia sombra. ¿Y eso en un hospital? A veces, parecía que se reía hasta de la enfermedad. No tenía un lenguaje grosero ni tampoco hiriente. Pero su forma de hablar contrastaba con la seriedad casi melancólica utilizada por los demás enfermos. No tenía el más mínimo reparo en hacer chistes con su situación física y, peor aún, con la de los demás. Dentro de un hospital todos nos volvemos más reservados y, sobre todo, más humanos. Él era así, y se mostraba como era, con independencia del lugar donde estaba. Claro, él tenía una enfermedad transitoria y esperaba el alta médica totalmente restablecido. Nos encontramos varias veces en la sala de televisión. Él entablaba diálogo con todo el mundo. Me hizo algunas preguntas, e iniciamos conversaciones.

Encontré a este mismo Sr. siete años más tarde en la consulta de un neurólogo de la medicina privada. Estaba en un estado totalmente distinto: tembloroso y apenas hablaba. Su mujer, sin que protestara, le cuidaba como a un niño: Le estiraba el jersey, le colocaba en su sitio el cuello de la camisa y abotonaba su chaqueta. A pesar de que le conocí enseguida, creí oportuno no decir nada. Fue su mujer, a quien yo no conocía, quien se dirigió a mí:

- Es la primera vez que venimos a este médico. ¿Es bueno?

Les tranquilicé en cuanto a la calidad del doctor y me di a conocer. Por mi relato de la fecha de la estancia en el hospital, enfermedad que padeció, por saber el nombre de su población y el trabajo a que se había dedicado, para ella, no había ninguna duda. Él no dijo nada, nunca le oí hablar. No era ni la sombra de siete años atrás: parecía una mente casi perdida en un cuerpo tembloroso.

Además de los prejuicios citados, tampoco le enviaré mi carta, porque le hablaría de Dios y no creo que usted esté en esta sintonía. Yo, hoy, recalco hoy, para no hundirme en la nada necesito creer que disfrutamos de la vida en calidad de préstamo y es Dios el único dueño. Un dueño que nos ama aunque no podamos comprenderlo. Él tampoco se bajó de su cruz. Si hubiera hecho ese milagro habría ganado para su Reino un puñado de los allí presentes. Pero, ¿a usted y a mí de que nos serviría? ¿Cómo se podría encajarse el dolor desde el cristianismo? Ve. Ya le he hablado de Dios. Me llamaría mojigato. Pues, usted ya ha elegido so opción por la muerte.

¡Vaya amistades que usted tiene! En un fallo no he anotado el nombre de esa Asociación que le presta ayuda jurídica. No sé qué de la Eutanasia. ¿No ve que le están utilizando? Para ellos, no se trata de su caso concreto, sino de eutanasia sí, o eutanasia no.

Tampoco le enviaré mi carta porque le haré recomendaciones que no serían de su gusto. En mi interior le recomendaría repetirse unos versos de Santa Teresa que a mí me han dado buenos resultados: "Nada te turbe, / nada te espante. / Todo se pasa. / Dios no se muda. / La paciencia todo lo alcanza. / Quien tiene a Dios ,/ nada le falta. / Sólo Dios basta". Usted, que es poeta, no me dirá que los versos no son bellos. Aun así, con esas amistades que usted tiene, haría el ridículo enviándole estos versos. ¡No se deje engañar hombre! Usted, yo, y miles y miles de enfermos, necesitamos valientes que dejen su piel y su vida ayudando a los demás. Si alguien quiere ayudarnos a morir fuera de tiempo, cuanto más lejos, mejor.

Aunque no le enviaré mi carta, le recordaré, o me recordaré en su persona, unas frases de autor que tampoco estarían de acuerdo con su posición elegida: "El dolor nos hace mejores, más comprensivos, nos centra en nosotros mismos, nos persuade que la vida no es una distracción sino un deber". (Cantú). Y: "No hay nada capaz de ayudarnos a vivir aun en las peores condiciones, como el hecho de saber que la vida tiene un sentido. (V. E. Frankl).

Como le he dicho, no podría enviarle mi carta, porque no debo tratar de imponerle mi moralidad. Por supuesto, no quiero ser insoportable. Pero, ¿tengo razón? No lo sé. Toda mi seguridad es una confianza en un Ser Supremo. Y, eso se cree, pero no se puede demostrar. Hoy, prefiero una palabra de ánimo a que alguien me aconseje la muerte. ¿Mañana? Ya veremos, no sé cómo vot a pensar mañana.

Le pido disculpas por haber utilizado su nombre para hablarme a mi mismo. Sea cual fuere la resolución de la Justicia, no la voy a discutir. ¿Sabe por qué? Porque a mí me importa la persona, usted Sr. Ramón. A esas amistades suyas, les importa sólo la eutanasia. Pasan de usted. Yo le deseo lo mejor. Le daría una palabra de ánimo. Pero, ¿sabe? Le encuentro animadísimo, bien atendido físicamente y habla usted con una serenidad pasmosa, muy lejana al desasosiego propio de cualquier suicida. Le daría un consejo, y se lo daré al aire por si quiere trasmitírselo: Siga escribiendo versos con la boca. ¿Sabe? Me gustaría ser uno de sus lectores. Sin más, con un abrazo, se despide un amigo...

P.D.: Algún tiempo después de la fecha de esta carta el Sr. Sampedro Cameán falleció por muerte asistida que fue investigada por los Tribunales de Justicia.



183- SANTO JOB

En la actualidad, algunos creen que las historias tipo Romeo y Julieta son cosas del pasado, propias solamente de tiempos medievales. Lo cual ni siquiera sería real porque en el pasado se han llevado en muchísimas ocasiones los matrimonios de conveniencia. Hoy, en la sociedad del mundo desarrollado, cuando en teoría parece un aspecto más libre, se tiene del amor una idea más material importada de la expresión francesa: "faire l'amour". Según esa forma de decir, hacerlo, lo hacen, pero, quienes abusan de la expresión, ¿sienten por el otro conyugue algo más allá de un deseo sexual capaz de resistir los embates de cualquier circunstancia adversa? Hoy la gente se casa, se descasa y se vuelve a casar, o se junta, se separa y se rejunta, con una facilidad asombrosa.

Pero para poder generalizar, no ha de dejarse llevar por apariencias ni por las experiencias de cuatro pelagatos, con carnet de famosos, que pueblan las revistas denominadas del corazón: Todavía quedan por el mundo románticos no menos enamorados que los citados personajes protagonistas de la obra teatral del autor dramático William Sakespeare y dispuestos a llevar su amor hasta la muerte. Y si no se lo creen, escuchen esta historieta de humor sucedida en medio del caos del juzgado de guardia de una gran ciudad:

Su Señoría intentaba poner orden a golpe de mazo en aquella ruidosa sala donde todos hablaban a la vez y entraban y salían sin ton ni son. Se trataba de enjuiciar por sentencia rápida el caso 6008, que correspondía un presunto ladrón a quien el dueño de una boutique había sorprendido en su establecimiento a altas horas de la madrugada. El Sr. Juez, después de leer para sí por encima de las gafas las acusaciones, recopiladas por el Secretario del juzgado, se encargó de recordar a los presentes en la sala el numerito en cuestión:

- Caso 6008. Proceso seguido contra el acusado Ángel Martínez, pillado in fraganti a las 12 de la noche robando en el comercio de venta de ropa femenina Caperucita Roja.

Volvió a sonar el mazo para requerir silencio al público.

- Silencio, por favor.

Era el turno de interpelaciones del Sr. Fiscal y, haciendo uso de su vez, planteó sus interrogantes al acusado:

- ¿Sr. Ángel, entró o no entró usted a robar en la fecha de autos a la mencionada tienda de ropa?.

- Protesto, Señoría: El Fiscal está coaccionando al acusado con interrogantes directos -intervino el abogado defensor de oficio-. Debería retirar la expresión "a robar".

- No ha lugar la protesta -replicó el Sr. Juez que ya se estaba durmiendo-. En la recopilación de hechos consta la expresión "in fraganti".

- Está bien. Está bien -corrigió el Fiscal-. Aunque el Sr. Juez no me lo pide, repito la pregunta según sus deseos: ¿Entró, o no, en la fecha de autos a la mencionada tienda de ropa?.

- Sí, lo confieso, he entrado. Y, además, he entrado cuatro veces el mismo día -respondió el acusado.

- ¿Cuatro? -preguntó el Fiscal sorprendido porque no podía esperarse aquella clase de respuesta-. Le advierto a usted que aquí no estamos de bromas, este juicio es muy serio. En el desempeño de mi oficio he oído siempre negar los hechos a los acusados, pero nunca multiplicar los delitos por cuatro.

- Solicito que se aplace la sesión para advertir al acusado que sus declaraciones pueden ser utilizadas en su contra pidió el abogado defensor.

- Solicitud denegada -replicó el Juez mirando por encima de las gafas-. Esto es un juicio rápido. Tal solicitud sólo podría ser concedida en un juicio por el trámite normal. Continúe la sesión.

- Verá usted -se explicó el acusado-. Yo no he multiplicado los delitos por cuatro. Entendámonos: a robar sólo entré la primera vez.

- ¿Y las otras tres veces siguientes puede decirnos a qué entró usted?.

- Sencillo. Las otras tres veces entré para descambiar el vestido robado, porque no le gustaba a mi mujer el color del anterior.

En aquel momento, se acercó al estrado del Sr. Juez el propietario del establecimiento víctima del robo y, en voz alta para que lo oyese bien el público, repitió:

- ¡Retiro la denuncia! ¡Retiro la denuncia!

- Como demandante está usted en su perfecto derecho a retirarla -dijo en tono firme el Magistrado-. El caso queda cerrado. Pero... ¿podría decirme la causa de su repentino cambio de parecer?.

- Señoría, no ve usted que el acusado es un pobre hombre que tiene más paciencia que el santo Job: ¡Cualquiera de nosotros sólo habría vuelto allí, no para descambiar el vestido, sino para descambiar a la mujer!.



184- LA FESTIVIDAD DE LOS SANTOS

(Publicado en la revista Regañón).

Dentro de pocos días llegará la festividad de "Los Santos". Como cada año, nuestros cementerios se llenarán de flores, de recuerdos, y de sentimientos. Creo que era Cicerón quien decía algo así como: "La vida de los muertos está en la memoria de los vivos".

La muerte es un fenómeno seguro para todo ser humano. Nadie se ha escapado de ella y nadie podrá jamás escaparse a tal final. Aunque sea lo contrario, forma parte de la vida. La Iglesia nos recuerda esa seguridad de la muerte de una forma peculiar el miércoles de ceniza: "Polvo eres y en polvo te convertirás". A algunas personas la muerte les causa verdadero pánico: una angustia atroz. En ocasiones, afortunadamente las menos, la deseamos. Malo es este último extremo, es una gran depresión, pero la situación anterior de olvidarla por completo teniéndola por irreal, viviendo como si fuéramos aquí eternos, tampoco es saludable. Casi siempre ignoramos la muerte, como si con nuestra actitud de ignorancia pudiéramos aplazarla o evitarla. Es la postura más sana de las tres relatadas, pero no conviene perder de vista la sentencia de que algún día hemos de convertirnos en polvo.

Alguna vez, y por meditar, he pensado en la hipótesis de una vida sin fallecimiento. Esa suposición termina por no caber en mi pensamiento. Sin un final a la vida pendiente sobre nuestras cabezas como espada de Damocles, los hombres nos dedicaríamos a acumular riquezas a costa de quitárselas a otro ser humano. Ya lo hacemos, es muy cierto, pero en ese caso el problema llegaría al infinito, haciendo inviable la existencia en el planeta. Sinceramente, ¿cuánto nos duraría de esa manera el mundo?.

No sé por que motivo, de siempre se ha pintado a la muerte esquelética y con una guadaña al hombro. El mayor desacierto en su descripción es ponerle género femenino. La pintan fría, trabajadora sin descanso, y hasta sorprendente: cuando menos se espera te suelta un "¡ven!". Y no sirven las protestas.

Soy creyente. Desde ese punto se ve sentido a la vida y a la muerte. Las dos cosas van unidas. Ya lo dice Octavio Paz: "Si nuestra muerte no tiene sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida". Es absurdo y hasta irreal buscar un sentido a la vida prescindiendo de la muerte. El cristianismo enseña que estamos en este mundo de paso hacia una morada definitiva: "La vida no termina, se transforma". ¡Pero ah!, esta enseñanza no nos resuelve el problema de la incertidumbre. No lo evita porque la fe no es certeza, sino confianza

Confieso que los cementerios siempre me han sobrecogido y puesto la piel de gallina y los cabellos erizados. Recuerdo los entierros de mi pueblo. No asistíamos a ellos más de un centenar escaso de personas. El oficio de enterrador no existía. La fosa la cavaban los familiares del fallecido. Pero, respetando el dolor de la familia, la tierra la echaban encima tres o cuatro voluntarios de forma que cuando el cura acababa los responsos por el descanso eterno del difunto, la tarea del sepelio estaba casi finalizada. Pues bien, esta misma labor muchas veces la han practicado amigos de mi edad, pero aunque aún estaba en condiciones de poder hacerlo, nunca me encontrado con la fuerza de ánimo suficiente de coger una pala. ¡Que no, y que no!.

Debido a mi silla de ruedas, hace muchos años que no acudo al cementerio a acompañar en el acto de dar sepultura a un difunto. Sin embargo, últimamente estaba percibiendo un cambio en las costumbres. La asistencia a estos actos se estaba incrementando a pasos agigantados. Sin duda, la principal causa del incremento era la facilidad para viajar concedida por el aumento masivo de vehículos particulares. Ya no eran los entierros íntimos del centenar escaso de asistentes como en el pasado. El número podía llegar hasta el millar. Por contra a la mayor asistencia de personal, el acto perdía en sentimiento: La gente se saluda, se besa, y se grita, en el mismo camposanto. Da la sensación de no estar a lo que se celebra. Es un cementerio católico, pero muchos asistentes se irán a su casa sin haber rezado un Padrenuestro completo por el eterno descanso del alma del difunto. A veces, me suena a hipocresía y a modas tontas. De verdad, da la impresión de querer reparar in extremis el olvido al que el difunto ha sido sometido durante la vida.

Hace algunas fechas, con la ingenuidad de los niños: "los niños y los tontos dicen las verdades", eso se dice, mi sobrina de nueve años hacía una pregunta relacionada con el tema tratado en el final del párrafo anterior:

-¿Por qué todos cuando se mueren son buenos?

Eso mismo me pregunto yo, aunque lo haga de otra manera: ¿Hay que morirse para que te reconozcan la valía?.

Se murió Dolores Ibárruri, más conocida por la Pasionaria. Aquí en esta vida terrena, o te destierran o te canonizan. Todos los medios de comunicación se llenaron de noticias del suceso y se deshicieron en elogios a quien en otro tiempo negaron residencia en el país. Para entrar en el limbo de la fama también es preciso morir. Al parecer era una mujer honesta. La ideología pinta muy poco después de muerto, lo importante es haber sido fiel a unas ideas. La honradez no es patrimonio de nadie. Doña Dolores, o la Pasionaria, como se prefiera, fue leal a unos convencimientos, y tiene todos mis respetos. Pero siento decir que no más que el desconocido e hipotético Sr. Pérez y Pérez que en su estancia terrena no pasó de labrador, barbero, pastor, o alguacil sin ruido de una diminuta población. Pues también él, aunque más callado, cumplió con su deber con honestidad.

Estaba comiendo frente al televisor. Daban en el telediario de las tres de la tarde unas imágenes del sepelio de la ilustre política. Y perdonen mi irreverencia en un acto tan emotivo y de tanto sentimiento: La cuchara, sopa incluida, saltó por los aires en un ataque de risa. Lo que paso tiene guasa para mí, ¡sí señor, la tiene!: Ante el féretro, el bigotudo jefe de ceremonia extendía el brazo para gritar la palabra "salud". Desconozco las costumbres de cada uno, pero que ante tu cadáver griten: "¡salud!", no entra en mi cabeza ni con los impulsos de las hoces ni de los martillos que simbolizan el partido político de la fallecida.

Cuando me muera, a mí lo mismo me da, pueden incinerarme, pueden tirar mis cenizas al mar o a la montaña, pueden sepultarme bajo tierra, pueden echar mi cuerpo a los tiburones si fallezco en barco, o tienen mi permiso para repartir todos mis miembros para efectuar trasplantes, pero, por favor, que nadie alargue el brazo para gritar: "¡salud!". Me parece una burla. Me entrarían ganas de resucitar para responder:

- Gracias, pero ya no la necesito. ¡Cállate, gilipollas, debiste acordarte de mí cuando estuve vivo!.

¡Ah, sí, la festividad de "Los Santos"!. A los creyentes les recuerdo lo de: "una lágrima... se evapora, una flor... se marchita, pero una oración sube a Dios". Y a todos, crean a no crean, siguiendo a Cicerón, les pediré que honren a sus difuntos manteniéndolos vivos en el recuerdo.



185- SÉ TÚ MISMO

Es frecuente hallar personas tercas y obstinadas cuyo parecer, para ellas, es la única razón existente. Como dichos sujetos no razonan, no son capaces de admitir la existencia de otros puntos de vista. En sentido figurado, estos individuos son conocidos por cabezotas o cabezones. Siempre quieren salirse con la suya, porque la opinión de los demás no tiene ningún valor para ellos. Es la típica historieta del arriero que va por la vía del tren montado en su burro y se encuentra de frente con la locomotora:

- Sí, chifle, chifle, como no aparte ese cacharro de ahí, el menda no se aparta.

Por el contrario, aunque sea menos corriente únicamente a primera vista, se pueden encontrar sujetos sin una personalidad propia. Dicha posición es muchísimo más frecuente de hallar de cuanto pueda parecer. Pues ya se sabe el dicho: "¿Dónde va Vicente...? / Donde va la gente". Pero no es cuestión de meterse en cuestiones de masas donde, unos más, otros menos, casi todos andamos (en primera persona) como borregos dirigidos por las costumbres, modas, o directrices impuestas por cuatro listillos. Estas personas, de carácter tan poco consistente, caminan/amos dejándose/nos zarandear, como un árbol ante el viento, por las opiniones de los demás. A propósito de estos, llamémoslos/nos veletas, voy a contarles un chascarrillo:

Cuentan, que un padre y un hijo sintieron necesidad de realizar un largo viaje. Partieron al amanecer en compañía del único burro que tenían en su establo. En un principio, el hijo iba a lomos de la caballería y el padre tirando del ramal. Así viajaban, cuando se encontraron con un vecino de trayecto que les dijo:

- Chico, no te da vergüenza ir ahí subido mientras tu padre anciano ha de ir andando.

Movidos por la opinión del transeúnte intercambiaron las posiciones. Y se encontraron con otro viandante:

- Mira que señor más comodón. ¡Da usted una imagen lamentable! ¿No sería mejor que el niño fuera montado...? No tiene usted ni un ápice de dignidad.

Tras este parecer, se subieron los dos al burro y hubieron de oír la opinión de un tercero:

- ¡Pobre burro! Lo vais a espatarrar. ¡No lo veis o qué! ¡Qué barbaridad! Los dos encima del pobre bicho.

Se bajaron los dos para caminar delante del burro, y escucharon otro criterio distinto:

- ¿Para qué quieren ustedes un burro si van andando? Mejor sería que lo vendieran.

Y vendieron el burro en una posada y continuaron el camino. Y siguieron escuchando opiniones referentes a su forma de viajar:

- ¡Póbrecillos! -les dijo otro caminante-. Ni siquiera tienen ustedes un burro.

Seguidamente se dieron cuenta del error cometido por hacer siempre caso de la opinión de turno. Se arrepintieron de haber vendido al animal y, como ya no había enmienda, continuaron el camino a pié. Entonces toparon en su itinerario con un filósofo, que viajaba en su misma dirección, y le contaron la historia de cuanto les había sucedido y su error por haber vendido el burro por dejarse guiar por opiniones. Les respondió:

- Señores, no se preocupen. En lugar de burro pueden tener un hermoso caballo si lo desean. Usted agarra a su hijo de la chaqueta y el va relinchando y usted camina detrás trotando. Al cabo de un tiempo cambian, usted hace de caballo y él de jinete.

- ¡Usted nos toma el pelo! -respondieron al alimón padre e hijo indignados por la respuesta.

- ¿Yo? -contestó el filósofo extrañado-. ¡Qué va, señores!. ¿Acaso tengo cara de reírme de los demás? Cuanto propongo es una simple cuestión de mejorar con la fantasía una mala realidad. Ahí radica la diferencia entre un optimista y un pesimista. Eso forma parte de la vida. Ante la horca, por ejemplo, el primero se dice: "¡A que se rompe la cuerda...!", y sueña con libertad y con tiempos mejores. Por contra, el segundo se dirá: "¡Vaya, aquí se acabó todo...!", y se amarga pensando que ya es difunto. ¿Y qué saca este segundo? Nada. Aunque ambos van a morir, el uno tiene la ventaja de morir feliz mientras el otro muere amargado. Ustedes tienen la facultad de elegir entre cabalgar o ponerse a llorar por haber perdido al burro. Lo primero les elevará el ánimo, pero lo segundo les amargará la existencia.

Y a partir de aquel momento, padre e hijo trotaban y galopaban como si fueran dos niños jugando a cruzar las verdes praderas de un wester de cine.

La historia finaliza hablándonos de la primera opinión del siguiente caminante:

- ¡Qué locos están los dos!.

Pero nuestros protagonistas a estas alturas ya estaban hartos de dejarse llevar por los criterios de los demás... y siguieron de locos, o de cuerdos... nunca se sabe... ¿Se puede llamar a alguien loco por necesitar de sueños?.



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