Negros nubarrones en el horizonte.



Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Sumario: 206- El cuarto de los trastes. 207- "Mal con barbas, y peor con babas". 208- Una mona vestida de seda. 209- Solidaridad navideña. 210- Labrador, ¿qué estás haciendo?.



206- EL CUARTO DE LOS TRASTES

(Publicado en la revista Regañón).

Antiguamente, en todas las casas rurales de esta comarca existía un "cuarto de los trastes". ¡Cuidado!, no se llamaba trastero como actualmente en las ciudades, sino así, tal y como suena: "cuarto de los trastes". Curiosamente, aquí se decía trastes, no trastos como llama el diccionario a los utensilios inútiles. Aunque... en los pueblos, y menos en la época referida en mi escrito, no existía ninguna cosa totalmente inservible. Todo tenía alguna utilidad. Por lo menos, se guardaba para por si acaso pudiera servir algún día.

En otra ocasión hablaré del cuarto de los trastes de mi vivienda. Sin embargo, hoy voy a referirme en este escrito a la habitación de la casa de mi abuelo denominada con el nombre aludido. Aquella sala tenía mucho de magia o de misterio a nuestra mente infantil. Como a otros niños les asustan con la llegada del coco, cuando realizábamos una mala faena, mi abuela nos amenazaba con encerrarnos en el cuarto de los trastes. Por eso, cuando eramos conscientes de que nuestro comportamiento no era correcto, pensar en aquella pieza de la casa, ponía nuestros pelos de punta.

El cuarto de los trastes de la casa de mi abuelo era una estancia bastante amplia. En los pueblos las viviendas no tienen problemas de espacio. La oscuridad siempre reinante y la puerta permanentemente cerrada con una aldaba, le daban un cierto misterio a nuestros ojos tiernos. Un diminuto ventanuco sin cristal a la considerable altura de dos metros (imposible asomarse por él) era el único contacto con el exterior. Por si dudáramos de si cabía o no cabía por él (para salirnos si fuéramos encerrados) nuestro cuerpecito de niños si con nuestro ingenio acumulando objetos lográbamos acceder a su altura, la abertura estaba bloqueada por una reja y una alambrada. Pero, ¡por Dios!, nadie piense que el cuarto servía de cárcel. El enrejado era habitual en todas las ventanas y ventanucos de las casas rurales. La razón del alambre del ventanillo era impedir la entrada a los gatos, pues también servía para guardar algunos alimentos cuando por motivos de espacio no cabían en la diminuta despensa situada debajo de la escalera.

En aquella habitación había de todo. Allí tenía acomodo cualquier objeto que no tenía sitio en las otras piezas de la casa. Había una gran percha de varios metros de longitud donde se colgaba toda la ropa fuera de servicio. Allí, estaban emperchadas todas las prendas en desuso, bien por estar desechadas por su antigüedad o por estar retiradas por estar en desacuerdo con la estación del momento. Sin duda, aquel hubiera sido un buen ropero para elegir el vestuario para un carnaval: abrigos, mantillas, mantones, capas, tapabocas, etc. Sobre una resistente banca había cuatro o cinco talegas de donde sacaban el harina para cerner, y posteriormente amasar y cocer el pan. De las paredes colgaban toda clase de herramientas de carpintería: sierras, serruchos, escofinas, barrenos, etc. Aprovechando un esconce de un muro y apoyadas en su mango, mi abuelo guardaba las azadas de todas las clases y de todos los tamaños utilizadas en la huerta. También útiles para múltiples usos: cardar, hilar, lavar, cerner, amasar, etc. Por si fuera poco, del techo colgaban para el secado plantas medicinales olorosas para uso propio: manzanillas, poleos, tomillos, malvas, etc. A la par, colgadas de unas vigas con cordeles, había unas tablas donde se oreaban una docena de quesos. Lo peor de todo era el suelo, aparte de zapatos, zapatillas y botas, en él había una docena de viejas latas de conservas de pescado llenas de puntas, clavos, chinchetas, tuercas, tornos y arandelas... todo estaba clasificado según su especie y dimensiones. En este aspecto, el abuelo era un caso: enderezaba las puntas usadas a martillazos y las guardaba para otro servicio. Nada era ni viejo ni inútil.

Y antes he dicho lo peor era el suelo, porque con tanta oscuridad, pues los niños no alcanzábamos al encendedor de la luz, era fácil pisar y volcar las latas. Y aparte de tiznarse las manos con el óxido de los clavos usados al intentar recogerlo, aquello era totalmente imposible de volver a clasificarlo con la misma meticulosidad que estaba ordenado.

A los 7 u 8 años, aproximadamente, mi insistente curiosidad me llevo a perder el miedo y adentrarme sigilosamente en aquella misteriosa sala y descubrí un mueble muy interesante. Era una vieja mesilla de noche sumamente vieja y corroída por la carcoma. En la parte superior tenía un cajón con muchísimos botones usados, de todos los tamaños y colores, que mi abuela guardaba para cuando hiciesen falta. En la inferior, de la mesita, tras una puertecilla, había un único contenido: dos tomos muy viejos. Parecían libros de texto. Eran una gramática y una aritmética. No me imagino a quién pudieron pertenecer. Era un caso muy raro, pues a nivel de la escuela local, una enciclopedia englobaba todas las asignaturas en un sólo tomo. Aquella aritmética estaba llena de números y operaciones: quebrados, exponentes y raíces cuadradas que nada me decían a mi edad. Pero, la gramática llamó mi atención con numerosas composiciones poéticas en forma de fábula con moraleja. Aquel libro cautivo mi interés, y algunas de sus composiciones desde una suma sensibilidad hicieron brotar mis lágrimas de niño. Sentado en el suelo, cuando mis ojos ya se habían acostumbrado a la semioscuridad, en la penumbra propiciada por la escasa luz entrante por el ventanuco, leeía y releía hasta el punto de aprenderme algunas de sus obras poéticas de memoria.

A la edad de 8 años somos más auténticos y jamás se nos ocurre valorar los escritos por la fama del firmante. No tenemos la malicia actual donde, influenciados por los modernos críticos literarios, calificamos la obra por el nombre del escritor. ¡Apañados están en la actualidad los autores desconocidos!. Les citaré una poesía de las de aquel libro, aprendida de memoria, pero no me pregunten por el autor, porque eso no lo sé. Nunca me fijé. Aunque, no creo que fuera famoso, porque jamás he vuelto a ver esas palabras en ningún otro libro. Pero vean:

"Eran Carlitos y Adela / dos hermanos, cariñosos / aplicados en la escuela, / como pobres bondadosos. / Al ir a la escuela un día / junto a la iglesia pasaron / y en la puerta se encontraron / con un pobre que dormía. // Despertarlo quiere el niño / para darle el pan que tiene, / mas, Adela lo detiene / y le dice con cariño: / - Déjale al pobre dormido. / ¡Que cansadito estará!. / ¿Sabrá quien le ha socorrido?. / Él no, mas, Dios lo sabrá".

¡Qué bonito!. Supongo que hoy se dirá que eso es sumamente sensiblero. Yo era niño, pero el mundo estaría mucho mejor si, a la par que nos hacemos hombres y adquirimos sensatez, supiéramos conservar un poco de sensibilidad. He de reconocer que al deleite en la lectura de este libro se debe mi posterior interés por la literatura.

Luego, marché del pueblo para permanecer de interno en el colegio. Cuando volví a casa de mi abuelo, aquella mesilla y sus libros ya no estaban. Alguien había hecho limpieza en el cuarto de los trastes, y aquella mesilla vieja y carcomida había prestado su último servicio: energía para cocer las alubias o para dar calor a la gloria algún día del frío invierno. ¿Y los libros...?. Nunca más supe de ellos. Me supongo que también fueron pasto de las llamas.



207- "MAL CON BARBAS, Y PEOR CON BABAS"

"Mal con barbas, y peor con babas". Éste es el contenido de un dicho jocoso castellano. Luego explicaré porque ha venido a mi memoria esta ingeniosa sentencia popular.

Hoy es 18 de marzo de 1994. Aunque el mes tenga fama de ventoso, las temperaturas benignas del día permiten la lectura al aire libre. El sol termina quemando mi piel. He de ponerme el sombrero. Sólo un ligero viento molesta al pasar de hoja de periódico. Por la mañana me he entretenido hojeando las noticias al sol. Todos los días paso algún tiempo con esta tarea, aunque, al revés de hoy, normalmente durante este mes de marzo ese entretenimiento hay que efectuarlo en el interior. Me he detenido en la página de sucesos internacionales. Bajo una fotografía de ataúdes reventados un titular decía así: "Cadáveres sin enterrar en San Petesburgo por causa de una huelga de sepultureros".

De momento, sólo me quedé con las palabras del titular. "Es un conflicto laboral", pensé. Pero, ¿por qué tienen que pagar los muertos las luchas por las mejoras económicas de los vivos? Si los sepultureros están de huelga, que los entierren otras personas. ¿No presumen en la extinta URSS de tener un ejército numeroso y disciplinado? ¡No me parece demasiado trabajo mandarle en este caso de emergencia enterrar a los muertos!.

Me pongo a leer la letra pequeña del periódico donde se desarrolla el titular citado y hay cosas en las que mi pensamiento anterior estaría muy acertado: Una cosa es una huelga, y otra bien distinta una barbarie: "Se entregaron -dice el texto- al cementerio 31 cadáveres y, ante la puerta cerrada, tuvieron que arrojarlos por encima de la verja de la entrada". ¡Qué barbaridad!. Por ese motivo los ataúdes, según se ve en la fotografía que acompaña al texto, están rotos, porque al ser arrojados por encima de la verja no resistieron el impacto de la caída contra el suelo, aunque nevado, endurecido por las heladas de las bajas temperaturas. "Algunos ataúdes -continua diciendo el periódico- han dejado entrever los cadáveres en descomposición atrayendo a las aves de rapiña".

Hay algunas cosas de cuanto he leído que no encajan en mi mente. ¿Cómo en una ciudad tan grande e importante se pueden permitir hechos de esta magnitud y gravedad? Y precisamente 31, cuando en una ciudad grande mueren cientos o miles en el total del periodo de descomposición de un cadáver. Y se explica allí... todo se explica: hay algunas cifras, una alusión a la moral y otra referencia a que en los últimos cuatro años se ha cuadruplicado en la ciudad el número de asesinatos. Pero no entiendo... no entiendo por culpa de una palabrita "morgue". ¿Qué significará? En un texto de 160 palabras se menciona en tres ocasiones "la morgue". ¿Será el nombre de algún Organismo Ruso? ¿Entonces por qué no lo escriben con la letra inicial mayúscula? A veces en el contexto se comprende el significado de una palabra desconocida para nuestro entendimiento, pero hoy no he podido adivinarlo. Pero, ¿para qué sirve el diccionario?.

He buscado morgue en un diccionario pequeño, y no estaba. ¡Pues sí es difícil la palabrita! La he buscado en otro diccionario mayor y pone lo siguiente: "morgue: Edificio para depositar y exhibir los cadáveres desconocidos con el fin de que los reconozcan sus deudos o el público".

Ahora comprendo porque sólo hay 31 fallecidos sin enterrar en una ciudad donde mueren cientos o miles durante el tiempo que lleva la descomposición de un cadáver en gélidas temperaturas: son los cadáveres de esa procedencia, de la morgue, de esos cadáveres que se exponen por falta identidad. Ahora entiendo las alusiones a la falta de moral y las cifras finales del texto atribuidas a un tal Valeri Andreev responsable de la morgue central de San Petesburgo: Afirma que en su centro entraron 11.000 cadáveres en 1990, 13.000 en 1991, 15.000 en 1992 y 20.000 en 1993. ¡Cifras de infarto, donde puede observarse un incremento claramente progresivo! Pero sobre todo, con ellas se me hace más inteligible la adecuación al caso de las declaraciones del propio Valeri Andreev: "La moral ha caído muy bajo en este país".

Mal debían ir las cosas en la extinta URSS con el antiguo comunismo. Pero, según la escalada progresiva de los datos anteriores, se deterioran a pasos agigantados con el régimen actual de gobierno. Ante estas cifras no puede negársele a Valeri Andreev la razón de sus declaraciones sobre la moral en la anterior URSS, o CEI como se llama ahora. Yo, en relación con la situación del país en cuestión, me remito a lo dicho al comienzo de mi texto: "Mal con barbas, y peor con babas".



208- UNA MONA VESTIDA DE SEDA

Según un refrán muy popular: "aunque la mona se vista de seda, mona se queda". Y metido en dichos, añadiré otro distinto, pero complementario del anterior, para con ambos ilustrar cuanto voy a decir en mi comentario: "las apariencias engañan". Dichos los dichos (valga la redundancia), voy a darles una aplicación a mis exposiciones.

No se trata, pues, de vestir a la mona de seda para que deje de ser mona. Esa pretensión sería imposible de realizar según el refrán antes aludido. Se trata simple y llanamente de vestir a la mona para darle mediante ropajes otras apariencias distintas a las propias de su identidad de primate con intención de engañar. Eso sí lo admite el segundo dicho. A tal efecto, recuerdo la letra de una vieja e irónica canción:"Marcos se casó en Segovia, / era cojo y jorobado. / ¡Cómo sería la novia, / que Marcos salió engañado!". "¿Estaría vestida de seda como la mona?", me pregunto yo.

Ya en serio y metido en el comentario elegido para hoy, no creo que la publicación de ninguna noticia sea imparcial. La oportunidad de transmitir determinada noticia y no otra, tal vez más interesante que la primera, puede suponer una parcialidad. Consciente o inconscientemente, toda noticia lleva impreso el sello de quien la elabora. Eso de la objetividad es un cuento chino. Y una prueba de cuanto digo está en el hecho de que cualquier lector puede elegir la marca del periódico a comprar según su propia ideología. No es lo mismo leer un "ABC" (de derechas), que "El País" (socialista), por ejemplo. Los dos diarios dan las mismas noticias, pero, está claro, los mismos sucesos se pueden tratar y se tratan de modos diferentes para llevar al lector hacia la tendencia ideológica afín al medio de comunicación.

Estos primeros días del mes de septiembre de 1994, entre otras noticias, los noticiarios televisivos de la cadena pública informaban sobre lo sucedido en la Conferencia de Desarrollo y Población celebrada en la ciudad egipcia de El Cairo. Esta claro que la televisión pública es de la ideología del Gobierno y trata el contenido televisivo a su medida. Escuchando el telediario se podía dar uno cuenta de que esa mona (noticia de La Conferencia del Cairo) estaba vestida de seda con intención de engañar. Si uno no estuviera alerta, y lo estaba, al percibir las noticias sobre el tema indicado, podría llegar a la conclusión de que el Vaticano es el causante de todos los males de la tierra, incluido el hambre del Tercer Mundo. Estos señores que elaboran las noticias en TVE no están interesados en conocer el meollo del asunto: "Que si el Vaticano tiene ideas fijas y no dialoga", dicen, "que si se queda sólo ante la opinión de los demás", "que si en sus teorías defiende lo que los católicos ya no siguen", que si...". ¡Tonterías!.

No se dan cuenta de que el Vaticano está hablando la lengua de una religión, creíble o no creíble. No se refiere a cualquier idea o partida presupuestaria que puede ser compensable con otra. No se dan cuenta de que el Vaticano no es ninguna democracia. El Vaticano ha de defender sus posiciones aunque moleste a los poderosos, aunque nos quedemos él y yo solos. No se dan cuenta de que en mi pueblo dicen: "a misa tocan, y va el que quiere". Esto es: cada cuál tiene su libertad y puede actuar como le parezca. El Vaticano sigue, y seguirá teniendo, la obligación de exponer en voz alta sus normas se escuche o no se escuche. El Vaticano orienta a los católicos, pero no les obliga. Cierto es que para los católicos el perdón no está para pecar, pero sí existe para quien peca.

Para colmo y más pitorreo, en el programa televisivo "Informe Semanal", con intención de confundir, titulaban el reportaje sobre la Conferencia del Cairo: "creced y multiplicaos". Esa frase pertenece al Génesis. Este libro es una narración poética de la Creación. No tiene ninguna apreciación literal. Ha de entenderse más allá de lo textual. Es simplemente una forma de decir que Dios creó el mundo: ni Dios necesitó barro, ni siete días, porque para Él, según esas creencias religiosas, el tiempo no cuenta. Desde luego, "creced y multiplicaos" no es ninguna norma a seguir por los cristianos. Pero a nadie, ni en telediarios ni en "Informe Semanal" se les ocurrió citar que la primera y principal norma del cristianismo, y por tanto del Vaticano, que sígase o no se siga, es colaboradora, como ninguna otra, al Desarrollo del Tercer Mundo: "ama al prójimo como a ti mismo". Pero a algunos de los asistentes al Cairo y a los elaboradores de noticias y programas en televisión española no les importa un pito el Desarrollo del Tercer Mundo. No les interesa el hombre mismo ni, por supuesto, el hambre humana. Les importa únicamente el control de la Población. Entiéndase: "No vaya a ser que al Tercer Mundo el hambre le haga rebelarse y cambien las tornas". Se les ve el plumero.

Hoy es martes, 20 de septiembre de 1994. Voy a copiar aquí en mi escrito un trozo muy pequeño del evangelio del domingo, día 18 de este mismo mes. Por supuesto, este texto evangélico está puesto en boca de Jesús:

"Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:

- El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado". Desde luego, esto yo no lo interpreto como una llamada a la procreación, sino como, se puede extraer claramente del contexto de este pasaje evangélico completo, un estar de parte del más débil. Y si el Vaticano en la Conferencia del Cairo me hubiera dado a entender que este pasaje sacado del evangelio dominical ya no está vigente, no me habría borrado de sus filas, porque el catolicismo no es ningún partido político para tener afiliados y no estoy apuntado físicamente. Pero... sí me habría despedido por "sécula seculorun. Amén" (por los siglos de los siglos, amén, para quien no entienda latín).

Quienes valoran a los hombres según su apariencia (como los elaboradores de las noticias televisivas), se dirán: "¡Vaya alhaja que se pierde el Vaticano!". Pues sí, tengo mal concepto de mí mismo, sí, por eso precisamente me identifico con el débil. ¿Seré uno de esos de los débiles que ensalza el evangelio?. Y, supongo que mi misma actuación la tendrían los demás católicos de los llamados practicantes. Una cosa es ser débil de espíritu y fallar y no seguir las normas, lo hacemos todos porque somos humanos y otra muy distinta quitar validez a la norma básica del amor. Si así se hiciera, prescindir del amor, ser cristiano no tendría ningún sentido. Eso me digo yo, pero en televisión de esas cosas no están enterados.



209- SOLIDARIDAD NAVIDEÑA

29 de diciembre de 1994.

Sra. Rosa Villacastín:

Un saludo.

Yo sé muy bien que me dirijo a una prestigiosa periodista, aunque usted no puede conocerme a mí. Cada semana me encuentro por partida doble con sus artículos. En honor a la sinceridad, no me encuentro entre sus lectores incondicionales. Sus escritos de "Diario de Burgos", publicados en domingo, no los leo. Lo admito. No me importa un carajo si Rocío Jurado está acaramelada con su novio, Chaveli lleva el vestido azul o los pantalones de color de rosa, o Ana Obregón le ha tirado los trastos a la cabeza al Conde Lecquio. En cambio, si suelo leer su artículo de "El Suplemento Semanal" donde suele tratar temas de sociedad, pero más generales. Aunque, para ser sincero, lo hago sin demasiado interés. No suelo considerar interesantes para mí varios de los asuntos tratados por usted. Por contra a no sentirme interesado por sus escritos, le reconozco un estilo de escribir bello y fácil para el lector. Utiliza frases sencillas y concretas. Eso sí me gusta.

No estoy de acuerdo con su articulo de "El Suplemento Semanal", 4 de diciembre de 1994, titulado "Solidaridad navideña". Estoy en un punto opuesto al suyo. Personalmente, creo que la concesión del 0,7 por ciento para el Tercer Mundo, es injusta. Cualquier cantidad para este fin sería injusta. Deberíamos hacer un mundo de hermanos. Mientras tanto, un 0,7 me parece algo mínimo que no se puede negar, y ni siquiera regatear.

Aunque, usted realiza una crítica suave, reconociendo: "En el tema del 0,7 no voy a negar que se ha conseguido una cosa importante: la solidaridad con los que sufren más allá de nuestras fronteras". Aun así, usted me ha sorprendido enormemente con su escrito. Yo pensaba que nadie culto y medianamente sensato podía criticar de forma negativa la concesión del 0,7 por ciento. Y, le consideraba a usted en posesión de cultura y sensatez suficiente para no discrepar de la petición de esta medida. Me ha sorprendido usted. ¿Estaré equivocado? Es más, fuera de la suya, no he hallado ninguna opinión periodística negativa en este punto. Casi todos los periodistas han dedicado unas líneas de su columna a favor del 0,7 por ciento, alguno, lo ha ignorado, pero, salvo usted, nadie se ha atrevido a dar una opinión desfavorable.

Comienza con una frase atribuida a su abuelo, la de: "Tirar con pólvora ajena". Es un despropósito sacar a mientes esa frase tratándose de la lucha por la concesión del 0,7. ¿Ciertamente se pide un dinero que no es propio? No, no se pide nada que no sea propio. Hacienda somos todos. Eso dicen. Pero, se ve que eso sólo es un slogan para recaudar. No obstante, usted no puede acusar a los manifestantes del 0,7 por ciento de "tirar con pólvora ajena": Cuando ellos se metían en su saco de dormir a 0 grados, mientras usted disfrutaba de colchón, sábanas y mantas, ¿tiraban con pólvora ajena? Cuando se lavaban la cara de mañana en un grifo helado de la calle, mientras usted gozaba de la ducha con agua caliente, ¿tiraban con pólvora ajena? Cuando hacían huelga de hambre, mientras usted se desayunaba su café con leche y ricas tostadas, ¿tiraban con pólvora ajena?.

Tampoco puede acusar a los manifestantes, como lo ha hecho, de no comprometerse. "Pero les ha faltado esa dosis imprescindible de generosidad para implicarse en un proyecto que va más allá de los gestos y las palabras grandilocuentes", dice. Y varios párrafos después añade: "Estaría de acuerdo con los que abanderan la campaña del 0,7 si cada uno de ellos hubiera renunciado a una parte de su sueldo, de su paga semanal, o a través de la declaración de la renta, en beneficio de esas organizaciones (...) que (...) garantizan que el dinero destinado a los pueblos más pobres sirve para paliar en la medida de lo posible las necesidades inmediatas".

En contestación a estas dos citas textuales, le diré lo siguiente: Que conste: yo no le acuso a usted de falta de compromiso en su ayuda al Tercer Mundo. No puedo saber lo que usted hace o deja de hacer. Por eso mismo, usted no puede acusar a nadie de no comprometerse. Privadamente, usted no sabe lo que hago yo, ni tampoco yo sé cuanto hace usted. Por tanto, no puede juzgar el grado de compromiso de los manifestantes. Diría más, estoy seguro de que muchos han dado algo más grande que dinero. Algunos han compartido sus vacaciones con los más desfavorecidos de la tierra. Otros, han dedicado algunos días de su vida a pedir justicia para los desheredados del mundo. ¿Eso no es nada? ¿Hay algo más noble que pedir para otro? Tenga usted en cuenta que la mayoría de manifestantes son jóvenes sin bienes. Esa es la grandeza de esta manifestación. Son los jóvenes quienes nos llaman la atención a los adultos acomodados en nuestra sociedad del bienestar. ¿Quién le ha dicho a usted que los manifestantes no han renunciado a una parte de su sueldo o de su paga semanal en favor de Tercer Mundo? ¿Sabía usted que solamente Ayuda en Acción (una más de las organizaciones no gubernamentales) tiene 300.000 socios en España?.

Ignoro por qué usted quiere hacer diferencias. Todos somos seres humanos, y el nacer aquí o allá es solamente una circunstancia. "El Gobierno de la nación, dice usted, de las Comunidades Autónomas, de los Ayuntamientos, antes que nada deben solucionar los problemas internos de nuestra comunidad que son muchos y tan graves como los de los países subdesarrollados". Lo último que dice al tildarlos de "tan graves como", es mentira. No es lo mismo tener necesidades (crisis económica) que morirse de hambre. Mire Sra. Villacastín, Cáritas es una Organización que puede saber mejor que nadie las necesidades existentes en España, porque se dedica a ayudar a los más pobres de entre nosotros. Pues Caritas-Burgos anunciaba que ellos no dan el 0,7, sino el 1 por ciento. Un ser humano es un ser humano, sea de aquí o sea de allá. El mismo mérito tengo yo, que mi amigo Manuel de Ecuador. El mismo mérito tiene usted, que mi amiga Amalia Margarita de Ecuador. ¿Cree usted que tendría el mismo éxito como periodista si fuera de, y viviera en, Somalia? Allí, preocupados en buscar algo que echarse al estómago, les importaría un carajo los trapitos lucidos por Lola Flores, o los modales de Jesulín de Ubrique.

Es cierto, no se puede ver al prójimo de lejos si se cierra los ojos al de cerca, y dice bien: "No hace falta ir a Africa para ver niños desnutridos, familias destrozadas porque varios de sus miembros están enganchados a la droga y no tienen medios económicos para llevarles a un centro de desintoxicación". Nadie trata de quitar nada a los necesitados de aquí para dárselo a los de allá. Usted plantea una confrontación inexistente. Tampoco se puede ignorar la situación del Tercer Mundo centrándonos en unos problemas reales, pero distintos. Son problemas (vergonzosos) de marginaciones, cuya existencia es mucho más honda que darles unas monedas.

Volviendo al Tercer Mundo, ¿sabía que las dos terceras partes de los habitantes del mundo están en el subdesarrollo? Si en el mundo no crecemos todos juntos en calidad de vida, es una injusticia. Y esa es la verdad, nosotros crecemos a costa de ellos. ¿Sabía usted que, por ejemplo, esa hermosa y elegante pieza de marfil que pudiera adornar su pasillo y le pudo costar 150.000 pesetas, la compraron en Kenia por noventa cochinos duros? Pues encima, les exigimos conservar los elefantes para poder disfrutar haciendo nuestros safaris fotográficos. ¿Sabía usted que esa estantería que pudiera tener para colocar los libros y le pudo costar 120.000 pesetas, proviene de madera de la Amazonia donde la compraron a 900 pesetas el metro cúbico? Pues, aún les exigimos conservar el pulmón del mundo para poder respirar entre los tubos de escape de nuestros coches (que no de los suyos). Ya sé por sus artículos que usted viaja en taxis, (dicho para que sepa que no sólo hoy he leído sus escritos) pero los taxis también tienen tubo de escape de nuestros coches, que no de los suyos. ¿Sabía usted que la planta química de Bophal (India), de la que hace poco se cumplía aniversario por una catástrofe provocada por la fuga de gases tóxicos, estaba en la India por que no la querían en el Mundo Desarrollado? Pues para colmo, dicha planta produce para nosotros, no para ellos. ¿Permitiría usted la instalación de una planta química cerca de su casa?.

No sólo yo hago preguntas, también las hace usted en su artículo, vea:

1- "¿Por qué no empezar por acortar las desigualdades sociales que produce la economía de libre mercado?" Porque no hay ganas, contesto. Sencillamente, porque hemos creado una sociedad egoísta donde queremos nuestro propio bienestar por encima del de el vecino.

2- "¿Porque no invertir parte del 0,7 en proyectos de futuro que den una salida digna a esos jóvenes que no consiguen un primer empleo precisamente porque no tienen experiencia?". Deje en paz al 0,7 por ciento, respondo. No es cuestión de disputar fondos a nadie. Más que dinero, o primero que dinero, para atender a los de aquí haría falta voluntad. Hacer una sociedad menos egoísta de la que participen todos. Y, para eso, de nada sirven los fondos si no hay sensibilidad y voluntad.

3- "¿Por qué no exigir a todos los partidos sin excepción un proyecto eficaz para reinsertar a los emigrantes que llegan a nuestro país en busca de bienestar y que en el suyo están lejos de conseguir?". Eso primero que usted dice está muy bien, replico. ¡Felicidades!, Sra. Villacastín, por una vez se ha acordado de los de fuera. Sin embargo, ¿qué es preferible, intentar desarrollar el Tercer Mundo donde está y tienen sus raíces, o traérselo acá para que comprueben nuestro nivel de vida, pero no lo caten? ¿O, es que quiere que vengan para que sean nuestros esclavos? ¿Aún le parece pequeño ese mundo de marginados que usted en su artículo sí ha visto en España? De todas formas, ¿sabe que a la inmigración en occidente le ponen cuotas? ¿O solamente quiere que vengan unos miles... y el resto... que se pudran?.

Finalmente dice: "Hagamos campaña, acampando delante de los organismos pertinentes para que el próximo año no haya mendicidad infantil en nuestras calles, ni zonas stop en nuestras ciudades. ¿Cómo? Siendo un poco más generosos, más sensibles con los problemas de los demás". ¿Los del Tercer Mundo no son los demás para usted, o qué? Y añade como broche final: "A esas campañas me apunto". Supongo que todos los manifestantes por el 0,7 que sí son generosos y sensibles ante los demás ( no lo dude), se apuntarían a esas hipotéticas campañas suyas, pero usted no se ha apuntado a la de ellos, y era muy real...

Sra. Villacastín, para mí, hoy ha estado usted muy poco acertada a la hora de escribir su artículo.

Sin más atentamente...



210- LABRADOR, ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?

(Publicado en la revista "Regañón", en enero de 1997).

Hoy, sin ser aficionado al deporte de la caza, en mis líneas voy a matar tres pájaros de un tiro: En primer lugar, bajo este título, voy a realizar una corta ofrenda a mi abuela: Rufina Muñoz Castaño. Ella se nos fue en el mes de marzo dejándonos con la miel en los labios de celebrar su centenario cuando aún vivía. Faltó medio año. El citado aniversario hubiera sido en noviembre, pero no pudo ser: Dios, en quien ella creía, se la llevó.

Mi abuela nació en Valbonilla. El hecho de pertenecer a una familia casi exclusivamente femenina, de siete hermanas, favoreció su carácter alegre. Tenía todo un repertorio de canciones y de versos que cantaba y recitaba de memoria. A nuestras preguntas sobre dónde había aprendido tantas cosas, siempre contestaba que en las coplas de los ciegos que por sus tiempos jóvenes se ganaban la vida cantando y recitando por los pueblos.

En homenaje a mi abuela, voy a ofrecerles a ustedes una de sus canciones. Tuve la ocurrencia de anotar alguna de cuantas le dejó la memoria ya debilitada de los últimos años. Se trata de un villancico: ese es el segundo pájaro de mi tiro. Es una composición muy acorde con el tiempo actual, ¿no? (Periodo navideño cuando escribo estas líneas, y ligeramente postnavideño cuando la revista Regañón llegue a los lectores). Es una lástima, pero no me es posible transmitirlo a ustedes con la música.

El tema del villancico guarda estrecha relación con la mayor actividad de nuestra comarca Odra- Pisuerga. Para gran parte de nosotros, trabajar en la agricultura es o ha sido nuestro modo de vivir. Y... ante la palabra labrador (que es una expresión más castiza que agricultor) se estremecen nuestros recuerdos: Ése es el tercer pájaro de mi hipotética cacería.

NOTAS: Este villancico, de autor desconocido, tiene el mérito de haberse transmitido oralmente: Oído cantar a mi abuela Rufina Muñoz. ¡Que ustedes lo disfruten!.

VILLANCICO.

Al Niño de Dios le llevan
huyendo del rey Herodes,
por el camino le esperan
muchos fríos y calores.

Al Niño le llevan
con grande cuidado
porque el rey Herodes, / porque el rey Herodes,
quiere degollarlo.

Caminaban adelante,
y a un labrador que vieron
le ha preguntado la Virgen:
- Labrador, ¿qué estás haciendo?

El labrador dice:
- Señora, sembrando
un poquito trigo, / un poquito trigo,
para otro año.

- Vendrás mañana a segarlo
sin ninguna detención,
este milagro lo hace
Nuestro Divino Señor.

Si acaso vinieran
por Él preguntando,
dirás que lo viste, / dirás que lo viste,
estando sembrando.

El labrador fue a su casa,
lleno de gozo y placer,
y todo lo que pasaba
se lo contó a su mujer.

La mujer le dice,
que no puede ser,
en tan corto tiempo, / en tan corto tiempo,
sembrar y coger.

A otro día de mañana,
vieron venir a caballo
todas las tropas de Herodes
por el Niño preguntando.

El labrador dice:
- Cierto que lo vi,
estando sembrando, / estando sembrando,
pasó por aquí.

Vuelven caballos atrás
llenos de ira y de rabia,
porque no pueden lograr
el intento que llevaban.

El intento era
llevárselo preso
para presentarlo, / para presentarlo,
al rey más perverso.

Este villancico de autor desconocido, tiene el mérito de haberse trasmitido oralmente. Oído cantar a mi abuela Rufina Muñoz de 96 años.



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