Negros nubarrones en el horizonte.



Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Sumario: 216- El bombardeo de Yugoeslavia. 217- Bueno... ¡lo importante es tener salud!. 218- Amor de madre. 219- Cangrejos. 220- El ciego.



216- EL BOMBARDEO DE YUGOESLAVIA.

"Dedico este texto en plena consonancia con sus ideas
a Luis Eguiguren, que hace unos días nos proponía
guardar un minuto de silencio por la paz". (Miguel-A).

Cuando suceden hechos como el bombardeo de Yugoeslavia, uno no sabe bien a qué carta quedarse. Le parecen remedios incomprensibles para situaciones más incomprensibles todavía. Puede parecer matar moscas a cañonazos. Y sin embargo, mi mente no alcanza a ver ninguna otra solución práctica. Intuyo que la buena voluntad y las demás recomendaciones evangélicas ya no son aquí soluciones suficientemente fuertes para acabar con el conflicto. Son excelentes medidas, pero únicamente de carácter preventivo.

Se diría que el fin nunca justifica los medios. Sí, ¿pero cómo la Comunidad Internacional puede permanecer impasible ante el éxodo masivo de los Kosovares?. El remedio podría ser peor que la enfermedad, pero el peor de los posibles remedios sería cruzarse de brazos. No se me ocurre otra cosa que decirle a un tal Milosevic: "Ponte bien, y estáte quieto". Sería inútil. Si no hace caso a los regalitos explosivos de la OTAN, las advertencias de un Don Nadie serían como predicar en el desierto. Y me temo que el tal Milosevic es más desierto que el desierto cuando, con razón o sin razón, permite que una fuerza con diferencia abismal a la suya continúe bombardeando a su pueblo por seguir manteniéndose en sus trece. Ni siquiera le vale lo de "rectificar es de sabios", o lo de Napoleón: "Una retirada a tiempo vale una victoria". ¿Qué hacer con personas de cerrazón mental?.

Probablemente, yo tenga prejuicios contra líderes nacionalistas y se pueda acusarme de falta de neutralidad en este conflicto. Eso del honor patrio me parece excelente, pero mi patriotismo sólo llega hasta el momento de no entrar en la falta de respeto hacia el de los demás. O sea: Hoy los Españoles ganaremos por cinco goles a cero a los Argentinos entrenados por Julio Frumento [;-)]. ¡Ah!, pero si ha de ser con patadas en la espinilla, ¡conmigo que no se cuente!. Es cuestión de ideología, porque ustedes ya se habrán dado cuenta de que un atáxico después de trece años en silla de ruedas, ya no puede dar pataditas en las espinillas por mucho genio que le quede :-) .

Ayer, cuando leía en el periódico el titular: "La OTAN seguirá sus bombardeos hasta que Milosevic no deponga su actitud", la frasecita me recordó un chascarrillo donde se parodiaba la tozudez de "un paleto" [de pueblo, como yo :-)]. El paleto caminaba por la vía del tren montado en su burro. Al verlo, el maquinista intentaba advertirle haciendo sonar el claxon insistentemente. A lo cual, el paleto respondía: "Sí, silva, silva, que si tú no te apartas, yo tampoco". La diferencia entre estos dos casos es que en esta guerra no existe cuenta atrás, mientras en la historieta en escasos segundos el poderoso tren engullirá al paleto que ignoraba que dicha máquina no podía salirse de la vía, y asunto concluido. Tampoco aquí será, como en el chascarrillo, la única víctima el tozudo personaje y su caballería: lo será todo el pueblo Yugoeslavo, y sin olvidar el sufrimiento infringido al pueblo Kosovar. ¿Pero será una víctima el cabezota con razón o sin razón?. ¿Qué apostamos a que sale ileso?.

De joven [ya tengo más años que Matusalén :-)] me gustaba jugarme al mus las cervezas y las meriendas [Dario, he dicho mus, no "chinos"]. Y pienso que todas las guerras debieran ser en el mismo compañerismo y con el mismo final que una partida de mus:

- ¡Órdago!.

- ¡Arriba las cartas!.

- Tú pierdes. ¿A qué hora es la merienda?.

¡Pero con estos "gilis"... órdago significa a ver quien tiene la bomba, o las bombas, más grandes [pido perdón a las damas por el doble juego de palabras del plural]!.



217- BUENO... ¡LO IMPORTANTE ES TENER SALUD!

Año tras año, en estas épocas prenavideñas resaltan las cifras de la fiebre lotera de estas fechas con titulares similares a éste: "La crisis económica no afecta al gordo". ¿Será una forma de decir que los gordos no van a "apretarse el cinturón"?. Bromas aparte, el gordo de la noticia son los 300 millones del primer premio de la clásica lotería de Navidad. Y tele, radio y prensa desmenuzan la noticia contando las cantidades jugadas por los Españoles como si se tratara de una hazaña histórica.

En la línea de la teoría expuesta hace años por un compañero en una conversación conmigo, ha de tenerse mucho cuidado al hacer una lectura correcta de esta clase de titulares. Cuantas más dificultades económicas haya, más se juega a la lotería. La gente busca un golpe de suerte para salir de la miseria. Es triste buscar en la lotería lo que le es imposible conseguir trabajando. Y, normalmente, estos sorteos a quien busca en la lotería esa clase de salida, sólo le traen más miseria. Son muchísimos los aspirantes y poquísimos los agraciados.

Como anoche no me acosté pensando en la lotería, no soñé con ella. Cuando me he levantado, los niños del Colegio de S. Idelfonso ya cantaban los números y premios salidos de los bombos. Desde la radio de mi cocina provenía el sonido retransmitiendo el sorteo Navideño. Ese sonsonete lotero es para mí como el principio de la Navidad. Me explicaré, porque a simple vista puede parecer una estupidez mayúscula contradictoria con mis opiniones de la lotería: Es un recuerdo de mis años de interno en un colegio y de la ilusión juvenil. Ése, el día del sorteo, era el primer día de las vacaciones de Navidad. La víspera hacia las 7 de la tarde regresábamos a casa, como en el anuncio televisivo del turrón: "¡Vuelve a casa... vuelve, por Navidad!". En ocasiones, hasta el soniquete de las "25.000 mil pesetas" me sirvió de música de fondo para la instalación del belén. Luego por la tarde, iba con mi padre a cortar unas ramas de pino para simular un arbolito navideño. El soniquete lotero se confundía en mi interior con la felicidad de sentirme junto a mis seres queridos.

Hoy no soy partidario de los sorteos. Tampoco admito la existencia de la suerte. De tener esa creencia, tendría también que creer en lo contrario, en la desgracia. De eso sabría más. Pero prefiero buscar una razón, que no lo es, más allá de las estrellas. La lotería de Navidad se salva de mi quema de todos los juegos de azar con dinero como objetivo final. Se puede jugar en una partidita de cartas un café, una merienda, o hasta una cantidad simbólica. Pero, pasar del divertirse al interés exclusivo por la apuesta, es otra cosa muy distinta. El juego se convierte en una lucha de intereses. No es divertirse y siempre acaba en malos modos.

Sencillamente, salvo de la quema esta lotería navideña, porque es distinta de todas las demás. Tiene un atractivo especial. La encuentro interesante por la bonita costumbre existente de intercambiar participaciones con familiares y amigos. Es como compartir una ilusión, aunque sea metálica. Pero no es material, el hecho en sí sólo es un símbolo de compartir.

Durante bastantes años, para el sorteo de estas fechas compraba tres décimos del mismo número para hacer participaciones y regalarlas a las personas cercanas. Me enteré que esa práctica era ilegal. Para hacer participaciones había que sacar un permiso y seguir unas normas. Abandoné la costumbre.

Dicen que este 22 de diciembre, fecha del sorteo navideño, es el día de la salud. Es el deseo más repetido en todos los comentarios.

- ¿Te ha tocado la lotería?.

- Ni gorda (de perra gorda).

- Bueno... lo importante es tener salud.

Sí, sí, esa es la interpretación nuestra, la de los participantes ocasionales, pero me gustaría ver la cara de decepción de los jugadores de verdad tras un sorteo negativo para sus intereses.

En una ocasión, en esta misma lotería de Navidad, tocó un premio suculento (250.000 pesetas de las de hace 20 años) a dos compañeros de los que nos reuníamos los domingos por la noche en un bar de Melgar de Fernamental. Desde entonces, adquirimos la costumbre de jugar cada uno un décimo semanal (200 pesetas). Así, pasados algunos meses, me junté con varios décimos en mi cartera. Estaban caducados por falta de ilusión para mirarlos. ¿Y para qué habría yo de querer una colección de billetes caducados?.

En ciertas épocas del año íbamos todos los lunes al mercado a Villadiego, y rellenaba una quiniela a medias con un compañero. Era él el entendido en la materia, yo no. En una ocasión tuvimos trece aciertos. ¡Menos mal que no lo celebramos!. Resultó ser una quiniela de esas facilonas y llenas de lógica. Sólo cobramos 428 pesetas.

En el año 1763 al Rey Carlos III [el que según canta Ana Belén "se quitó el sombrero / en la puerta de Alcalá. / Mírala, mírala, mírala"] se le ocurrió copiar la loto italiana para reponer las mermadas arcas del Tesoro. Tal iniciativa fue un éxito rotundo. Desde entonces, la lotería parece la gallina de los huevos de oro para el Estado. Animados por los suculentos rendimientos económicos, todos los tesoreros del erario público acuden a la productiva gallinita cada vez que hace falta dinero. Ya han creado tantas loterías que no hay quien las lleve de cuenta. Ya no es sólo la de Navidad... "que un día al año no hace daño". No hay día de la semana sin sus sorteos, incluso hay varios días con dos sorteos o más.

Digo yo que algo tendría que decir el Estado en la enfermedad de la ludopatía. El es el gran beneficiado y, por tanto, debiera sentirse responsable. Pero no, nada más lejos, cualquier día comunican la institución de otra lotería nueva. Si a este sin número de loterías del Estado añadimos quinielas, cuponazos, bingos, tragaperras y demás juegos de azar con fines lucrativos, esto parece un inmenso casino. ¡Cosas de la modernidad!.



218- AMOR DE MADRE

La historia utilizada en esta ocasión para homenajear a las madres en su día (en España es el primer domingo del mes de Mayo) es tan elocuente y sencilla como una fábula de animales. El relato, aquí descrito, apareció hace varios años en los artículos del National Geographic. Por tanto, es una adaptación para este fin basada en un hecho real. Sucedió después de un gran incendio en el bosque Yellowstone National Park. Se basa en un hallazgo de los guardabosques que ascendieron a la montaña para evaluar los daños provocados por el fuego.

Un guardabosques de cuantos trabajaban en Yellowsone National Park encontró un ave casi literalmente petrificada entre las cenizas: Estaba agachada sobre la tierra en la base de un árbol, como si fuera una escultura enegrecida y parcialmente chamuscada, simulando estar incubando los huevos de un hipotético nido sobre el suelo. Horrorizado por la visión de tan macabro espectáculo, el guardabosques golpeó levemente sobre el ave con el palo que llevaba para apoyarse. Nada más producirse la leve sacudida, tres diminutos polluelos echaron a correr desde debajo de las alas de la madre muerta. La amorosa madre, siendo totalmente consciente de desastre inminente, había llevado su descendencia al remanso de la base del árbol y los había recogido bajo sus alas a pesar de saber, por instinto, el peligro de los humos tóxicos y de las llamas.

El ave adulta hubiera podido volar en busca de lugares más seguros a medida que avanzaba el fuego. Sin embargo, en uso del instinto maternal se había negado a abandonar a sus polluelos. Cuando el calor de las llamas chamuscaron sus plumas, la madre había permanecido firme sabiendo que tenía a sus hijos bajo su cuerpo. En resumidas cuentas, había preferido morir mientras intentaba que sobrevivieran sus polluelos a quienes protegía cubriéndolos con sus alas.

Creo que no hace falta ningún comentario a este relato para entroncarlo directamente con la maternidad humana y el amor maternal. Tal vez debiéramos avergonzarnos porque una madre no merece solamente una fiesta al año, sino un reconocimiento durante toda la vida. No obstante, para quienes tenemos tendencia a ocultar las emociones, nos viene bien una fecha para tener un pretexto para sacar a la luz nuestros sentimientos hacia ella, ocultos durante todo el año, darle un beso y decirle: "¡FELICIDADES, MADRE!".



219- LOS CANGREJOS

Darío, 4/II/2000, escribió:

"Un abrazote de Darío [[que se acuerda con muchísima nostalgia, de aquellos cangrejos que antaño poblaban el Odra]]. Para los del otro lado del Charco: Hasta hace unos casi cuarenta años teníamos en nuestros ríos un cangrejo exquisito, importaron otra variedad a la que llaman cangrejo americano, que acabó con los autóctonos. Ahora tenemos ese no ya insulso, sino desagradable espécimen". (Darío).

He estado revisando mi vieja colección de fotografías. Viejas por dos motivos: Viejas, por el tiempo pasado desde su impresión, y viejas, porque son imágenes de antiguos trastos que pueblan los desvanes de estas poblaciones rurales y no pasan de ser instrumentos inútiles cuyo uso no puede ser otro que almacenar telarañas reposando en el olvido. A lo sumo, los desempolvarían para pasar a engrosar el número de objetos de algún anticuario que haga negocio a costa de coleccionistas nostálgicos. En mi álbum hay cribas de piel, una "macal" para hacer adobes, una carraca para tocar a los oficios religiosos de la Semana Santa, una brega para amasar el pan, calderas de cobre para cocer las morcillas, mesitas apropiadas para hacer el queso. Lavaderos para lavar la ropa en el río, garias, horquillos de madera, yugos, viejos aperos de labranza, etc. La foto dentro de mi colección que hoy llama mi atención, es la de unos reteles. ¿Que pasó con nuestros cangrejos?.

La responsable se llama afamicosis. ¿Qué es la afamicosis?. El cangrejo "rojo", el que actualmente se comercializa en las pescaderías, era criado en los modernos criaderos por ser más rentable. El daño llegó cuando esta clase de cangrejos fue lanzada a ríos y arroyos para potenciar la recría de estos crustáceos. Tal daño residía en que este cangrejo "rojo" es resistente a padecer la enfermedad conocida como afamicosis, pero puede ser portador del agente transmisor de ella. Esta enfermedad resultó tan grave que llegó a eliminar totalmente la existencia de nuestros cangrejos, llamados "autóctonos", que antes eran tan abundantes que en su pesca se contaban por docenas, como los huevos.

Estos cangrejos "rojos" (por el color de su caparazón), también llamados de las Marismas, son apodados "americanos". Son de poca carne, de cola estrecha, de caparazón duro, y fuertes y grandes pinzas vacías. Muy poco tiene que ver el gusto de estos crustáceos "rojos" con el delicioso sabor de nuestros cangrejos "autóctonos" de caparazón oscuro.

Hoy se venden cangrejos en las pescaderías, pero "rojos" y sin vida. Sin embargo, es muy fácil hallarlos vivos en mercados de estraperlo. Ocurre que la gente de aquí estaba acostumbrada a echar vivos los cangrejos a la cazuela de guisar y les repugnan los cangrejos muertos. La historia de vender sin vida el cangrejo "rojo", es así: La Junta de Castilla y León, no quiere correr riesgos de que nadie repueble los ríos de sus provincias con este tipo de cangrejos. Tal ley es inútil: La Administración, como siempre, no se entera de que se venden vivos (aunque más caros, claro), en los mercados clandestinos.

Por desgracia, los ensayos por repoblar nuestros ríos se llevan acabo con el cangrejo "señal", ya que no es posible hacerlo con el "autóctono". Del cangrejo "autóctono" sólo quedarían algunos ejemplares donde apenas interviene la mano del hombre. Aparte de ser muy difícil su adaptación a un nuevo ambiente y de que siempre sería posible arrojar cangrejos "rojos" al agua, la afamicosis ha afectado también a otras especies de crustáceos que les trasmitirían la enfermedad.

Aún así, hemos de reconocer que en aras de la "dichosa" competitividad, en las zonas agrícolas en los últimos años se han cometido auténticos desmanes ecológicos que harían casi imposible el desarrollo de los cangrejos "señal". Se trata del masivo dragado de ríos y arroyos para evitar inundaciones en las fincas. Esto, aparte de destruir el hábitat de los antiguos cangrejos (cuevas), el fluir sin obstáculos del agua de ríos y arroyos no es propicio para el sistema de tojos que estos crustáceos necesitan en caudales irregulares. El colmo de los colmos lo pone la excesiva contaminación de las aguas. Se trata de cursos de agua que, aunque se desbordan con lluvias intensas o con los rápidos deshielos de las nieves, tienen escaso caudal durante los meses secos... y existen vertidos, al tratarse de municipios pequeños, alrededor de 60 a 100 habitantes, sin poderío económico de ninguna clase para amortiguar una depuradora. Me temo que, salvo en ríos de montaña, en estas tierras de tradición cerealista nos quedaremos sin cangrejos.

Yo me conformaré con ver la fotografía de los reteles mientras recuerdo el olor a restos de comida empleaba como cebo en las tardes de pesca. Esta noche mientras intento dormirme, contaré cangrejos por docenas, en lugar de contar ovejas. Recordaré también, cómo otros más atrevidos que yo, al margen de la ley, los buscaban a mano en sus guaridas con el riesgo de sacar una culebra.

Todo esto me recuerda el chiste gráfico aparecido en los periódicos cuando en enero de este 2000, la caída de un árbol mató al último bucardo (especie de cabra de los Pirineos):

- Jo, Manolo, la naturaleza ni es sabia ni es nada: El otro día se extinguió una cabra en los Pirineos. ¡Con la cantidad de cabrones que hay en este país para poder extinguir!.



220- EL CIEGO

En esta sociedad actual se utilizan los eufemismos para dar más brillo a los conceptos. En la nominación de los colectivos marcados por disminuciones físicas o psíquicas también se utilizan eufemismos. Adjetivos antes utilizados en la más completa de las normalidades, hoy han pasado a ser insultantes. Es como si a base de palabras se quisiera insuflar una solidaridad de la que la sociedad carece. Ya sé que se me va a protestar cuando se lea esto: diciendo que las personas discapacitadas tenemos nuestras necesidades más cubiertas que nunca. Sí, claro que sí, estoy totalmente de acuerdo, pero ahí precisamente está la gran mentira: Hemos institucionalizado la solidaridad. Lo cual equivale a decir: "que el Estado se encargue y a mí que me dejen de rollos". Y, sin embargo, la primera necesidad de todo ser humano es el trato amable de todas las personas halladas en su camino. Y, probablemente en la actualidad crecemos de forma proporcional en solidaridad institucionalizada y en indiferencia en el trato recibido desde la persona individual.

En estos casos de los colectivos son inútiles los eufemismos. No pasan de ser palabrería hueca. La palabra utilizada para la designación de una persona o un colectivo nunca es ofensiva sin la intención de ofender. Y la intención no es visible en la palabra misma, sino en el contexto de la frase o conjunto de frases y dependiendo de la ideología de quien la pronuncia. Lo que procede de una persona puede ser normal, y eso mismo, viniendo de otra, puede ser anormal. Si una persona profundamente religiosa me dijera, como a enfermo, acordarse de mí en sus oraciones, independientemente de mis creencias o increencias, me estaría haciendo un cumplido. Pero si eso mismo me lo dijese una persona arreligiosa, habría de interpretarlo en son de burla, y me estaría "jodiendo" con independencia de mi ideología y de no interpretarlo como una broma.

Al eufemismo donde quería yo llegar, es la palabra invidente. En nuestro idioma, desde mucho antes del "Lazarillo de Tormes" hasta casi antesdeayer, durante siglos nos hemos referido a las personas carentes del sentido de la vista como ciegos. Ahora resulta que la moda es referirse a este colectivo como invidentes, y la palabra ciego resulta despectiva. No obstante, sé de alguien que se niega a pasar por la moda y dice que él siempre será ciego, pero jamás invidente. Así lo explica:

- Yo siempre seré ciego porque tengo privación del sentido de la vista, pero no invidente, porque de forma mental puedo ver mucho más que algunas personas de las llamadas normales.

Sea como fuere, voy a contar mi historia de humor:

Cuentan de un ciego que, en sus numerosos paseos por el jardín guiándose por los golpes con su bastón, había apreciado un sonido diferente en uno de los ladrillos del muro. A través del tacto se percató de que el ladrillo estaba suelto, y aunque encajaba perfectamente quedaba tras él una oquedad. Decidió esconder allí las 100.000 pesetas de sus ahorros.

Un vecino vio al ciego depositar el dinero y se lo robó.

Cuando el ciego echó en falta su tesoro, enseguida sospecho de su vecino y fue a consultarle en sones halagadores:

- Mira, vengo a pedirte consejo. Tengo 100.000 pesetas escondidas en un sitio, y tengo otras 100.000, pero no sé qué hacer con ellas. No sé si escónderlas en el mismo sitio de las anteriores o ponerlas en un Banco.

- Es mejor que las pongas con las anteriores -respondió categóricamente.

Inmediatamente, el vecino se apresuró a poner las 100.000 en su sitio para que el ciego no sospechase, y con idea de robar después 200.000.

El ciego recuperó su dinero y le dijo a su vecino:

- Compadre, veo yo más sin ojos que tú con dos.



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