HISTORIAS DE LA OBTENCIÓN DE MI CARNET DE CONDUCIR (El sol vuelve a salir). Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.


Cuando volví a casa el fin de semana, me dijeron que a finales aquel mes iban a operar a mi padre de dos hernias. Aquello alteraba todos los planes, pues yo habría de quedarme en el pueblo durante un tiempo, para cuidar de las vacas, mientras él se recuperaba. Pues sí, a priori, era un mal asunto... pero vi en aquel contratiempo una excusa para solicitar a la autoescuela que aceleraran las clases prácticas y mi proceso de obtención del permiso de conducir.

El lunes, ya en Burgos, fui decidido al despacho del Sr. Espino. Era un hombre cercano a los 60 años, de quien todos decían que era “el amo”... -sería el director, digo yo, porque eso de "amo" no suena bien en una empresa-. Tampoco creo que se ocupara demasiado en dirigir la parte de la autoescuela, sino de la gestoría en general. Tal vez, fuera abogado, o procurador, e hiciera trabajos de representación en el exterior, puesto que entraba y salía de la oficina sin seguir horarios fijos... Y, educadamente, le dije:

- Estoy dispuesto a pagar todas las clases de prácticas que haga falta para ser presentado a exámenes... para intentar sacar el carnet antes de fin de mes: Ya que operan a mi padre, y tendré que quedarme en casa, en el pueblo, a cuidar los animales.

Me preguntó mi nombre para buscar mi ficha. La miró, y me preguntó:
- ¿Cuántas prácticas te quedan en el talonario?.
- Solamente tres. Pero eso, no es ningún inconveniente... ya compraré más, cuando las necesite.
- ¡De tu caso ya me encargo yo...! Toma -me dijo, dándome uno tiques-, éstas tres horas de prácticas te las regalo yo.

Y el Sr. Espino, no sólo fue amable y generoso conmigo -tal vez le movió ver mi cara de niño-, sino que también cumplió su palabra. Aquella misma semana me dieron varias clases de prácticas con el coche, todos los días. Y el jueves yo ya era uno de los alumnos presentados a examen.

En el examen, estuve a punto de dar la campanada, y superar el primer nivel. Pero caí, caí con una puta varilla, en el último segundo. ¡La puta leche! ¡Como el equipo de fútbol que pierde en el tiempo de descuento! Les queda cara de bobo... como mí... Explico: Hice la calle estrecha... la salida en rampa.... el aparcamiento... y la curva marcha atrás... sí... también.. sólo que al parar, pisé el embrague, pero no freno... ya que, como relaté antes, al realizar esta maniobra llevaba el pie debajo del culo para ver mejor por la ventanilla trasera... El coche se rodó hacia atrás, y arrolló a la varilla que indicaba el final del trayecto. Bueno... no me había percatado de que, mientras la pista, donde había hecho las prácticas, era plana, allí había una ligera inclinación.

Lo de ponerse nervioso en este tipo de exámenes, le sucede a mucha gente, no sólo a mí. Allí, se podía ver muchas cosas inhabituales en conductores con un mínimo de prácticas en la autoescuela... El secreto de la rampa era una coordinación a tres bandas: pie-oído-mano. Ir soltando el embrague... y cuando el motor cambiara de sonido, quitar el freno. Pero, esto tan fácil, atenazado por los nervios, aumentaba la dificultad hasta extremos insospechados: A unos se les ahogaba el motor por no quitar en freno a tiempo... y a otros se les rodaba el coche para atrás por quitarlo antes de tiempo... Y el aparcamiento era lo más complicado y temido... Al fin y al cabo, lo que me pasó a mí, no era tan raro de ver allí...
¡Suspendido! Eran gajes del destino... De todas formas, en cuestiones de nerviosismo en los exámenes, lo más inverosímil e increíble, no lo vería hasta la próxima semana... y en una de esas personas que habitualmente aparentan tranquilidad. Ese efecto puede atenazar a todo el mundo... no sólo a quienes somos nerviosos y temblamos como un inestable flan.

(Continuará).