HISTORIAS DE LA OBTENCIÓN DE MI CARNET DE CONDUCIR (El stop que salió bien). Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.


Mi siguiente semana en la autoescuela continuó con la misma tónica de las dos anteriores.

Preparamos durante las prácticas semanales tener mayor agilidad de movimientos. Había que aparentar seguridad conduciendo. Cambiar de velocidades más a menudo. Lanzar al coche en los tramos rectos en menos tiempo. Y reducir la velocidad en poco recorrido, utilizando el pedal de freno antes de cambiar la palanca de velocidades.
- Más agilidad -decía el profesor-. ¡Qué es eso de miedo y de nerviosismo! Que el examinador no te vea medroso, apagado, e inseguro... sino sobrado y decidido. Venga, te ayudaré yo: cuando durante el examen agite las tarjetas que llevaré en la mano, más aire, es que hay que ir más deprisa.

El jueves, en el examen, me tocó una carretera muy concurrida, pero fácil, por ser totalmente recta, aunque, precisamente por ello, requería ir a mayor velocidad. Y en la seña convenida con el profesor, las tarjetas no pararon de ser agitadas.
Todo silencio en el coche.

- A unos 200 metros, a la derecha hay un camino rural -dijo el examinador en un momento determinado-. Métete en él, pero una vez metido, das la vuelta, y regresamos por dónde hemos venido.

Lo hice. Todo correcto: luz intermitente de la derecha... reducción y cambio de velocidad dos veces... entré en el camino... maniobra tipo "calle estrecha" para dar la vuelta... luz intermitente de la izquierda... y stop para volver a entrar en la carretera... stop reglamentario... embrague y freno pisados, en espera de que la circulación me dejara un hueco para entrar a la vía. Todo correcto. Sí, pero en este punto, casi se jode todo:

Mientras esperaba la oportunidad para la entrada, mi pierna izquierda comenzó a temblar de una forma desorbitada. La rodilla subía y bajaba ... mientras yo trataba de mantener oprimido el embrague con la punta del pie para que el coche no se me escapara, y saliera a destiempo.
Nunca me había pasado eso. Estaba muy asustado, pensando que no iba a poder sujetar al coche. Los segundos de espera se me hicieron eternos...
Hoy, sé muy bien qué es lo que pasó... algo muy atáxico... que ahora me ocurre a menudo: el jodido "clonus aquileo".

Afortunadamente, todo volvió a la normalidad cuando, por hallar entrada, solté el embrague, y descansó un momento mi pierna.

- ¿Y yo? -le pregunté al profesor tras los exámenes.

- ¡Aprobado! ... ¿Pero qué te pasaba en la pierna durante el stop?.
- No lo sé... que se puso a temblar. Temí que se me marchara el coche.
- ¡Eso hubiera sido imposible! -me dijo, dándome una palmada-. ¡Tenía yo el doble embrague pisado!.

Ya con carnet, durante algún tiempo, tener un coche propio estuvo entre mis ilusiones, pero en la familia habíamos realizado varias inversiones, y estábamos en números rojos. Cuando tuve dinero, vi las cosas de otro modo distinto. Me faltaban facultades y reflejos para conducir... y lo peor, sentí que iban en descenso progresivo. Yo trabajaba con tractores agrícolas, pero, para la cuestión de lentitud de reflejos, no es lo mismo ir a un máximo de 20 por hora, que a 80. Tampoco lo necesitábamos, mi tío, nuestro socio en la explotación agrícola tenía automóvil... Y mis ideas no eran cobardía, sino responsabilidad. Mi conciencia no hubiera soportado muertes causadas, o daños graves, a otros usuarios de la vía pública.

Aquel carnet tenía validez por 10 años. Lo renové una vez pasado ese tiempo... Sí me puso alguna pega el revisor médico oficial (por mi enfermedad progresiva, me exigía una revisión anual), pero lo obvió cuando le dije que yo no tenía ni conducía automóviles, sino tractores... En total, tuve el permiso para conducir durante 20 años. Luego, lo he dejado caducar.

-FIN-