EL PLACER DE VIVIR.
Por Bartolome Poza Expósito,
paciente de Ataxia de Friedreich

El talante era un tornado,
de energía primaveral,
libremente enviscada.
Mensajero mágico de lo imposible,
toda gravitación era ejercida
por una poderosa fuerza atractiva:
la del placer de vivir.

En mi entorno,
con la dicción escrita,
he de gritar, en silencio,
cuanto percibo.
Y he de callar,
por no herir sentimientos…
mientras la herida va por dentro.

¡Qué más quisiera yo,
ser como los demás seres humanos!
El dolor físico y psíquico corroen.
¿Gritarlo a los cuatro vientos
¡Cuánto vale encubrirlo...
cuando se tiene…
el placer de vivir!

No soy insigne...
sí querido por familia y amigos.
¡El mundo es un absurdo!
Cada ser humano,
sin... el placer de vivir,
es un individuo solitario,
rodando en el vacío.
No busco explicación.
Sólo vivo el presente.
Y el presente es...
el placer de vivir.

No soy Brahma:
centro de una circunferencia,
donde, sin principio ni fin,
todo converge.
Ni soy rojo...
ni voy montado en un cisne...
ni mi esposa es la diosa Savitri.
Aunque en la realidad,
simbolice la elocuencia...
si bien, todos tenemos, en el fondo,
similitud con la expresión creativa,
anhelo tendré siempre de…
el placer de vivir.

¡Yo sí quiero ser autoexistente!
Aunque, en realidad,
no sepa quién fue primero:
si la gallina, o el huevo.
¿O ambos -pregunto-
fueron creados al mismo tiempo?
No es ofender el preguntar,
cuando quien pregunta,
halla respuesta en...
el vivir es un placer.

De lo imposible soy enamorado...
un minúsculo átomo en el Universo...
soy un abismo, a la vez,
de grandeza y pequeñez:
¡Quiero ser vida,
aunque tal vida esté encarnada
en un "menudo" y doliente cuerpo!

Una triada establecida,
cuya unión tiene origen, tardío,
en el desarrollo del conocimiento.
¿Qué me turba y sorprende?
¡Sí para todo hay remedio…
salvo para la muerte!
¿O la muerte es el remedio?

¿Con la muerte acaba todo?
No lo creo.
Es mi pregunta impertinente.
Me creó Dios…
Él saciará mis dudas.
¿Sabe un loco lo que dice,
aunque ese loco sea el que suscribe?
Una voz suave y poderosa
sujeta mi demencia,
y atempera mis deseos:
Es el placer de vivir.

Según un refrán:
Un loco hace enloquecer a ciento.
¿O no?
¿Son cavilaciones mías?
Los locos abundan en la tierra.
¿Se sabe cuántos son?
¡De esos...
de esos que estáis pensando,
hay… un montón!

Mi cuerpo va por un sitio.
La mente va por otro.
El alma es inmaterial.
La memoria, pensando,
va en un cuerpo sin ánima.
Señor, sácame de esta duda.
En esta tarde, aciaga,
de silencios y desventuras
por las "molestias que siento",
el placer de vivir reconforta mi ánimo.

Cada uno se forja su propio destino,
pero, a veces, en el tiempo,
hay aberturas, por donde,
se pierde el sentido,
como si fuera un paréntesis...
como el sueño en la noche,
sin valentía, ni temores,
sin penas, ni alegrías...
sólo una bendita templanza,
donde dormitan, y despiertan los sueños...
del placer de vivir.

Barcelona, noviembre del 2007.

Bartolomé Poza Expósito.



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