NOTA INTRODUCTORIA: Por Bartolome Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

En primer lugar, haré un reseña breve sobre mi relación con Bartolomé: Lo conozco aproximadamente desde el año 2000. Fue él quien se dirigió a mí con pretexto de una felicitación navideña. Ignoro de dónde sacó mi dirección. A partir de entonces, nuestra relación se limitaba a la escueta postal navideña anual. Él, en su carta, solía incluir un poema personal cada año. Y este 2006, a través de la Asociación Catalana de Ataxia, federada en FEDAES, le propuse la edición de sus poemas en internet.

No voy juzgar los poemas de Bartolomé desde el punto de vista estrictamente literario. Desconozco esa materia, y cualquier cosa que dijera al respecto, no pasaría de ser un absurdidad dicha por alguien que habla sin tener ni puñetera idea del asunto. Tampoco creería equivocarme mucho si afirmara que, en este mierda mundo regido por cifras, los poemas de Bartolomé no serían número uno en ventas ni ocuparían mucho espacio en los anaqueles de las librerías. Pero eso, en este caso concreto, es lo de menos.

Pienso que Bartolomé debe unir a la firma de su obra las circunstancias de su vida. Eso lo cambia todo... como de la noche al día. No escribe a título profesional, ni le importa un rábano competir en ventas. Escribe por mantenerse vivo. Dicho con sus propias palabras: "Esta es la radiografía de una vida que muere por seguir viviendo con todas las fuerzas del alma. La imagen literaria de un cuerpo menudo, que apenas puede moverse, pero sigue soñando. La Ataxia de Friedeich y otras enfermedades han hecho presa de él (el cuerpo) desde hace más de 40 años. Sin embargo, aún no han podido impedirle hacer cualquier cosa que esté al alcance de sus manos". Sí, es un paciente de Ataxia de Friedreich. Sin ese dato, nada de su obra tendría sentido. No es un portentoso poeta que borda con ingenio el papel de ponerse en la piel de un enfermo "desvariando" con sus recuerdos a falta de futuro. No, no, es el propio actor quien interpreta su propio papel en la vida. Y no sólo debe ser mirada la obra desde esa perspectiva, sino que, además, solamente desde ese punto de vista es posible entenderla.

Y en ese sentido, vuelvo a dar la tabarra con mi frase de autor preferida, aunque el paso de los años haya borrado de mi mente a quién he de atribuirla: "Un héroe es quien hace lo que puede". Y eso es Bartolomé: uno de los innumerables héroes silenciosos que pasan por este mundo, donde, mal que nos pese, se eleva a los altares de la heroicidad a miles de gilipollas, famosos y pseudofamosos, sin méritos.

No quiero concluir, sin resaltar que me ha impactado fuertemente su autobiografía. Tenemos, con frecuencia, la tentación de creer que la historia, en general, ha comenzado a partir de nuestra fecha de nacimiento. Nada más irreal. Y me temo que, sobre ella, las nuevas generaciones van a pensar lo de: "¡este tío, que cuentos se inventa!". Nada más lejos. Por mi edad, a caballo entre uno y otro, puedo asegurar que Bartolomé no se inventa ni exagera un ápice describiendo su vida tanto en mudo rural como en su posterior etapa de emigrante, y estancia en la ciudad, buscándose una vida mejor. Esas cosas pueden sonar raras vistas desde la lejanía del hoy, pero totalmente normales en aquellos tiempos. Doy fe desde mis casi 52 años. En resumen, a él y a su esposa, nadie les ha dado nada. Y si alguien les dio un principio de confianza, en forma de puesto de trabajo, han sabido pagar con creces tal confianza con un cumplimiento intachable del deber. Por tanto, no deben nada a nadie. Y si agradecen, siguiendo el dicho, es por "bien nacidos".

Resulta evidente que el amor es el motor en toda la vida de Bartolomé. Es impresionante la exquisitez con que siempre alude a su esposa e hijos.

Creo que los versos de Machado, que voy a citar hablan de tabernas... y posiblemente, Bartolomé y su esposa ni las hayan pisado en su vida. No obstante, algunos de ellos les caen como anillo al dedo: "Si hay vino, beben vino. / Si no hay vino, agua fresca. / Son buenas gentes que viven... / pasan... y sueñan".

Bartolomé, para mí es un honor escribir estas líneas, y darte un abrazo, aunque haya de ser de letras. (Miguel-A. Cibrián).



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