EL ABRIL DE LA VIDA.
Por Bartolomé Poza Expósito,
paciente de Ataxia de Friedreich

Buenos días, abril de la vida.
sé que todos suspiramos nuestros descontentos,
sin poder evitar nuestra dolencia,
tras el hechizo de un rosetón de gloria,
lleno de alientos y delicias.

Soñador gozoso que vive los recuerdos.
Ojos empañados de dicha,
al percatarse del amanecer de un nuevo día,
uno más que vive de deleite el alma.

Escucha el siseo de estrellas en el nuevo alba,
diferente a otros amaneceres.
Ve la luna en plenitud,
nebulosa rosada,
mimándole con cara pícara.
Le devuelve el mimo recibido
con preguntas de cortesía:
¿Qué delito hemos cometido?
¿Por qué somos reos de esta melancolía?
No obtiene repuesta.
También ella, para irradiar su luminosidad,
depende de la energía de otro:
los rayos del radiante sol.

Tiene la dicha de vivir otra alborada,
en el abril de la vida,
aunque no sienta el piar de los pájaros,
ni la fragancia de las flores.
¡Tantas cosas se han perdido!
¡Únicamente queda las ganas de vivir
expresando agrados,
un día sí, y otro también!.

Todo es contento,
hasta que la ataxia le recuerda,
sentirse dichosa de estar otro "clarear"
en el menudo cuerpo de su dañada decadencia.
El abril de la vida ya pasó
para un enamorado fiel,
de setenta abriles de existencia.

Dichosos abriles,
pasados como un sueño.
Vivir y soñar es un goce al despertar.
Turbado, presto se halla a seguir viviendo,
riñendo un día más con la vida
que le ansía hurtar la vida misma.

Labra y siembra floridos y lozanos abriles.
Ensalza, y unce la tierra al cielo.
El aire duerme, encantado,
en el fúlgido velo del sol cano.
La tórtola palpita en el aire
sobre un almendro primaveral dormido.
¡Qué tiempo aquel, Dios mío!.

Retales de recuerdos de una otoñal existencia.
Volutas de humo de una mañana pura
en una senda florida,
por donde caminan mulos,
ataviados con collares de campanillas.
Y por fondo musical,
cantada por un arriero,
hinchado de su caballería con atalajes de cuero,
una soleá rasga la brisa...

Todo son efímeros recuerdos de un abrileño otoñal,
que ha perdido la noción del tiempo,
¡pero aún tiene ganas de soñar!
Su vida es un sueño,
aunque sea despierto.

Como desde hace millones de primaveras,
el crepúsculo matutino
es una lisonja para quien puede contarlo.
Ese alguien, aun enfermo y con 70 años,
todavía puede soñar con el abril de la vida.

Barcelona, abril, 2009.
Bartolomé Poza Expósito (Paciente de Ataxia de Friedreich).



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