LAS PALMAS DE GRAN CANARIA: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 01/04/1960, viernes: Por las calles de Las Palmas, la brisa perfumada de la mañana acariciaba el rostro con olores a magnolias, presagiando una excitante y desconocida aventura. La ciudad se apreciaba muy bella. Hasta la gente de Canarias parecía diferente a la de la península. Al vernos pasar a todos formados, nos miraban con manifiesta curiosidad, cuchicheando entre ellos, pero con educación, sin un mal gesto.

Llegamos al Cuartel, recibiéndonos con alegría por parte de los veteranos. Era cosa de lógica: Nuestra llegada significaba el relevo... y que ellos pronto marcharían, licenciados También en los superiores hubo gozo... más moderado, pues estaban acostumbrados a la existencia de relevos. La banda de música del regimiento interpretó marchas de bienvenida. Se me humedecieron los ojos, (cosa natural en mí). La música militar siempre me ha conmovido. Luego, para estar limpios, nos dieron "un paseo" por las duchas.

Más tarde, reconocimiento general... en pelotas... incluida una inyección para la vacuna de infecciones y otras "enfermedades" (¿venereas?), según nos dijeron. A continuación, pasamos por la barbería, donde nos "tomaron el pelo", pelándonos al cero, dejándonos la cabeza como una bola de billar. Yo ya me había pelado en mi pueblo, pero de nada me sirvió: volvieron a raparme.

Después, nos llevaron a los almacenes de intendencia, donde nos dieron un petate, en el cual poder meter todo cuanto necesita un militar. Es difícil saber y decir cuánto me dieron... ropa y utensilios para un soldado -?-. A mí me pareció para un regimiento entero. El costal de fanega y media se hubiera quedado pequeño. Con el tiempo, se estiró el petate, y cupo todo en él.

Tocaron fajina. Almorzamos, con apetito, en un comedor sin sacudidas, a diferencia del barco, y bien equipado de mesas y asientos. Más tarde, nos comunicaron destinos y otras muchas cosas. Los analfabetos quedaron separados, destinándolos en diferentes compañías. A Fernando le toco la quinta compañía, la de gastadores... por su estatura... es un buen mozo. José, Gil, Flores, y yo, fuimos destinados a la séptima compañía. Si no es la mejor, sí es una de ellas, para nuestra suerte. Según nos dijeron los veteranos, tendríamos unos jefes excelentes. Si he de ser sincero, tengo que decir que sí, pudiéndolo comprobar días más tarde.

Nos salió al paso un brigada para llevarnos a la sastrería. Digo brigada, porque nos dijeron que lo era. Recién llegado a la mili, cualquier soldado de primera, se te figura poco menos que un comandante. Sus primeras palabras de bienvenida fueron para decirnos que nos tenía reservado un Chesterfield (chesterfield, por aquel tiempo, era una conocida marca de paquete de tabaco rubio, de lujo). Al principio no me extraño. Al fin y al cabo, estábamos en tierra de tabaco y plátanos. Me dije: "Bartolomé, prepárate, no te quedes el último, que van a dar tabaco". Efectivamente. Nos dieron un paquete de... chaqueta, pantalón y gorra, diciéndonos que el cigarro éramos nosotros... meter nuestro cuerpo "serrano" en él. Soy pequeño: 1.490 milímetros, pero me dieron un paquete que en vez de cigarros, hubieran podido meterse puros.

A las seis de la tarde nos llevaron al campamento "La Isleta". Estaba ubicado en el sitio más alto de las Palmas: en la explanada existente en el regazo de la montaña del Faro de Mendalla. Se trata de un campamento para reclutas en periodo de instrucción. Era una planicie extensa, rodeada por un terreno abrupto árido y desigual, de lava calcinada por el paso de los años, producto de las erupciones volcánicas habidas hace siglos antes en estas islas.

Varias filas de chabolas se levantaban como tiendas de campaña, atados los bajos con cuerdas a unas estacas de madera clavadas en el suelo. Nos metieron a diez reclutas, más el Instructor en cada una de ella. Nos dieron una manta y sabanas para dormir. De colchón servían unas tablas de madera, y de soporte, unos banquillos de hierro.

Tocaron bajada de bandera. El instructor nos mandó ponernos firmes hasta que concluyó el acto.



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