PREPARATIVOS DE VUELTA A CASA: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 01/08/1961, martes: Todo tranquilo... bueno, "tranquilo", dicho en el mejor sentido de la palabra. En realidad, estamos todos tan revueltos, que no nos cabe la camisa en el cuerpo.

Desayunamos la malta con leche, acompañada de unos chuscos, y nos vamos a la playa de Las Canteras hasta la hora del papeo.

En la comida, nos sentamos todos los paisanos juntos en una misma mesa del comedor del regimiento. Hoy tenemos cazuela a la española, pescado a la vizcaína, y plátanos (todo regado "de tapadillo", con unas botellas de vino).

Esta tarde entramos en el cine La Luz. Como siempre, dan programa doble. Sobre las películas no sé especificar su nombre, por no acordarme. No está mi cabeza para detalles cinéfilos, dada la inmensa alegría de los momentos reales que estamos viviendo.

Salimos del cine a las diez de la noche, y regresamos al regimiento. Cenamos cazuela de fideos con patatas y carne a la jardinera... con unas botellas de vino.

Voy a contar, como anécdota, lo sucedido esta noche antes de ir a la cama. El sargento de semana tiene que nombrar ochoimaginarías, y pide voluntarios. Como es lógico, no se presenta nadie. "Se le premia con un aplauso" de silbidos, y risas. Como no tiene listas, y todos vamos vestidos de paisano, nos manda ponernos en formación... y toma la sabia decisión de designar a quienes tengan la camisa más colorida. Entre ellos, le ha tocado a José... que se niega a hacer la imaginaria, porque aduce ser soldado de primera y estar exento. El sargento se ríe, y le contesta que allí no hay más galones que los suyos. Y tiene que hacer la imaginaria. La anécdota sigue: José fue quien hizo la primera imaginaria el día que llegamos a Las Palmas... y va a ser él quien haga también la última.

Y a dormir. ¡Pero quién es el guapo que duerme con la emoción de la ya real perspectiva de vuelta a casa!.

Día 02/08/1961, miércoles: Después de desayunar, hemos entregado toda la ropa militar. ¡Por fin se ven hechos realidad mis deseos! No es que reniegue de estas maravillosas Islas Canarias, pero son tan fuertes los lazos que me unen a la tierra que me vio nacer y a cuantas personas queridas que esperan mi llegada, que todo lo demás queda en un segundo término. Lo primero es irme a mí pueblo.

Cuando término de entregar la ropa y todo cuanto me dieron a mi llegada a la mili, compruebo que no me han pedido el cubierto. Como lo llevo siempre en el bolsillo, tampoco yo me he acordado de entregarlo. Y me he quedado con él. No creo que haya sido una falta. El ejercito no va a quebrar por una cuchara de menos. Tampoco han sido exigentes. Sólo hubo excesivo cuidado para recuperar las armas de fuego, balas, cartuchos, y similares. Lo que entregamos en ropa, no servía ni para pegarlo fuego.

Por cierto, como recuerdo, estuve comiendo durante mucho tiempo con la cachara militar... hasta que, años más tarde, se le antojó a mi hijo Francisco, y me la pidió para ser él quien comiese con aquel complejo artefacto de tres piezas unidas.

Día 03/08/1961, jueves: Amanece. Siempre amanece, pero es distinto: Ahora los amaneceres, por la ilusión, tienen sabor a gloria.

Además, a la malta con leche del desayuno también, con ayuda de los cocineros, le hemos puesto un dulzor especial, con una buena ración de leche condesada.

Todos estamos soliviantados... dando vueltas de un lado para otro, sin orden ni concierto... como enajenados mentales... esperando oír una voz de algún alto cargo militar que diga: "¡Nos vamos!". Y así pasa la mañana hasta la hora del papeo. Hay cocido andaluz, paella, y plátanos.

Por la tarde vamos al cine Victoria. Proyectan una película preciosa. Se titula "Los Dientes del Diablo". Está protagonizada por el inimitable Anthony Quinn. Sería largo contar todo el argumento, pero, después de verla, es una de las películas que resulta difícil caigan en el olvido.

Regresados al regimiento, después de cenar unas sardinas en lata con su correspondiente vino, nos entretenemos hablando la próxima marcha.

Sobre las doce de la noche, nos acostamos, deseando que amanezca el nuevo día.

Día 04/08/1961, viernes: Tras un raro desayuno, (latas de sardinas y leche condesada). A las once de la mañana tocan llamada para todos. Formamos los veteranos en un grupo, y los reclutas en otra formación aparte. Izan la bandera de España para que nos despidamos de ella. El capitán D. Enrique Pamies Porta grita: "¡Viva España!". Y la tropa repite: "¡Viva España!". Por lo recipitado que se hace, no sale del todo bien. Luego pasa la palabra al comandante D. Heliodoro Sánchez. Nos da la despedida con palabras sencillas y comparaciones ardientes que tiene la sugestión de encoger de emoción nuestros corazones. Por último, las gargantas enrojecen al gritar, al unísono, con toda la fuerza de nuestros pulmones otra vez: "¡Viva España!".

Luego, mandan romper filas, y cada cual se va donde le apetece. Nosotros arreglamos las maletas para embarcar mañana rumbo a la península.

Después del papeo de mediodía, queremos ir al cine La Luz. Antes de salir del cuartel, el cabo de guardia nos cierra el paso, diciéndonos que tiene órdenes de no dejar salir a nadie. Como tenemos deseos de ver el cine por última vez en Las Palmas, damos un pequeño rodeo, y saltamos las tapias del regimiento.

En pocos minutos, nos encontramos en el cine La Luz comprando las entradas. Hoy tenía dinero fresco: He cobrado por última vez la paga de cabo: 37,50 pesetas... pero me lo he gastado todo en la compa de una caja de puros para llevarme a casa. Hemos visto dos películas: "Embrujo en París", y otra.

Cuando llegamos de regreso al regimiento, entramos sin problemas por el mismo sitio por donde habíamos salido, acostándonos sin ningún contratiempo, salvo el de irnos a la cama sin cenar. Es la una de la mañana.

Hoy pienso que nuestra escapada fue una temeridad de juvertud... la última de la mili. Hubieran podido habernos arrestado. En tal caso, lo más probable es que al día siguiente no hubiésemos podido embarcar de regreso a la península.

Día 05/08/1961, sábado: Nos acostamos con ganas de dormir unas horas, pero esto es poco menos que imposible con la impaciencia de la pronta vuelta a casa.

Tocan diana una hora antes que de costumbre, porque hay que embarcar temprano. Son las cinco de la mañana. Es la primera vez que veo en el regimiento a esa hora todos levantados, tanto reclutas, como veteranos. Reina el desconcierto. En una casa de locos, están más acordes que nosotros. Todo son carreras de aquí para allá.

Luego, tocan fajina... a las seis de la mañana. Desayunamos por penúltima vez la malta con leche militar en el comedor. He dicho "penúltima", porque me da miedo escribir "la útima". Aquí en la mili nunca se sabe lo que va a pasar.

Cuando terminamos de desayunar, formamos todos con las maletas y otros objetos personales, para la marcha hacia el puerto. La alegría embarga los sentidos. Estamos todos como "cabras montesas". Apretones de manos... abrazos de buenos amigos... es muy posible que muchos de nosotros no volvamos a vernos. En fin, la despedida tantas veces soñada.

Abrimos la marcha camino del muelle, haciendo el mismo recorrido... pero a la inversa... que el día de nuestra llegada a Las Palmas: el 1 de abril de 1960... o sea, hace un año, tres meses, y veintiséis días. Pero esta vez, infinitamente más contentos... entre cánticos, coplas, y risas, de una insultante y sana alegría.

Hacemos alto al llegar al puerto. Luego entramos en el barco... "El Romeu"... el que nos va llevar a nuestra tierra. Apenas llevamos unos minutos en la proa, se oye la voz de un sargento dando voces: "¡Los de Jaén no se pueden ir!". No hace falta explicar la que se arma. ¡El gozo en un pozo! No hay palabras para describir el desconsuelo que nos embarga a los de Jaén! ¡Es la mayor decepción recibida en la vida militar! ¡El macutazo más perfecto!.

Vuelta otra vez al regimiento, maleta en mano, los de la provincia de Jaén solamente. Cuando llegamos, confusos y desilusionados, nos sentimos como ovejas que van al matadero con pleno conocimiento de saber lo que les espera. Nos mandan cerrar las maletas y demás objetos en las taquillas. Cuando terminamos de hacerlo, llega el Land Rover al servicio de los jefes militares. Bajan el Teniente Coronel y el comandante, diciendo que nos preparemos rápidos los de Jaén... que ahora sí nos vamos. Creo que no hay pluma que pueda expresar los sentimientos que suscita ésta segunda orden en nuestros compungidos corazones, que gritan a través de la garganta el júbilo que nos enloquece... pasando de la decepcion más estrepitosa a la euforia suprema en un segundo. Otra vez con las maletas al hombro camino, del muelle. He de decir que hay un buen trecho... duro de recorrer cargado de maletas... pero eso no importa. La ilusión nos pone alas.



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