MI PRIMER ENCONTRONAZO EN LA MILI: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich
Día 01/04/1960, viernes: Tocan fajina. Allá que voy con mi marmita: (vasija para comer de dos piezas, una mayor y la tapadera). El cubierto, cuchara, tenedor y cuchillo, constaba de tres utensilios que se unían en una sola pieza. La cuchara (llamada la teja elevadora), y en la parte superior tenía una prolongación metálica movible donde engarzaban el tenedor y el cuchillo. Con el tiempo, el tenedor no lo considerábamos provechoso, y el cuchillo no cortaba ni el agua.
Nos hicieron formar de fila de a dos para servirnos el rancho. Cuando oigo, tras de
mí, la voz de un compañero, que me dice: "¡Chá, muchacho! ¡Ponte de pie!". No lo
pensé dos veces. Me revolví, como si a una serpiente de cascabel le hubiesen
pisado la cola, y le golpeé con la marmita la cara. Del golpe, casi lo tumbo. Y es
que no me gusta que se metan con mi escasa estatura. ¡Qué le voy hacer!
¡Debilidad que tengo al ser fastidiado por ese motivo!.
El golpeado era un recluta canario, de buena estatura. Los canarios son muy
dulces hablando y, además de ser graciosos, tienen un deje meloso. Se produjo
un revuelo de mil diablos. Un sargento, más bien bajito, intervino para poner
orden. Preguntó qué era lo que había pasado. Cuando se enteró del motivo de la
disputa, nos echó una reprimenda a ambos (sí, cierto, pero al recluta canario más
que a mí... quizá por aquello de la similitud de estatura). Así fue mi primer tropiezo
en la mili. Se saldó sin arresto, como hubiera sido de esperar por la magnitud de
incidente... aunque eso depende del oficial que te toque. Unos son duros... y
otros, no tanto. Tuve suerte aquel día. ¿O fue solidaridad entre bajitos? No sé.
Aún sabiendo las consecuencias a las que me arriesgo, seguiré defendiendo mi cuerpo "serranillo". Si no lo hago yo,
¿quién lo va a hacer?.
La cena fue una juerga, (atribuible a la sopa), que me proveyó una "imaginaria". Era un hueso de camello, según me
dijeron los veteranos. Sobresalía un palmo de la marmita. ¡Menudo hueso! Más que un hueso me había tocado la
joroba del camello. Así concluyó esta primera y accidentada cena.