MI PRIMERA GUARDIA: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Pasaron los días: unos, de servicio de limpieza, otros, de cocina. Alguna que otra noche me tocó hacer imaginaría... más dos, que, fuera de turno, hice por arrestos: Una por quedarme dormido, y otra, por llegar tarde a la formación para comer... cosa inusual en mí, ya que en cosas del papeo, soy el primero... gozo de buen apetito.

Día 14/08/1960, domingo: Hoy me han asignado mi primera guardia. La he hecho con naturalidad, sin complejo alguno. Éramos doce soldados, dos cabos y un oficial. El cuerpo de guardia era una chabola que estaba ubicada a la izquierda de la entrada del campamento. La del oficial se hallaba en el barracón para los oficiales, donde todo eran oficinas y taquillas. Es donde yo escribo las cartas, y anoto en mi diario un poco de cuanto acontece en mi vida.

Me tocó el número 10. Tuve suerte. Era el mejor número, según pude comprobar más tarde, a juzgar por cómo se iban montando los puestos desde las 8 de la mañana. Estuve leyendo novelas, acostado, hasta las dos de la tarde que hice el primer puesto en la puerta principal. Todo iba normal hasta que pasaron dos hombres de paisano montados en una vespa. Les di el alto (tenía órdenes de hacerlo). Llamé al cabo de guardia... llamándole "cabo cuartel", cuando tenía que haberle llamado "cabo de guardia". Todo el mundo tiene derecho a equivocarse, ¿no?. Tampoco tenía demasiada importancia. Solventé bien la papeleta, que me había causado un nerviosismo extremo, por ser la primera vez.

Me relevaron a las 4 de la tarde (cada puesto dura 2 horas). Otra vez a leer novelas y a dormir, hasta las 10 de la noche que me tocaba el nuevo relevo.

Me tocó hacer el puesto en lo más alto del Campamento. Aquella noche celebraban una fiesta en un pueblecito que le llama Chamán. Se veía perfectamente los fuegos artificiales culebreando en el cielo estallando como capullos de minúsculas chispas luminosas. Miles de colores se desvanecían con sonidos tenues atenuados por la distancia.

¡Tantas cosas se piensan en el enorme vacío de las dos horas de cada guardia, sobre todo si tienen lugar durante la noche!. El reglamento dice que, durante la guardia, puedes caminar con el fusil al hombro, pero no puedes salir del círculo de los 10 pasos de radio. Vinieron a mi mente las evocaciones del pueblo y lo bien que lo pasaba en él, con la dulce compañía de la novia. Estos recuerdos fueron culpables de calentarme la sangre... y tener que apagarla con... cinco contra uno. Borbotones de dicha dulcifican la melancolía del recuerdo, en suaves espasmos, quedándome extasiado y dulcemente sosegado en esta bendita noche de agosto.

A las 12 vino el alférez con el soldado de guardia. Les di el alto, pidiéndole santo y seña y las novedades, como manda el reglamento. Me relevaron, y me fui a dormir.

Bueno... eso de dormir es un dicho, no un hecho. Apenas pude dormir, porque las pulgas me comían vivo. ¡No he "visto" tantas en mi vida! Lo de "visto" lo pongo entre comillas, porque lo que se dice ver... no se ven... se siente las picaduras en la propia carne.

Día 15/08/1960, lunes: Tuve que montar a las 6 de la mañana otro puesto hasta la hora del relevo de guardia. ¡Qué amanecer tan bello! El sonido del mar, muy cercano, contrastaba con el silencio del alba. Se percibía en el olfato la brisa de la mañana. El aire perfumado, con olor a yodo, desconocido por mí, hacía que aquella mañana de verano fuese diferente. Idílicamente distinta. No sé expresar ni hallar las palabras adecuadas para decir lo que sentí. Grandes estrellas pierden su forma con el amanecer de un nuevo día. No hay pájaros. Todo es cielo. ¡Infinito cielo azul celeste! La aurora va perdiendo su encanto, para trasformarse en una radiante mañana bañada por el sol.

A las 7 de la mañana vino el coche del desayuno. Por tanto, me quedé sin tomar la "malta con leche". No me pesa, no se pierde nada del otro mundo por ello.

A las ocho de la mañana nos relevaron a todos, haciendo el cambio de guardia con las consignas establecidas.

Me fui a la chabola para leer un rato, quedándome dormido... despertando con rapidez cuando sentí: "¡La séptima a formar para el pan!". Me dieron los chuscos, y después tocaron fajina. Aquel día comí arroz a la valenciana, y fideos con garbanzos, e higos de postre. Todo estaba, de sazón, riquísimo. ¡Tengo siempre un hambre de lobo!.

Tocaron silencio a las dos de la tarde para echar la siesta. Apenas tenía sueño, pensé en hacer una visita a la playa. Así lo hice. Me fui al pueblo sin ley (está detrás del campamento). Era una cala para los pescadores. Todo lo demás son rocas escarpadas de arrecifes, donde bañarte era un riesgo físico, pero se baña mucha gente joven... especialmente personal femenino... el masculino, casi exclusivamente somos soldados.

Nota:
En este diario hay varias alusiones al "pueblo sin ley". En realidad, no era un pueblo, sino un trozo de costa que quedaba muy cerca del campamento. Ignoro cuál el topónimo exacto del lugar. Lo de "pueblo sin ley" era una nominación exclusiva de los soldados. Es de suponer que nosotros no lo habíamos puesto tal nombre, sino que, como una tradición, viniera de reclutamientos anteriores que pasaron por este mismo campamento.

Esperé hasta hacer la digestión. Cuando comprendí que podía bañarme, me desnudé, quedándome con el pantalón de deporte... me estaba un poco holgado, como toda la ropa que me dieron en la mili. ¡Quizá sea éste el motivo de bañarse allí tanta canaria! El exhibicionismo que yo hacía, en contra de mis deseos... era por no tener un bañador adecuado. Me lancé al agua como si fuera un mamífero acuático.

El tiempo que estuve en el agua lo pasé extraordinario. Cuando me iba a salir, vi una chica con intención de bañarse. Se lanzó al agua. Pensé que podría rozarme con ella. Se me metió entre ceja y ceja. ¡Qué le voy a hacer! Soy así, y así moriré. Me gusta más una mujer, que a un chiquillo un caramelo. Nadé cerca de ella. Mi cuerpo y el suyo rozaron suavemente. Se volvió, me miró con unos ojazos de sorpresa como platos, y me gritó. "¡Atrevido!". Luego, se distanció un poco, y no quise más ensayos libidinosos.

Cuando me cansé, salí del agua, y me vestí, largándome con viento fresco. Llegué al campamento, me puse el traje dominguero, lanzándome a Las Palmas como hijo pródigo en busca de su madre, la ciudad. ¡Qué bella era Las Palmas! Con la alegría que cabe suponer... y tres pesetas en el bolsillo, que no es paja ni moco de pavo. Estuve dando vueltas por el paseo de la playa Las Canteras, observando la belleza de las mujeres canarias. ¡Se ve "c'a" monumento!.

A las diez de la noche, con un compañero, nos metimos en el cine, "Pabellón Santa Catalina". Vimos dos películas. "La Amada de Júpiter", de aventuras... y "Gallarre", que es una biografía de Julián Gallarre, un tenor de opera que, en sus orígenes, fue un humilde pastor del norteño valle navarro del Roncal. Esta última estaba interpretada por el tenor canario, Alfredo Kraus... aburriéndonos soberanamente, ya que no nos gustaba la ópera.



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