REGOCIJO: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 20/08/1960, lunes: Tocan diana. Ya estamos preparados para levantar el vuelo, como gaviotas en la mar, para no ser de los últimos en llegar al aguadero. Pasamos el control matutino. Después nos aseamos y tocan a... malta con leche. Más tarde, la corneta suena a formar. Hoy tiene la Compañía servicio de faena. Por suerte, no me ha tocado nada.

Nos llevan dos horas al trabajo habitual. Me llama el capitán, para darme el diploma de telemetría, firmado por el coronel Don Manuel Mulero Clemente. He tenido la suerte de salir aprobado. Ahora me he apuntado para un curso de cabo).

Hoy no me encuentro bien. Tengo el cuerpo destemplado, con calentura. Como siga así, voy a tener que apuntarme a reconocimiento.

Después de la comida, me he acostado en la litera. No tengo ganas de dar teórica, y le he dicho al cabo cuartel que no puedo ir.

Sobre las cinco de la tarde, tengo la agradable sorpresa de la llegada de los paisanos que estaban de permiso. Nos abrazamos con alegría, y satisfacción por estar de nuevo juntos. Todo es un aluvión de preguntas y respuestas. Apenas les da tiempo a contestar. Me dan un paquete pequeño que les dio mi madre para mí. ¡Cómo por arte de magia, ya me encuentro bien!.

Celebramos su llegada, bebiéndonos uno vasos de vino, con unas tapas de los embutidos que han traído de la tierra. Me cuentan muchas cosas de la familia. La celebración se alargó más de la cuenta y, en vez de unos vasos, fueron unas botellas. Tras una de ellas, me dio un compañero veinticinco pesetas para traer otra. Me la dieron, y, cuando fui a retirarme, el cantinero en bromas me arrojó un vaso de agua. Yo quise devolverle la broma, echándole un poco de vino de la botella que llevaba en la mano... con tan mala fortuna que la botella se me escapó... con el consiguiente estropicio de cristales rotos, y la exquisita bebida derramada por el suelo. Total, la broma me ha costado dieciséis pesetas. ¡Un capital para un soldado, como yo, que no tiene ni una perra chica (5 céntimos)!. Para estas cosas, tengo las mismas palabras y pensamientos de siempre: "¡Más se perdió en la guerra de Cuba!". Y me quedo como si la cosa no fuese conmigo, cantando y bailando. Pero, aunque por fuera no exteriorizara el malestar, sí me quedó en el cuerpo.

Más tarde, marchamos a la explanada para ver una película. Es italiana, y muy divertida. Se titula "La ladrona, su padre, y el taxista". Protagonizada por Sofía Loren, Vittorio de Sica, y Marcello Mastroianni. Cuando terminó, aun seguíamos con los efectos del vino. Unos medio beodos, y otros chispos enteros. A tropezones y contentos, nos vamos cada mochuelo a su olivo, a dormir la mona.

Día 30/08/1960, martes: ¡Diana!. Hoy no tengo ganas de moverme de la cama por no sentirme bien, pero esto es la mili, y hay que levantarse. La fatídica corneta mañanera hace el milagro de que el esqueleto, aunque sea una amalgama de huesos y nervios doloridos, se ponga de pie por obligación. Me levanto, como todos los días, "con los calzones arrastras" y la camisa desabrocha, terminando de vestirme en la formación, y pasar lista.

Después del desayuno, lo primero que hago es apuntarme a reconocimiento. Poco más tarde, me entero que tengo servicio, y, por ello, no puedo ir. Pido permiso y me presento al capitán médico, contándole lo que me pasa en la garganta... que son anginas. Todos los años se inflaman más de una vez. Me da un supositorio... y "andando, que es gerundio".

Me ponen el servicio, y me mandan al regimiento, a sub-ayudantía, para doblar mantas. Y lo hago. No es nada del otro mundo en cuanto a trabajo.

Hoy he comido en el comedor del regimiento: cazuela a la española, y pescado, de postre: higos.

A las cuatro de la tarde cuando termino el trabajo, y me marcho al campamento. A las seis sube Fernando. Pasamos un buen rato bebiendo y fumándonos un cigarro "celtas" (marca de tabaco) de la península. En estos momentos veo llegar al cartero. Me da dos cartas: una de mi madre, y otra de mi vecino Pedro, dirigida a mí para su hijo José. Tiempo después, lo de siempre. El sonido de corneta para papear.

Esta noche tenemos fideos con patatas, y carne en salsa... ¡Y a comer tocan!, sentados en el suelo y a la escasa luz de una tarde que ya agoniza sumiéndose, con tonos ambarinos, en la incipiente noche canaria... quedando el color de unas pocas bombillas, agónicas en cuanto a su luz.

Y después de formar, pasar lista, y nombrar el servicio para el día siguiente, tocan silencio. Y a dormir se ha dicho.

Día 31/08/1960, miércoles: Diana. Salimos todos como pollos de perdiz despavoridos de las chabolas, poniéndonos en pleno vuelo terrestre todo el plumaje necesario para estar... "¡Presente!", cuando mencionen nuestro nombre al pasar lista.

A renglón seguido, nos aseamos, cogemos las marmitas y nos preparamos para el desayuno, que, con un poco de pan la malta con leche, resucita a un muerto... siempre que esté vivo.

Hoy no tengo servicio, pero sí dos horas de trabajo. Parece que los peninsulares nos han traído aquí a poner esta montaña de lava como una plaza de toros. Termino de trabajar, y hoy no me han arrestado de milagro. Tenemos de servicio un teniente, que no pega como algunos, pero te arresta por cualquier cosa por insignificante que sea. Tocaron fajina, y quería que estuviésemos formados al momento. Me gusta comer de los últimos, y le dio la vena por arrestar a los cuatro últimos que estaban en la formación. Al verlo venir, me fui por otro lado encontrándome al cabo primera de mi Compañía. ¡Vi el cielo abierto! Le pregunto si quiere que le lleve la comida, (se la he cogido varias veces). Me contesta que sí. Ésta fue la forma de escaparme del arresto, por los pelos.

Hallándonos formados, el mismo teniente dijo que daba permiso a los canarios. Sonaba a discriminación. Yo no me arrugué, y también se lo pedí, junto con otro compañero. Nos lo dio.

Este corto lapso de tiempo, lo aprovecho para escribir a mi casa, y a un amigo que le debo contestación. Más tarde, viene mi paisano Antonio, y nos vamos ambos de paseo a Las Palmas. Hoy ha sido la primera vez que me he sentido millonario desde que estoy en la mili. He recibido un giro de... ¡220 pesetas!. Me las han mandado mis jefes y excompañeros de trabajo: Alonso, "el curilla", Miguel "salero", mi hermano Luis, mi sobrino Bartolo, Paco, (no digo su mote por respeto), Manolo, "el gamba", y otros compañeros. No sé cómo pagarles tanta generosidad... Sólo sé ofrecerles mí gratitud eterna.

Hoy, al rescribir mi diario, sigo en deuda con los que aún están vivos. Por los fallecidos, siento un profundo dolor. Son: mi hermano Luis, y su hijo Bartolo, Paco, el hijo de Miguel, y Manolo, "el gamba". Tres de ellos eran menores que yo. Descansen en paz.

Nos vamos al Parque Santa Catalina. ¡Es precioso! Lleno de palmeras, plataneras y las plantas más bellas y exóticas que pudiera verse, con un colorido de ensueño, conjugando todo cuanto veo en este oasis. Se ve una muchedumbre variopinta de turistas de todas partes de la tierra, y el muelle al alcance de la mano. Está repleto de buques, lanchas, balandros, ferry, veleros, y yates... Hasta hay un trasatlántico americano anclado por tiempo indefinido. Todo en conjunto ocasiona un hermoso colorido, como si fuese parte del paisaje urbano sacado de un cuento de "Las mil y una noche".

El clima es como si estuvieses en un inmenso invernadero tropical al aire libre, siempre a la misma temperatura. No me cansaré de decirlo: Es un verdadero milagro de la naturaleza. Siempre llevaré un trocito de "las islas afortunadas" en el corazón.

La calle principal, de varias vías, es muy amplia, para toda clase de vehículos. A la derecha está la playa de "Las Canteras"... a la izquierda, el muelle. Dicen los más "puretas" (ancianos) del lugar, que cuándo se enfada el Atlántico, las olas de la playa Las Canteras, llegan hasta el dique del muelle, atravesando calles, plazas, parques y todo cuanto encuentran a su paso.

Nos hemos hecho una foto de "a minuto". Ha tenido que repetirla, porque la primera ha salido movida. La segunda ha salido de mejor ver; o sea, estoy muy favorecido. He entrado en una papelería a comprar sobres y papel, (escribo mucho). Mañana, le escribo a mi madre una carta, mandándole una fotografía. Le dará alegría inmensa de verme, aunque sea en una cartulina.

Antonio se marcha, y nosotros nos vamos al cine "Hermanos Millares". Hemos visto una película titulada... "Vida o Muerte", protagonizada por Joel Mc Crea. Ha sido preciosa. Cuando salimos, damos una vuelta por la playa. Siempre hay a quien le gusta enseñar sus encantos, y ojos de águila que miran codiciosos la tersura de las carnes de tantas Venus soñadoras.

Subimos al campamento. Me zampo, entre pecho y espalda, un chusco con mortadela de la que he recibido de mi madre. Poco más tarde tocan a formar, y nombran el servicio. Me ha tocado uno. Mañana hablaré de él. Esta noche tengo sueño, y ganas de ver a mi dueña primero... Con estos pensamientos y deseos imposibles y la singular pelea de cinco contra uno... a dormir. Ya sé que lo dicho, a algunos les puede sonar inmoral hacerlo, y falto de ética decirlo. Pero hay circunstancias especiales. Y, antes de juzgar a alguien, es preciso tratar de ponerse en su misma situación. Por otra parte, la falta de comprensión, me sonaría a intransigencia. Después de tan difícil batalla, me duermo como un bendito.

REFLEXIONES:
Quien no es capaz de hacer una cosa,
dice que no merece la pena.
Lo que no merece la pena,
es hablar de egoístas:
de quien no es capaz de hacer nada por nadie.
Cuando tan necesaria es la ayuda humanitaria
en este mundo en que vivimos,
nadie debiera parar a mirarse el propio ombligo.
En estos tiempos de soledad,
se quiere invocar clemencia para el ser humano,
cuando no tenemos piedad ni para nosotros mismos.
Dilapidamos la vida,
buscando valores en unos caminos inciertos:
son caminos de la imprudencia sin sentido.
Cuando los verdaderos, han sido olvidados
en aras de un inconsciente modernismo.



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