¡ASÍ ES LA MILI!: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 04/09/1960, domingo: Tocan diana a las siete de la mañana. Casi durmiendo, me levanto... tropezando hasta con mi sombra, y me presento de los últimos a la formación. Por los pelos no me arrestan. Les ha tocado el castigo a cuatro pipiolos que habían llegado antes que yo. Tuve la caradura de adelantarme en la fila. La mili es así. Si no aprendes, te pisan. Hay que tener un poco de vista, aunque a veces te calan. Pero con tanto mi traslado a Tenerife, no les ha dado tiempo a conocerme.

Tocan fajina. Desayuno un poco de malta con leche, caliente (que viene bien para la garganta y el cuerpo). Más tarde, formamos para oír misa. Lo hago con calma en el alma, pero con el pensamiento lejos de donde me hallo.

Cuando el páter nos dio la bendición, tocan marcha de frente. Hoy no tengo ganas ni de abrir los ojos. Voy a acostarme de nuevo. Inútil. Mandan de nuevo a formar, porque a un soldado se le ha perdido un par de botas... y preguntan si alguno las ha encontrado. ¡Pobre ignorante el que se las han cambiado de sitio, si creé que las va a recuperar! "En la mili, ni se pierde, ni se roba, sólo se cambian las cosas de sitio", según dicen los jefes. Como es de esperar, no encuentran las botas. Y me acuesto hasta la hora del papeo.


Mis compañeros de chabola.

Tocan fajina. Esta tarde no voy. No me apetece. No tengo ganas de estar de pie esperando a que me sirvan el rancho. Me zampo un chusco con un poco de "nocilla" y una botellita de "Baya vaya", que me cuesta 1,30 pesetas.

Viene el cartero, y tengo la dicha de tener carta de mi madre. Le contesto, y me marcho a la playa. Hoy no tengo ganas de bañarme. Tengo el cuerpo molido. Pero, a pesar de no llevar intención, el agua está tan apetecible y espléndida, que no puedo negarme a darme un baño.

Me meto unos diez minutos. Hace una mañana fresca, y las bañistas escasean, aunque siempre hay alguna donde posar la vista de mis ojos, huérfanos de la caricias de mujer.

Subimos al campamento varios compañeros. Cada cual se va donde le parece, y yo me voy a leer una novela, ya que no tengo ganas de paseo. Así se pasa la tarde, entre brumas de deseos, que se desvanecen en el atardecer con las primeras sombras de la noche.

Reparten el pan. Esta noche no atiendo al toque de fajina. Gil y yo, nos comemos un chusco con sobrasada. Y ahora, a esperar acostado el toque de la llamada a formar. Pasan lista y nombran el servicio. Para mañana tengo servicio de guardia. Rompemos filas, y nos vamos a dormir... con el toque de corneta pidiendo silencio... que más que una llamada, parece el lamento de un animal herido... Como siempre, me quedo dormido como un pajarillo.

Día 05/09/1960, lunes: Tocan diana. Hoy desayuno más ligero que otros días. Limpio el mosquetón, y poco después hacemos el relevo. Me entretengo un poco, ya que los primeros números hacen tres puestos y los últimos dos. Como lo había pensado, me sale. Me ha tocado el número 12, (el último). Me dice un canario, con cara de "tolete", dándoselas de listillo: "Pequeñín, ¿quieres cambiarme el sitio, y tú te pones en medio que es mejor?". Le contesto: "No. Voy el último, y así, no me pisa nadie". Me responde: "¿Yo lo decía por tu bien?". "Es lo mismo", le digo con cara ingenua. Desde que pisé la mili, nadie conoce la picardía que atesora mi persona. Sólo los paisanos saben un poco de lo mucho que almaceno en mi ser. A todo cuanto hago, le echo una cara de candoroso, que hasta el jefe más malo, me tiene que perdonar. ¡Ventaja que tiene uno por ser pequeño y parecer despistado!.

No entro de puesto hasta las seis de la tarde. Cuando me toca hacer el relevo, lo hago gustoso, pero se me hace pesado. Pienso en la novia. El momento y el sitio es ideal para recordar. Se oye música. Es el altavoz del campamento. En estos momentos suena una copla de Antonio Molina. ¡Es el cantante favorito de ella, y el mío!. ¡Cuántas veces le hemos visto y oído en el cine, unidos por un amor correspondido, acariciándonos con ojos y manos!.

Mi mirada se pierde en las nubes sonrosadas que parecen telarañas suspendidas en el aire, dando ganas de soñar, al ver en sus arabescos, la forma y el rostro de la mujer amada... deseando poseerla... sabiendo, que por ahora es un imposible.
¡Qué momentos aquellos, y cuán lejos estoy de ellos! ¿Cuándo volverán de nuevo? ¡Sólo Dios lo sabe!.

Me relevan a las ocho de la tarde, momentos antes de la cena. Ceno solamente el chusco con un poco de sobrasada, enviada por mi madre, de la poca que me va quedando. Momentos más tarde nos proyectan una película de Abot y Costello, titulada "Reclutas". Aunque la tenía vista, me he divertido mucho. Antes no me llamó tanto la atención como ahora... por similitud con lo que estoy viviendo. Creo ver en cada escena, momentos pasados en la mili.

Cuando terminó la película, después de muchas interrupciones, me acosté en el cuerpo de guardia, envuelto en la manta... empezando la guerra particular que tenemos todas las noches con las pulgas... dándome por vencido. Aquí otra cosa no tendremos, ¡pero pulgas...! Las hay hasta con estrellas de cuatro puntas por méritos de guerra. Me llaman a las cuatro de la mañana.

Día 06/09/1960, martes: Es un amanecer plagado de estrellas rutilantes, que no se dejan contar por la infinita distancia que me separa de ellas. Sonríen pícaras, con centelleantes y cortos intervalos, que más parecen asustadas por la claridad manifiesta del alba. Hago el puesto medio dormido, pero siempre con el oído puesto en relieve, ya que no te puedes fiar de las visitas inesperadas que suele hacer el teniente de guardia.

Con los recuerdos del esbelto cuerpo de la bañista que vi ayer... y el de anteayer, me apetece desahogarme. Ni corto ni perezoso, empieza la desigual pelea de cinco contra uno... con la consiguiente y dulce derrota del "Llanero solitario" y cómplice de esta perdida batalla. Me relevan a las seis de la mañana.

Cuando he terminado ese servicio, me informan que tengo " campo de tiro" (trabajo de dos horas de limpieza). Antes, hablo con el teniente de mi anterior compañía para decirle si había hablado con el capitán de lo que me prometieron. Responde que no... que ahora mismo se lo expone. En estos momentos están hablando de mí. No sé lo que habrán decidido hacer. Estoy de mal humor, ya que todos los demás compañeros del curso de telemetría, que sirven en otras Compañías, salvo dos, están rebajados de servicios mecánicos. Y estos servicios de limpieza y otros análogos, a mí no me los han rebajado. No siento desánimo por tan poca cosa, pero me fastidia tener una facultad, y no me la otorguen... y más en el Ejército, que son tan estrictos en los deberes y obligaciones. ¡¿Será cuando quieren?!.

A las once de la mañana terminamos el trabajo de limpieza.

Recuerdo un percance que me pasó, que no quedó reflejado en mi diario. Transcribo lo más puntual posible. Tuve un pequeño incidente con un soldado de los muchos que se las dan de graciosos, y yo no estaba para bromas. Este "personaje" me estaba fastidiando con alusiones irónicas y de mal gusto a mi corta estatura. Le dije, disgustado, que me dejara en paz, o íbamos a terminar mal. Me contestó, chulesco, que si le iba a pegar. "Podría ser", respondí. Se rió, y me dijo: "¿Cuántos se tienen que juntar como tú para pelear conmigo?". Se me subió la sangre a..., y le eché la mano al pecho... estaba en mejores condiciones que él, ya que él tenía la espalda al borde de un pequeño barranco, y le dije con malas ideas. "¿Conmigo sobra? ¿Quieres verlo?". Cambió de color al sentirse en tan difícil situación. Ya no se volvió a meter más conmigo. Me pidió perdón, y se lo acepté. Pero ya no lo tragué durante el tiempo que estuve con él en la mili.

El resto del día transcurrió como todos los demás. Sin ningún incidente digno de mencionar como no sea, el papeo. Esta noche tenemos fideos con patatas, y carne. Más tarde, las obligaciones de todas las noches: formar, pasar lista, y nombrar el servicio para mañana. ¡No tengo nada! Después nos vamos a la chabola y, hasta la hora del silencio, pasamos el tiempo hablando los compañeros. Se oye el lamento de la corneta, y a dormir tocan.

Día 07/09/1960, miércoles: Tocan diana. Salimos por las puertas de las chabolas casi todos a la vez, como alma perseguida por el diablo, buscando el espacio libre de la explanada. Pasan lista, Después tenemos un corto espacio de tiempo para hacer nuestras necesidades.

Tocan fajina, y ya estoy listo para el desayuno. A continuación de desayunar, tocan marcha de frente. Hoy ha sido más temprano que otros días. Se celebra una fiesta, y todos los canarios se van a su casa... y aquí quedamos los peninsulares, con dos palmos de narices por no tener adonde ir.

Suena la corneta a toque a fajina. Es lo más positivo y agradable que tiene la mili, a pesar de que la comida no es nada especial, pero la saboreo con más deleite que en mi casa. Quizás porque nos la dan a todos por igual, trabajemos o no. Hoy tenemos ropa vieja, sopa, e higos.

SENTIMIENTOS DE UN SOLDADO VETERANO:
El silencio de la tarde es imperceptible.
Deleitable y sumiso a la exigencia de la vida.
Apenas nada se oye.
El campamento duerme el sopor de la siesta.
Sólo los latidos del corazón se sienten a sí mismos
con su rítmico palpitar.
Se desnuda el sentimiento.
El alma se despoja,
dejando el agridulce desnudo de la realidad.
Emergen los recuerdos,
anudando con su lamento
un sinfín de pensamientos.
Pienso en tierras lejanas...
en mi tierra natal...
en la personas queridas..
Anhelo volver.
¿Cuándo llegará ese día?.
La bruma del alma se deshace en la ansiedad
de esta singladura por un náufrago,
navegando a la deriva,
buscando donde nació.

Fastidiado y aburrido, leo, novela tras novela, sin hacer ganas ni de comer. ¡Qué vida! Yo diría que es una vidorra. Por la noche pido permiso para ir al cine con José. Nos lo conceden y vamos a Las Palmas al cine "La Luz", que proyectan dos películas fantásticas. Me gustan mucho. Hoy he pagado yo.

Salimos a las dos de la mañana, corriendo como galgo, camino del campamento. Nos presentamos al oficial de guardia. Nos borra del parte. Y me acuesto rendido, no sin antes cenar un poco de pan con sobrasada, soñando en blanco y negro.

Día 08/09/1960, jueves: Tocan diana. Hoy no tengo servicio. Me levanto como ternerillo retozando, hambriento, haciendo cabriolas con la ropa para acondicionarla a mí cuerpo serranillo... hasta desembocar en nuestra querida explanada para el recuento matutino.

Pasamos lista, y un poco más tarde tocan fajina. ¡Hoy sí voy contento, deseando tomarme el biberón de la malta con leche diciendo la de aquél: "no alimenta, pero calienta".

RECUERDOS... Y MÁS RECUERDOS:
Estas cuatro palabras "no alimentan pero calientan (en plural), tienen una historia de humanidad y picaresca que se contaba por mi tierra. Más o menos, dice así. Llegó un pordiosero un día a llamar, pidiendo limosna, a la puerta de un humilde hogar, donde vivía un matrimonio con cinco hijos de corta edad. Estaban comiendo gachas en caldo.

El cabeza de familia le dijo al hijo menor: "Dile que pase, y cóma con nosotros". El niño salió, y le dijo al mendigo: "Dice mi padre que si no se va pronto, va a salir con una vara, y le va a dar varazos hasta que se le rompa". El mendigo, asustado alivia el paso, y se va.

El niño entra en la casa, y le dice al padre que el mendigo le había dicho que las gachas con caldo no le gustaban. El padre miró al niño y replicó: "Eso es que no se lo has dicho bien". Salió a la puerta, viendo al mendigo corriendo. Y, gritándole, le dijo: "¡Eh!, amigo, no alimentan pero calientan!". El mendigo le contestó: "¡Eso ya lo sé yo!".

Quizás parezca una fábula, pero me acuerdo, que por aquellos tiempos en mi casa se cerraba la puerta a la hora de la comida, para evitar la entrada de una niña, que tenía costumbre de venir a esas horas e invitarse a comer. Y es que en nuestra casa, aunque poco, siempre se hacía comida, aunque solamente hubiera gachas en caldo. No voy a nombrar a la dicha niña, pues pudiera resultar ofensivo. No obstante, quiero recalcar que, aunque pueda parecer un cuento para quienes han nacido en la abundancia, el hambre y la necesidad de la postguerra fue tan real como la vida misma
.

Después nada de particular. Hacer tiempo hasta hora papeo. Hoy hay paella, cazuela de pescado, e higos. Termino de comer, friego la marmita, y hago la siesta hasta que oigo la voz tan esperada de "¡Que viene el cartero!". He tenido el estimulo más grande que puede recibir un soldado. Tener carta de las personas queridas. He recibido tres. De mi madre, de mi hermano Manolo, y de mi amigo Rafael ("Colonias"). Contesto a dos de ellas. A mí madre: contándole todo cuanto me acontece, pero sólo lo agradable... no quiero preocuparla. A Rafael le comunico cómo lo estoy pasando. Mi hermano Manolo me dice que no le conteste, ya que piensa regresar al pueblo, y no recibiría la contestación donde está trabajando.

A las seis de la tarde, pido permiso para salir de paseo con Flores. Nos vamos a Las Palmas. La bajada es más ligera y agradable... la subida, casi siempre, es de noche, y sudando del esfuerzo que hacemos, aligerando el paso para llegar a tiempo.

Nos metemos en el cine Santa Catalina, que siempre hay programa doble. Lo pasó distraído. Salimos a las diez de la noche. Es temprano. Nos vamos a ver un cabaret, donde trabajan mujeres, muy guapas, pero de dudosa reputación. ¡Qué vida para quien tiene dinero y la sabe vivir! Cuando salimos de allí, montamos en la guagua. Viajaba una mujer de estatura regular, pero con un cuerpo que al mirarlo, te consolabas y dabas gracias a Dios por darte y conservarte el don de la vista. ¡Qué pechos! Se movían al compás de los pequeños saltos del coche, de una manera tan rítmica, que se me mareó hasta el aliento. ¡Una verdadera mujer canaria! Casi todas son lo iguales. Voy como Luis Sandrini: ¡Con los ojos dándome vueltas en sus órbitas!.

Cuando subimos al campamento, es la una de la mañana. Nos borramos del parte. Sin apenas hacer ruido, me adentré en la oscuridad del dormitorio acostándome... y a dormir... No sin antes hacer lo que el cuerpo me pedía al recordar aquellos dos pechos bailarines y exuberantes... ¡Tentaciones del deseo!.

Día 09/09/1960, viernes: Tocan diana. Como alce despavorido por los disparos del cazador, salgo por la abertura de la chabola acompañado de mis compañeros en tropel... que parece una estampida de caballos con los aparejos a medio poner, buscando la pradera deseada.

Pasamos lista y, como siempre, la rutina diaria. Nos aseamos. Tocan fajina. Desayunamos. Y nos preparamos para la limpieza, ya que nos han dicho que va a haber revista.

Ahora tenemos la revista anunciada. Una vez pasada, tocan marcha de frente.

Hoy no tengo ganas de salir. El tiempo lo dedico a mi aseo personal. Lavo un poco de ropa: dos camisas, un pañuelo, y un calzoncillo blanco. Cuando termino de hacer la colada, tocan fajina. Tenemos: paella, y garbanzos con fideos, e higos de postre.

Acabo de comer y, como aún tengo tiempo, pienso en ir a Terol: un pueblo cercano, donde hay un desfile de soldados del Regimiento. Pero hay un pequeño inconveniente: Estamos todos los paisanos juntos, y lo más justo es ir todos... pero no tienen dinero. No estaría bien que fuera yo solo... y de ir todos, tendría que costear yo todos los gastos. En tal caso, se me originaría un desembolso excesivo para mí. Aún me queda un poco de dinero, pero lo más sensato es quedarme con los paisanos. Aquí comienzan las tribulaciones de un soñador y romántico soldado. La tarde, sin nada que hacer, se le hace una espiral en el tiempo. En ella, giran los recuerdos con turbulentos remolinos. Salen del corazón con sentimientos de pasiones y sosiegos, en espera de mejores tiempos. Salgo de mi abstracción con el sonido garboso del toque de fajina.

Esta noche tenemos carne en salsa, y ensaladilla de patatas. Cuando termina la cena, nos juntamos los paisanos, y somos afortunados de poder fumarnos un cigarro. Sin más por hoy, a dormir hasta la mañana.

Día 10/09/1960, sábado: Tocan diana. Como notas sinfónicas desprendidas por la corneta volando en el aire, acorde del ritmo rápido de nuestros pies, todos llegamos al unísono a pasar lista.

Nos aseamos y, a renglón seguido, desayunamos la malta con leche, acompañada con el habitual cuscurrón de pan. ¡Hay de quien no tenga cuscurrón, y se la tenga que beber solita y clara como un chaparrón de azabache! Desgraciado de él... se le va a deslavar el estómago.

Como todos los sábados, después de la revista, tocan marcha de frente. Voy acompañado por mi vecino Fernando a recoger unas fotos que me hice. He salido bastante favorecido. Salimos de casa del fotógrafo, y fuimos a Las Palmas para ver en qué cine proyectan las mejores películas, para volver esta tarde. Como siempre, es el "Pabellón Santa Catalina", quien se lleva el primer premio: no por calidad, sino por cantidad. En este cine dan sesión doble... ideal para el exiguo bolsillo de los soldados.

Regresamos al campamento pronto. Llegando con tiempo para el papeo: estofado de garbanzos, carne en salsa, e higos.

Escribo a mi madre, y a los jefes del trabajo (que tan bien se han portado conmigo), mandando fotos en ambas cartas. Cuando termino de escribir, me voy a dormir la siesta hasta las seis de la tarde.

Me levanto, y me voy con Fernando a dar un paseo por "Las Canteras". Vamos al cine, llegando con la hora justa. Nos topamos con José (que además de uno de los paisanos quintos de Jódar, es primo hermano de Fernando), que se unió a nosotros. Hemos visto dos películas. A las diez de la noche salimos del cine, y subimos al campamento. Nos hemos comido una marmita de patatas con carne que nos tenía guardada nuestro compañero Gil.

Después de charlar un rato, nos acostamos. Estoy cansado, y me duermo nada más caer en la litera hasta el toque de diana, que es el "quiquiriquí" de nuestro gallo particular.



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