NOTICIAS DEL PUEBLO, JÓDAR: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 20/09/1960, martes: Tocan diana. Aún me duelen los huesos del trotecillo de anoche, pero enseguida me repongo, ya que en la mili no te dejan pensar en nada que no sea obedecer órdenes. Pasamos lista. Desayunamos. Y todavía tengo tiempo de arreglarme para la guardia.

A las ocho hacemos el relevo. Me pongo el último, y el cabo primera ordena ponerse al revés. ¡Ahora estoy en cabeza, como el Real Madrid! Será que, para lo malo, han aprendido del evangelio: "Los primeros serán los últimos, y los últimos los primeros". ¡Me pillaron el truco!.

El primer puesto lo hago a las diez de la mañana, (dos horas). Después, nada de particular hasta la hora de la comida. Me ha tocado un compañero sevillano. Cuando fue por la comida, suya y mía, el cocinero le echó poca para dos. Al verlo, le dije que fuera a pedir más. Él no se atrevía, y me dijo que fuese yo. Y fui. Me presenté al capitán que está encargado de la cocina, enseñándole lo poco que me habían echado para los dos. Me miró con cara de mal genio, y quiso tirarme de las orejas, pero no me pilló. Me dijo que a él no tenía que decirle nada, para eso estaba el cabo primera, que está de guardia con nosotros. Yo tengo mis propias ideas desde que tengo uso de razón: Cuando necesito subir a la copa de un árbol, dejo las ramas, y busco el tronco principal, que era él. Aunque en el Ejército no es así. Hay que empezar por las ramas inferiores. Bueno... el resultado fue el mismo: que me echaron más comida.

Viene el cartero. Tengo la inmensa alegría de tener dos cartas, de mi madre y de mi amigo Blas. He contestado a las dos, después me dejo caer sobre la colchoneta, hasta las siete.

Tocan fajina. Esta tarde noche, tenemos patatas, y carne.

Después de cenar, van a echar cine. Ayer lunes, no pudo ser, por circunstancias que ignoro. Dicen que va a ser una buena película. Se titula "La Muerte de Mister Harrison". No he visto nada más que el comienzo. A las diez me toca entrar de puesto de guardia, por encima del campamento, y tenido que irme.

A estas horas de la noche, Las Palmas se vislumbra como la estela de un cometa luminoso de infinitos colores difusos por la oscuridad. Sin pretenderlo, mi pensamiento vuela como un amanecer a través de mares infinitos, buscando con nostalgia un pueblecito de la provincia de Jaén, (Jódar), donde quizás en estos momentos duerma la persona que más quiero: ¡Mi madre!. Pensando en todas estas cosas, el tiempo pasa volando. Viendo, además, el bullicio del campamento. Cuando ha terminado la película, todos los espectadores se acuestan. Sólo quedamos en vela los que tenemos imaginarias y guardias.

Me han relevado a las doce. Me acuesto en la chabola con deseos de dormir, a pesar de la incomodidad y la estrechez de la alcoba. Tengo el sueño intranquilo. Me levanto tres veces a orinar. No es cómodo dormir vestido, con botas, machete, y una cartuchera con diez balas. A las seis me levanto para hacer el último puesto.

Día 21/09/1960, miércoles: Hago el relevo en esta mañana donde la claridad y el suave viento suspiran, alejando las algodonosas carmesí brumas de la mar, dejando paso a una diáfana y clara mañana... en la cual, la ciudad pierde su delicada y mágica belleza, recobrando su esplendor de vida en movimiento.

Tocan diana una hora más tarde que de costumbre. Nos relevan. Desayunamos. Y formamos todos para hacer gimnasia. Otra vez ha empezado en serio toda la paranoia, igual que cuando éramos reclutas. Después nos preparamos para hacer instrucción hasta las once de la mañana. Más tarde rompemos filas, y nos hacen limpiar el Mosquetón. Mañana tenemos revista. El tiempo, como siempre, ha pasado volando.

Tocan fajina. Hay ropa vieja, sopa de pasta, e higos.


Romería de San Isidro, en Jódar (Jaén), 1960.

Después de comer espero al cartero. Tengo la alegría de tener carta de la novia. Me manda una fotografía en compañía de su hermana, el escribiente (su cuñado), unos amigos, y un muchacho. La verdad es que están todos bien, ella está muy guapa... pero la foto no es de mi agrado, ya que esperaba una de ella sola. Le escribo y le hago saber mis deseos.

Después de echar la siesta, nos mandan formar. Se termina el recuento, y rompemos filas, destinándonos a diferentes trabajos: Unos para limpiar el armamento y otros para ir al campo de tiro a trabajar. Hoy hemos cobrado las sobras. Me han dado cinco pesetas. Un verdadero capital. Me voy al trabajo que me sirve de distracción.

Subo con un compañero que me he echado de mi misma talla, y lo hemos pasado bien. Me ha regalado un encendedor un poco anticuado, pero arreglándolo presta un buen servicio. En pago de esto, le he dicho, que le voy a buscar una amiga en el pueblo para que le escriba.

Ordenan parada del trabajo. Me ducho, y a esperar a la hora de cenar. Tengo un apetito envidiable.

Tocan fajina. Esta noche tenemos patas con huevos, y empedrado de lentejas con arroz.

Después de pasar lista, nos metemos en la chabola en espera del toque de silencio. Y a dormir como un bendito.

Día 22/09/1960, jueves: Tocan diana. Somos como liebres saliendo de la madriguera perseguidas por el eco de la corneta, que anuncia el término de una noche de sueños. Formamos. Y pasamos lista, dándonos unos minutos para asearnos y quitarnos las legañas de los ojos.

Fajina. Desayunamos. Y un poco más tarde, gimnasia. A renglón seguido, instrucción. A las once pasamos revista. Llevo el mosquetón limpio, y no tengo miedo a que me arresten. Después, apenas queda tiempo, y suena el toque de fajina. La comida ha sido extra: ropa vieja (muy buena), y sopa (deliciosa). Plátanos, de postre. ¿¡Qué fiesta será hoy!?.

Espero al cartero con la misma ilusión de siempre. Hoy no he tenido suerte. Me acuesto, un poco cansado, a dormir la siesta.

Me levanto cuando oigo voces de: "¡A formar la compañía!". Llego tarde. Me presento al cabo primera, y le pido permiso para entrar en la formación. Me lo concede... y no me arresta como tiene por norma. ¡¡Qué raro!!.

Nos marchamos a la sierra para desplegar, haciendo un simulacro de guerra. Yo, por ser telemetrista, no pertenezco a ninguna sección de batalla, y sí a la de camilleros. Estoy garantizado para no hacer nada. Se supone que aquí no hay heridos. Nos manda nuestro capitán, que es un tío con toda la barba, y lo hace muy bien. Me he presentado a él una sola vez, y me agradó su carácter. Hemos terminado el simulacro un poco tarde, y nos mandan a ducharnos. Esta tarde no tengo ganas. Me meto en la ducha, pero no me mojo ni el pelo. Trucos que se sabe uno. ¡Por algo llevo 6 meses de mili!

Voy a contar cómo son las duchas: Es un pequeño laberinto de pasillos estrechos, donde entras por una puerta, y vas caminando, surgiendo por otra. De techumbre y en los flancos, se halla una tubería recubierta de filtros, por donde se escapa el agua como perseguida por diablo. Tienes que empaparte de tan preciado líquido, (digo "preciado líquido", porque aquí en Las Palmas, el agua dulce es un bien escaso), frotarte con una pastilla de jabón, y aclararte a la salida. Todo esto a paso ligero, en menos de cinco minutos... Pero si te vales de ingenio, sales como has entrado. Arrimado a la pared, siempre que seas pequeño, eludes el remojón... como he hecho hoy. El peligro es que un hueso, con galones o estrellas, se halle vigilando la salida, y te vea seco.

Esta noche tenemos cine. Veremos la película que nos echan. A las ocho tocan fajina. Cenamos paella, y cazuela de ensalada.

Empieza la sesión de cine. Ponen una película italiana titulada "Pan, amor y fantasía". Está interpretada por "La Lollo". No hace nada más que empezar, y se estropea la máquina. ¡Me he llevado un chasco! ¡Con las ganas que tenía de verla! Tocan a formar. Pasan lista y nombran el servicio. Por suerte para mí, estoy exento de todo. Me acuesto tranquilo, durmiéndome pronto hasta el sonido clarividente y mañanero de la corneta.



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