VUELTA A LA NORMALIDAD: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 01/19/1960, sábado: ¡Otro mes! Me despierta el sonido de ese instrumento infernal llamado corneta, soplado por la fuerza de unos pulmones jóvenes y una maestría admirable... si no fuese porque los oyentes apenas tienen tiempo, en su rápido galopar, de admirar esta ráfaga musical. Pasamos lista, entre bostezos reprimidos. Y después nos aclaramos la vista para estar presentables a la hora de pasar lista y del desayuno.

Hoy no tenemos la revista semanal de los sábados. Pero sí tenemos gimnasia y un poco de ensayo de todo lo que tenemos que hacer el lunes. Terminamos a las doce. Me ducho, y esperar otra vez el sonido diferente y agradable de nuestra adorable corneta, que no tarda en suceder: Fajina. Hoy tenemos garbanzos, carne en salsa, e higos.

Después de comer, como cada tarde, espero al cartero. Pero quien viene es el fotógrafo, que me trae las fotos hechas hace unos días. Me cuestan 25 pesetas. Como no las tengo, se las dejo a deber. Espero poder pagárselas pronto.


Mis paisanos Fernando, José, y yo. Las Palmas. Día 29 de septiembre de 1960.

Hoy he cobrado las sobras... 5 pesetas. Nos han dado unas alpargatas y un poco más de ropa, entre otras cosas, un mono, (prenda de vestir) que se pueden meter en él, tres de mi medida. ¡Qué le voy a hacer! ¡Soy como soy, y no hay que darle más vueltas!.

No nos dejan echar la siesta, porque tenemos limpieza. Terminamos pronto. Voy a ver si tengo carta. ¡Albricias!. Tengo la inmensa satisfacción de tener carta de la novia. Me cuenta muchas cosas, que reconfortan el ánimo... que en la mili a veces está por los suelos.

Contesto a la carta que tuve ayer de mi madre, y le mando una fotografía. A la novia le escribo diciéndole cuanto me gustaría estar a su lado para poder decirle al oído todo lo que le quiero, pero no le mando una foto. Esta tarde no tengo ganas de salir. Me quedo leyendo una novela. Se desliza el tiempo por caminos de silencios y fantasías.

Parece que el campamento está abandonado. Han dado permiso para todos. Sólo quedamos los "capitalistas" (entre comillas)... o sea: los que no tenemos posibles para ir a cualquier sito agradable de Las Palmas. ¡Qué le vamos a hacer! ¡La vida viene así y así tenemos que lidiarla!.

Nos juntamos los cuatro paisanos: Gil, Flores, Fernando, y el que subscribe, dulcificando el tiempo jugando a las cartas... al subastado. Ganamos Fernando y yo... no sé qué, pero ganamos. No jugábamos nada... tampoco lo teníamos. Hemos pasado un rato agradable, haciéndole trampas y pillerías a Gil, que presume de jugar muy bien... y a fe que sabe hacerlo, pero a veces, la picaresca es más efectiva que el saber. Aunque no se debe de hacer trampas.

Tocan fajina, y vamos todos al papeo. Esta noche tenemos arroz con habichuelas, y pescado en salsa. Después, lo de siempre: formar... pasar lista... y a dormir que mañana es festivo. Con el toque de silencio, quedo prendido en las brumas del sueño, para soñar con lo quimérico.

Día 02/10/1960, domingo: Diana. Cuando siento el sonido de la corneta, ya estoy vestido y preparado para salir por pies como un gamo, y no ser de los últimos. No te puedes fiar por ser festivo, y creer que no van a ser tan severos.

Pasamos lista, y nos preparamos para el desayuno. Después de desayunar, suena la corneta llamándonos para la misa. Oímos la Santa Misa, unos por obligación (es obligatorio), y otros por devoción, entre los que me hallo. Me gustan estos momentos. Rodeado de tantos compañeros, me siento más cerca de Dios, pidiéndole como siempre, por mi familia para que llegue el día que podamos abrazarnos y estar juntos de nuevo.

Después no tenemos nada que hacer. Dando vueltas unos, y otros, como yo, escribiendo hasta el toque del papeo. Hoy tenemos cocido de garbanzos, pescado frito con ensaladilla, e higos. Esta tarde, aunque es domingo, me han "cogido" para tapar con arena unas piedras que descollaban sobre el terreno. Aquí no te pueden ver parado. Si te pillan, siempre encuentran algo para hacer.

Así ha transcurrido el día. La tarde duerme en el crepúsculo de la inmensidad de un cielo azul teñido de color oro, entre sentimientos que no puedo evitar por muchos esfuerzos que hago. Hoy no tengo ganas de salir de paseo. Prefiero poder deleitarme, o abrumarme, con los recuerdos.

Esta noche, nos ha hablado el capitán, diciéndonos que mañana tocarán diana a las cinco. Hay revista, y no quiere que nos falte tiempo para levantarnos rápidos. Debe de algo muy importante para tener que madrugar tanto.

Me acuesto y, antes del toque de silencio, ya estoy dormido sin darme cuenta de nada.

Día 03/10/1960, lunes: Diana. A las cinco de la mañana todo el mundo está de pie. Todavía es de noche, y el despiste es intenso. El amanecer no se hace esperar. Tocan fajina a las seis de la mañana.

Desayunamos, y arreglamos los petates para la revista. Nos cansamos de esperar... en vano. A las once aparece el general. Nos mandan hacer instrucción y gimnasia. Son breves. Finaliza pronto. El general nos felicita por lo bien que lo hemos hecho. Sí, bien... ya, sí, pero... estamos extenuados de tantas horas de espera formados en posición de descanso con todo el equipaje a las espaldas (unos 20 kilos).

Se va el general, y nos piden que entregamos todo el material que nos han dado lo días pasados, menos la ropa interior y el mono. ¡¡¿¿Y para esto tanto cuento??!! Nos ha dicho el capitán que lo más probable es que nos den una semana de descanso. Soy escéptico, y no me lo creo. Ya veremos si me equivoco.

Tocan fajina. Hoy tenemos, paella de arroz, garbanzos, e higos. Esta tarde no hacemos nada. Espero al cartero. No tengo carta de nadie. Me acuesto a dormir la siesta. Y así pasa la tarde: entre el sopor de sueño y la ausencia de afectividad en el corazón... pensando en las personas queridas. ¡Qué lejos estoy de ellas! ¿Cuándo las volveré a ver? Cuando quiero darme cuenta, siento la llamada inconfundible de la cena.

Esta noche tenemos ensaladilla y empedrado de habichuelas. Después de cenar en nuestro amplísimo comedor, de cielo por techo, tocan a formar. Pasamos lista, y nombran el servicio. Para mañana me ha tocado cocina, mi servicio favorito.

Nos han dicho que hoy no hay cine, como hubiera correspondido. Nos tenemos que acostar como chiquillos enfadados, a quienes les han quitado su juguete favorito. La verdad es, que lo pasamos bien en este cine de verano, al aire libre, todos los paisanos, viendo películas más o menos entretenidas.

Una noche más me duermo pensando en tantas cosas que mis sentidos no coordinan... desvariando en un viaje de ida y vuelta al pueblo donde nací. Hasta que el toque de silencio pone final a mis pensamientos, haciendo que la placidez de la noche sea dueña y señora de mis sueños.

Día 04/10/1960, martes: Salimos de las chabolas, buscando el campo libre, donde nos esperan los verdaderos caza soldados.

Pasamos lista. Después del desayuno, me monto en el camión que me lleva al regimiento para hacer el servicio de cocina.

Hoy me ha ido muy bien. Nada más presentarme me dan la pluma estilográfica (alias escoba) para barrer. Me he despistado de tal manera que no se me ve el pelo nada más que para comer. Hoy la comida sabe mejor, sentado en un banquillo y en una mesa, como los señores. He comido cazuela a la española, pescado, e higos.

Me presento al cabo de cocina, y me dice que ya no tengo nada más que hacer. Cuando subo al campamento, tengo la alegría de recibir dos cartas: Una de mi prima Antonia, y la otra de Blas, (el de Casablanca), Muy cariñosas ambas. Contesto a los dos, y escribo una tercera, para mi madre. A Blas le mando una fotografía. Cuando termino de escribir, los claros del día empiezan a declinar para convertirse en el principio de una suave tarde ensoñadora de recuerdos y deseos.

Tocan fajina. Esta noche tenemos fideos con patatas, y carne en salsa. Después... lo mismo de siempre: Pasan lista, y nombran el servicio. Para mañana no tengo nada. Y cada mochuelo se marcha para su olivo (chabola) a hablar con los compañeros, en espera del simpático sonido... que traducido, viene a decir... "El que avisa, no es traidor, y si no te callas, de cuanto te pase, la culpa no la tengo yo…". Y nosotros obedecemos, durmiéndonos. ¡Qué remedio!.

Día 05/10/1960, miércoles: Diana. Con toque de corneta me acuesto y me levanto. Otro día que salimos escopetados, como si fuésemos aguiluchos desplumados, a medio vestir, como siguiendo el dicho de "tonto el que llegue el último". Y vamos camino de la explanada, donde nos están esperando los cabos primeras para el recuento matinal.

A las siete a formar. Desayunamos. Y se produce la desbandada general, llamada despiste. Están reclutando a muchos para limpiar armamento, y no quiero ser uno de ellos. Llevo siete meses de mili, y me sé los trucos. Todo lo que no sea pasar lista (esto es sagrado), en lo demás, siempre se necesita gente, no hay quien la encuentre. Siempre pillan a los más tontos.

Fajina. A ésta llamada no hay quien se resista! Hoy tenemos ropa vieja, sopa, e higos.

Espero al cartero con la esperanza de tener noticias de alguien. La ilusión se desvanece cuando no siento mi nombre en voz del cartero. Esta tarde no hago nada especial, salvo leer una novela de amores.

Tocan fajina a las nueve. Esta noche tenemos patatas con huevos, y arroz con lentejas. Después de cenar, pasamos lista, y nombran servicio. Me ha tocado guardia. Y ahora, lo de todas las noches. Hacer la cama, y esperar el toque de silencio que pone fin a la cháchara, y nos dormirnos.



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