ALARDE DE VALENTÍA: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich
Día 10/10/1960, lunes: Tras el toque de diana, me levanto. Estoy con el ánimo suficiente para integrarme con todos.
Me encuentro mucho mejor. Nombran el servicio, que anoche no pudieron hacerlo. Casi todos los servicios les ha
tocado a los canarios, salvo los más sencillos. Me ha tocado campo de tiro. Nos ponemos en pantalón de deporte para
la gimnasia. Y después nos vestimos para el trabajo. Cuando íbamos a subir al campo de tiro, nos llama el capitán
Galarreta para hacer instrucción. Parece que ha ordenado el coronel que se suspenda el trabajo. Me pongo el correaje
y estamos haciendo instrucción hasta las doce de la mañana. Finalmente, el comandante nos anuncia que no tenemos
nada para la tarde.
Tocan fajina. Hoy tenemos paella de arroz, garbanzos, e higos.
Espero al cartero. He tenido carta de mi hermano Manolo, contándome muchas cosas del pueblo, y deseando que
pronto vuelva licenciado. Él ya hizo la mili en Madrid, voluntario, a la edad de 16 años.
Lo de "voluntario", aun siendo una realidad, no pasa de ser un
eufemismo, pues, de no hacerlo, había que pasarse
forzosamente por el periodo militar obligatorio. Luego, no se
trataba de una opción libre de querer ir, o no ir, a la mili... sino
una elección entre ir de una forma o de otra. Únicamente,
consistía en una permuta a la que podía optar cualquier joven.
Mientras el servicio militar llamado "voluntario" tenía la
desventaja de ser un periodo más largo, tenía ventajas que
pudieran ser de interés: como la elección de destino, y/o el
adelantarlo a la adolescencia, yendo acompañado de cierta
formación, más o menos aceptable.
Le contesto a mi hermano Manolo. Y escribo otra carta a mí
madre, mandándole una foto de cuando estuvo el general. Me
han sacado muy bien. Parezco un vaquero con pistolas, sacado
de las novelas de Zane Grey.
Todo el tiempo que tengo libre lo dedico a escribir el diario. En
estos momentos lo dejo, y leo una novela que está interesante.
Tocan al papeo. Esta noche tenemos patatas con huevos, y
lentejas con arroz.
Después nos comunican que esta noche no hay cine, a pesar de ser lunes. ¡Ya me parecía demasiado lujo para
nosotros! Pasamos lista, y a dormir. Me han lavado las sabanas, y me encuentro a gusto y optimista. Me santiguo, como
todas las noches, durmiéndome rápidamente.
A mis 70 años prosigo haciendo lo mismo todas las noches (santiguarme), como me enseñó mi querida e inolvidable
madre. Sé que milagros no se pueden pedir, y yo no lo hago, aunque la vida no sea tan amable como quisiera. Sí le
pido a Dios que me dé fuerzas para seguir viviendo con dignidad... qué a veces me fallan, por las molestias y el dolor
físico. También le pido por mi familia.
(*) La fotografía es de fecha 29 de septiembre de 1960..