EL SALARIO DE UN SOLDADO: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 31/10/1960, lunes: Diana. Me espabilo, y me preparo para el servicio de guardia. Después del desayuno, me falta tiempo para arreglarme, y soy el último en llegar a la formación. Nos hacen la revista reglamentaría de armas, y hacemos el relevo sin novedad.

No entro de puesto hasta las dos de la tarde. José ha comprado la guardia a un soldado canario, y le ha dado dinero. No sé cuánto, pero ya tenemos pasta para comprarnos un bocadillo y un paquete de tabaco.

Entre expresiones y bromas, va pasando el tiempo. También está de servicio el soldado de Málaga que enseña los huevos. A los demás les causa gran regocijo vernos pelear, hasta que consigo que enseñe los huevos. En la mili pasan y se hacen cosas absurdas, que en la vida civil serían impensables.

A las doce y media vamos a comer. Tengo de compañero a un canario, llamado Vicente Cedres Martínez, buena persona y excelente amigo. De comer, hay ropa vieja (no me canso de repetir que es una de las mejores comidas que tenemos, especialmente por su alimento), ensalada, e higos.

Nada más terminar la comida, voy a la oficina para cobrar las sobras. He cobrado 5 pesetas y 50 céntimos. A pesar ser una nimiedad, a mí me parece "casi un capital", por lo escaso que estoy de dinero. Casi siempre estoy a dos velas. Esta diminuta paga me da confianza y seguridad. Hasta hago proyectos sobre dónde iré mañana. Al cine, seguramente. Es lo más barato. En el cine "Pabellón Santa Catalina" puede verse sesión doble (dos películas seguidas), por tres pesetas.


"Ésta era la moneda de 50 céntimos, también llamada de "dos reales"... de curso legal desde 1949. Equivalía a nuestra paga diaria de las "sobras". El pago se hacía cada 10 días, aproximadamente... por lo que el total de10 días sumaba un duro, o 5 pesetas".

A las dos entro de puesto de guardia. Me ha tocado en lo más alto del monte. Desde aquí, a estas horas de llegada del cartero al campamento, veo a los soldados correr de un lado para otro, de acá para allá, con sobres de cartas en las manos recibidas de sus familiares, novias, amigos... Parecen chiquillos en el día de los Reyes Magos... que les han traído el juguete preferido... saltando de alegría.

Añadido a casi mis 70 años:
Es agradable ser optimista y tener una ilusión en la vida. Una meta para poder alcanzar el sueño deseado. Vivir con la esperanza de un mañana mejor. No pensar en el hoy, de hastío y desangelado. Ser optimista es la mejor medicina para el espíritu. No me hago a la idea la existencia de vidas vacías, sin tener un designio para el mañana... ...Pero... en este mundo todo cabe.

Ha pasado el tiempo. Soy el mismo en sentimientos y conducta, a pesar de los muchos años transcurridos: ¡Hasta yo mismo, al releer y rescribir mi diario, me extraño de mi parecido actual con mi pasado! ¡No he cambiado en nada! Bueno, sí. En casi todo. Antes era un jilguero cantado sin saber por qué, y ahora cantar ya no puedo: Mi larga degeneración progresiva, se ha impuesto, marcando una condiciones de vida menos aptas para vivir cantando. A pesar de todo, rescribir mi diario de la mili me motiva. Recordar me consuela y me da ánimos para seguir en la brecha.

Vivo con la ilusión de un mundo mejor para todos, pero la vida es como es. Una quimera... donde los deseos se desmoronan día tras día como castillos de arena, viviendo mi degeneración progresiva en etapas muy avanzadas
.

Veo pasar a un compañero de guardia que va a recoger las cartas. Le llamo con voz fuerte para que pregunte si tengo carta. Me dice el corazón que hoy tendré carta de mi madre. Hace varios días que no sé nada de mi familia. Efectivamente, mí corazonada no me engaña, y el compañero me trae una carta de ella. Aunque esta prohibido leer en el puesto de guardia, no puedo evitar abrir el sobre y leerla. ¡Es tanta la alegría! Las cosas "prohibidas", tienen en algunos momentos un fascinador desafío, al cual no es posible resistirse en este caso. Además, todos leen las cartas durante las guardias. ¿Qué me va a pasar? ¡Nada!.

En la carta de mi madre, me cuenta mi hermano Manolo, que han sacado de la tienda de "Domingo Gregorio" un aparato de radio a prueba. Espero que les guste, y se queden con él. Me da ánimos, y me cuenta, además, varias cosas sin importancia.

Después de repasar la carta, viene Anselmo. Ya hemos olvidado el enfado, y nos hablamos de nuevo. Se detiene, y charlamos un poco de todo. Luego, viene el cabo, y llega la hora del relevo. Me voy al barracón, y contesto a la carta de mí madre.

Esta tarde me ha pasado un caso curioso. Me he visto en un aprieto. Me ha llamado el teniente de guardia. Me presento ante él, y me pregunta: "¿Oye muchacho, es verdad que estás escribiendo un diario?". Me pongo azogado, y no sé qué contestarle ni qué hacer... la única solución es decirle la verdad. Le contesto afirmativamente, y me pide que se lo enseñe. Ante mi duda, ve que no es de mi agrado enseñárselo, y repite la petición, añadiendo "por favor". Ante este dilema, no tengo más remedio que acceder.

Voy a buscarlo, y me presento con el diario. Me pide que lea algo. Al principio, me niego. A pesar de que me lo pide con nobleza, contesto que no. Aunque no he escrito nada censurable, me causa vergüenza que otra persona se entere de mis pensamientos más íntimos. Pero... no encuentro otra salida. Sé que no tiene derecho, y puedo negarme, pero no me obliga. Al contrario, su amabilidad es tanta, que no puedo rehusar.

Leo unas páginas que le produjeron simpatía y consideración. Me dice que está muy bien, y que le gustaría mucho leerlo. Le contesto que no es posible... que es un asunto privado. No insiste. Incluso, me da la razón, y aconseja que no se lo deje a nadie. Pregunto si manda alguna cosa más. Sonriendo, me contesta que nada más. Hago el reglamentario saludo militar, y me retiré poco menos que corriendo por lo embarazosa que había sido para mí aquella situación.

Casi 50 años después, "Mi pequeño diario" sigue siendo lo mismo. No tiene nada censurable, no hay nada contra la nación, ni contra el ejercito, ni siquiera contra el servicio militar. Y si hubiera algo contra la mili, entraría de lleno dentro del campo de la picaresca. No hay nada ofensivo o, por lo menos, no ha estado en mi intención ofender a nadie. Sigue siendo igual de privado que antes... tanto a lo que a mí respecta como a los paisanos con quienes compartí la mili. Sí claro, pero las cosas han cambiado. No somos ya los mismos. ¿A los 70 a quien le avergüenza relatar sus correrías de juventud? A nadie... ya pasa a ser pura anécdota lo que ocurrió en las vidas de los protagonista de este diario, hace 50 años. Ya ni siquiera es necesario utilizar seudónimos para enmascarar los nombres propios. De todas formas, he suprimido, respecto al diario manuscrito inicial, algunos nombres propios cuando existían comentarios más o menos negativos.

Esta noche tenemos cine. Después de cenar, empieza la proyección de la película "Mercado prohibido". No esta mal, dicen, pero no puedo verla. A las diez me tengo que ir. Es la hora del relevo. He de hacer el puesto de guardia. Tengo dos horas en blanco para seguir pensando si me puede originar problemas el diario.

A las doce me relevan. Me acuesto, y me duermo enseguida, pensando en el nuevo día festivo de otro mes: ¡Noviembre!.



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