INTRODUCCIÓN. ("Mi pequeño diario"). INFANTERÍA CANARIAS, Nº 50 Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich
Día 14/08/1960, domingo: "Mi pequeño diario" sobre el servicio militar, en inicio, nació, de forma manuscrita, cuando un soldado empieza a serlo. O sea, cuando ya se ha jurado bandera, y se es veterano, como suele decirse. Siento de veras que el diario no comenzara el mismo día que me reclutaron y llevaron a Úbeda al cuartel de reclutas. La causa se debe a que, aunque la idea estuvo durante algún tiempo peregrinándome por la cabeza, no me decidí a ponerla en práctica hasta la fecha arriba indicada.
Después del reclutamiento y de pasar casi cinco meses de intensa
instrucción y mucha teórica, añadí a los apuntes diarios un resumen
retrospectivo, y de memoria, sobre lo mucho acaecido desde que salí
de mi casa el 23 de marzo de 1960.
Ahora, a mis 71 años, "Mi y pequeño diario", a partir de aquellos
apuntes iniciales manuscritos, va a ser rescrito y digitalizado
íntegramente. Con los recuerdos, y tras el paso del tiempo, en la
escuela de la vida, qué es la más sabia, he adquirido facultades para
enriquecerlo y hacerlo más extenso. Iré contando mi vida pasada en
el servicio militar, con algún añadido y comentario, posteriores.
¡Doloroso pasado! ¡Presente difícil! ¡Incomodo! ¡Molesto! ¡Insoportable
a causa de la enfermedad!: Ataxia de Friedreich. Y un futuro incierto.
Previendo el final, pero no sé cómo... ni cuándo.
Nuestra historia vital, sea larga o corta, la tenemos que sufrir. Y es
altamente doloroso pensar que nuestra vida, estando en su
florecimiento y apogeo, morirá dulcemente en el otoño fatal. Cuando
el presente es duro y el futuro negro e incierto, es preciso aferrarse al
recuerdo del pasado. Si nos abismamos un poco en nosotros mismos
e interpretamos este presente diario desde la propia plenitud de
facultades, podemos deducir que es muy triste verse abocado a vivir
de pensamientos. Aquí, son embargo, hay poco que pensar, por ser
un diario sobre una historia ya vivida en la juventud. Queda,
solamente, al rescribirlo, revivirlo con alegría, aunque, en el fondo,
pueda ser una aventura un tanto desventurada.
Parece, por lo antes escrito, que todo es, o ha sido, malo en mi existencia. Y no, no ha sido así. La vida es lo más bello
que me ha dado Dios, a través de mis padres. Mientras me quede un soplo de ella, seguiré pensando lo mismo.
Siempre la he vivido, la vivo, y la viviré, bebiéndome hasta la última gota del dulce o amargo néctar que ella me dé.
Podría preguntarme por el impacto de este diario en los lectores. No lo sé. Lo compararía con un vino añejo que ha
permanecido 50 años estancado en el interior de una barrica. Al recuperarlo y catarlo, pudiera ser, tanto que tuviera
cierta solera, como que saliera un bodrio avinagrado totalmente inservible. De todas formas, es probable que diga muy
poco, o nada, a quienes ni siquiera me conocen. En cambio, su lectura sí será un inmenso regocijo para mis amistades
y familiares y, sobre todo, para quienes compartieron conmigo esta aventura de la mili, o de la vida misma.
Lamentablemente, para algunas de estas últimas personas, mis palabras escritas han llegado tarde.
A mí me sería imposible exagerar, no hay ya escalón superior, si digo lo emocionado y feliz que me siento, dentro de mi
incapacidad física, al ver qué, 50 años más tarde de los hechos relatados, tras una vida de enfermedad en progresión,
estoy vivo para rescribir de nuevo "Mi pequeño diario". No se da testimonio sin testigo. Aquí, yo mismo soy, a la vez,
testimonio y testigo de lo vivido.