HOY HE RECIBIDO UN GIRO: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 19/11/1960, sábado: Diana. Despierto bajo el letargo de una turbadora noche de ensueños, desmayos, y delirios. Cuando me doy cuenta, oigo mis apellidos, contestando, soñoliento: "¡Presente!". Termino de despejarme con un lavado de cara, y una tranquilidad de cazuza en el estomago cuando me tomo la malta con leche, acompañada con el mendrugo de pan guardado de la noche anterior.

Hoy tengo cuartel. Es un servicio muy aburrido, y, más, hoy sábado. Todo el personal se va de paseo.

Esta tarde he cobrado el giro de 100 pesetas que me ha mandado mi familia. ¡Soy millonario por un día!. Pero no puedo bajar a Las Palmas. Hay que cumplir con las obligaciones del servicio.

Nada más caer en mis manos el dinero del giro, un compañero me ha levantado un duro para medio litro de vino. Ha estado de cocina, y ha traído (birlados) unos pocos calamares. Los hemos freído en la tapadera de mi marmita con aceite de mantequilla. En la vida no hay nada imposible, y menos en la militar. Para mí ha sido un manjar exquisito que sabe a gloria. Bueno... es posible que estuvieran poco pasados, pero les hemos comido con ganas, regados con el vino.

Viene el cartero. Recibo tres cartas. Una es de mi primo Bartolomé, que está en Alcalá de Henares, dándome la mala nueva de estar en un hospital militar (es sargento), en espera de que le operen de una úlcera en el estómago. Me recomienda que no diga nada de ello en mis cartas a mi familia. Él no lo ha dicho en su casa, y yo pienso seguir al pie de la letra su deseo, no vaya a ser que en mi familia alguno se vaya de la lengua. Las otras dos cartas son de mi familia, y de la novia.

He comprado un paquete de cigarrillos, y otro de mantequilla. No hay cosa más saludable que ser "rico", con 100 pesetas en la mili. Fernando tiene guardia este anochecer, y Gil sigue arrestado. Aunque no hemos podido salir de paseo, hemos pasado una tarde distraída.

Escribo a la novia. No quiero hacerle esperar tanto como ella hace conmigo, aunque, en su caso, ella tenga que estar a expensas de otra persona para poder escribirme. No me hago a la idea que se haya perdido mi carta o la suya. El resultado es, que me tiene de mal humor.

Lo que a continuación cuento, me causa satisfacción y una sonrisa por la gracia que tienen estas cosas, pero la voy a contar a pesar de no querer darme importancia: Ya se han enterado varias personas que estoy escribiendo un diario, y me dan noticias, y hechos para que dé testimonio de ellos. Se creen que es un diario del servicio militar, cuando es algo simplemente personal.

Un compañero de Canena me ha dicho: "Chiquitín, ¿sabes lo que ha pasado en mi compañía?". "¿Qué ha pasado?", le contesto. Me cuenta que el comandante ha arrestado un soldado a 15 días por tener sucia la maquinaría del mosquetón, y algunas tonterías más, para que las ponga en el diario. La verdad es que no pienso escribir nada que no tenga especial relevancia. Solo un poco de lo mío, ya que si me dedicara a lo de los demás, necesitaría un sin fin de datos, que ignoro, y no me interesan.

Pasa el día sin novedad, y aburrido, sacándome de este tedioso tiempo la lectura de dos novelas. Me acuesto. Me tocaba la segunda imaginaria, por arresto, pero no la hago porque, Baena, el furriel de mi compañía, me la pasa por alto como si se hubiera olvidado al hacer la anotación. No es que le haga la pelota como normalmente se dice. Lo expresado es simple y llanamente la verdad. Sobre los servicios, no me quejo de nada. Quizás por ello, por no quejarme, me tiene más estima. Creo yo. Todavía no he ido a decirle si es justo o no, y motivos he tenido para ello. El resultado es, que esta noche duermo oyendo al imaginaria con sus cansinos pasos paseando por la calle que divide las dos compañías... pasos que podían haber sido los míos. Con tales pensamientos, me quedo traspuesto.

Día 20/11/1960,domingo: Otra diana más que oigo con apatía, que, a pesar de ello, pronto se vuelve actividad ligera por la rapidez con que me levanto. Cuando quiero darme cuenta, aún medio dormido, estoy en formación pasando el inventario... del que formo parte.

Después de pasar lista, y desayunar, me releva de cuartel mi amigo Anselmo. Formamos para oír misa y cumplir con el precepto del tercer mandamiento de la ley de Dios. Cuando termina la misa, me llama el teniente de la compañía para decirme que estamos arrestados todos los de la chabola a no salir de paseo a Las Palmas hasta que no hagamos una valla de ladrillos alrededor de ella. Como resultado, hoy tengo un humor de mil diablos... "qué no me echan paja, ni con una horca".

Estoy enfadado conmigo mismo. No sé lo que me pasa. Además me ha pedido un compañero 10 pesetas prestadas para sus asuntos. La verdad, mis deseos eran haber salido hoy a Las Palmas. Y, como siga este paso, no me va a quedar ni una perra. De las 100 pesetas que recibí ayer, me quedan solamente 60, y aún no he salido a ningún sitio.

Me voy a la cantina para quitarme este disgusto que tengo encima. Me tomo una coca-cola, que me sienta de mil maravillas.

Toda la mañana me la paso trabajando con dos compañeros tan "agraciados" como yo. Se llaman Justes y Arcos. ¿Y por qué si el domingo te obligan asistir a misa, no hay que cumplir el descanso dominical?.

Terminamos con el toque de fajina. Hoy tenemos de comida patatas con chocos, garbanzos con arroz, e higos.

Acabamos de comer, y tocan llamada para rifar unas entradas para el fútbol. Como siempre no he tenido suerte. Estoy siendo desafortunado en la vida militar. Pero eso, no influye en mi estado de ánimo.

Esta tarde no sale Fernando de paseo, y yo estoy arrestado por lo de la "puta" valla de la chabola. Nos quedamos juntos. Como de costumbre, ambos hacemos cálculos sobre lo que nos deparará la vida cuando nos licencien. Hablo de lo feliz que seré cuando me vea comiendo en casa de mí futuro cuñado con la novia al lado. ¿Sé hará realidad? Así va pasando el tiempo, entre bromas y recuerdos.

Tocan fajina. Cenamos patatas con carne, quedando satisfechos.

Mandan a formar para nombrar el servicio. Mañana me toca limpieza de campamento. Rompemos filas... y a dormir... pensando en que el próximo domingo sea mejor que éste que se extingue entre brumas y suspiros de melancolía.

Día 21/11/1960, lunes: Tocan diana. Salgo de la chabola, dándome cuenta de que parece más alta y ancha que otros días. Las cuerdas de atar los vuelos parece que van a romperse a consecuencia de los celajes de la mañana que dejan su humedad en la fuerte lona que sirve de techumbre. Parece mentira que siendo tan jóvenes, nos demos tanta presteza en llegar a la inspección diaria.

Pasamos lista, y, un poco más tarde, formamos para desayunar. He de decir que me tomo la malta con leche como sopas, remojando el pan guardado de los chuscos que nos dan el día anterior... y alguna vez añado gofio que me da algún amigo canario.

Después de desayunar, formamos para el trabajo. Nosotros nos vamos a nuestro servicio. Terminamos y nos presentamos al cabo primero de semana. Pero, somos tantos trabajadores, que él mismo (hay cabos y cab-os-rones) nos aconseja despistarnos. Lo hacemos de buen grado y con una celeridad pasmosa. Me voy a estudiar dos artículos de cabo que hoy no me sé. A las once y media justas entro en clase. Solamente hacemos un poco de dictado y aprender los apellidos de los oficiales del batallón. Cosa fácil, ya que estamos todos los días con ellos... aunque a veces, ya no recuerdo ni el mío.

Tocan fajina. Hoy tenemos ropa vieja, sopa de fideos, e higos. Tengo de compañero a José. Empezamos a bromear su primo, Fernando, y yo. El resultado es que se enfada como un chiquillo, no quiere comer, y se va. Tengo que ir a su chabola para convencerle de que con la comida no se juega. Está irritado, porque le han arrestado por dar una mala contestación a un cabo.

Después de comer, espero al cartero. He tenido carta de mi hermana (de padre) Catalina. Le contesto a vuelta de correo.

Tocan a formar. Nosotros nos vamos a la limpieza del campamento. Terminamos hacia las cinco de la tarde. Me visto de paseo, y me voy a Las Palmas a comprar sobres y un mechero. Esta noche tenemos cine, y no quiero llegar tarde.

Entro en una tienda comprar un mechero. No me atrevo a regateas el precio a la dependienta. ¿Quién se atreve ante un ángel caído del cielo con faldas? ¡Qué belleza! El mechero es precioso, y me cuesta 45 pesetas. Voy a la imprenta a comprar sobres, y aquí se derrama el tintero con la chica que me atiende. Parece que cuando Dios repartió la guapura, ella la acaparó toda. Empecé a darle coba al asunto, para enrollarme más tiempo. Primero compro 20 sobres. Después 28 y 3 sellos. Estuve preguntando por un bloc, y en esos instantes llaman a la señorita por teléfono. Me dice con voz melodiosa, dulce como la miel, patrimonio de las mujeres canarias: "¿Tiene la bondad de esperar un poco?". Le contesto: "¡Hasta que me licencien!". Me miró con una sonrisa que me dieron vueltas los ojos, y no di con mi esqueleto en el suelo de verdadero milagro, por el temblor que me entró en las piernas. (Soy andaluz y, por ello, exagerado). Salí de la tienda poco menos que atontado.

Subo pronto al campamento, y me encuentro, al lado del cine Victoria, un accidente de automóvil. Una furgoneta ha quedado con las ruedas mirando al cielo. Por suerte, no hay desgracias personales. De esto, poco puedo contar. No sé nada más que la furgoneta bajaba, y un camión se atravesó en su camino. Como siempre, le toca el perder al más débil, aunque no tenga la culpa. La vida es así. Al más pequeño aquí también le ha tocado el perder.

Cuando llego al campamento, ya están poniendo los trastos para la función del cine. Ceno, al lado de Fernando, una marmita llena de patatas con chocos.

Cuando cenamos, vamos corriendo al cine. Esta noche pasan cosas muy divertidas. Empezaré por decir que el operador de cine es un sargento llamado "Campitos". Si digo la verdad, me parece medio atontado. Nos echa un rollo parecido al que vimos la otra noche. Éste se refiere a las bujías electrónicas. Cuando terminó, empezó otro, y aquí empezó el verdadero espectáculo. Salían las imágenes al revés con la cabeza para abajo. Al principio, fueron unos silbidos. Pero, iba pasando el tiempo y cada vez se enredaba más, echando el fin en vez del principio. Los silbidos se convirtieron en voces y cánticos. Fue un verdadero jolgorio. Creyendo que la cosa era fácil, el sargento de la quinta compañía quiso arreglarlo... Y acabó por cortar la cinta. En vista de esto... y de que nosotros no callábamos, tuvo que intervenir el oficial de guardia, (que no podía contener la risa al ver las fatigas que estaban pasando los dos sargentos), para decirnos que se dejaba para mañana la función. Ha sido unos momentos chuscos e inolvidables. ¡Qué manera de reír!.

Pasamos lista. Mañana no tengo servicio. Me duermo tranquilo hasta el amanecer.

Día 22/11/1960, martes: Hoy, después del desayuno, formamos para el batallón. Hacemos gimnasia, y después desfile. Una finalizado, bajo corriendo para ir a clase. Ha venido el teniente. Después de darnos una corta lección, nos tenemos que marchar al toque de fajina.

Hoy he comido estofado de patatas con ternera, e higos.

Seguidamente, sin tener tiempo para nada, formamos con el nuevo teniente, y nos nombra por secciones, (en cada chabola una). Me ha tocado con un muchacho de Sevilla. Estamos solos en una de ellas, (distinta a donde dormía antes). Después tenemos que limpiar todo el armamento que tiene la compañía en reserva, terminando bien tarde.

Tocan Parte. El cabo primera de semana, manda a José que se presente con los arrestados. Así lo hizo. Pero resulta que no estaba apuntado en el libro de arrestos, y el teniente le pregunta al cabo el por qué se presenta ese soldado allí. Lo había arrestado por su cuenta, sin dar parte de ello, y no puede hacerlo. El resultado ha sido que el teniente de guardia ha arrestado al cabo. He sentido una pequeña satisfacción. Quizás se dé cuenta de lo molesto que significa cuando te dicen: "¡quedas arrestado!".

Esta noche repiten la película. No sale al revés. Si digo la verdad, hubiese sido mejor que acaeciese como la otra noche. Lo hubiéramos pasado más distraídos. El argumento es el mismo: las bujías electrónicas y su aplicación. A los soldados no les agrada este tipo de documentales, y se lían en las mantas quedándose dormidos sobre el suelo. Parece un cuadro en relieve de un cementerio lleno de "bellos durmientes vivientes", respirando por la nariz y desahogándose por... Tocan a formar antes de que se termine el último rollo, nunca mejor dicho lo de "rollo".

Pasamos lista, y nombran el servicio. Mañana tengo la séptima guardia. Está noche duermo en la chabola de José en su cama, él se ha trasladado a otra "vivienda". No extraño la cama. Me da lo mismo una que otra. Todas son iguales, si bien aquí, quizás por la gente que habita en la chabola, parece oler más a pies sudados, pero me duermo pronto.

Día 23/11/1960, miércoles: Diana. Fajina. Desayuno. Y tocan asamblea (que es relevo de guardia). Llego el último como siempre (treta personal). Tengo el dígito diez, y me ha tocado uno de los mejores puestos. El primer puesto lo hago a las dos de la tarde. Tenemos de guardia al teniente Cabrera (un militar que le gusta todas las cosas como mandan las ordenanzas).

Tocan fajina, y pido permiso para ir a coger la comida. Hoy tenemos, pescado frito, ensaladilla de patatas, e higos.

Espero al cartero. No tengo carta de nadie. Paso toda la tarde leyendo novelas, hasta que entro, de segunda vez, de puesto de guardia a las diez de la noche en los servicios de lavabos.

Esta noche tenemos de cena, patatas con carne, y sopa de fideos. Si había carne, por mi marmita no ha pasado. ¡Ay, la carne!. Si logras que aparezca por tu cuchara, considérate con suerte.

Entro de puesto de guardia. ¡Tengo un sueño que no me aclaro! No me doy cuenta de nada. Me despierto con el ruido que hacen unos cuantos soldados que tienen ganas de hacer sus necesidades. Por este motivo, me espabilo un poco.

A las doce me relevan. Me acuesto con correaje, cartucheras y machete. ¡Cuánto añoro la cama de mi casa... tanto como a disgusto me hallo en el servicio militar! Con sus limpias sabanas, oyendo de fondo, como música celestial, la respiración acompasada de mi querida madre. ¡Cuándo querrá Dios que llegue está bendita hora! Me duermo con estos nostálgicos pensamientos.



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