"LA FIEL INFANTERÍA": Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 27/01/1961, viernes: Diana. Cuando suena el instrumento de viento, ya estoy levantado. Formamos. Pasan lista. Me aseo. Y hago la cama.

Tras el desayuno, nos preparamos para la instrucción. Pero no sé por qué, hay otra contraorden, que anula la dada anteriormente. Quizás sea por el tiempo desapacible. Bueno, sí, para los jefes, pero no para la tropa. A nosotros nos llevan, también a la intemperie, a trabajar, como cada día. Todas las compañías se han dedicado a la limpieza del campamento, excepto la décima, que se ha plantado, y no ha querido trabajar. Pero esto es la mili. Aquí no hay derecho de huelga. El teniente Marrero los ha arrestado a llevar piedras de un lado a otro. Y en eso están.

Veo a Fernando que viene corriendo, más blanco que un papel de fumar. Le pregunto qué le pasa, y me enseña la mano derecha llena de sangre, a consecuencia de una piedra que le ha pillado dos dedos de la mano (el corazón y el anular). Lea compaño al botiquín para que le curen... y se ha mareado. Estoy un poco preocupado, pero se recuperará pronto.

Terminan de curarlo, yo, por estar exento del trabajo, me voy a coser cananas, en vez de ir a trabajar. Estoy más tranquilo respecto a Fernando. La sangre espanta un poco, pero, una vez curado, parece que la lesión no ha sido de gravedad..

A las doce voy a clase de cabo para devolver al teniente el libro que me prestó, ya que se ha acabado el curso... Esperemos la llegada del ascenso. Aunque lo más seguro es que no me asciendan (según he oído). Los primeros son los voluntarios... y son muchos. Después los demás. En fin, ya veremos lo que pasa. Por mí, que hagan lo que quieran. Si he de ser sincero, tengo confianza en que van a ser justos en sus calificaciones. Ceo que el examen me salió bastante bien. Por lo pronto, lo que más me interesa es que la costura no se termine, y, por lo que queda... va para largo.

Tocan fajina. Hoy tenemos macarrones a la valenciana, arroz blanco (no me gusta), e higos.

Termino de comer, y me acuesto hasta que viene el cartero. No me trae noticias de nadie. Voy a lavar una camisa para la revista de mañana.

Tocan teórica. El cabo primera (un imbécil) me hace formar a la fuerza. En vez de teórica, tenemos limpieza de armamento. Le convenzo que tengo órdenes del teniente de coser. A regañadientes, me deja marchar.

Voy a la chabola del utensilio para ver lo que hay de descosido. Veo que tengo para varios días. Cuando llevo cosiendo unos cincuenta centímetros, viene José con un trozo de tocino sisado de la cocina. Como tengo tantas ganas de probarlo, dejo mi trabajo, y nos vamos a churrascarlo... Cuando lo tenemos en su punto, llega Fernando con los dedos vendados. Ha sido el susto más grande que las heridas. Gil y Flores, ya están avisados. Nos comemos el tocino entre los cinco, con el poco pan que nos sobró del medio día. Por hoy se acabó el coser. Voy a afeitarme.

José y yo pensamos en ir al cine Victoria para ver la película "La Fiel Infantería". Sin embargo, no ha podido ser. Hemos pedido permiso para salir al teniente Risley, que está de guardia hoy... pero no nos lo concede. Mañana sábado, que sí lo tenemos, iremos.

Llevo unos días alegre, sin pensar en nada que en la venida de nuestros hijos (nuevos reclutas), que llegarán este mes de febrero.

Me parece un sueño el día que me vea licenciado en la estación de Jódar, ¡mi querido y añorado pueblo! Tienen que ser unos momentos inolvidables en mi vida, y bellos para el recuerdo después de muchos meses sin ver a mi madre, hermanos y demás familia... y novia. ¿Cómo la encontraré? ¿Llegaré a persuadirla para que me quiera como yo a ella?. Espero que mi amor sea correspondido con la misma constancia que yo la quiero. Y no sea solamente la ilusión de vernos de frente, el uno del otro, y comprobar cuánto hemos cambiado los dos en este tiempo de ausencia de estar juntos. En fin, lo cierto es que si ella se propone quererme, me será muy fácil quererla como siempre: Desde sus 14 años, que la veía cuando iba a jugar al billar al café de Andrés.

Bueno, dejo estas reflexiones nostálgicas, y voy a fumarme un cigarro antes de cenar. Tocan fajina. Esta noche hay judías a la catalana, y ensaladilla nacional.

Terminamos de cenar, y compro un paquete de tabaco. Fumamos todos los paisanos un cigarrillo hasta el toque de escuadra. Pasamos lista y, nombran el servicio de dos días. Como era de esperar, no tengo nada. ¡Libre de todos los servicios!.

Después hago la cama, y me duermo pensando, como siempre, en cosas que, de momento, no son posibles. ¡Ojalá los sueños se hagan realidad, pronto!.

Día 28/01/1961, sábado: Diana. Hoy hay zafarrancho de limpieza.

Cuando termino de desayunar, sacamos las colchonetas, sabanas, y mantas, para que les dé el aire, y poder barrer mejor la chabola. Terminamos con la necesaria higiene, y recogemos todo el utensilio. Ahora, nos toca a nosotros pasar nuestra personal revista de ropa, afeitado, y arreglo de pelo. Hoy no me han arrestado por ninguna anomalía.

Termina la revista, y tocan marcha de frente (permiso libre). Me acuesto, pero, al momento, me llama el teniente Maqueda para darme una entrada de fútbol, para mañana ir a ver el partido entre el Hércules y Las Palmas. Recibo una agradable sorpresa por dármela personalmente. En esa deferencia conmigo, aprecio gratitud por desempeñar bien el trabajo de "costurero" por él encomendado. Hasta la hora de comer, paso haciendo cábalas sobre cómo será el partido.

Hoy tenemos pescadilla y ensalada, arroz blanco (no lo pruebo), e higos.

Viene el teniente de los giros, y voy con la ilusión de tener algo, pero mis ilusiones se disipan, cuando al preguntarle, dice no haber nada para mí.

Fernando ha recibido 150 pesetas. Bajamos a Las Palmas con el deseo de ir al cine. Primero vamos al rastro a comprar unos pantalones vaqueros para él. Costaron 145 pesetas. No ha quedado dinero para el cine.

Como aún es temprano para regresar, damos un garbeo por la playa. Esta tarde me encuentro a gusto, y a la primer moza que se cruza en mi camino, comienzo a piropearla, aunque sea una "marmota" (empleada del servicio doméstico)... que además de no ser guapa, es corta de vista (por las gafas que lleva puesta), pero está muy bien de carnes. ¡Cómo los militares tenemos tan buena "boca"! . El resultado es que me enrollo con ella, y casi la conquisto. Le pregunto si mañana podemos salir, y me promete que sí.

Cuando llegamos al cine Victoria, Fernando propone un plan que aceptamos encantados. Es el siguiente: En vez de ir al cine los cuatro paisanos que estamos allí (nos cuesta dieciséis pesetas)... con ese dinero comprar unos bocadillos para esta noche cenar. Aquí en la mili, no se piensa nada más que en comer. Me interesa la proposición, porque así puedo ahuecar el ala con tal planecillo, y lo acepto gustoso.

Me encuentro otra vez en el paseo de Las Canteras acompañado a Angelina (así se llama la moza). Me doy un garbeo con ella. Lo increíble es que me pone soliviantado. ¡Será porque, como voy sin blanca, pienso en cosas deshonestas (para las que no se necesita dinero)!. Pero hete aquí que la señorita tiene admiradores, entre ellos un infante de Marina que la está esperando. El marino busca hacer un aparte, y habla conmigo. Me dice que le voy a estropear el plan. Y pensamos ambos en jugárnosla a suertes con un palillo de los dientes. Lo partimos en dos trozos, dejando uno más largo que otro... el que sacara el más corto, debiera dejar el campo libre al otro. Perdí. Bueno, quizás fuera lo mejor...

Me cruzo con otra moza. ¡Esta sí vale la pena! ¡Qué cuerpo tiene! ¡Es preciosa la chavala! La verdad es que me deja ir hablando a su vera, porque tiene educación, pero no tiene ni el más mínimo interés. Así es que no puedo vanagloriarme de la conquista.

Subo al campamento... que ya me deben estar esperando los compañeros. Llego a las nueve menos cuarto. Todavía no han traído la cena en el furgón. Compramos los bocadillos en la cantina, y tocan fajina. Esta noche no sé lo que hay, porque no voy a coger la comida. Nos liamos con los bocadillos. ¡Esto es comer, y lo demás es cuento! Fumamos un cigarro, y nos entretenemos en hablar de todo cuanto nos pasa. A las once cada uno se va a su chabola a dormir.

Día 29/01/1961, domingo: Diana. Me levanto. Hago la cama bien hecha, ya que algunos días se pasa el oficial de guardia por las chabolas, y arresta a quien cree que la tiene desordenada.

Pasamos lista. Desayunamos. Después, voy a misa. Cuando recibimos la bendición del páter, nos dice el oficial de guardia que esperemos. Un poco más tarde nos dan un escudo (un emblema del batallón de Infantería de Canarias)) para coserlo en la manga de la chaquetilla de paseo. Tengo que hacerlo pronto si quiero salir esta tarde.

Son las diez de la mañana. Es temprano, y no tenemos nada por hacer. Bajamos al campo de fútbol para ver un partido. Hay dos. Vemos el primer encuentro, y esperamos al otro. En esos momentos llegan unas canarias muy guapas. Pronto se ven rodeadas de soldados, que se aproximan como abejas a la miel. De pronto, vemos un remolino de gente junto a las chicas y unos cuantos soldados rodando por el suelo. El hecho es fácil de comprender: unos paisanos, amigos de las chicas, se han liado a golpes con los soldados.

No nos acercamos. No por miedo, si no por precaución. Aunque si nos enteramos de todo, porque estos comentarios corren como un reguero de pólvora. En estas cosas de trifulcas con personal no militar, los perjudicados son siempre los soldados. Por cualquier mínimo lío fuera del campamento, se acaba en el calabozo un mes. No queremos rollos por culpa de un soldado que va siempre de listillo y de gamberro. Ha ido por lana, y ha salido trasquilado. No sé por qué siempre tienen tropiezos los más chulitos... y este soldado es uno de ellos.

Subimos al campamento, llegando a la hora del papeo. Hoy tenemos cocido andaluz (que está exquisito... quizás sea por el apetito que tengo), arroz (no lo pruebo... no me gusta el arroz con caldo), e higos.

Hoy no tenemos correo. Me acuesto hasta las tres de la tarde, hora del fútbol. Un compañero me quiere comprar la entrada. Me ofrece cinco pesetas. Encima, dice que me hace un favor. Se creé que me mamo el dedo.

Voy con un compañero en la guagua hasta el estadio Insular. Vendo la entrada. Me han dado quince pesetas. El compañero también vende la suya. Vamos ambos al Parque San Thelmo, para ver una película en un cine llamado "Caiyasco"... pero en cartelera hay dos películas que ya he visto... y nos vamos a la playa Las Canteras al cine "Hermanos Millares".

Compramos las entradas. Es temprano. Entramos a una taberna a pedir un vaso de agua, porque tenemos una sed exasperante. Allí, encuentro a un compañero paracaidista, y nos invita a un vaso de vino. Nos tomamos uno de vino, por beber, y otro de agua, para la sed.

Entramos, luego, en el cine. Hemos visto "Esta picara colegiada". Está entretenida.

Salimos del cine, y compro un paquete de cigarros emboquillados. Me despido del compañero, porque quiero ir a ver a mi amigo Antonio Cabrera, el canario. Atravieso un buen trecho de la parte izquierda de la isleta, y le encuentro en su casa. Hemos estado hablando de lo poco que nos queda de mili. Le invito a dos copas de ron en una taberna. Son las nueve de la noche. Cuando me despido, subo al campamento.

Al pasar por la puerta del cuerpo de guardia veo que está Bazaga de puesto (compañero de chabola). Ha comprado la guardia a otro soldado. Me paro ante él, y le doy un cigarro. En estos momentos se presenta el oficial de guardia, teniente Reobaina, y le dice a Bazaga: "¡Queda usted arrestado!". A mí me mira, y me dice: "¡Márchese, usted!". Como sé que el arresto a Bazaga viene por estar hablando conmigo durante la guardia, intervengo: "Mi teniente, la culpa ha sido mía por haberme detenido a hablar con él, ofreciéndole un cigarro". Me mira de arriba abajo y de abajo a arriba, y contesta: "¡Está bien! ¡Os arresto a los dos!: Cuatro días que tenía pensado echarle a él... dos para cada uno. Luego se presenta usted a mí cuando pase lista".

Tocan fajina. Esta noche hay patatas con pescado, y sopa de fideos.

Tocan escuadra. Pasamos lista, y nombran el servicio. No tengo nada. ¡Viva la "zapatería"!. Me presento al teniente Reobaina por lo del arresto, y me dice: "En vista de su comportamiento honrado queriendo cargar con el castigo al compañero, no le arresto, pero queda advertido para otra ocasión". ¡Está visto que a mí no me quieren ni en el calabozo!.

Me acuesto tranquilo y alegre.

Día 30/01/1961, lunes: Diana. Pasamos lista. Después, hacemos nuestra limpieza y la de nuestras chabolas.

Tocan fajina. Desayuno, y me entretengo en limpiar el mosquetón. Hoy tenemos ojeo de armas.

Pasan revista, y voy a trabajar en la chabola del utensilio (mientras los demás van al trabajo). Aquí, puntada tras puntada, se pasa la mañana sin apenas darme cuenta de nada... A las once, estoy aburrido, más que cansado, y me voy a la cama, acostándome. ¡Esto es vida, y lo demás son zarandajas!.

Nos dan el pan, y tocan fajina. Tenemos brallado de ternera con patatas (la ternera se ha volatizado, porque no se la ve entre las patatas), arroz blanco, e higos.

Termino de comer, y me acuesto de nuevo, quedándome aletargado. Me despierta Trujillo para darme tres cartas. Una de mi madre, otra de la novia (con la noticia de la muerte de su abuela, q.e.p.d.), y la última es de mi primo Bartolomé. Hoy no me puedo quejar de falta de correspondencia. Termino de leer las cartas, y tocan al trabajo. Me voy a mi quehacer diario.

A las cuatro, voy a escribir con idea, en principio de estar hasta las cinco... pero, en realidad, paso toda la tarde escribiendo.

Fajina. Hay ensaladilla nacional, y empedrado de judías con garbanzos y fideos.... Pasamos lista, y vuelvo al "escritorio".

Estoy cansado. He contestado a las tres cartas. Mañana tenemos batallón. Voy a descansar.

Día 31/01/1961, martes: Diana. Como costumbre, pasamos lista.

Tocan fajina. Desayuno, y me preparo para la instrucción.

Subimos al campo de tiro. Hacemos un poco de instrucción, hasta la llegada del comandante. Formamos todas las compañías, y realizamos unos movimientos de armas. Después gimnasia. A las doce del mediodía bajamos desfilando al campamento. La formación del batallón es la siguiente: 1º- la plana mayor de mando... 2º- la sección de salto... 3º- la sexta compañía... 4º- la banda de música (amenizando el evento)... 5º- la séptima compañía (gastadores)... 6º- la octava compañía (a la que pertenezco)... 7º- la décima compañía (de armas pesadas). Rompemos filas a la llegada, y me acuesto, hasta la hora del papeo.

Fajina. ¡Qué palabra tan maravillosa! Se le quitan a uno todas las penas. Tanta instrucción, tenemos un hambre atroz.

Tras la comida, me acuesto, y quedo dormido en un santiamén. Me despiertan para decirme que están pagando las sobras. Me falta terreno para correr. He cobrado un segundo pago del curso de telemetría, 23 pesetas, más 5,50 de las sobras... menos 3 pesetas que me han desquitado para la Lotería Nacional. Me queda un resto a cobrar de 25,50. Bueno... menos es nada.

Tengo carta de mi hermana Catalina, contándome algunas cosas de mi casa.

A las cuatro y media, me arreglo para irme a Las Palmas. ¡Con este dinero fresco en el bolsillo, no hay quien me sujete aquí! Entro al cine Victoria con un compañero de apellido Aguilar (aquí en la mili nos conocemos más por los apellidos que por los nombres... a mí me conocen por Expósito). Vemos. "La fiel Infantería". ¡Para qué contar cual ha sido el argumento de ella, ya que de pasarnos a nosotros (que también somos soldados de Infantería) cosas análogas, sería desastroso!

Salimos del cine, y fumamos un cigarrillo, mientras damos un paseo por la playa de Las Canteras. Nos aburrimos y pensamos de ir a casa de Antonio Cabrera del Rosario (el amigo canario).

Llegamos a su domicilio, y le encontramos allí. Vamos a una taberna, llevándose de su casa un trozo de bacalao para compartirlo con nostros. Ademas, tomamos un litro de vino, con un plato de ensaladilla de tomate con cebolla. Cuando pedimos la cuenta, ¡por poco nos tienen que poner amoniaco en las narices del soponcio que nos da! Parece una pesadilla. ¡Nos pide 19 pesetas!. De las cuales he desembolsar 11, porque los otros compañeros no tienen suficiente dinero. ¡Qué cara más dura la del tabernero! Desde luego, con mi dinero no se compra un "haiga", por la sencilla razón de que no pienso verle más la geta. Nota:
Lo de "haiga" no es entendible en la actualidad, aunque antes era algo popular. Era una ironía de una incorrección gramatical muy al uso hace años: decir "haiga" en lugar de "haya". Consistía en un chascarrillo sobre un "paleto" que va a comprar un coche, y dice: "Haiga o no haiga (dinero, se sobreentiende), quiero un coche haiga de los mejores que haiga!".

Cuando regreso al campamento, ya llevo solamente10 pesetas, de las 25,50 cobradas esta misma tarde. Me junto con los paisanos (ellos también tienen derecho a que les invite con el dinero recibido). Total, entre vino y tabaco pagados, ya me queda solamente una peseta... lo justo para un sello para contestar a la carta, también recibida hoy, de mi hermana Catalina.

A pesar de la debacle, esta noche me acuesto, y me duermo, satisfecho de mí mismo.



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