LAS COSAS SE PONEN FEAS DE NUEVO: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 01/02/1961, miércoles Diana. ¡Siempre acudimos trotando, como potrillos salvajes, con el eco del sonido trompetero y los pantalones colgando, a la dichosa explanada para realizar el "inventario" matutino! Pasamos lista. Nos aseamos.

Y desayunamos la tan deseada malta con leche.

Después, nombran los servicios: unos a trabajar al campo de fútbol... otros al campo de tiro. Yo me voy a mí oficio de zapatero remendón a la chabola, hasta el toque de fajina.

Para comer, hoy, hay ropa vieja, y sopa de fideos (no la queremos, para tener más espacio en la marmita, y, así, poder reengancharnos en la ropa vieja), e higos. Aunque sea repetitivo decirlo, escribo en plural, porque casi siempre me hallo acompañado por los paisanos (recuérdese que hacemos las comidas en corrillos, recostados en el suelo... al más puro estilo de comida campestre).

Después de comer, espero al cartero. No tengo noticias de nadie. Tocan teórica, y me voy al oficio de remendón, pasando toda la tarde en el taller de mi chabola. Cuando tocan alto de teórica, me lavo, me cambio de ropa, poniendome el traje militar de paseo, y voy a Las Palmas. Mi gusto hubiese sido ir al cine Victoria que proyectan el film "El Bravo". Por su argumento, tiene que estar bien. Pero he de quedarme con las ganas por falta de dinero para adquirir la entrada. En fin, otro día será.

Veo a mi paisano Antonio ("piloto"). Damos un paseo, fumándonos un cigarro. Y después, cada uno se va a sus respectivos domicilios: Él, al cuartel de Aviación, y yo, a mi campamento.

Llego tarde, y ya han repartido la cena. Después de haber corrido 20 minutos para intentar llegar a tiempo, el refrigerio nocturno ha de ser de mis reservas: un pedazo de pan con higos.


Esta noche nos han metido un inquilino más en la chabola. Es un voluntario de la provincia de Cuenca. Mide 1,90 de estatura, y tiene solamente 17 años de edad. No lo he visto aún. Flores dice que le ha caído bien. Según él, está un poco flacucho. ¡Será por la gran estatura!.

Pasamos lista, y nombran el servicio... Yo tranquilo. Sigo exento. Opino que así estoy mejor. Pero tengo que reconocer que los servicios en la mili dan un algo especial de importancia. En el fondo de mi ser, añoro lo de antes: mis guardias y mis imaginarias. Ponían una nota de melancolía en el silencio y la soledad de la madrugada, haciéndome sentir más romántico por la nostalgia y el embrujo de la noche. ¡Y mis inolvidables servicios de cocina, donde siempre acababa con la panza llena!. En una palabra, la vida militar me gusta con todas sus consecuencias. Pero, por encima de todo, está el cariño de mi querida madre. Sólo Dios sabe mis ganas de tenerla a mí lado, y poder abrazarla. Después están mis hermanos... y la mujer de mis sueños. Si Dios quiere, la compañera de mí vida.

Desvariando, me he desviado un poco de cuanto quería decir, y hasta es posible que haya insinuado todo lo contrario. En fin, resumiendo, no seré yo el tonto que les pida ponerme servicios. Bueno, ya está bien por hoy. Dejo estas reflexiones... y me acuesto.

Día 02/02/1961, jueves: Diana. Me levanto. Pasamos lista, hago la cama, y me lavo.

Tras el desayuno, forma mi compañía. Vamos de despliegue a las órdenes del teniente Guillén Montenegro. Llegamos a una vaguada, y manda que nos sentemos y fumemos un cigarro (el que quiera y lo tenga). Luego, ordena desplegar a un pelotón... y nos pregunta a los demás por las faltas que ha tenido al desplegar... para ver si nos damos cuenta... y aprendamos de los fallos... y enseñarnos cómo se hace. ¡Estupenda pedagogía, sin gritar ni regañar... y que cala hondo en los soldados! Pasa el tiempo, y es la hora de regresar al campamento.

Al llegar, nos ha pasado revista de correaje y de todo... diciendo que nos encuentra en un estado desastroso. Nos advierte que mañana pasará la revista el capitán, y no quiere ver ni un fallo. Cuando rompemos filas, nos dan todo lo necesario para la limpieza del campamento, entregándonos de lleno a ello con verdadero entusiasmo. A mí, para la revista, sólo me falta el arreglo de pelo. No necesito un peluquero profesional, me basta una cuchilla... y un compañero. En la mili, hay que mirar por la economía personal, ya que siempre anda bajo mínimos.

Tocan fajina. Hoy tenemos paella de arroz a la valenciana, cocido canario, e higos.

Después, me acuesto y espero al cartero. No tengo cartas de nadie.

Tocan teórica. Me voy a coser a mi "sastrería". Zurciendo, siento un calentón sexual. Me acuesto en la cama, hago realidad mis deseos eróticos, pensando en el maravilloso cuerpo de la mujer soñada, que hace las delicias del mío... Es un éxtasis divino de la naturaleza, que acaba cuando el miembro viril, convulso y frenético, deja salir su cálido líquido espeso y suave con vehemencia... salpicando las manos que lo acarician, prisionero de la inocencia de una vida joven, que a esta hora de la tarde respira entrecortada por el esfuerzo soñado y el placer recibido.

Viene Gil y me da medio cigarro, "Celtas", de uno que le ha mandado su esposa en una carta. Fumamos la mitad, cada uno... Sigo acostado soñando despierto el momento pasado hasta que oigo alto de teórica. Me arreglo, cuando voy a lavarme, me doy cuenta que no tengo toalla. ¡Ya me la han birlado!. Bueno, eso no es nada comparado con lo de Gil. Él había dejado a la puerta de la chabola el petate, y, cuando hemos salido, ya no estaba.

Salgo a Las Palmas con la esperanza de ver la película de ayer... Pero hoy también me he quedado con las ganas. Compro una postal para Gil (con el dinero que me ha dado). Escribo, de parte de Gil, una letras en la postal, la meto dentro de la carta que me ha dado para su esposa, y la echo al buzón de correos.

Después, aburrido, doy unas vueltas. Y hacia las ocho de la noche, subo al campamento. Llego con la hora justa de ponerme en la fila para recoger la cena. Esta noche tenemos empedrado de judías con arroz, y patatas con pescado.

Después, pasamos lista, y nombran el servicio.

Y a dormir tocan con el sonido de retreta... que, en el silencio de la noche, parece el quejido fascinador de una nana gitana. Me duermo pensando, con satisfacción, que ya tenemos otro día más hecho de mili... y otro día menos en la espera del licenciamiento.

Día 03/02/1961, viernes: Diana. Somos como almas en pena, el pleno amanecer, huyendo del diablo, obligadas a acudir al recuento matutino.

Después del desayuno, me preparo para el batallón. Pasa revista el teniente Guillén, encontrándonos, hoy, "bastante aceptables". Viene la guagua de los oficiales. Vemos con alegría a los alféreces y sargentos de complemento. ¡La primera reclutada! ¡Pronto vendrán los nuestros! ¡Qué alegría! Cuánto les queda por pasar hasta tener de mili el tiempo que llevamos nosotros. Después de dar las consabidas novedades. Marchamos para el campo de instrucción, donde hacemos unos movimientos y paso ligero (los nuevos alféreces se sienten fascinados ante tan ordenado despliegue). Después, gimnasia. Por fin, bajamos al campamento, y descansamos hasta la hora de fajina.

Hoy tenemos para comer estofado de patatas con carne, rehogado de garbanzos con fideos, e higos.

Espero al cartero. Me quedo con las ganas de tener noticias de alguien. Me acuesto hasta el toque de teórica. Esta tarde tenemos que asistir todos. Es especial. Está el capitán. Formamos para hacer una lista nueva de los pelotones. Me destinan a la plana mayor de la compañía, por tener el título de telemetría. No sé qué es, pero suena bien.

Rompemos filas, y voy a escribirle una carta "tipo Celestina" a un compañero. Ni más ni menos, se trata de redactar y escribir una carta, pretendiendo, en su nombre, a una amiga suya. Él no sabe cómo expresarse, y apenas sabe escribir. Después me entretengo en leer una novela.

Así pasa la tarde, con la salvedad que nos forman de nuevo para ducharnos. ¿En febrero y con agua fría? En fin, qué le vamos a hacer... si así lo ordenan los mandamases. Salimos limpios, como una patena.

Tocan fajina. Tenemos de cena empedrado de judías, y sopa de fideos.

Tocan escuadra. Pasamos lista, y sale en la orden del día un castigo de dos meses de calabozo para un cabo primera por pegarle a un soldado "con mangas" (oséase, recomendado por un pez gordo). El nombre no es de mi incumbencia. Esto sucede una vez de cada mil. Si un superior te pega, te aguantas, porque si te quejas, es peor. Ahora bien, si vas "muy enchufado" y con la protección de un cargo militar muy alto, la cosa cambia, como en este caso.

Me acuesto durmiéndome enseguida.

Día 04/02/1961, sábado: Diana. Paasmos lista. Nos lavamos. Y hacemos nuestras necesidades.

Tocan fajina. Desayunamos. Compruebo que hoy hay un movimiento inusitado en el campamento. Se oyen rumores de que hoy sábado no hay pase pernocta para los canarios.

No tenemos revista, pero nos mandan formar. El capitán nos da un largo discurso de cerca de una hora. Efectivamente, hay restricciones de permiso para todos, especialmente para los canarios. No sabemos lo que pasa, pero la vida se nos pone achuchada. Cumpliendo órdenes superiores, les dice a quienes duermen en Las Palmas durante los fines de semana, que tienen que venir al campamento a pasar lista dos veces al día. Y que las diez de la noche no tienen que estar fuera de su casa, bajo ningún pretexto... para estar localizables.

Se dice... se oye... que probablemente nos estén preparando para salir el día menos pensado para Sidi-Ifni. Están las cosas muy feas... dicen... tanto qué no hay permisos de ninguna clase para estar fuera del cuartel después del toque de silencio. Por lo tanto, esta noche de sábado, también los peninsulares, tenemos que pasarla como cualquier otro día la semana.

El teniente Guillén me da una entrada para el fútbol de mañana que juega El Mestalla contra Las Palmas.

Tocan fajina. Tenemos de comida macarrones a la italiana, cocido canario, e higos.

Termino de comer, y me acuesto, en espera del cartero. Hoy tampoco tengo cartas.

Le pido prestadas a un compañero cinco pesetas, y me voy con Fernando y José al cine Victoria. Sigue en cartelera la película, que tanto empeño tengo por ver. Se titula "El Bravo". El argumento es la historia de un toro, criado por un chiquillo hasta verse en el ruedo, donde le dan el indulto por noble y bravo. Sentimentalmente, hace que resulte amena, aunque no es, ni mucho menos, una joya del séptimo arte.

Salimos del cine, y damos una vuelta. Veo una mujer joven, y dejo a los paisanos para acercarme a ella. Llamo su atención, echándole un piropo... el cual admite sonriendo. No obstante, me llevo una desilusión cuando me dice estar casada. ¡Qué chasco!.

Subo al campamento, llegando al toque de fajina. Esta noche tenemos de cena estofado de patatas con carne, y ensaladilla nacional.

Cuando termino de cenar, tocan escuadra. Pasamos lista, y nombran el servicio. Yo tranquilo. Esta noche me han nombrado para hacer una imaginaria... la cual no hago, porque estoy exento. Me la quitan. Son cosas del cabo primera XXXXXX (es el único que sabe hacer estas cosas... es analfabeto y no ha podido leer las órdenes... ¿Y por qué habrán aprobado a un analfabeto, con lo rigurosos que se han puesto con quienes acabamos de hacer ese curso?).

Han tocado silencio. Apenas siento, porque ya estoy medio dormido.



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