REBELIÓN DE LA TROPA: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 11/02/1961, sábado: Tocan diana. Me levanto. Pasamos lista. Y sacamos las colchonetas a la intemperie para que se aireen.

Fajina. Desayuno la malta con leche.

Y me pongo el traje dominguero para pasar revista. Se efectúa a las diez y media de la mañana. Me dice el teniente Montenegro que me hace falta afeitarme. ¡Será posible! La verdad es que me va saliendo una hilera "de hormigas salteadas en barba y bigote. ¡Ya no soy un pipiolo!.

Cuando termina la revista voy a cobrar las sobras. Ya tengo para ir al cine, y poder echar la carta escrita a la novia, que la tengo retenida por falta de sello. Me acuesto y, sobre la litera, leo una novela hasta el toque de fajina.

Fajina. Hoy tenemos para comer arroz a la valenciana con salsa, cocido canario (no lo pruebo), e higos.

Termino de comer y hago lo de siempre tras la comida: acostarme. Aquí en la mili me estoy haciendo un vago. Será porque no necesito ganar pasta para calmar la gazuza, ni para vestir, ya que me dan ropa, calzado, y todo los utensilios necesarios para la vida diaria.

Me despierta Gil para darme dos cartas que he tenido. Una es de mi madre (manda dos sellos para facilitarme las contestaciones). Me dice que pronto llegarán por estos pagos los nuevos reclutas (entre ellos mi amigo Blas). Estaría bien que le tocara aquí. Al menos, estaría acompañado. De todas formas, le compadezco. ¡No le queda nada por pasar! La otra carta es de mi primo Bartolomé. Contesto a mi madre, y con el sello que me queda, doy curso a la carta escrita a la novia. A mi primo, le contestaré mañana... si puedo.

Termino de escribir, y me arreglo para salir, Gil, Fernando, y yo, bajamos a Las Palmas. Entramos al cine "Victoria". Proyectan el film "La ley de los fuertes" (por Robert Heston y Anne Baxter). Antes de entrar, con el dinero sobrante (la entrada al cine nos cuesta cuatro pesetas por "barba" y tenemos cinco cada uno del pago de las sobras), nos sobran 3 pesetas en total), compramos un paquete de tabaco, marca "Celtas". ¡Cualquiera nos tose!. Hemos visto una extraordinaria película... y como no es apta, se ve cada escena que se te sube la libido. Ademas, por lo preciosa que es la protagonista, parece una muñeca de porcelana (pero de carne y hueso).

Salimos del cine como tres caballeros con el cigarro en la boca. Vamos a dar una vuelta por el paseo de la playa de Las Canteras. Encontramos de frente a un cabo primera de Artillería (de los nuevos, que llevan días con los galones). Al rebasarlo, le hago el saludo (más bien parece la despedida reglamentaría con el pañuelo en la mano cuando se va un amigo en barco). Me llama la atención, y me presento a él, cuadrándome. Dice que si no sé saludar de otra forma más ortodoxa. Le contesto, con la cara más inocente del mundo: "¿Es que he saludado mal?". Se ríe, y me contesta que me retire, y que aprenda a hacer el saludo.

Subimos al campamento, llegando con la hora calculada para el papeo. Gil y Fernando no van a cenar, porque se han zampado una marmita de arroz que les sobró del medio día. Sólo yo me apunto al rancho. He cenado empedrado de judías con arroz, y patatas con pescado en salsa.

Termino de cenar, y tocan escuadra. Formamos (está el teniente Montenegro de guardia). Pasa lista a los canarios (como he dicho, excepcionalmente, los canarios tenían que pasar lista dos veces al día, o sea: les ha fastidiado el pase pernocta habitual de hoy sábado). La cosa es seria, aunque aún no sabemos el por qué. Lo más curioso es que casi todos los canarios de la compañía, esta noche, están medio ebrios. Unos vuelven mareados, y se los llevan a la cama... otros tienen la lengua desatada, y les da por soltar cuatro tonterías. El teniente no puede aguantar la risa. Es una excelente persona, ya lo he dicho otras veces. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que en nuestra compañía tenemos los mejores jefes del batallón.

Rompemos filas y me acuesto, no sin antes, pasar un rato riendo a costa de la juerga de los canarios medio bebidos (o que lo simulan) de la chabola. Por fin, después del toque de silencio, me duermo.

Día 12/02/1961, domingo: Diana... Fajina.

Una vez desayunados, vamos a misa, al toque de corneta.

Oída misa, bajo con Fernando al campo de fútbol (siempre hay algún encuentro). Después de esperar un poco, se presentan los equipos. No podemos ver el final del partido, porque se nos hace tarde para llegar al papeo.

Subimos al campamento, y tocan fajina. Hoy tenemos para comer pescado frito, ensaladilla imperial, e higos.

Termino de comer, y me acuesto a dormir la siesta (es domingo, y no hay correo). Me duermo hasta las cuatro de la tarde. No tengo ganas de bajar a Las Palmas. Me entero de que en el campo de futbol juegan otros equipos mejores que los de esta mañana. Bajamos todos los paisanos juntos, y vemos un buen encuentro: Ha terminado en empate a 2 goles. A las siete subimos al campamento. Y mientras llega la hora de cenar. Hoy es obligatorio estar presente a la hora habitual de pasar lista. No hay permisos. Así se ha pasado otra tarde de domingo. Por supuesto, añoro, con intensa melancolía, mi querido e inolvidable pueblo... esperando que todo vuelva a ser igual que antes. Se dice que nos van a licenciar cumplido el plazo de quintadas anteriores. ¿Será verdad que nos darán la luz verde? ¿O nos tendrán aquí un año más, tras estos rumores de que las cosas se están poniendo feas?. Dejo estas cavilaciones que a nada conducen, salvo a ponerme de mal humor.

Tocan fajina. Esta noche tenemos de cena, sopa de fideos, y estofado de patatas con carne (como siempre, la carne la busco, y no la encuentro, por más vueltas que dé en la marmita).

Tocan escuadra. Formamos. Pasamos lista, y nombran el servicio. Rompemos filas.

Y a dormir, pero antes de hacerlo, la naturaleza y la edad hacen que mis sueños eróticos de desborden en cálidos estremecimientos de goce y placer. Sin darme cuenta, necesito soñar con el cuerpo de la mujer amada... que quiero, aunque me halle lejos de ella por estos imperativos de la mili.

Día 13/02/1961, lunes: Diana... Más tarde fajina.

Después de desayunar, formamos para desplegar. Hoy le toca a mi compañía. Subimos al campo de instrucción. Nos mandan hacer unos ejercicios de saltos en guerrillas (esto es "barrigazo" viene, y "panzada" va, contra el suelo). Cuando bajamos al campamento son las once de la mañana.

Antes de romper filas, nos piden el numero de alpargatas que usamos, para darnos unas nuevas (que falta nos hace... sobre todo a mí), por lo deterioradas que están las que tenemos. Más tarde, me acuesto, y tengo la intención de entretenerme leyendo una novela, pero no nos dejan tranquilos ni un momento. Nos mandan a formar de nuevo. Esta vez con las marmitas en la mano para regar los jardines.

Cuando estamos en este quehacer de riego tocan fajina. ¡A correr se dice! No hace falta ir a buscar la marmita, porque la tenemos en la mano. Hoy tenemos macarrones a la italiana, cocido canario, e higos.

Cuando termino de comer, me acuesto de nuevo, y leo una novela, de principio a final.

Viene el cartero. No he tenido carta de nadie. Tendría que contestar a mi primo Bartolomé, pero no lo hago, ya que de nada serviría, pues no tengo un sello para poder dar curso a la carta. En fin, ya le escribiré cuando pueda.

Tocan teórica. Hoy no ha sido el tiempo distraído de todos los días. Tenemos de semana un alférez un poco gilipollas, por lo estricto que es. ¡No quiere oír ni el vuelo de una mosca! De todo cuanto nos habla, pregunta después. Cómo no lo sepas, te pone firme hasta cuando él quiera. Yo he tenido suerte, pues el tema que ha explicado estaba en los artículos estudiados en el curso de cabo. Y cuando me pregunta, sé contestar.

Finalizada la teórica, viene Flores, que estaba en el regimiento haciendo el servicio de cocina. Fumamos un cigarro, pasamos el resto de la tarde hablando de la próxima llegada de "nuestros hijos" y de otras cosas sin importancia.

Me parece que el oficio de "costurero" me lo va a quitar el cabo primera Herrera. Se ha dado cuenta que no es difícil, ni mucho el trabajo que se hace, y ha sacado otro "zapatero" canario amigo suyo. Esperaré a ver qué pasa, ya que según he oído, el otro viene a hacer otra cosa distinta. ¡Quiera Dios que no me engañe! Le he tomado cariño al trabajo ése, y me dolería dejarlo... y volver al pico y la pala.

Tocan fajina. Esta noche tenemos para cenar empedrado de judías, y emborrizado de patatas con huevos.

Cuando ceno, tocan escuadra. Formamos. Pasamos lista, y nombran el servicio.

Después me acuesto tranquilo... y a dormir.

Día 14/02/1961, martes: Diana... Más tarde fajina.

Tras el desayuno, forman para gimnasia. Digo "forman", porque yo no voy. Con el "cuento de la costura", me libro. Aquí en la mili, el despiste es el que vale (si no te pillan claro). Con trabajos especiales vas a tu ritmo: cansinamente como un burro viejo... siempre que no te pases de listo, y te calen.

Cuando terminan de gimnasia forman, para el trabajo. Me da Baena (el furriel), un porta mosquetón para que lo cosa. Lo hago lo más rápido posible, para que vean que trabajo, y no hago el vago.

A continuación, voy en busca de Alcaraz, y le pido una peseta de cigarros (fiados hasta que tenga dinero). Y voy a coser unos descosidos en una de las chabolas, pasando el resto de la mañana en ello.

Cuando todos dejan el trabajo y sus quehaceres, yo también dejo lo mío. Y me acuesto a leer una novela hasta el toque de fajina. Hoy tenemos cocido canario, patatas a la española, e higos.

Como todas las tardes, me acuesto esperando al cartero. Al enterarme de no tener carta de nadie, me duermo sin darme cuenta. Ahora tenemos más tiempo para siesta, ya que comemos a las trece horas, y la teórica no es hasta las cuatro de la tarde.

Me despierto al toque de corneta para la teórica. Formamos, y nos da el alférez un pequeño discurso sobre el saludo y forma de hacerlo. No quiere que se hable absolutamente nada mientras él diserta. El que desobedezca, se lleva su arresto

Tocan alto de teórica y, a renglón seguido, llamada para regar los arbolitos. ¡Qué fastidio!.

Después, escribo a mi primo Bartolomé, y el sello que necesito para dar curso a la carta, me lo da mi paisano Fernando.

Así se va la tarde como todas... en silencio... Mis anhelos emigran entre las brumas del anochecer con un deseo ardiente de viajar en brazos del viento, que mi alma peregrina se pose en el lugar que añora... Vago, en silencio, como un soplo de viento, viendo confuso los tejados del añorado y querido pueblo... Pero... la realidad es la que es. El aburrimiento y ganas de que anochezca, para que nazca otro día, se hace patentes en el alma.

Por fin tocan fajina. Esta hay para cenar cazuela de fideos con garbanzos, y patatas con carne a la jardinera (la cane se la habrá comido "la jardinera", porque yo no la veo en mi marmita).

Tras la cena, tocan escuadra. Formamos. Pasamos lista, y nombran el servicio. Mañana tenemos instrucción (o sea, batallón).

Y ahora a dormir, que ya han tocado silencio. Sólo quedan los imaginarías como únicos testigos de una noche estrellada y tibia, vigilando nuestro sueño.

Día 15/02/1961, miércoles: Diana. Formamos. Pasamos lista... y nos dan un paso ligero. Está de semana el cabo primera XXXX que nos hace "echar las muelas del juicio". Ayer, nos mandó cantar, y no lo hicimos, dejándole en ridículo y con su moral resentida. Hoy, ajusta cuentas. Cuando terminamos el paso, ligero tocan fajina... mejor dicho, corta las órdenes de paso ligero, porque a tocado fajina... y dejarnos si desayunar, no está entre sus poderes de mando.

Tras el desayuno, formamos para el batallón. Subimos al campo de instrucción. Nos meten buena ración... gimnasia, movimientos de armas... por si fuese poco, también un paso ligero, al compás de la música. Cuando bajamos al campamento, a las doce de la mañana, nos falta tiempo para desnudarnos, y prepararnos para la ducha. Nos tiene el cabo primera casi una hora desnudos y en posición de descanso, sin mover ni los párpados. Quien se mueve, no queda libre de un arresto. ¡Por fin entro a las duchas!.

Cuando salgo de la ducha, está la quinta compañía preparada para entrar a ducharse. Sin embargo, están todos nerviosos, y sin ganas de ducha. Lo único en verse es a un muchacho de Linares, desmayado, en el suelo, con un ataque de epilepsia. Los motivos no son de mi incumbencia.

Eso digo en mi diario manuscrito, por si escribir algo más, pudiera acarrearme problemas, si me requisaran el diario. Sí sé lo que pasó. Y, además como espectador de, digamos, de tribuna. Me quedé viéndolo desde los lavaderos, a cinco metros de distancia y dos de altura. Hoy, después de tantos años, los recuerdos de aquel episodio militar, con tintes dramáticos, sigue vivos en mi memoria... como si lo estuviese viviendo otra vez. Hoy puedo describirlo sin temor a nada.

Los soldados de la quinta compañía, la de gastadores (altos de estatura), estaban esperando desnudos para ducharse, haciendo bromas entre ellos. El teniente (al lado de ellos parecía un alfeñique... y no lo digo como despectivo, pues mido 1,50, sino como detalle) mandó firmes... dándole una bofetada en el rostro al muchacho de Linares. Al no poder responder de la misma forma, le dio un ataque de nervios y se desmayó, con un ataque de epilepsia, retorciéndose en el suelo. Quienes vemos por primera vez un ataque de éstos, nos parece espeluznante. La verdad, aquel chico me pareció estar más muerto que vivo. A los demás soldados les parecería lo mismo, supongo.

Empezaron tímidos susurros.. y después insultos esporádicos al teniente... haciéndose más ostensibles por momentos. Los soldados, compañeros del muchacho de Linares, rodearon al oficial, con idea de darle un escarmiento. Le entró pánico, y desenfundó su arma reglamentaría, amenazando a todos con disparar a quien se le acercara. De haber disparado, lo hubiera hecho por última vez, pues los ánimos estaban muy encrespados.

Alguien fue en busca del capitán de guardia. Se presentó corriendo, al momento. Actuó con diplomacia. Evitó imponerse dando órdenes. Esgrimió sabios consejos para disuadir a los soldados, que querían da una paliza al teniente. Les recodó las consecuencias que podría acarearles tal pretensión. Y les prometió que se investigaría y sancionaría al teniente por abuso de autoridad y malos tratos. Haciendo caso al capitán, y con los ánimos más calmados, dejaron ir al teniente. El muchacho de Linares había vuelto en sí, y estaba más tranquilo.

El incidente llegó a oídos del coronel, dando parte de los hechos el capitán. Lo que pasó después, no lo sé. Probablemente nada. Aquel teniente no se le vio más por el batallón. Seguramente, se quedó en un simple traslado, con una reprimenda verbal.


Otra vez a correr, el corneta está tocando fajina. Hoy tenemos estofado de garbanzos, paella a la valenciana, e higos.

Después de comer me acuesto. Cuando me entero de no tener carta, me duermo como un bendito, hasta el nuevo toque de la "dichosa" corneta.

Hoy tenemos de teórica sobre cómo hay que saludar a la bandera. Tenemos de instructor al teniente Montenegro, que mejor no cabe. Lo pasamos extraordinario de bien con él.

Tocan alto de teórica, y me voy con Fernando a la cima de un pequeño montículo donde nos da el sol. Calienta lo suyo, a pesar de estar en febrero. Nos recostamos en las rocas, desde donde se ve el Atlántico. Se oye su lejano y temible susurro. Leemos unas novelas hasta la puesta del sol, escondiendose perezoso tras el horizonte.

Más tarde, cuando bajamos del montículo, me voy con José y nos entretenemos hablando hasta la hora de fajina. Esta noche hay para cenar rehogado de judías, y pescado a la jardinera.

Termino de cenar, y me preparo para el toque en de escuadra ser de los primeros en llegar. Está de semana el mismo cabo primera de esta mañana... y hay que andarse con ojo. Pasamos lista y mientras tanto... arresta el "solito" las ocho imaginarias de esta noche. Dos compañeros de mi chabola han caído en la red del tal cabo. Uno de ellos es el de la pasada reyerta. Desde la pelea, parece que nos llevamos mejor... hasta le miro con agrado... lo mismo que él a mí. Parece mentira... pero es la verdad. Basta pararse a pensar en la soledad en que te encuentras para que afloren nuestros mejores sentimientos. El otro arrestado de mi chabola es el voluntario de Cuenca. Por fin, rompemos filas, y nos vamos a acostar.

Cuando tocan silencio, continuamos hablando, y siento una voz que dice: "¡Pozas, o te callas, o te vas a pasar dos horas al aire libre!". Es el mismo cabo, que está dando una vuelta por las chabolas. Se ha propuesto amargarnos la vida. Nos quedamos tranquilitos, y a dormir.



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