¿MANCHA EN EL EXPEDIENTE?: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 16/02/1961, jueves: Diana. Pasamos lista. Rompemos filas. Hoy parece más calmado el cabo primera XXXX.

Tocan fajina. Termino de tomarme la marta con leche, y formamos para la gimnasia.

Luego, voy a cortarme el pelo. Después de repasarme con la máquina de esquilar, voy a lavar un pañuelo. Mientras se seca, le hago un buen remiendo a la chabola del utensilio. Creo que casi me licenciaré antes de acabarla. La pobre, está muy pachucha. Me parece que, a diferencia de las demás, a ésta no la han arreglado desde que hicieron el campamento.

Tocan alto de trabajo, y yo también doy por terminado el mío. Voy a mi chabola, donde paso el resto de la mañana leyendo.

Fajina. Hoy tenemos para comer sopa de pasta, ropa vieja, e higos. Cuando he comido, me apunto al reenganche. Mi amigo, el cocinero, Huesa, me llena la marmita. Ya tengo para tomar un tentempié esta tarde. En la mili, no hay cosa más saludable que tener de amigo a un cocinero.

Espero al cartero. No hay cartas para mí. Me acuesto, y duermo la siesta sin preocupación de ninguna clase.

Tocan Teórica. Se nos pasa el tiempo distraídos con el teniente Montenegro, dándonos, él mismo, un cigarro a quienes, como yo, no tenemos para fumar... Rompemos filas, y me voy a la chabola para merendar entre Fernando, Gil, y yo, la ropa vieja" que me dio mi amigo Huesa en el reenganche de la comida. .. A continuación, Gil tiene que irse a la clase de analfabetos. Ha empezado de nuevo. ¡Esta vez es inflexible!.

Fajina. Esta noche tenemos de cena empedrado de judías con arroz, y cazuela de pescado con patatas. Terminamos el papeo, y hago la cama... Mientras Gil busca quien le dé un cigarro para dar una chupada hasta el toque de escuadra. Estamos todos los paisanos sin un céntimo. Ni siquiera tenemos tabaco.

Escuadra. Formamos. Pasamos lista, y nombran el servicio. Mañana tenemos batallón. Rompemos filas.

Y a dormir se dice. ¡Un día más y, otro día menos, cada cuenta en su lista correspondiente!.

Día 17/02/1961, viernes: Diana. Pasamos lista. Después de desayunar, nos preparamos para el batallón. Cuando ya habíamos salido hacia el campo de instrucción, nos han hecho volver. Ignoro lo sucedido. Aquí no dan explicaciones. Ha habido una contraorden... y punto. Las órdenes, son órdenes, y hay que obedecerlas... y las contraórdenes son superiores a las órdenes, y también han de obedecerse, sin rechistar. En la explanada del campamento nos reúne el capitán Galarreta. Nos dice que es probable que el próximo martes, nos visite un Teniente General del Estado Mayor. Por lo cual, hacemos unos movimientos, para entrenarnos un poco.

Cuando rompemos filas, nos "enchufan" al trabajo. Yo no voy... tengo lo mío. Preparo unas cartucheras, y me entretengo en coserlas. De esta guisa, se pasa el tiempo en la mili... Todos los días lo mismo... Por lo menos, a mí me lo parece.

Tocan fajina. Hoy hay para comer paella de arroz a la valenciana, sopa de pasta, e higos.

Después de comer, espero al cartero. No tengo noticias de nadie. Da rabia y tristeza ver que nadie se acuerda de ti. Me duermo hasta el toque de teórica. Hoy la llamada de la corneta me despierta en el mejor de los sueños. ¡Qué fastidio!.

Se nos pasa la hora de clase de teórica hablando del mortero Valero calibre 50 mm.

Igual que todas las tardes que podemos, Fernando y yo, nos vamos, fuera del campamento, a comer tunos. Son unos higos colorados parecidos a los higos chumbos. Son silvestres y muy prolíferos en este calcinado y agreste terreno volcánico de Gran Canaria. Más tarde, nos juntamos con los analfabetos, y pasamos la tarde dándoles lecciones. Algo hay que ayudar.

Cada vez, el aburrimiento se hace más ostensible. El tiempo camina a paso de tortuga, por mucho que quiera hacerlo más ameno con mi diario. ¡Siempre lo mismo! Cada día, me encuentro con más ganas de licenciarme. Estoy pasando por una racha de tiempo de apatía severa.

Tocan fajina. Esta noche tenemos de cena cazuela de judías con fideos, y ensaladilla nacional.

Escuadra. Pasamos lista. Nombran el servicio... Y a dormir.

Día 18/02 /1961, sábado: Diana.

Después del desayuno, sacamos las colchonetas fuera de las chabolas para que les dé el aire. Y, a continuación, pasamos revista nosotros.

Fajina. Hoy tenemos para comer estofado de garbanzos, carne en salsa con arroz a la cubana (o sea, la carne se la come "la cubana", y nos deja el arroz para nosotros), e higos.

Espero al cartero. No tengo carta de nadie.

Me entero de que en cine Victoria proyectan una buena película, y me voy con Fernando a Las Palmas. Hemos visto "Un Rayo de Luz" (por Marisol). Una chiquilla que canta como los ángeles. Esto es suficiente para aislarnos de todo cuanto nos rodea, haciendo posible que pasemos dos horas olvidándonos de dónde estamos. La película no es nada del otro mundo, pero está rodada en escenarios de la península... y la música pone la guinda al pastel para hacernos pasar una tarde agradable.

Salimos del cine contentos. Damos una vuelta por el paseo de la playa de Las Canteras (que está muy concurrido), y subimos al campamento para papear lo que nos traen en el furgón de la comida. Esta noche tenemos de cena compuesto de judías, y pescado a la vizcaína.

Pasamos lista, y el oficial de guardia da permiso extra a diez soldados por compañía para irse a Las Palmas esta noche. Nosotros nos tenemos que quedar en el campamento con la siguiente reflexión: ¿Dónde vamos a ir sin una perra chica en el bolsillo?.

Me acuesto, y me duermo enseguida... soñando... que eso es gratis.

Día 19/02/1961, domingo:
(Hoy, por cuanto va a suceder, es un día de los que no se olvidan mientras vivas, sirviendo para recordar anécdotas de la mili). Diana... Fajina...

Después, formamos para la misa. Oigo misa... A continuación, aunque es domingo y no se trabaja, por hacer algo, me entretengo en coser tres colchonetas... y también descoso la mía, para "remover la lana" (bueno, de lana, nada, son mazorcas de maíz con más años de mili encima que el campamento. Pretendía, con ello, dormir a gusto esta noche. ¡Qué iluso! De haber presentido cuanto iba a pasar, no me habría echado esas cuentas.

Cuando termino de coser, es la hora del toque de fajina. Hoy tenemos para comer cocido andaluz (está muy bueno), compuesto de fideos, e higos. He comido con verdadero apetito.

Hoy no hay cartero. Me acuesto a dormir la siesta. No me dejan dormir, porque el revoltoso del voluntario de Cuenca ha recibido un giro esta misma tarde (aunque es domingo, el teniente de los giros está de guardia), y está más flamenco que un ocho. No para de dar la lata. ¡Qué le vamos a hacer! A aguantarse tocan.

A las cuatro, bajamos al campo de fútbol a ver un gran partido entre el Fábrica de Vela y el Telde. Termina el encuentro con empate a dos goles. Lo que más me gusta, son los hinchas infantiles que han venido a ver el partido. ¡Qué monería de chiquillos!.

Terminado el encuentro, Fernando, José, y yo, vamos a ver a los paisanos del cuartel de Aviación. ¡Ojalá no hubiéramos ido! Encontramos a Andrés ("el Suave"), y a mi primo Raya (que ha recibido esta mañana un giro de xxxx pesetas). Después de dar unas vueltas por Las Palmas, acordamos de ir al bar "El Camello", y bebernos un litro de vino...

¿Un litro? ¡Nos bebimos seis litros, una botella de ron con miel, y cafés con leche! Todo este trasiego de bebida fue a deshora... ¡A las once de la noche, y sin permiso, pues ya teníamos que haber vuelto al campamento a pasar lista al toque de escuadra!. No voy a contar con detalles de todo cuanto nos pasó, porque apenas lo recuerdo, a causa de la gran cantidad de bebida ingerida.

Alquilamos un taxi para subir al campamento. Caminando, no hubiéramos llegado nunca. Antes de llegar al campamento, mandamos parar al taxista para comprar otra botella de ron. Todo el gasto corrió a cargo de Raya. Luego, le mandamos parar otra vez, el taxi se detuvo, y se quedó en la carretera Andrés ("El Suave"), puesto que Andrés debía ir al cuartel de Aviación. Fernando (que estaba menos cargado) se quedó de acompañante, para montarlo en el taxi cuando fuese de regreso. Así, llegamos al campamento en el taxi, Raya, José, y yo.

El taxi se detuvo en la puerta principal del campamento. El centinela llama al cabo, creyendo que había llegado un alto jefe militar. ¡Cuál no sería su sorpresa al ver quiénes éramos cuando nos "bajamos" (entecomillado)! Como es natural no nos "bajamos"... Raya y yo, nos dejamos caer, como dos sacos de papas con la botella de ron en las manos, sentándonos en el suelo, en cuanto el taxista abrió la puerta. José no descendió del taxi, pues ahora tenía que acompañar al taxista, en busca de su primo Fernando.

Comenzamos a hablar en el suelo entre Raya y yo. El centinela del puesto de guardia nos mando callar. Raya se molestó, e, insultándole, quiso arrebatarle el mosquetón. Por ello, le dieron un golpe en plena cara. Yo estaba muy cargado de alcohol, y no recuerdo lo sucedido a continuación. Me lo ha contado mi compañero de chabola, Punzano, que aquella noche estaba de servicio de cabo de guardia. El alboroto era tan sonoro que se presento el oficial de guardia (un alférez de los nuevos). En honor a la verdad, una excelente persona, pues, de haber sido duro haciendo, se nos hubiera caído el pelo.

Nos llevaron al cuerpo de guardia. El alférez nos tomó los datos. Y nos metieron directamente en el calabozo. Me llevaron la colchoneta y las mantas. Yo no podía ni con el caqui que vestía. Así, me acosté, por primera vez, en el calabozo (alias "el hotel").

Siento una vergüenza superlativa, pero ya no tiene remedio. Después vinieron José y Fernando. El alférez les tomó el nombre para ser castigados, pero, como no armaron follón, los mandó a su chabola a dormir.

Me envolví en la manta, "intentando" dormir. Digo "intentando", porque el calabozo estaba repleto. Éramos 12 soldados durmiendo en un cuartucho. Liamos, sin pretenderlo, "El dos de Mayo" con nuestra entrada al calabozo. Uno maldecía por no dejarle dormir. Otro, por pisarle el cuerpo. Y un tercero, gritaba quejándose que no había derecho, e iba a dar parte al oficial. Yo, con la carga de alcohol que llevaba encima, me quedé dormido, como un tronco.

(Hoy, después de tantos años, recuerdo que tiempo más tarde, me sucedió algo parecido. Fue hacia 1966, o 67, ya casado y trabajado en Santa Coloma de Gramanet. Pillé otra cogorza. Fue en el bautizo del hijo de mi primo Lorenzo... con su padre, mi tío Frasco, y otro primo, también llamado Lorenzo. Entonces, estaba trabajando en Correos. A la mañana siguiente, sin poder con el pellejo, fui a trabajar. Nadie se dio cuenta de nada... o si se la dio, supo callarlo).

Día 20/02/1961, lunes: Hoy, desde el calabozo, oigo el toque diana. Me levanto lo mismo que me acosté (más mareado si cabe, pero dándome cuenta de lo ocurrido). Pido permiso para lavarme. Y... me dejan marchar del calabozo... a espera del castigo correspondiente.

Después tocan fajina. Voy a por un poco de malta con leche, para poner el mecanismo del cuerpo en marcha, que falta le hace.

Tenemos batallón. Formamos. Como bien me dijo el teniente Maqueda, soy la sensación del batallón. Todo el mundo me pregunta por lo sucedido. ¡Qué les voy a decir, si ya lo saben mejor que yo! Subimos al campo de instrucción. Hacemos gimnasia. Como soy de los más pequeños en estatura. Formo en cabeza. ¡Qué compromiso! ¡Menos mal que me sé de memoria todos los movimientos y la tabla de gimnasia. La cosa no sale mal del todo. Después hacemos movimientos de armas. Aquí me puedo librar, ya que voy en la cola (por el mismo motivo de antes, la estatura) No se dan cuenta de la descordinación.

Bajamos al campamento, y me presento para recibir el correspondiente castigo. Le pregunto al oficial de guardia entrante por mi arresto. ¡Cuál no sería mi sorpresa y alegría, al decirme que no estoy apuntado en el libro de los arrestados! Me llama mi capitán, Don Enrique, y me pregunta qué hice anoche para verme él en el parte de los arrestados por un mes. Le cuento muy sucintamente que fue una despedida de paisanos. Contesta que hubiera creído que me comportara así. Me habla como un padre suele hacerlo con su hijo, después de hacer una barrabasada. ¡Qué hombre! ¡Nunca olvidaré lo que hizo por mí este día! Siempre lo recordaré, mientras viva.

(Todavía me emociono al recordarle. Recordando cuanto hizo por mí hasta que me licenciaron. ¡Gracias, Don Enrique Pamis Porta, esté donde esté!. Me gustaría verlo en esa octava dimensión, que dicen hay. En mi pueblo tenemos un dicho: "De bien nacidos, es ser agradecidos". Mejor cuna no he podido tener, mamando de mis padres todo lo bueno que hay en este mundo. Siempre estará en mi corazón. Gracias).

Me ha quitado el arresto gracias a mi buena conducta. El teniente Guillén Montenegro me confirma lo mismo. Me piden que me imponga yo mismo el castigo de trabajar voluntario (siempre que no tenga otras obligaciones), y que no salga de paseo hasta el sábado. Rogándome, finalmente, que no vuelva más a venir de ésta manera.

Desde luego, no me hace falta la advertencia. Ya estoy escarmentado con lo de anoche. Voy con los arrestados. Cuando me presento al cabo primera, me comunica que no estoy en la lista. Le respondo ser voluntario. Pone cara de extrañeza. No es habitual que se presenten voluntarios para el trabajo. Le explico mis razones. Estoy con los arrestados hasta el toque de fajina.

Hoy tenemos sopa de pasta, ropa vieja, e higos. He comido con apetito. Paso un buen rato todos los paisanos, recordando el episodio pasado, comiendo en corrillo, recostados en el suelo.

Después me acuesto, esperando con ilusión al cartero. No tengo carta de nadie. La siesta, hoy, es reducida: Tocan parte para los arrestados.

Me tengo que presentar con todos los paisanos (menos Raya, que ha pedido permiso a su capitán para ir a Las Palmas a comprar unas cosas). La tarde transcurre sin ninguna incidencia. De pronto, pasó lo siguiente: Hay un arrestado que le llaman "el paracaidista canario". Es lo más bruto que te puedas echar en cara. Está arrestado por el disparar el mosquetón durante una guardia... pero el problema no es ése, es que tiene fechorías por decenas. La orden que tienen los centinelas sobre su persona es de no perderle de vista ni un solo momento. Al "buen hombre", le ha dado la gana de escaparse esta tarde. Como el centinela no le deja, y se ha abalanzado sobre él, intentando quitarle el mosquetón de las manos. El centinela se ha defendido, golpeándole con el mosquetón. El pobre diablo se agacha al suelo para coger piedras y defenderse con ellas. El centinela desplazó el cerrojo del mosquetón metiendo con rapidez una bala en la recamara, montándolo en un santiamén (normalmente el arma siempre la llevamos descargada por órdenes superiores para evitar accidentes graves) y, apuntándole, le ordenó quedarse quieto. Llamó al cabo, y se lo han llevado al calabozo. La consigna que tiene el centinela es la de dispararle al menor conato de rebeldía.

A mí me parece que esta persona no debiera estar aquí en la mili. Si no está cuerdo, debiera estar en el hospital, o en su casa. Y si está bien de la cabeza, y se hace el loco, pues que lo lleven a la cárcel. Pero aquí suelto, cualquier día va a poner en un compromiso a los centinelas. Eso de disparar a una persona es sagrado. Y no me creo que matar con el mosquetón, le salga a nadie gratis, por mucha consigna, de boquilla, que tuviera de tirar a dar. Sin otra incidencia, se ha pasado la tarde, hasta el toque de alto el trabajo. Me lavo, y voy a la chabola para descansar de este día tan ajetreado.

Han venido los paisanos del cuartel de Aviación para enterarse de lo sucedido. Han estado casi una hora con nosotros, empapándose del caso, y pasándolo pipa con cuanto les contamos.

Tocan fajina. Esta noche hay de cena compuesto de judías, y pescado a la vizcaína.

Después, toque de escuadra. Pasamos lista, y nombran el servicio.

Y a dormir.



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