MI NUEVA OFICINA: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 01/04/1961, sábado: Hoy hace un año, vi por primera vez esta isla maravillosa: Las Palmas de Gran Canaria. Me levanto. Formo las compañías. Y después de pasar lista, cada cual se espabila para acicalarse en sólo unos minutos.

Después del desayuno, me relevan del servicio de cuartel. Y todo el santo día lo tengo libre.

La mañana se pasa sin apenas darme cuenta: leyendo novelas... fumando cuanto me apetece... y haciendo cábalas sobre mi futuro, aunque sólo sean conjeturas.

Tocan fajina. Hoy tenemos para comer estofado de garbanzos, carne en salsa con arroz, y plátanos.

Tengo la tarde libre, y el cuerpo me pide ir de paseo a Las Palmas. Obediente, me someto a sus deseos. Como no hay cine por ser Sábado Santo (en aquel tiempo, en tal festividad religiosa estaban cerradas las salas de espectáculos), doy una vuelta por la ciudad. Me encuentro a mi paisano Antonio ("Piloto"). Nos damos un garbeo para visionar todo lo bello que ha creado la naturaleza. El paseo de la playa de "Las Canteras" está animadísimo de "sirenas" y "sirenos". Ahítos de una buena ración de vista de carne, pero sin haber probado nada, entramos en una taberna a bebernos unos vasos de vino (costándome la fiesta 12 pesetas con 80 céntimos). Nos despedimos, quedando en vernos otro día, en compañía de Andrés ("El Suave").

Como aún es pronto para regresar al campamento (tengo permiso hasta las diez), hago una visita a mi amigo canario. Le encuentro en su casa (con permiso de convalecencia por enfermedad). Como siempre, me recibe muy bien, invitándome a una tacita de café. Estoy con él y su familia, hablando, hasta las diez menos cuarto.

Cuando llego al campamento, me presento al oficial para que sepa que he venido. Iba a dormir a mi chabola, cuando me encuentro con unos reclutas que van a la cantina a tomarse un bocadillo. Me invitan... Y así, con ello, ceno esta noche, que no pensaba haber podido cenar.

Día 02/04/1961, domingo: Diana... Fajina.

Después del desayuno, me tengo que quedar de cuartel. Al muchacho que le tocaba hacer ese servicio, le han mandado a hacer guardia al Castillo (cárcel donde están los presos políticos, y presos civiles peligrosos). Aquí, apenas han quedado cuatro gatos, y me ha tocado la china, substituirle. Bueno, me da lo mismo. Mi deseo hubiera sido ir al cine, pero... ¡Qué se le va a hacer!.

Formo las compañías para llevarlas al regimiento a oír misa. Llegamos, y me presento, dando las novedades correspondientes al jefe superior.

Después de oír misa, subimos de nuevo al campamento. Mando romper filas, y cada uno se va donde le apetece. Yo me voy a hacer la colada. Tengo un poco de ropa sucia: cuatro pares de calcetines, los guantes, tres pañuelos y un pantalón blanco. Cuando termino es hora del papeo.

Hoy tenemos para comer cocido andaluz, pescado frito con ensaladilla, y plátanos.

Después del papeo, todos se van de paseo. Los reclutas salen vestidos de paisano. Apenas llevan una semana... y a nosotros no nos concedieron ese privilegio en un año entero. Debe de ser por la falta personal veterano para patrullas de vigilancia. Así, si se portan mal en la ciudad, al menos que, por la ropa, no se note que son militares. En el campamento, me quedo yo sólo con mi sino, que más que sino, parece el desatino de una estrella estrellada. Hoy que podía haber ido al cine por tener dinero para pagar la entrada, no puede ser. Y aquí me hallo, leyendo una novela del excitante y complejo mundo del espacio. Está distraída por lo fantástica. Todo cuanto en ella ha escrito su autor debe ser fruto de una imaginación desbordante... Lo que me falta es tabaco. ¿O es lo que me sobra? Tengo la garganta como un papel de lija de tanto fumar. ¡Qué locura la mía... después de operarme de las anginas! Voy a tener que poner remedio, sino el Doctor Cuya, se va a salir con la suya casi de inmediato.

Después de cenar, es la hora de pasar lista. Mando formar a todos los reclutas y paso lista. Rompen filas... Y a dormir.

Día 03/04/1961, lunes: Me levanto... me lavo... y después tocan fajina.

Tras el desayuno, me toca enseñar a los reclutas los pasos ligeros. "¡Firmes! ¡Descanso! ¡Media vuelta!"... y todo un catálogo de movimientos. Me canso más de dar voces, que ellos de hacer "trompos". En fin, tampoco se pasa mal la mañana. Como ayer, en los breves descansos, casi se pelean (a ver quien llega antes) por dame un cigarro, en gratitud de lo bien que me porto con ellos. Quizás, ni siquiera esperaban esto de la mili. A todos nos han contado historias de "ogros". Y les hay.

Fajina. Hoy hay para comer cazuela a la española, pescado a la vizcaína, y plátanos. Por si fuese poco, me zampo un pedazo de morcilla. Hacía tiempo que mi estomago echaba de menos la ausencia de tan sustanciosas y agradables visitas. Me lo ha dado un recluta.

A las tres de la tarde otra vez a formar para teórica... y, encima, tengo que dar clase yo. Es divertido ver la supina ignorancia que tienen los reclutas (creo que lo mismo me pasó a mí cuando senté mis reales en Canarias). Un recluta, al preguntarle las estrellas que tiene un coronel, me dice que tiene una de siete puntas... y así todos... por el mismo estilo. He apuntado arrestados a cuatro reclutas para hacer imaginarias esta noche. Ha sido por orden del alférez (de no ser así, no los hubiese apuntado). Tienen bemoles eso de imponerte cupo de arrestos.

Cuando tocan alto de teórica, pido permiso al alférez para venir un poco tarde. Me lo concede. Voy a Las Palmas, al cine "Victoria" Proyectan la película titulada "El hombre de las pistolas de oro" (protagonizada por Richard Windmark, Henry Fonda, y Anthony Quinn). Ha sido un gozo ver juntos a estos tres genios del séptimo arte.

Subo al campamento, y me presento al alférez. Voy a la formación, que todavía no ha roto filas. Esta tarde han llegado más reclutas, de Galicia... y hay un desbarajuste que no se aclara nadie. Cuando todos se acoplan, y se acuestan, me vengo a la oficina... nada de chabola. Es donde me han trasladado para dormir: y es que ahora me han dado el cargo de furriel.

Hago la cama, y me duermo con deleite... sin molestias de las pulgas, ni de las inclemencias del tiempo. La oficina es una estupenda habitación espaciosa, cuadrada, con dos literas, y una ducha. Tiene todas las comodidades que puedas desear. Es adyacente al pabellón donde tantas noches escribo mi diario. Me parece un sueño, suavizando la soledad que siento. Me pregunto como siempre, cómo estarán los paisanos. Y a dormir.

Día 04/04/1961, martes: Me levanto. Y hago la cama.

Después a desayunar, viene el capitán... y subimos al campo de instrucción para "que entren en calor los reclutas". Después de una hora de "movimientos", es divertido y da risa ver el descontrol existente.

Terminada la instrucción, he de bajar al regimiento mandando un pelotón compuesto por los ciento veintinueve reclutas llegados anoche desde Galicia... para que les den la ropa militar. Nos tenemos que quedar en el regimiento a comer, porque se nos ha hecho tarde, y no nos da tiempo a subir al campamento para la hora del papeo. Hoy tenemos ropa vieja, sopa de pasta, y plátanos.

Después de la comida, subo con el pelotón al campamento... Y, poco después, vuelvo a bajar al regimiento con el furriel para ayudarle a subir en un coche todo el utensilio que me han dado para la oficina. El servicio que me han asignado, colma con creces todas más aspiraciones y deseos de ayudar activamente a todo cuanto necesiten de mí. ¡Ojala dure hasta que me licencien!.

Tras cerrar, bajo llave, todo cuanto me han dado en la oficina, voy a la cantina, y meriendo un trozo de pan con queso, Ya me encuentro con ánimos para sonreír, pensando en lo poco que me queda para finalizar esta pesadilla de la mili... que casi parece el cuento de nunca acabar.

Tocan fajina. Apenas tengo apetito. No por eso dejo de ir a cenar. Tenemos ensaladilla imperial. El otro plato no lo sé... no he querido más.

Cuando termino de cenar, me acuesto entre sábanas blancas y limpias. ¡Las tengo de sobra! Aquí hay de todo... tiene algo de almacén. Y me duermo, satisfecho de la vida que Dios me concede.

Día 05/04/1961, miércoles: Diana. Cómo no tengo que pasar lista, me estoy un rato más en la cama. Me levanto cuando oigo el toque de fajina.

Desayuno la malta con leche, y después, me espabilo en la ducha. En esos momentos, tocan a formar. Me requiere el alférez de mi compañía, y tengo que presentarme a él. Se ha empeñado en que sea su ayudante... llegando al extremo de decirle al capitán que soy "muy apañado", y me necesita. Bueno, no me van a dar ataques por currar un poco. Hago lo que puedo, y todos quedamos contentos.

Tocan fajina. Hoy hay pescado con arroz en salsa, estofado de garbanzos, y plátanos.

Después de comer, viene el cartero. He tenido carta de mi madre. Me dice que están, bien y con muchas ganas de verme. Le contesto contándole cuanto me pasa y lo bien que me encuentro. Le mando una foto que le va a gustar... y a mi sobrino Bartolomé, otra.

Tocan teórica. Después de un rato distraído, viendo los apuros de los reclutas al no saber expresarse como quisieran, acaba la clase. Voy a la oficina donde hay una maquina de escribir, y me entretengo en teclear, escribiendo alguna cosa. Es más difícil de cuanto parece. Me vuelvo loco buscando las letras correspondientes. "¡A quién coño se le ha ocurrido poner las letras desordenadas! ¿Es que no se sabe el abecedario?". Espero sacar provecho de ella, practicando un poco.

Y sí saqué provecho: ¡Recuerdos y más recuerdos... nada más! Maravillosas recordaciones. Aún tengo en la retina imágenes de aquellos días! Hoy, por la ataxia de Friedreich, soy infinitamente más lento e impreciso tecleando. Hasta me faltaría fuerza digital para teclear en una de aquellas antiguas máquina de escribir, "Olivetti". Si no fuese por el ordenador actual, hasta habría olvidado el orden de las letras en el teclado.

Hoy me he topado con un canario muy risueño. A mí no me gusta la gente con cara de palo, y me cae simpático. Le he excusado ante el oficial, diciendo la verdad, y le han exculpado de un arresto. Espero que no lo sorprendan otro día por haber cometido parecida falta. Entonces, y no podré hacer nada por él. ¡La mili, es la mili! Tal vez sea imparcial, pero no no distingue entre justo e injusto. Sólo vale obedecer... no sirve de nada cuestionar las órdenes. ¡Ay de ti, si refunfuñas... aún llevando razón!.

Así va pasando el tiempo. Ahora no tengo carencias nada. Sí quiero tabaco, nada más salir de la oficina ya me están diciendo: "Cabo, ¿fumas?"... Cabo, ¡vamos a tomarnos un vaso de vino, te invito!". ¡Siempre así! No creo que me hagan la pelota. Al fin y a al cabo, soy un don nadie. Siento sinceridad y agradecimiento. Me porto bien con ellos, y ellos conmigo. Aunque, con matices diferentes, siento la misma soledad que ellos. También yo necesito su compañía, aunque sigan viendome como a un superhombre. No obstante, no es mi pretensión sentirme halagado ni tener una posición que me permita, en cierta forma, el buen vivir en la mili. Lo que más deseo es que me den pronto la luz verde, e irme a mi casa, para poder ver a mi familia... que ya va para trece meses que no la veo.

Tocan fajina. Esta noche tenemos de cena patatas con chocos, y compuesto de fideos. He cenado con apetito

Después del toque de escuadra, doy una vuelta por las chabolas. He estado donde "vive" el canario risueño, antes aludido. Tiene otro compañero, también canario, que es su antítesis: no habla nada. Me las ingenio, antes de irme, para que me diga su nombre. Me cuesta, pero lo consigo. Se llama Valentín. Ha sido reacio a decirlo, pero no he cejado en mi empeño, hasta conseguirlo. Cuando me lo propongo, soy capaz de hacer hablar a "un muerto". Al final, se le ha desatado la legua, y ha participado en las conversaciones.

Satisfecho, me voy a mi "hotel dormitorio", y a dormir, como un bendito.



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