BATALLÓN DE CASTILLA, Nº 18: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 11/04/1961, martes: Diana. Me levanto... y me aseo.

Tras desayunar la malta con leche, hago el relevo de cuartel. Subo al campo de instrucción. Cuando llego, están haciendo gimnasia, y me dedico a rectificar a algún recluta que no lo hace bien. Rompen filas y, sin apenas un respiro, comienza la instrucción. Parece que las cosas van saliendo mejor, aunque todavía dejan mucho que desear en cuanto a calidad... pero con el tiempo, se irán puliendo las anomalías. Los veteranos no fuimos más diestros que ellos. ¡Seguro que terminan superándonos!.

A las doce, regresamos al campamento. Repartimos el pan, y vamos al papeo. Hoy hay de comida potaje canario, rehogado de garbanzos con fideos, e higos.

Después de la comida, me fumo un cigarro... descansando un poco hasta el toque de teórica: de tres y media a cinco de la tarde.

Me invitan unos amigos reclutas a salir a Las Palmas, e ir con ellos al cine. Bajamos a la ciudad. Antes de ir al cine, tomamos bebemos unos vasos de vino en una taberna. Pero cambian lo planeado (o me traían engañado), y en vez de ir al cine, me llevan bares de "mujeres de buena vida" (puticlubs). ¿Qué es lo que me pasa con estas mujeres? Desde que pique por primera vez en Málaga, nada más verlas en la forma de seducir, me repugna su contacto. Será porque lo hacen por dinero. Por qué nada más ver una mujer la desnudo, y acariciarla sería el máximo para mis sentidos... pero esto para mí es otro cuento totalmente distinto.

Los reclutas querían que yo hablara en su nombre (ellos no se atreven). Le preguntamos por el precio a una de tales mujeres... que está de buen ver, sentada en una silla con las piernas cruzadas, enseñando unos muslos maravillosos, y en la mano izquierda un cigarrillo. "¿Cómo te llamas?". Nos contesta, con gesto indolente, "quinientas pesetas". ¡Qué barbaridad! ¡Diez veces más de lo que me costó en la península hace un año! ¡Esto es como para ponerse a mear, y no echar ni gota! La culpa de la carestía en Las Palmas del tráfico amoroso, la tiene tantos marinos americanos, ingleses, y de otros países, que pasan unos días en el atracadero del puerto, pagando en dólares americanos. Nosotros… pobres soldados españoles, de peseta y poco más, hemos de conformarnos, viendo el colorido del percal. Lo grave es que la prostituta añade que las quinientas pesetas son solamente por "entrar y salir" (o sea, meter y sacar). Le contesté, groseramente, que con esa cantidad, me la meneaba quinientas veces... y si quería, por ese dinero teníamos que ser los cinco que íbamos. No debieron sentarle muy bien aquellas palabras mías, porque replicó que me follara a mí madre. Le contesté, irónicamente que yo podía hacerlo, porque la tenía...ella no, por no conocerla. Quiso darme con un paraguas. Y me pase ganas de sacudirle una...

Subimos al campamento. Pasan lista los reclutas... y a dormir sin pensar en nada, que nada ha pasado... como los buenos chicos.

Día 12/04/1961, miércoles: Diana. Me levanto, y me lavo.

Después de desayunar, a las ocho y media, subo al campo de instrucción. Están haciendo gimnasia. Después, comienza la instrucción: "¡Media vuelta! ¡Izquierda! ¡Derecha! ¡Descanso!". Así, pasa el tiempo sin apenas darme cuenta. Cada día se acerca más el hecho de la licencia, aunque, de momento, me parece un sueño lejano.

A las doce volvemos al campamento. Reparte el furriel el pan, y tengo un tropiezo inevitable con él... por culpa de un peninsular que ha llegado un minuto tarde a la formación, y no ha querido darle su ración. ¡No lo puedo remediar! Me sublevan las injusticias, y no valgo para aplicaciones tan estrictas del reglamento. Estando yo, doy todo cuanto se necesite y esté en mi mano dar. Tras una ardua discusión con el furriel, he tenido que dar mi chusco al recluta, como gesto de rabia.

Quizás... o sin quizás haya metido la pata. No por cuestiones de razón, sino por las posibles consecuencias de la disputa. Cuando uno se calienta, y ya no puede detenerse. Creo que no podré aguantar más de dos días en mi puesto, ya que el furriel lleva todas las de ganar. A su favor tiene a todos los sargentos. Les interesa que sobre pan, para llevárselo a sus casas, o para hacer gofio con él pan sobrante, o hasta para destinarlo a consumo animal. Ahora comprendo por qué siempre se pide más raciones de las que se reparten a los soldados. Creo que se ha ido de la lengua, diciéndoles que yo doy a los reclutas todo el pan que sobra. He notado que me miran no de muy buena gana. Y no tardarán en buscar algo para suprimirme el cargo encomendado.

Fajina. Hoy tenemos de comida estofado de patatas con ternera, empedrado de garbanzos con arroz, e higos.

Termino de comer, y me acuesto hasta la hora de la teórica.

Cuando terminan, me pongo el traje dominguero, y me voy a pasear a Las Palmas. Me han invitado unos reclutas al cine Victoria. Proyectan una película del oeste titulada "Del infierno a Texas".

Salimos del cine, y subimos al campamento. Ceno un pedazo de pan con unos plátanos.

Y a dormir. Pensando un poco en lo pasado con lo de reparto del pan. Debiera haberlo evitado. Más, ahora que me hallo solo. Ya no tiene remedio. Ya veremos como acaba la cosa.

Día 13/04/1961, jueves: Me levanto a toque de trompeta. Diana. Me lavo.

Después de desayunar, forman las compañías, y subo con ellas al campo de tiro. Hoy los reclutas recibirán su primer bautismo de fuego. Me ha puesto el capitán para repartir munición. La historia se repite, pero con personajes intercambiados (recuerdos de mi primera experiencia). El uno tiembla... el otro cambia de color... y así sucesivamente... especialmente un muchacho canario: Pese a sus casi dos metros de estatura, no está exento de temblar en el suelo como si tuviese azogue. A otro se le encasquilla el mosquetón y, nervioso, pide ayuda. En fin, una verdadera hora de angustia por parte de los reclutas. No me hace gracia ver los aprietos que están pasando... los mismo sentidos, en su momento, por mí. Sigue rondando por mi cabeza ese pánico sentido cuando, por primera vez, oí la palabra "¡fuego!". Ahora sólo me causa un poco de ruido... Bueno, un poco, no. ¡Tengo la cabeza atronada por los cuatro mil disparos efectuados... más otros quince realizados por mí, para no perder la costumbre. Termina el ejerció de tiro sin novedad aparente. Bueno, si hubiera novedad, iría en los calzoncillos de alguno.

Regresamos, y forman de nuevo para subir banquillos y tablas al campamento en que estuve yo de recluta, para levantar chabolas y todo lo necesario para hacerlo habitable. Mañana viene el Batallón "Castilla 18 de Badajoz" de veteranos. No sé bien por dónde van los tiros. Aunque digan que todo está tranquilo, no cesan de movilizar fuerzas armadas de allá para acá. Y eso, tiene mal cariz.

Tocan fajina. Hoy tenemos cocido andaluz, paella de arroz, y plátanos.

Después de comer veo al capitán Don Enrique, y me presento a él, pidiéndole permiso para comunicarle algunas anomalías existentes en la oficina (no diciéndole toda la verdad... por supuesto, omito nombres). Me dice que no me preocupe, y continúe en mi puesto.

Tocan teórica. Forman los reclutas.

Me arreglo, y me voy solo a Las Palmas, al cine Victoria. Proyectan la película "El niño de las monjas". Ha estado distraída. En el descanso, me encuentro a unos reclutas que me invitan a una coca-cola y a un cigarro. Por todos los sitios visitados, voy sintiendo el cariño que me tienen los reclutas.

Cuando termina la función, subimos al campamento. Me entero de tener guardia esta noche en el campamento montado para el batallón que va a venir. Ceno un huevo con patatas. Tiene un hornillo de petróleo el furriel Ruano. Tengo permiso para utilizarlo... y tomar todo cuanto hay en la oficina. Hacía tiempo que no comía huevos.

Subo a mi servicio con una manta para dormir en una chabola. Ya están el cabo primera, y un cabo de otra compañía, esperándome. Empezamos de cachondeo con los reclutas, que es su primera vez haciendo una guardia. A las doce de la noche, me recuesto en cuatro tablas por colchón, y de almohada, el gorro. Me envuelvo la manta al cuerpo... y a dormir, hasta las cuatro de la mañana que me toca hacer el relevo.

Día 14/04/1961, viernes: Estas horas de sueño pasadas, han sido un suplicio para el cuerpo, y especialmente para el organismo óseo. ¡Qué puta aparente cama! Son las cuatro de la mañana.

Hago el relevo. Tengo el cuerpo molido. Me duelen los hombros a consecuencia de la cama, y tengo el estomago revuelto por la cena de anoche. Creo que el dichoso huevo tiene la culpa. Aguantaré hasta finalizar la guardia.

Bajamos al campamento hacia las seis y media. Desayuno la reconfortante malta con leche, y el estomago siente los efectos milagrosos de su tibieza.

Voy a la oficina a arreglarla un poco: está muy desordenada. Bajo al regimiento a por el pan. Y a las doce lo reparto, entre gritos de júbilo de quienes reciben tan "exquisito manjar" (para pobres).

Tocan fajina. Hoy tenemos paella a la valenciana, rehogado de garbanzos con patatas, e higos.

Cuando termino de papear, voy a cobrar al regimiento (hace más de un mes que no lo hago). Me dan cuarenta y cuatro pesetas. ¡Es la primera paga de cabo que cobro!.

Esta noche también voy a Las Palmas con "mis hijos" a bebernos unas botellas de vino. Volvemos pronto. Subiendo por la cuesta del cuartel de Artillería, siento la soledad que llevo en el alma. Desde que se fueron los paisanos, el camino está como solitario y triste. ¡Esta noche se ve más oscuro que la boca de un lobo!.

Al llegar al campamento me encierro en "mi pequeño y reducto palacio". Ceno un pedazo de queso con medio chusco. Y a dormir como una marmota.

Día 15/04/1961, sábado: Diana. Me levanto.

Después del desayuno, hacemos una relación de los canarios que se van con permiso hasta el lunes.

A las diez de la mañana bajo al regimiento a por el pan. Subo a las doce, y reparto las raciones antes de comer.

Tocan fajina. Hoy tenemos potaje canario, arroz blanco con salsa, e higos. Durante la comida cuentan que ya han llegado los soldados del batallón de Badajoz.

Me he quedado solo en la oficina. Se ha marchado el furriel a su casa con permiso de fin de semana. Nombro el servicio, y me voy a Las Palmas. Paso la tarde con unos reclutas, bebiendo y tomando aperitivos. Uno de ellos, me quiere pagar un polvo. Rehúso, aunque me atrae (será por la bebida)... pero se impone el sentido común al deseo.

Sin otra novedad, salvo el estomago lleno de vino y comida, subimos al campamento. Hemos quedado en armar, esta noche, una cena juntos. Yo pongo el pan (no tengo otra cosa), pero es lo que les falta a ellos... que están sobrados de "engañifa", y dinero para comprar vino.

Cuando llegamos al campamento, hacemos realidad todo cuanto hemos pensado. Después de pasar lista, vienen a la oficina con una butifarra casi de un kilo. y un litro de vino. Bueno, hemos quedado satisfechos. Después de fumarnos un cigarro, pasamos el tiempo charlando de todo hasta las doce. He quedado como un caballero.

A las doce y media me acuesto. Antes de quedarme dormido, la fiel infantería se subleva, atacando cinco contra uno.

Día 16/04/1961, domingo: Tocan diana. Me levanto un poco más tarde: cuando siento el toque de fajina. Aunque parezca repetitivo decirlo, ya hacía tiempo que no sabía cómo era la vida casi normal. Mira tú por dónde, las dichosa anginas lo bien que han servido, después de hacerme tanto tiempo sufrir. Nunca hubiera imaginado tener que estar agradecido a ellas. Fue una suerte que se infectaran unos días antes de la inesperada marcha a África, e ingresara en el hospital. Designios buenos de la vida, que nunca me han abandonado… a pesar de todo.

Después del desayuno, forman para la misa. Hoy se celebra aquí. También asiste el Batallón de Castilla. Somos unos mil quinientos soldados los que estamos en la explanada. ¡Nunca he visto tanta tropa junta!.

Después de oír misa, voy al regimiento a por el pan, llevándome a un recluta para que me ayude en la carga y descarga. Subimos al campamento en coche a las doce. Formo las compañías, y reparto el pan.

A la una de la tarde, tocan fajina. Hoy tenemos pescado frito, ensaladilla nacional, y plátanos.

Nada más terminar, pido prestada la ropa de paisano al muchacho canario que me ha acompañado a por el pan. Y me la da. Somos de la misma estatura. Me visto de "lugareño". Otra vez vuelvo a sentir el suave roce de la ropa de ciudadano. Antes de salir espero al cartero. He tenido carta de la novia... muy seductora. Parece ser que ella también se siente más eufórica, de pensar que va quedando menos tiempo para poder estar juntos. Le contesto con todo el cariño que se puede plasmar en unas cuartillas de papel.

Me voy a Las Palmas. Echo la carta en un buzón. Luego, v oy a casa de un fotógrafo... y me hace una fotografía de cuerpo entero. Me cuesta veinte pesetas. Me dice que puedo ir a por la foto el próximo sábado. Y después, a pasear por la playa de Las Canteras... orgulloso de pasar inadvertido entre tanta gente... sin que la ropa militar delate mi procedencia. Paseando así vestido, me siento independiente.

Me encuentro con un recluta (de apellido Chozas), y me invita a una botella de cerveza y un plato de gambas a la plancha. Cuando salimos del bar, me despido, dándole las gracias.

Más tarde, voy al cine "La Luz" a la función nocturna. He visto las películas: "El FBI contra el imperio del crimen" y "Las locuras de Sara". Están ambas distraídas. Cuando salgo del cine, son ya las dos de la mañana.



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