VESTIDO DE PAISANO: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 21/04/1961, viernes: Tocan diana, pero yo sigo calientito en la cama, como decía Gila, en sus historias de humor.

Tocan fajina. ¡A este toque no hay quien se resista! Desayuno la malta con leche.

A las diez de la mañana bajo al regimiento. Espero un poco a que me den el pan. Lo subo a las doce al campamento, y lo reparto nada más llegar.

Tocan fajina. Hoy tenemos paella a la valenciana, empedrado de garbanzos con arroz, y plátanos.

Después de comer, me entretengo en varios quehaceres en la oficina: Hacer la lista de los servicios, y otras cosas similares.

Tengo un amigo, de Lugo, que me ha caído en gracia. Parece al anuncio de Michelín, el de cubiertas Miralles. ¡Y flamenco que es! Ahora está delicado por causa del clima húmedo y un poco caluroso de Canarias. Se le ha escocido el cuerpo, y está cambiando el pellejo, como los lagartos. Dice que esta vida de la mili no es para él, y va a escribir a sus padres, diciéndoles que no le gusta, y va pedir el traslado para su casa. ¡"Casi ná" lo que pide el niño! ¡Cuánto le queda! Me meo de risas, oyendo todo cuanto me dice. Cuando me sobra pan, le doy un chusco extra, porque es cuanto necesita. Es de buen comer.

Esta tarde, después de teórica, me marcho a Las Palmas con un recluta llamado Antonio Cano Carrera. Entramos en un bar, y tomamos unos vasos de vino, poniéndonos el cuerpo a tono. Damos, después, una vuelta por el paseo de la playa de Las Canteras... viendo, con las luces de la noche, algunos atrevidos bañistas andando sobre la arena donde las olas mueren acariciando las cálidas costas.

Subimos al campamento, llegando, como siempre, en el momento justo de pasar revista mi compañero (yo estoy exento). Después de nombrar el servicio, me acuesto... y a dormir.

Día 22/04/1961, sábado: Tocan diana. Al igual que todos los días, como ya es de costumbre, me levanto al toque de fajina.

Tras el desayuno, voy al regimiento a por el pan. Subo a las doce, en el furgón de la comida, y lo reparto.

Tocan fajina. Hoy tenemos para comer estofado de garbanzos, carne en salsa con arroz a la cubana, e higos.

Después de echar la siesta, me marcho con el mismo recluta de ayer, más otro compañero, a las Palmas. Paso por casa del fotógrafo a recoger las fotos hechas el sábado. He salido favorecido en la fotografía. Me veo un poco extraño. Será por el mucho tiempo transcurrido sin vestir de paisano.

Le mando una foto a mi madre (traía el sobre con sello pegado, y dirección puesta). Después, vamos al cine "La Luz". Proyectan dos películas, tituladas "Más allá de las lágrimas", y "Pasión bajo el sol". Han estado entretenidas.

Cuando salimos del cine, el reloj marca diez menos cinco minutos de la noche. Hemos de damos una pequeña carrera para llegar pronto. Llegamos a tiempo más que justo de pasar lista, y nombrar el servicio.

Ahora, mordisqueo un chusco... y a dormir... ¡Parezco tener la enfermedad de sueño! Nada más caer en la cama, me quedo como un tronco.

Día 23/04/1961, domingo: Tocan diana. Después fajina: es ahora cuando me levanto.

Desayuno, y después formamos para oír misa.

A las diez, después de oír misa y darnos el páter la bendición, voy al regimiento, acompañado por dos reclutas, para que me ayuden a coger el pan. Contamos las raciones, y comprobamos que está todo bien, las cargamos en el camión que nos sube al campamento. A las doce y media, formo las compañías, y reparto el pan.

Poco más tarde, tocan fajina. Hoy tenemos cocido andaluz, pescado frito con ensaladilla, y plátanos.

Después de comer, me arreglo, y me marcho a Las Palmas, con el mismo compañero de ayer, más un primo suyo. Vamos al parque San Thelmo, donde hay una pequeña fiesta de barrio. Aún es temprano. Nos montamos dos veces en la atracción de autos locos. Luego, vamos al cine Royal. Hemos visto dos películas infantiles: "Rebelión en la granja", y "Natalia".

Regresamos de nuevo al parque (a estas horas, ya está, concurridísimo). Empezamos la noche "alumbrándonos" con unos vasos de vino, y, después, con unas copas de ron... y organizamos nuestra fiesta particular. Lo que me falta es dinero… y ellos lo tienen de sobra. Nos paramos en una caseta de tiro de escopetas de plomos. No sé si es suerte, o puntería. No fallo ni un solo tiro. ¡Eso que el blanco son palillos de los dientes!.

Después de vueltas por aquí, y vueltas por allá, pensamos en ir al barrio de Lugo, donde a estas horas, sólo se busca la compañía de alguna mujer guapa. La verdad es que esta noche tengo el cuerpo para todo cuanto se presente. Subimos a la guagua, rumbo a dicho barrio.

Dada la hora, aún temprana, las nueve y media de la noche, no hay ninguna señorita a la vista. Le pregunto a la mujer que nos está sirviendo un café, en un bar: "¿Dónde están las señoritas?". Me contesta: "Hasta las once de la noche no empiezan a venir por aquí". Como ya es tarde para nosotros, alquilamos un taxi para regresar al campamento .

Después de pasar lista, y nombrar el servicio, pensamos en seguir la juerga. Pedimos permiso al oficial de guardia para salir esta noche. Nos lo da, diciéndonos que hemos de vestir de paisanos, ya que a esas horas nocturnas, no puede estar ningún militar en la calle. Mejor. ¡Nos ha dado el doble de lo pedido! ¡Qué más queríamos!.

Nos vestimos de paisano, y nos da el santo y seña, por si dieran el alto cuando regresemos. Salimos disparados para Las Palmas. La primera visita que hacemos es a "El Muelle Grande", donde están todas las "artistas del goce del cuerpo". Nos encontramos a mis paisanos, los del cuartel de Aviación, que están celebrando su próxima licencia. Según me dicen, es el día 29 del corriente mes. Lo festejan con la alegría que requiere una fecha de es índole: por todo lo grande. Se encuentran muy alegres. Yo hubiera querido quedarme con ellos, y participar de su alegría, pero he venido con mis compañeros reclutas, y tengo que despedirme, para continuar nuestra aventura.

La primera visita hecha es a un cabaret. Se te cae la baba de gusto, al ver todo lo "güeno" que allí hay. ¡Qué "bailoteos"! ¡Cómo se aplican las tías! !Parecen que quisieran fundirse con el bailarín!. ¡Hay una rubia con un cuerpo descomunal! Los senos se le quieren escapar por la abertura del escote del corpiño de un vestido ligero de medidas. Digo ligero, porque tiene de tela la décima parte de lo normal. Está bailando un "Bugui-bugui" que se le mueven todas las fibras de su maravillosa anatomía. ¿Cómo es posible que una mujer como esa, no haya tenido una oferta de matrimonio para retirarse de este oficio, alias el más viejo del mundo?.

¡Qué inocente y romántico era, y sigo siendo, a pesar de la vida, en cuanto a mujeres! Será por que mi madre, fue para mí, una bendita. O quizás, por esas particularidades innatas mías, que despiertan confianza y cariño en el sexo femenino.

Todo el atractivo de la ta rubia se disipar ante mis ojos, al pensar que se gana la vida con el vicio y el sexo.

Para el sexo soy receptivo a todo cuanto venga de la mujer, pero en la intimidad, el pudor embarga mis emociones, y no puedo estar con estas dueñas del amor pagado. Un sentido del aseo y del exceso de limpieza, inconscientemente, me disuade de acercarme a féminas de esta índole. Con una vez, tuve suficiente.

Todo este espectáculo es interrumpido por una camarera pintarrajeada (lleva en la cara pintura por costo mayor al sueldo de un jornalero en varios días de trabajo), preguntando: "¿Qué es lo que van a tomar, los caballeros?". Le pedimos unos vasos de vino. ¡Pues, jódete, que allí no sirven vino... además nos ha visto cara de pardillos! Responde que allí sólo se sirven copas... y añade que "a precio de veinte pesetas cada una". (El precio de una copa en un bar normal, por entonces, no excedería de dos pesetas, como máximo). Salimos disparados de aquel antro de vicio.

Vamos a otro, de idénticas condiciones, pero con más honestidad en cuanto al precio de consumo de bebidas. Pedimos unas cocacolas. Los compañeros me dicen que sea yo (por ser veterano, y más atrevido) quien busque plan, señalando como objetivo a una rubia, que parece que todo el establecimiento es suyo, por la frivolidad con que se desenvuelve. Me dirijo a ella hablándole del presupuesto. Según ella: "Soy un muchacho de unos 18 años, de vuelta de todo". Comienzo con el tira y afloja respecto al precio. El resultado es que no podemos hacer nada por ser el que pide demasiado dinero para nuestros bolsillos. El bar está lleno de marineros americanos, y es de suponer que hallará clientes, pagando en dólares, con la misma facilidad que se expele el humo de un cigarrillo.

Entramos en otro sitio. Creo es el más presentable, dentro de la corrupción de estos lares. Tomamos unas copas de ron y un café. A mi derecha tengo una mujer (es la única "parroquiana" que hay). Le digo a la dueña del establecimiento que la invite de mi parte a una copa. Acepta. Es una señora de unos treinta años, de cara hermosa y con cuerpo esbelto y de líneas sinuosas. Lleva puesto, por los hombros, un abrigo gris merengo... un pañuelo de seda blanca en el cuello... un jersey rojo muy escotado y ajustado, que da formas a sus atributos femeninos de atractivo de ensueño. Se toma una copa de menta, casi de un trago... nos da las gracias... y se marcha... dejándonos con tres palmos de narices. Me parece que estaba esperando a alguien, y no ha venido, o nos ha visto cara de tener poca pasta. Son las dos de la mañana.

Día 24/04/1961, lunes: Los compañeros están desesperados. Quieren ir al barrio de Lugo. Allí, todo el mundo pica, dicen. Yo no soy receptivo a este deseo, por que allí puedes pillar de todo (unas purgaciones), y no bueno, menos la satisfacción de haberte acostado con una mujer. Les convenzo de marcharnos para el campamento. Ya que me he escapado esta noche del deseo que tenía, no quiero tentar al diablo otra vez.

Cuando llegamos al campamento, nos presentamos al oficial de guardia (que está dormido). Le despertamos, y nos borra del parte.

Y a dormir... no sin antes, hacerme un masaje en las partes más íntimas de mi cuerpo, recordando a la del jersey rojo escotado, pero sin él. El éxtasis culmina en cálidos borbotones que se derraman en los calzoncillos blancos haciendo temblar de placer mi menudo cuerpo.

Diana. He tenido una noche de pesadillas y sueños picarescos, que me hacen tener el cuerpo mojado, como si me hubiesen dado una tunda con la vara mágica del amor.

Tocan fajina. Me levanto... Desayuno... Después arreglo y limpio la oficina... Y paso el día entre... que si me acuesto... que si me levanto.

Esta tarde no tengo ganas de salir de paseo. Me parece que toda la semana me la voy a pasar, como retiro voluntario, encerrado en el campamento.



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