PRIMERO DE MAYO: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich
Día 01/05/1961, lunes: Ya tenemos el mes de mayo empezado. ¡Quiera Dios que transcurra sin novedad, y se haga
liviano! Pensándolo bien, si no nos retienen la licencia, me quedan sesenta días para ver a mi familia... y a la novia...
que me tiene locamente enamorado, con sus cartas, llenas de esperanza, y promesas de pasarlo con sumo deleite...
dada la castidad forzosa a la que estamos sometidos. Ya se me han olvidado los requiebros y galanteos que se ha de
manifestar a una mujer enamorada.
Hoy es día festivo, y continúa el descanso para la mayoría de los reclutas. Salvo quienes están de guardia, los oficiales
no aparecen por aquí. Por eso hay menos movimiento. Algunos arrestados, por el contrario, las están pasando canutas
con el paso ligero que les están metiendo todo el día. Siempre hay algún tonto jodiendo la procesión.
Bajo al regimiento a por el pan. Hoy, por ser fiesta, no creo que haya correspondencia. Preguntaré, para no volver,
innecesariamente, a la tarde.
Cuando subo al campamento, a las doce, reparto el pan. A renglón casi seguido, tocan fajina. Hoy tenemos para comer
paella a la valenciana, estofado de garbanzos, e higos.
Son las tres de la tarde, y ya no tengo nada que hacer. Me voy a Las Palmas con Felipe Cañadas Domínguez (el
oficinista), que ha resultado ser un buen guitarrista. El canto clásico melódico se le da estupendamente.
Llegamos a la playa de Las Canteras. A estas horas se ven "sirenas" maravillosas de cuerpos morenos acariciando con
sus lozanas morfologías la cálida arena, mientras duermen plácidamente. Nos sentamos en un banco, haciendo hora
para ir al cine "La Luz". Proyectan dos películas: "Cuando se pone el sol", y "El Rescate". Están entretenidas.
En el cine, hemos pasado un rato divertido con una parejita de novios. El varón quiere atacar por los cuatro costados.
La hembra se defiende desesperadamente, terminando por ceder terreno, aunque se resiste heroicamente. Viendo
estas cosas, me pongo verde y cachondo. ¡Qué le vamos a hacer! ¡Paciencia!. Ya me tocara hacer estas benditas
guerras nocturnas, entregado al bando contrario. A veces, el vencedor, se confía, y sale trasquilado de la guerra... y con
un hijo.
¡Y vaya si las hice! Más que guerras, fueron batallas en toda clase de terrenos: cines, paseos; sitios ocultos a miradas
indiscretas, y en la puerta de casa de mi novia. ¡Hasta que llegó la primera confrontación universal amorosa, con la
entrega incondicional y la rendición de los dos combatientes... con la victoria de la vida: La de nuestro querido e
inolvidable hijo Bartolomé (fallecido a los 21 años en acidente de tráfico), fruto de esa imperecedera y maravillosa
noche de entrega, cariño, y sexo. Diez años más tarde, nació Francisco ("mi gordito", como le llamaba su hermano).
¡Qué dolor! ¡Qué impotencia ante la muerte de un ser querido en la flor de su existencia! ¿Verdad, Bibiana? ¿Verdad, Francisco?.
Salimos del cine, y subimos al campamento. Llegamos con la hora justa de pasar lista él (yo estoy exento). Está la cosa
que arde con los veteranos instructores, principalmente con uno de ellos, cabo, llamado Antonio Bous. Se ha propuesto
el sargento empaquetarlo, y lo va a conseguir. Por lo pronto, tiene causas justificadas, ya que estando arrestado ha
salido del campamento. En fin, aunque sean ajenas, hay guerrillas.
Ahora me voy a cenar un chusco con un pedazo del queso traído por mi compañero, Caballero... Luego, Felipe me
invita a un vaya-vaya en la cantina... donde tengo una agradable sorpresa al conocer un muchacho canario de
residencia, nacido en mi pueblo. Nos preguntamos muchas cosas, terminando con la despedida, por ser ya tarde.
Y a dormir.
Día 02/05/1961, martes: Diana. Tengo que levantarme al toque de diana, ya que el sargento de semana no se anda
por las ramas. Me parece que anda picado con lo de ayer tarde. Hoy se ha dado una vuelta por las chavolas a las seis y
media de la mañana, y a todo aquel que estaba levantado, le ha arrestado. Aquí pasan estas cosas: paga los platos el
que menos culpa tiene.
En este momento, llega el capitán, y el sargento le da cuenta del incidente con el cabo instructor Bous. El resultado
estaba cantado, por más que tuviera el apoyo de sus compañeros. Aquí no vale eso de ponerse flamenco. El cabo
instructor ha tenido que entregar en la compañía todo cuanto le habían dado... y se marcha al regimiento para ingresar
en el calabozo... Y la vida continúa su curso. Instrucción: "de frente", "media vuelta", "izquierda", "derecha", "suspendan",
"oblicuo derecha", "oblicuo izquierda", "alto", "presente", "descansen", "...". Y aquí no ha pasado nada.
A las doce, me marcho en el coche que está al servicio de los oficiales al regimiento, a recoger la correspondencia.
Además de las cartas, hay diez paquetes que se han recibido para los reclutas. He comido en el comedor del
regimiento. Aquí sí hay comedor, mientras en el campamento se come al aire libre, recostados en el suelo. Además
dan mejor de comer, pues la mitad de los comensales son oficiales. Hay ropa vieja, sopa de pasta, y plátanos.
Después voy a la oficina de correos, que hay aquí, y me hago cargo de paquetes, cartas certificadas, y demás
correspondencia, no sin antes dejar constancia de ello sentándolas por escrito bajo firma en el libro de entrega. Me
ayudan a subirlo dos compañeros. Llegamos al campamento a las tres de la tarde.
Reparto las cartas, y los paquetes. Me han dado diez pesetas de propinas.
Y es que no tengo obligación de venir cargado con paquetes. Mi obligación
sería notificar al interesado, para que fuera él mismo a retirar el paquete
recibido al regimiento. Por lo pronto, he pillado para ir al cine esta tarde.
Antes voy contestar a una carta recibida, de mi primo Bartolomé. Ya se
encuentra estupendamente de la operación quirúrgica. Ha quedado todo en
un desagradable recuerdo en su vida. Me manda una foto de la mili, tipo
carnet.
Sin pensarlo dos veces, voy a Las Palmas. Entro al cine Victoria. Proyectan
el film: "El diario de mi madre". Está preciosa esta película, y es muy
sentimental, ademas.
Otra noche que pasa sin darme cuenta. Hoy apenas me entretengo en la
ciudad. Subo al campamento. Pasando por el cuartel de Artillería, oigo el
toque de escuadra. "Bueno, ¿y a mí qué?". Pasar lista es un trámite no
imprescindible para mí, pero no quiero aprovecharme por si las moscas...
Cuando llego al campamento, ya está nombrando el servicio mi compañero
Caballero. Me voy a la oficina liándome un chusco con un pedazo del queso
que me han dado.
Consigo un cigarro, y a disfrutar de la vida que son cuatro días.
Me acuesto y, antes de dormirme, siento un murmullo bajo la ventana. Me asomo, para enterarme de las causas. Y veo
a 24 reclutas, firmes y formados, arrestados por el alférez de guardia. Me quedo grogui, pensando con nostalgia (un
poco egoísta de mi parte) que en tiempos pasados, yo también tuve que pasar por todo esto, y ahora me toca ver. oír, y
callar. Con el pensamiento en mi familia y en la novia, me quedo frito, igual que un pajarillo cuando lo echan a la sartén.
Día 03/05/1961, miércoles: Hoy han tocado diana a las seis y media de la mañana, pero me levanto media hora más
tarde. No está el sargento de guardia. Ha tenido que ir al regimiento. Ha quedado en su puesto un cabo primera. Y a
ése me "lo llevo de carrera". Me levanto. Y me aseo.
Voy a desayunar. A la malta con leche le echo azúcar suficiente para chuparse los dedos. Y ahora, en busca de quien
me dé un cigarro: me lo da un compañero recluta a quien surto de pan, cuando hay de sobra. Me lo fumo mirando por la
ventana, con ironía, las carreras que hacen los reclutas cuando tocan llamada para ir a gimnasia e instrucción.
¿Cuándo jurarán bandera?.
Hoy tiene mi compañía ejercicio de tiro. Algunos lo van a pasar mal: recordando, temblorosos, la pasada vez. No creo
se hayan acostumbrados, en tan corto espacio de tiempo, al "castañeteo" del sonido de los mosquetones al ser
disparados convulsivamente.
En estos momentos, llega el sargento Elías, que viene de hacer el servicio de guardia, y se entretiene leyendo el
periódico. Mientras yo escribo en mi diario... y me pregunto para mis adentros: "¿Qué te parece, Bartolomé, el par de
despistados que hay en la oficina?". Y así pasa el tiempo, en silencio, leyendo uno, escribiendo otro... hasta que
terminen de la instrucción, y haya de irme con el alférez (coche de los oficiales) al regimiento, a recoger la correspondencia.
Hoy me da la impresión que voy a tener carta de... A las doce tocan alto de instrucción. Poco más tarde, me monto en
el coche, llegando poco después al regimiento. Se tarda en llegar unos cinco minutos, en coche.
La espera para papear no se hace larga. ¡Es la mili! ¡Todo al toque de corneta, y a la hora exacta! Hoy tenemos
estofado de garbanzos, paella a la valenciana, y plátanos.
Después de comer, recojo las cartas. Antes, tengo que sentar en el libro de entregas los certificados escribir y firmar
como haber recibido todo cuanto me han entregado. y pasarlo al mi libreta para que los destinatarios firmen conformes
de su recibo.
Cuando termino la tarea, subo al campamento. Mi corazonada me ha engañado. No he tenido noticias de nadie. En fin,
mañana tendré. No creo que tarde mucho.
Al llegar al campamento, entrego la correspondencia al oficial de guardia, al teniente Falcón, según órdenes recibidas...
y mi cometido toca a su fin, hasta mañana, si Dios quiere.
Esta tarde no puedo salir, porque tenemos que repartir los correajes para el desfile, y tomar nota de ello. A las ocho de
la tarde, me cómo medio chusco con queso... y a las diez unas patatas fritas, que me dejan un cuerpo estupendo.
Después me fumo un cigarrillo, que me da mi amigo Felipe.
Poco más tarde, me acuesto pensando, con alegría, que se acerca la licencia a pasos agigantados. Con estos
pensamientos maravillosos, me duermo, soñando que las sabanas, que envuelven mi cuerpo, son palomas mágicas... y
me llevan volando al país de las maravillas: ¡Andalucía! ¡A un pueblo chiquito de la provincia de Jaén llamado Jódar!.