¡YA TODOS SON SOLDADOS!: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich

Día 14/05/1961, domingo: Diana. Me levanto, hoy al primer toque. Arreglo la oficina, dejándola en perfecto estado de revista, por si acaso a algún jefe militar le da por entrar aquí. Todo el campamento está regado, y bien limpio. Todos nos ponemos el traje militar de gala.

Tocan fajina. Desayunamos la malta con leche. Ha sido la misma que la de todos los días, con la única diferencia de tener hoy el sabor un poco más dulce. ¡Algo, es algo!.

Tocan llamada. Este toque no va conmigo. Yo me quedo en la oficina, apoyado en el alfeizar de la ventana, viendo todos los preparativos para el evento: Han puesto ya el estandarte con el escudo de España... Está formado el batallón de Castilla nº 18, de Badajoz. Al frente y a la derecha, está colocada la compañía de honores (gastadores). La banda de música del regimiento está situada en el centro de los dos barracones. Y, por último, en el lado izquierdo, se sitúan los reclutas que van a jurar bandera.

Salgo fuera. Empieza la misa con los asistentes militare más ilustres: general, coronel, teniente coronel, comandantes, capitanes, tenientes, alféreces, y otros mandos de menor categoría... y obedecientes aún de menor "categoría"... los más. Todos oímos misa en un silencio casi sublime. Termina la misa, y comienza el acto más importante en la vida de un soldado: la jura de bandera.

Tocan el himno nacional. Cuando se pone, e iza la bandera, en el centro del recuadro formado por las compañías, se oye el cornetín de orden tocando firmes. Entonces, el comandante Don Agustín Pérez de Lara, con voz enérgica y firme, inicia un corto discurso.

Un "¡Viva España!", y un "¡Sí Juramos!", resuenan, a coro, en la mañana con un grito expresivo por la emoción... como una sola voz salida de cientos de gargantas, sonando como un trueno tras del rayo de una tormenta, en ésta mañana esplendorosa de primavera.

A continuación, los reclutas empiezan a desfilar, besando la bandera, mientras suenan marchas militares, interpretadas por la banda de música. Aunque este acto se repite año tras año, para cada soldado es solamente una vez en la vida. Me hago una idea de los sentimientos que deben percibir los reclutas. Aunque yo ya lo he vivido, vuelvo a sentir la misma emoción. Unos desfilan con paso firme y elegante... otros, los más "atrasadillos", van a su modo, como trompicando y con el paso cambiado, pero todos con gallardía. En sus rostros, serios por el sentimiento del momento, se vislumbra la emoción sentida.

Terminan de hacer el juramento, y desfilan por pelotones. Todas las compañías van pasando bajo la bandera. Después, desfilando, salen todos del campamento, y vuelven a entrar hasta el centro de la explanada, donde tocan firmes. Y, finalmente, mandan romper filas.

A renglón seguido, suenan vítores de júbilo, y los soldados dan rienda suelta a su alegría. A mí, aunque no soy recluta, también me dan un manteo… sin manta... los amigos más allegados. Tengo que retirarme y esconderme, si no quiero pasarlo mal en una de los tantas subidas y bajadas por los aires. Parece que, como peso poco, le han tomado gusto a mantearme.

Forman para repartirles el pan. Momentos más tarde tocan fajina. Como era de esperar, hoy el menú es extraordinario: Paella a la valenciana, ensaladilla nacional, bistec con patatas fritas, dulces, naranjas, puro, y vino. Me he puesto como "el Quico". Incluso, he guardado cinco bistecs (sí, 5) de los que he cogido en el reenganche. Me vendrán bien para cenar... y para mañana.

Todo termina entre muestras de alegría, y la despedida de los jefes, felicitándolos a todos (a mí no, que yo no he jurado bandera hoy). Y nosotros nos quedamos ahítos de todo el menú extra.

Tenía pensado dormir la siesta, pero no ha podido ser. Me han invitado a ir a una playa pequeña que hay debajo del cuartel de Artillería. Se llama "Confites". Nunca mejor puesto ese nombre, por la dulzura de las bellezas femeninas que pueden verse en ella. No pueden comerse, pero la boca se hace agua. ¡Hasta babeas!.

Me visto de paisano y, junto a varios amigos, vamos a la citada playa. Cuando llegamos, nos ponemos en "vikingo", y me lanzo al agua. Está extraordinaria. Todos estos contornos están abarrotados de turistas. La mayoría no se bañan. Eso no quita, para que la vista pueda recrearse en la contemplación de esbeltos cuerpos femeninos, casi al desnudo, que se pasean como diciendo. "Me verás, pero no me catarás".

A las seis de la tarde, me visto, y voy a Las Palmas con unos compañeros, al cine "Victoria". Proyectan la película "Tres angelitos negros" (por Miguel Aceves Mejías, y Marujita Díaz). Me siento en primera fila de general, detrás de anfiteatro. Da la coincidencia que la butaca de delante, hay una mujer que parece salida de tiesto, por las miradas que me lanza. Estira el cuello, y echa la cabeza atrás, a tope. Y yo hacia adelante, claro. Está rozando su cabellera en mi cara. Mi aliento, ardiente por el deseo, le da en su cuello. Parece que esto la estimula y la excita. En fin, las estoy pasando moradas. No puedo decirle insinuarme, por temor a una mala interpretación. Tiene al lado dos chiquillos que por su corta edad no se dan cuenta de las pasiones ocultas, y andan embebidos en las canciones de la película. ¡Caray, con algunas casadas... como se arriman! No creo que sea viuda.

Subimos al campamento. Llegamos, como es usual, a la hora justa de pasar lista los soldados. ¡Ya son soldados!.

Me voy a la oficina, y ceno dos bistecs sobrantes de la comida.

Luego, me acuesto. Pienso en cuanto ha pasado, aunque no haya pasado nada, pero mi fantasía sexual no tiene límites. Y termino con una masturbación. ¡Que delicia, hacer el amor con la fantasía de los sentidos, quedándome, después, plácidamente dormido!.

Día 15/05/1961, lunes: Diana. Hoy tengo servicio de cuartel. No es trabajo apenas. Los soldados no tienen nada que hacer. Les han dado un día de descanso, tras la jura de bandera.

Después de tomarnos la malta con leche, tocan marcha de frente. Hago el relevo de servicio. En vez de ir por el pan y a por la correspondencia, mando a un muchacho (que es quien se va a quedar como furriel).

A las doce reparto el pan. Me sobra un saco entero, correspondiente a de todos los canarios que se han ido a pasar el día de permiso a sus casas. Después de repartir los chuscos, les digo que quien quiera, puede pedir más. Siempre hay quien lo necesita.

Tocan fajina. Hoy no voy a comer. Me conformo con tres plátanos que he pillado, más tres bistecs sobrantes de ayer.

Traen la correspondencia. Es cuantiosa, porque ayer no hubo correo. Después de pasarlas una por una, compruebo, con desilusión, que entre tantas cartas, no viene nada para mí. Las clasifico por compañías, y las entrego al oficial de guardia. Me da órdenes de entregarlas a los cabos de cuartel, para que las repartan.

Como ya no tengo nada que hacer, me voy al cine a Las Palmas. Entro al "Pabellón Recreativo Santa Catalina. Dan la película "Sabela vuelve al Ataque".

Cuando vuelvo al campamento, también allí hay cine. Están proyectando una película de Carmen Morell, y Pepe Blanco. Es un sainete divertido, de chotis.

Cuando me dejo caer en la cama, a las once de la noche, estoy rendido. Tengo la cabeza como si tuviese en ella una jaula de grillos. Me acuesto, durmiéndome sin apenas darme cuenta.

Día 16/05/1961, martes: Diana. Me levanto al toque de fajina.

Desayuno. Y... como todos los días... a vaguear. Así llevo una temporada. Desde que salí del hospital, estoy que no me aclaro. Siempre acostado y durmiendo.

A las doce bajo a por la correspondencia. Hoy tampoco he tenido carta de nadie. Cuando subo, entrego la valija al oficial de guardia... y asunto concluido.

Toda la tarde la paso leyendo una novela. Hoy no voy al cine. Llevo un tiempo de gastos superiores a mi peculio personal. Así pasa la tarde, un poco hastiado pensando en mis paisanos y amigos... y la mayor parte del tiempo, en la licencia.

Me acuesto a las doce, un poco tarde, porque Felipe se entretiene tocando la guitarra, que, en el silencio de la noche, suena de una manera muy especial: En consonancia con el entorno, llena el corazón de melancólicos recuerdos.



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