SOLDADOS CARADURAS: Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich
Día 29/05/1961, lunes: Diana. Ya están aquí los canarios, dando guerra. No hacen nada más que pedirme pan para el
desayuno. Parece que en vez de haberse ido con permiso de fin de semana a su casa, se hubieran ido de excursión al
Teide, estando dos días en ayunas. En fin, les doy cuanto puedo... y todos satisfechos.
Hoy he cobrado las "sobras"... serán las de ellos, porque lo que es yo... les llamaría "faltas".
He tenido cartas de mi casa, y de mi hermana, de padre, Catalina. Ésta me manda una foto de mi desconocido nuevo
sobrino. Es un niño precioso, y bastante crecido, para la edad de seis meses. Del dinero pedido, no me dice nada.
Hasta que no venga Gregorio del viaje de trabajo para pedidos de capachos, no sabré si se ha dado por aludido. En la
carta de mi madre me cuentan muchas cosas. Entre ellas, me dicen que mi futuro cuñado (el cartero), le ha presentado
mi novia a mi madre. Me da una gran alegría saberlo. Pero no por ello, con un poco de humor, dejo de mirar las cosas
por el lado irónico: ¿Estarán haciendo planes para que no me escape?.
RECUERDOS POSTERIORES: ¡Cuántos recuerdos! Qué felices fueron aquellos años en familia con mí cuñado Juan
(q.e.p. d.), María, su esposa, y sus hijas, Mari y Montserrat. Dándonos, recíprocamente, todo nuestro cariño muchos
años. ¡Gracias, y mil veces gracias, por tantos años vividos con vuestro cariño! Te halles donde te halles, el mío
siempre estará contigo.
Contesto a ambas cartas, y se las doy a unos amigos para que las echen al buzón en Las Palmas. Yo no tengo ganas
de salir. Y paso el tiempo aburrido, hasta el toque de fajina. Tampoco le hago caso, por no apetecerme, al rancho militar.
Ceno un poco de chorizo, con un chusco. Y a dormir se dice... para soñar quimeras imposibles.
Día 30/05/1961, martes: Diana. Me levanto. Hoy tengo cuartel, y guardia esta noche.
Después de desayunar, hago el relevo de cuartel. Como no tengo nada que hacer, por haber pocos oficiales entrando y
saliendo del barracón, paso toda la mañana haciendo de marmota, lavando ropa necesaria para estar limpio.
Hoy he recibido un giro de 295 pesetas de los padres de mi primo Raya, pero no para mí, sino para que se lo reenvíe a
su hijo Andrés, al Sahara (como en el caso del padre de Fernando). Las familias siguen sin poderles enviar nada
directamente. Pobrecillos, seguro que andan vagando por el desierto, durmiendo en la minitienda de campaña que
llevaban, por equipo, sobre sus espaldas... y, de paso, mascando la arena amarillenta de las tormentas del desierto... y,
lo peor, sin saber por qué, ni para qué.
De la familia no he tenido giros. ¡Qué le vamos a hacer!. Tengo pensado comprar con el dinero de las "sobras", cuatro
metros de naylon, y llevárselo a la novia, cuando me licencien, para hacer un vestido. Quiero que, cuando vaya con ella,
sea la más bonita y la más esbelta de todas las chicas. Espero juntar el dinero suficiente para comprarle otro tanto a mi
hermana... y objetos de recuerdo para toda la familia. Pero, si no me mandan dinero, me parece que van a tener quedar
todos a dos velas.
Mando a un recluta a por la correspondencia. Yo no puedo ir, porque tengo el servicio de cuartel. Más tarde, reparto el
pan traído por el nuevo furriel. Y tocan fajina. Hoy tenemos de comida sopa de pasta, ropa vieja, y plátanos. Apenas
cómo. No sé qué es lo que me pasa, pero no tengo apetito. Quizás sea solamente el consumo, a deshora, de cosas
mejores al rancho militar, que los reclutas me dan de propina... y llego harto a la hora de comer. O tal vez sea que no
pienso nada más que en la licencia. ¡Esto destroza los nervios hasta al mejor templado!.
Viene el recluta enviado a por la correspondencia. Haciendo la clasificación, veo tener dos cartas de Villa Cisneros. Una
es de mi primo Raya, y la otra de Fernando. Ambos me dicen, prácticamente, lo mismo: si he recibido el dinero que su
familia me ha mandado para ellos. Les contesto a ambos afirmativamente. Toda la tarde la paso acostado, leyendo una novela.
A las seis me voy con unos amigos al "Pueblo sin ley": me han invitado a un litro de vino y un kilo de plátanos. Después
de este pequeño ágape, volvemos al campamento. Y a esperar al toque de fajina. Esta noche me pasa un caso curioso
vigilando el reparto de la cena:
Resulta, que hay unos cuantos espabilados que cuando no le toca a su compañía ser la primera en coger la comida, se
cambian a otra. He de aclarar que los primeros son quienes se llevan lo mejor del menú... por eso, el orden de
compañías es rotatorio. Es un grupo organizado, con un morro que de le pisa... y con más cara que un saco perras. Su
ambición, sin límites, les ha delatado. Ha sido facilísimo conocerles: todos ellos llevan alpargatas nuevas... y los demás
las llevan usadas. Se las han pedido a intendencia por tener más cara. Les voy sacando de la formación uno por uno,
poniéndoles aparte de los demás. Esta trampa ventajosa a ha hora de las comidas ya era superconocida por sus
compañeros. Era una falta de compañerismo. Contrariamente a cuanto suele suceder cuando hay arrestos, esta vez
han sido acogidos con aplausos y gran regocijo por parte de sus compañeros. El cabo primera les apunta en la fatídica
libreta de arrestos... para que se presenten después de cenar con el mosquetón a dar un paso ligero al rededor del
campamento, quedando advertidos ante posibles reincidencias. Lo siento por ellos, pero no me gusta la gente con la
cara más dura que el cemento armado. Me parece bien lo de sacarle al Ejercito unas alpargatas nuevas, pero es
inaceptable beneficiarse del rancho, en perjuicio de los compañeros.
Esta noche tenemos cine. Proyectan una película de Antonio Casal. No recuerdo el título, pero está distraída. El actor
es de comedia, y su papel es de buenazo. Mientras veo la película, aprovecho para cenar un pedazo de morcilla con un
chusco. Cuando termina la función, voy en busca de los reclutas que tienen servicio de guardia, y nos presentamos al
oficial.
Nos da las órdenes pertinentes, y vamos a la chabola del pica y rasca (de guardia). ¡Cada vez la encuentro más fría y
solitaria!.
Día 31/05/1961, miércoles: Me ha tocado el primer turno. Lo hago. Cuando llega la hora del relevo, despierto al cabo,
que continúa con el servicio.
Son las cuatro de la mañana cuando me acuesto, después del segundo turno, durmiéndome enseguida. No oigo el
toque de diana, por el sueño profundo pillado.
Me levanto al toque de fajina. Tras el desayuno, entrego los partes del servicio de cuartel al cabo entrante, y se acabó
mi labor. Toda la mañana la paso escuchando la radio, y leyendo novelas, hasta la hora del papeo.
Hoy tenemos para comer ropa vieja, sopa de pasta, y plátanos.
Después de comer, tenemos que repartir los correajes para el desfile de mañana. Lo hacemos. Araujo hace un listado
de todo lo que vamos dando, y yo lo entrego.
Cuando tocan marcha de frente, estoy un poco cansado. No tengo ganas de salir a Las Palmas. Paso la tarde de un
lado para otro, hasta ir a parar a un secadero de pescado, situado más allá de la cala "El trinchete". Si no fuera por lo
mal que huele este interminable sequero, parecería un sombrajo ideal para pasar las tardes soñando. ¡Pero menuda
nube de olor a pescado putrefacto!.
Subo al campamento. Ya han tocado fajina. Voy a la oficina a cenar un trozo de morcilla con un chuco. ¡Tengo un
hambre de lobo!.
Y a dormir.