"Si no fueras como eres" - Comentario de texto a dicha creacción literaria de Vicente Sáez Valles, paciente de Ataxia de Friedreich.

Por Josefina Martínez Monteagudo (Fina).

"Cuando te sientas conmovido en tu sensibilidad, las escamas caerán de tus ojos; y con los ojos penetrantes del amor podrás discernir lo que nunca verán tus otros ojos". (François Fénelon).

"El amor retorna a uno mismo y se profesa en ese desdoble temporal; el amor es lo que más han intentado definir y en lo que menos se ha acertado". (Vicente Sáez).

Más que relatos, los siguientes textos reflejan sentimientos... más allá de las ideas, de las idealizaciones, o de la cruda realidad de lo que se habla o lo que se calla. No siempre resulta fácil expresar lo que sentimos. El miedo puede ser más fuerte que ningún sentimiento.

Hay veces que lo que nos rodea nos parece demasiado grande... demasiado complicado. Todo parece perder sentido, y volvemos a la inseguridad de los primeros pasos: como cuando éramos pequeños y nos costaba separarnos de los brazos protectores por miedo a volver a caer.

Para muchos a los que nos tocó una enfermedad degenerativa (*), esto es algo más que una metáfora. Sabemos de perder el control del movimiento, y del dolor de la caída. El suelo ahora está más lejos, y ya no somos de goma. Pero también sabemos de levantarnos y de la necesidad de tener que aprender de nuevo a andar, una y otra vez. "Bien mirado... ¿quién sabe andar?".

La necesidad de aprender un nuevo tiempo, el de la calma, sin pausas ni prisas... un nuevo espacio, con nuevas dimensiones por descubrir, por explorar. Porque es posible vivir sin renunciar a la vida, ni al deseo, ni al amor, ni a nada de lo que nos hace sentirnos vivos.

Ya sabemos que es fácil volver a sentirse pequeño, y dudar en dar el siguiente paso... que el temor a la caída nos puede inmovilizar, que no nos gusta soltarnos de nuestro agarradero seguro, pero no queda otro remedio que echar a andar, y esperar que allí delante haya alguien que nos sujete fuerte, que comparta nuestro camino, y, si es con una mirada de amor, pues mucho mejor.

Nos gusta idealizar muchas cosas en la vida, pero ninguna tanto como el amor.

Si no es de una determinada manera, al modo de las películas o los cuentos, del vivieron felices para siempre, del príncipe o la princesa perfectos, si no es así, parece que no merezca la pena. El miedo a no estar a la altura es muy fuerte. Los prejuicios nos limitan, y, lo peor de todo, es cuando nosotros mismos somos los que nos limitamos. Vicente aprendió a romper los límites -tenía el martillo de Pepejuán-, y que andar es algo más que eso que hacen las piernas. Quiso que todos supieran que si él lo logró, es porque es posible.

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Nota (*): La autora del comentario es paciente de Distrofia muscular.

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