"La emisora" - Comentario de texto a dicha creacción literaria de Vicente Sáez Valles, paciente de Ataxia de Friedreich.

Por Cristina Sáez Vallés (hermana de Vicente, y también afectada por la Ataxia de Friedreich.

Vicente escribió este relato cuando murió Mari Tere Herrero. Mari Tere, así le llamaban todos, era una de las mejores locutoras de Radio Zaragoza, además de buena persona y una mujer encantadora. Era elegante, sencilla, culta, adoraba a los niños, y poseía una voz hermosa, digna de su trabajo. Vicente quiso agradecer su confianza en nosotros (que todavía éramos casi unos niños) cuando ella murió, aún joven, víctima de una terrible enfermedad.

En este relato se juntan dos épocas de la vida de Vicente (y de la mía): la infancia y la adolescencia. La infancia, porque en los meses de verano de nuestra niñez, nosotros no íbamos a la playa de vacaciones, ni al pueblo. Íbamos a la emisora, que era como tener un chalet con "piscina", con perro y todo. Jugábamos a investigar, a policías y ladrones, a muchas cosas con otros niños y niñas, hijos e hijas de otros trabajadores de la radio, compañeros de nuestro padre. Los domingos nos reuníamos varias familias, y las señoras hacían enormes paellas, en bañador, con una toalla a modo de pareo. Y también había tortillas de patatas "made in mamás" (la mejor, la de nuestra madre, ¡faltaría más!), fanta, gaseosa y vino tinto…

Por supuesto, no faltaba a estas citas nuestra querida Mari Tere, jovencísima entonces. Siempre nos unió una gran amistad.

Cuando empecé a hacer teatro, en 1980, Mari Tere tenía un programa infantil en la radio, y le propuse grabar cuentos para niños con mis compañeros de la Escuela de teatro (los jóvenes actores de la Escuela de Arte Dramático de Zaragoza, como así nos llamaban, aunque luego fuimos el grupo Algarabía) y emitirlos en su programa. Sin habernos escuchado nunca, me dijo que sí, y esa misma semana empezamos. Vicente se unió al grupo de teatro como actor y guionista. Los cuentos los adaptábamos entre los dos. Y la mayor parte eran inventados por nosotros: Vicente, un crío de quince años, y yo, con dos años más. Así empezamos a "trabajar" juntos en esto del teatro. Yo intuía que mi hermano era bueno. Y siempre lo demostró.

A veces, me pregunto cómo fuimos capaces de hacer lo que hicimos a pesar de nuestra Ataxia de Friedreich… Fue la ilusión, la juventud, el destino, la vida misma. Y no me arrepiento de ello. Doy gracias a la vida, porque aún conservo esa ilusión que compartí durante muchos años con mi querido hermano Vicente.

Hoy, cuando estoy escribiendo estas líneas, es 27 de septiembre, su cumpleaños. Felicidades, Vicente, y gracias por ayudarme a cumplir mi sueño.

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