"Leyendas urbanas" - Comentario de texto a dicha creacción literaria de Vicente Sáez Valles, paciente de Ataxia de Friedreich.

Por Josefina Martínez Monteagudo (Fina).

"Surrealismo suave, risa indecente y risa decente, risa ahogada y optimismo complicado, existencialismo trabado y optimismo afilado, sarcasmo benevolente, pero optimismo, porque debemos empezar a reírnos de nosotros mismos". Vicente Sáez (1).

"Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado, inconscientemente, el surrealismo... Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna". Apollinaire (2).

El escenario no se parece a la vida que representa... ¿o acaso sí?.

Dicen que la realidad siempre supera a la fantasía. La imaginación se queda corta frente a ciertos sucesos que nadie creería si fueran ficción. Y, seguramente sea así, pero no cuentan con que la imaginación no juega limpio, tiene sus trucos y trampas, y es capaz de crear otros mundos... con otras leyes. En el mundo que aparece cuando nuestra parte consciente nos deja de importunar (como en los sueños), podemos volar y correr, aunque en la vida diaria nos resulte imposible. Creamos una nueva realidad que supera, con mucho, a aquello que llamamos real.

Lo que nos contamos y el modo en el que contamos lo sí narrado se mueve en esos mundos surrealistas. Desde los tiempos más antiguos, las leyendas pretenden hacernos creer que los sucesos extraordinarios en ellas narrados ocurrieron de verdad, que los héroes fueron, alguna vez, de carne y hueso, humanos como los demás. Las leyendas aquí relatadas por Vicente no son menos reales.

¿Quién dice que no es posible apagar el sol desde un interruptor?.

"Quiso apagar la luz de la lamparita de la mesilla de noche azul, y tanteó porque no estaba dispuesto a abrir los ojos. Tanto tanteó, que se equivocó de interruptor en la búsqueda del botón, y accionó el interruptor del sol.

El sol se apagó, y él no se dio cuenta. Nadie se percató, pero en otras partes del mundo el pánico reinó esa noche, o mejor, ese periodo de tiempo oscuro, ya que el mundo es redondo" (3).

O, ¿quién puede estar seguro de no haberse cruzado con el secuestrador de reflejos, huyendo del otro lado del espejo?.

"A esas horas el mundo era incómodo. Levantarse de la cama constituía una enorme gesta en la que estaban involucrados la abnegación, la voluntad y la estupidez de que se reprochara una y otra vez el haberse acostado tan tarde otra vez y que qué poco había dormido. Pero se desperezó y bostezó escandalosamente en ese viaje al cuarto de baño. Antes de meterse en la ducha, se miró al espejo, y no se vio". (4)

Y, tampoco nos extrañaría tanto la retransmisión de la noticia del descubrimiento del "mondadientes incorrupto de San Ignacio" o, no menos, que la votación consistorial para nombrar alcaldesa a la Virgen.

"- Repita, por favor, a partir de la última frase que dijo:

- Sí, eso fue brutal. Seguíamos la pista del "mondadientes santo" y en el lugar que investigué, mi ayudante lo encontró y tuvo un accidente que lo dejó en tal lamentable estado.

Él cámara rodó unos planos del enfermo que yacía inconsciente". (5)

Creemos o dejamos de creer en las cosas más inverosímiles. A veces, necesitamos ver y tocar, para creer... medir y pesar, para saber que es cierto y real. Pero, luego, lo que nos hace sentir mejor (como la camisa del hombre feliz), es lo más intangible, lo más insospechado. La felicidad bien podría esconderse en desperdicios de frutas.

"- ¿Qué te pasa?

Ninguna respuesta, pues tal era el enigma. Nada. Un mundo hermético del que nada sabía el resto del mundo. De pronto, un susurro que quebró el horizonte de la noche:

- Pelarzos de peras...

- ¿Qué? -su amigo se puso en pie asustado.

- Sí, pelarzos de peras es lo único en el mundo que puede hacerme olvidar los malos tragos que estoy pasando.

- ¿Y dónde consigo ahora pelarzos de peras?". (6)

Lo que sí es seguro es que Vicente era esa clase de amigo que saldría, en medio de la noche, en busca de una "frutería de guardia" para conseguir "pelarzos de peras", capaces de hacer olvidar los malos tragos. Le resultaba muy fácil vivir en esos mundos en los que los animales todavía hablan, un huevo frito puede empezar una revolución, y las metamorfosis resultan inevitables. Como el cormorán (su seudónimo), Vicente caminaba muy mal en la tierra, pero en el aire volaba de maravilla. Y... ¿quién se atreve a decir que volar no es real?... ¿o que una rueda no se parece a una pierna?.

Debemos empezar a reírnos de nosotros mismos.

NOTAS:
(1) "Leyendas urbanas (libro de cuentos surrealistas y de humor)", prólogo, enero de 2004.
(2) La palabra surrealista aparece en el subtítulo de "Las tetas de Tiresias (drama surrealista)", en junio de 1917, para referirse a la reproducción creativa de un objeto, que lo transforma y enriquece, como escribe Apollinaire en este prefacio al drama.
(3) Leyendas urbanas: El hombre que apagó el sol.
(4) Leyendas urbanas: El secuestro del reflejo.
(5) Leyendas urbanas: Anonimato.
(6) Leyendas urbanas: desperdicios de frutas.

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