METAMORFOSIS EN EL PARQUE - COMENTARIO DE TEXTO. Por Carlos Frías.

Yo no soy escritor ni lo quiero ser. Solamente puedo contar algo sobre mis recuerdos acerca de este hermosísimo relato:

Creo recordar que fue en el verano de 1981 cuando Vicente, paciente de Ataxia de Friedreich, me dejó a leer por primera vez "Metamorfosis en el parque". Acababa de escribirlo, y aún tengo presente el lugar en dónde lo leí: fue en la cafetería "La nata", la primera que hubo, allá en el Paseo Sagasta, lugar al que tanto gustábamos de ir.

Quedé impresionado por lo bien escrito que estaba y por lo que el relato contaba. Con una sencillez pasmosa y delicadeza extrema, relataba la transformación física y psíquica del protagonista (que esta vez no era Pepejuán... creo que por entonces aún no había nacido ese personaje). Hay un hermoso juego de transformaciones que lindan en los contornos de la geometría, la fantasía y las emociones: descripciones de cómo las formas cambiaban mientras que las sensaciones iban dando cuenta de ellas, no por ser vistas sino por ser SENTIDAS. Creo que fue eso lo que más me llama hoy en día la atención junto con la todavía admiración por Vicente, que a esa edad fue capaz de escribir un relato así de completo, hermoso. La sencillez de la forma final y la pérdida de las emociones humanas dejando paso sólo a las sensaciones, creo que es lo que hace que uno se lleve esa sorpresa que, al día de hoy, sigue siendo así: una sorpresa. Yo me sentí orgulloso de Vicente.

También recuerdo que "Metamorfosis en el parque" me gustó tanto que, una vez en casa, como Vicente me había entregado una copia, le "puse música", y lo leí mientras sonaba de fondo un concierto para órgano de Händel (no recuerdo ahora cuál de los doce que escribió), en el que un bajo ostinato, anunciado por el solista, y retomado luego por la orquesta, iba en cresccendo hasta el final (siempre con el ostinato como acompañamiento).

Quedamos de nuevo en "La nata", y se lo llevé a Vicente. Él lo escuchó con sus Walkman de color granate y le gustó mucho. A mí aquello, me hizo feliz... por aquél entonces éramos un enorme saco de emociones dispuesto a explotar por cualquier lado.